Costalites

Costalites era el jefe de una banda apache lipán que iba desde el norteño estado mexicano de Coahuila hacia el suroeste de Texas. Vivió aproximadamente de 1820 a 1873. Se le menciona por primera vez en 1866, cuando sus guerreros capturaron a un niño de 13 años llamado Frank Buckelew en Medina (Bandera County, Texas). Costalites dio la bienvenida al niño a la banda, deseando propiciar su matrimonio con su nieta, pero Buckelew escapó antes de que el matrimonio tuviera lugar. En 1869, Stephen Smith, enviado de los Estados Unidos, intentó reunirse con Costalites y otros lipanes en México, pero se encontró con que habían huido a Texas después de un ataque del ejército mexicano cerca de Zaragoza (Coahuila).

Con el fin de contrarrestar las presiones militares que sufrían los lipanes de ambos lados del Río Grande, el jefe Costalites hizo varias alianzas con otras tribus nativas como los apaches mescaleros y los kickapoos. También estableció una alianza con un grupo de comanches del sur liderado por Takévera, que se fue a México en 1872.

El 18 de mayo de 1873, el coronel Ranald Slidell Mackenzie, al mando de seis compañías del 4º de Caballería, salió de Fort Clark (Kinney County, Texas) y cruzó el Río Grande con intención de atacar dos campamentos apaches (lipán y mescalero) y otro kickapoo. Mackenzie había enviado a sus exploradores seminolas negros a buscar la ubicación de los tres campamentos, descubriéndolos en las fuentes del río San Rodrigo, cerca de El Remolino [municipio de Zaragoza, Coahuila], unos 65 km en el interior de México. El 16 de mayo, los exploradores informaron a Mackenzie que muchos guerreros kickapoos, lipanes y mescaleros habían partido esa misma mañana hacia el oeste. A las 13:00 horas del 17 de mayo, Mackenzie, al mando de 360 soldados y 17 oficiales de las compañías “A”, “B”, “C”, “E”, “I”, y “M”, se dirigió hacia el Río Grande, cruzándolo a la puesta del sol. Con el destacamento iban 24 exploradores seminolas negros y 14 civiles, entre ellos Ike Cox, el principal guía en Fort Clark; Green Van; y McLain. Estos dos últimos habían perdido recientemente sus ranchos a manos de los kickapoos. Mackenzie quería estar en posición de ataque al amanecer, obligando a sus hombres a cabalgar duro durante toda la noche. Después de recorrer 102 km [no fueron en línea recta para evitar todo lugar poblado] llegaron al río San Rodrigo, aproximadamente a 1’6 km río arriba de los tres campamentos.

El día amaneció claro, sin nubes, pudiendo ver los tres campamentos instalados a lo largo de las aguas azules turquesas del río San Rodrigo, el cual lentamente se dirigía al este, hacia el Río Grande. Era uno de los lugares preferidos por los lipanes para acampar cuando se dirigían hacia el sur, a México. Después de dar un breve descanso a los hombres y dar de beber a los animales, los hombres de Mackenzie descendieron por una larga colina y cabalgaron por el lecho del arroyo hasta alcanzar el dormido campamento kickapoo, llevando sus bolsillos llenos de cartuchos. Sus exploradores le habían sugerido que dividiera sus fuerzas y que enviase destacamentos para rodear el campamento lipán y evitar su huida hacia las montañas. Los exploradores seminolas negros querían atacar a los lipanes y mescaleros primero porque los odiaban; al contrario que a los kickapoos, con quienes anteriormente habían tenido buenas relaciones. Mackenzie no hizo caso. Atacó con todo el destacamento el campamento kickapoo, destruyéndolo en pocos minutos. Los soldados cargaron en pelotones, disparando a medida que avanzaban, luego se apartaban para recargar y volvían a cargar de nuevo, mientras otros pelotones hacían lo mismo. La retaguardia desmontó y comenzó a prender fuego a los tipis y las cabañas de pasto. Los kickapoos fueron tomados completamente por sorpresa y al haber tan pocos guerreros, no pudieron ofrecer mucha resistencia. Unos pocos lucharon, pero la mayoría huyó perseguidos por los soldados. El sargento O’Brien, de la compañía “A”, perseguía a pie a un kickapoo disparándole. Al fallar el disparo, el guerrero, pensando que no tendría tiempo de recargar, se volvió arrojándole un tomahawk que pasó rozando la cabeza del sargento. Este desalojó el cartucho vacío de la recámara y avanzando, cargó y disparó, matándolo a unos 15 pasos de distancia. 

