Loco apache chihenne, nacido en 1823 en las Black Range (Sierra & Grant Counties, New Mexico), en algún lugar cercano al río Alamosa.
Su nombre apache es desconocido hasta que los chihennes le llamaron Jlin-tay-i-tith, que significa “Detiene su caballo”, por el siguiente hecho, ocurrido en algún momento de la década de 1840. Un pequeño grupo incursor chihenne había robado unas cuantas reses, llevándolas a su ranchería situada cerca de Ojo Caliente (Socorro County, New Mexico). Una compañía de Infantería mexicana que se dirigía al sur los divisó, preparando una emboscada en un lugar que luego sería llamado La Mesilla (Doña Ana County, New Mexico). Cuando los chihennes estaban a tiro, los soldados dispararon sus mosquetes matando a varios guerreros. Los supervivientes corrieron para salvar su vida. Uno de ellos, se pegó al cuerpo de su caballo para ofrecer menos blanco a sus enemigos cuando oyó la voz de su primo herido que le pedía ayuda. Instantáneamente, detuvo su caballo, levantó al herido y lo puso sobre la montura, huyendo los dos del lugar mientras los mexicanos disparaban sobre ellos, mientras gritaban “Loco apache”. Esa acción hizo que los chihennes le cambiaran el nombre, llamándole Jlin-tay-i-tith, pero rápidamente le denominaron, simplemente, Loco.
El padre de Loco era el jefe de un grupo local que estaba bajo el liderazgo de Cuchillo Negro. Cuando tenía 30 años, Loco apareció por primera vez en un informe militar estadounidense, siendo ya el líder de un pequeño grupo local.
En 1872, el general Oliver Otis Howard dijo que Loco era un poco más bajo que Victorio. Más o menos tenía 1’62 metros de altura, pero eso no fue un obstáculo para ser un buen guerrero y tener un gran número de seguidores. Era famoso por su destreza con el arco. Una flecha suya mató a un jefe navajo durante un enfrentamiento con ellos, haciendo huir al resto.
En algún momento de la década de 1860, una disputa entre dos viejas mujeres hizo que Loco se interpusiese entre ellas, llevando a la más pendenciera al interior de su wickiup. Enfadada, esta le dijo: “Ojalá un oso te muerda la pierna”. Los osos no solo eran animales peligrosos, tenían poderes esotéricos para los apaches. Uno de los apaches informantes del antropólogo Morris Edward Opler le dijo: “Si estableces contacto con un oso, ya sea físicamente o por medio del olor, puedes caer enfermo. A menudo, la enfermedad del oso aparece con una deformidad, con un brazo o una pierna torcida”.
Pocos días después, Loco fue con su joven hijo a cazar a las Black Range (Sierra & Grant Counties, New Mexico), donde se toparon con un enorme oso grizzly. Loco subió al muchacho a un árbol y se enfrentó al oso intentando cargar su mosquete. Cuando iba a sacar la baqueta del cañón, el oso le arrebató de un golpe el mosquete de sus manos, teniendo que sacar su cuchillo para enfrentarse cuerpo a cuerpo con él.
Los dientes y las garras del oso, y el cuchillo de Loco, hicieron su trabajo. Herido por varias cuchilladas, el oso abandonó la pelea tras haber dejado su marca en el cuerpo del bravo chihenne. El muslo derecho de Loco mostraba una fea mordedura y el lado izquierdo de su cara tenía varias marcas de garra. Aun así, cogió su mosquete, y sin sacar la baqueta del cañón, disparó al oso cuando se estaba alejando. La baqueta impactó en el lomo del oso. Cojeando y con su cuchillo en la mano, se acercó y le remató.
Cuando la gente de su ranchería le llevó a su wickiup, pasó junto al de la mujer que le había lanzado la maldición, diciéndola: “Espero que estés satisfecha, vieja mujer”.
Sin embargo, parece que el oso no fue el culpable de que perdiera la visión del ojo izquierdo. Raymond Loco, su nieto, contó que durante un ataque de soldados mexicanos a una ranchería antes del amanecer, los apaches se dispersaron en la obscuridad. Intentando salvar una valiosa silla de montar, se la echó al hombro y empezó a correr llegando al borde de un arroyo rocoso, donde cayó golpeándose su cara contra el suelo, dañándose el ojo. Moses, otro nieto de Loco, dijo que “algo de visión le quedó en el ojo”, pero probablemente solo veía luces y formas. El teniente Britton Davis dijo que Loco tenía una catarata en su ojo. Su párpado caía sobre el ojo y tenía que abrirlo con sus dedos para poder ver algo. Su cara desfigurada le daba una siniestra apariencia, a pesar de que el general Howard dijo que Loco tenía una sonrisa agradable.
En el verano de 1881, Charles Clark, un operador de telégrafo de la Agencia de San Carlos, se hizo buen amigo de Loco, conociéndole cuando su banda iba semanalmente a recibir sus raciones. Le describió como “un apache bajito, gordo y panzudo que había perdido un ojo”. Los apaches iban a la Agencia al mediodía de los jueves para ser contados, pero no recibían sus raciones hasta el viernes, obligando a los apaches a pasar el tiempo sin hacer nada. Clark dijo: “Loco hizo del frontal de la oficina del telégrafo su sitio para holgazanear y todas las tardes de los jueves podíamos encontrarle medio acostado contra la pared frontal de la oficina, viendo mi trabajo en el que estaba interesado. Durante estas visitas yo le surtía de cigarrillos y nos hicimos bastante amigos”.
Clark había oído las danzas ceremoniales apaches y quería ver una. Preguntó a Loco en dos ocasiones si podía ver una, a lo que Loco dijo: “Pronto”. Cuando fue, le dejaron ir con otros cuatro amigos, llegando al lugar de la danza a las 21:00 horas. “Loco en persona nos dio la bienvenida y nos llevó a los asientos en el suelo, al borde del gran círculo formado por los espectadores”. Clark dijo que Loco era un poco bromista: “Loco se acercó a mí y, diciendo algo que no entendí, me cogió del brazo y me llevó a la pista de baile, deteniéndose frente a dos mujeres. Enganchó sus brazos en los míos, mirando a las mujeres en una dirección y a mí en la opuesta. Entonces empezó la música y comenzó el baile… Después de un rato, consideré que contribuía mucho al entretenimiento de la noche como cualquiera de los diablos [bailarines enmascarados], así que me solté y me senté. Las dos mujeres se rieron de mi debilidad y señalaron a otro hombre en el círculo, que saltó para ayudar con un grito, corrió hacia donde las mujeres estaban esperando, y enganchando los brazos con ellos hicieron más idas y venidas de las que jamás podría pensar. Las dos mujeres diciéndole, supongo, lo debilucho que era, porque me miraban y luego se enfadaban”.
Los supuestos primos, Loco y Victorio, tenían discusiones sobre permitir o no el ingreso de otros chiricahuas en su reserva. Victorio era partidario del estilo de vida tradicional apache, incursiones incluidas, y que otras bandas permanecieran con los chihennes, mientras Loco, viendo que esa actitud significaría la destrucción de su gente, prefería optar por la negociación y la paz, desaconsejando que otros chiricahuas, como Gerónimo, dedicados a incursionar, estuvieran entre los suyos.
Loco fue un respetado líder entre los chihennes. Aunque sabía pelear cuando la situación lo requería, se le conocía como una persona pacífica y amable. Creía que lo mejor para su pueblo consistía en mantener la paz con los estadounidenses y adaptarse a la vida de la reserva como hacían las bandas de los Western Apaches. Que un chihenne prefiriese vivir en paz en el árido San Carlos, olvidándose de las verdes montañas que rodeaban Ojo Caliente, lo dice todo. Eso no evitó ser considerado prisionero de guerra y enviado a Florida, Alabama y Fort Sill (Oklahoma) donde falleció en 1905, siendo enterrado en el Cementerio Apache de Beef Creek (Lawton, Comanche County, Oklahoma).