Rápidamente, se dirigieron hacia el campamento lipán, dirigido por Juan Castro y Costalites, separado algo más de 400 metros del campamento kickapoo. Los hombres que había y varias mujeres ofrecieron una fuerte resistencia para permitir que el resto huyera a las montañas, donde se juntaron con los mescaleros que ya habían abandonado su campamento.

Durante el combate, el explorador Tony Wilson disparó a una mujer justo cuando ella levantaba un brazo, aparentemente con intención de rendirse. Los lipanes solían cavar hoyos lo suficientemente grandes como para que alguien pudiera esconderse allí, tapado por una gran mata o maleza atada a una cuerda. Juanita, hija de Juan Castro, se escondió en uno llevando un bebé, su hermano Miguel. Le sujetó contra su pecho y le tapó la boca con su mano para que no llorase, pero un soldado oyó los llantos e hincó su bayoneta en la maleza, alcanzando el corazón de Miguel. Probablemente, la historia oral en lo que se refiere a la bayoneta sea un error. Por entonces, los soldados de caballería usaban carabinas Sharps o Spencer no aptas para el uso de bayonetas. Se tiene que tener en cuenta el relato del capitán Robert Carter, que dijo que las órdenes que le dio Mackenzie era que se asegurase de que se afilaran los sables. En cualquier caso, Juanita, aterrorizada, siguió sujetando la cuerda mientras sostenía el cadáver de su hermano. No se sabe cómo consiguió escapar.

Otros dos hijos de Castro, Calixto, de 15 años, y Manuel, se metieron en otro agujero y se taparon con maleza, consiguiendo huir más tarde. Algunos lipanes salvaron su vida ocultándose en un barranco cercano mientras los soldados destruían el campamento. Un explorador llamado Renty Grayson ató con una cuerda al jefe Costalites arrastrándolo tras su caballo. En poco tiempo, los tres campamentos (unas 180 viviendas) fueron totalmente destruidos.

Algunos de los supervivientes huyeron a pie para buscar a otras tribus lipanes acampadas en México; unos pocos, como Juan Castro, gravemente herido, y Manuel, caminaron durante varias semanas hasta llegar a McAllen (Hidalgo County, Texas) donde se encontraron con Juanita y Calixto, los únicos miembros de la familia que sobrevivieron. Juan juró que nunca más volvería a ocurrir otra cosa igual, por lo que dijo a su gente que cambiasen sus apellidos, que ocultasen que eran lipanes, y que no hablasen más la lengua lipán. Juan cambió su nombre por Porfirio González. Muchos de los lipanes de Castro nunca se reagruparon, integrándose entre la población de varias localidades mexicanas.

Mackenzie informó que había matado a 19 nativos (sin especificar la tribu), entre ellos Ramón [hermano de Juan] y Francisca (esposa de Juan), una lipán-kickapoo. Las bajas de Mackenzie fueron de un muerto (falleció poco antes de cruzar la frontera cuando regresaban) y dos heridos (uno en un brazo, siendo amputado por el doctor Donald Jackson, y otro ligeramente en la cara); y capturó 65 caballos. Otros 41 lipanes y kickapoos fueron hechos prisioneros, entre ellos Costalites, su hija Teresita, La niña Kesetta y un niño que en el futuro sería llamado Jack Mather. Los prisioneros fueron llevados a Fort Clark y luego a San Antonio (Bexar County, Texas) donde fueron encerrados en un corral en unas condiciones descritas más adelante como un “campo de prisioneros”. La tradición oral afirma que Costalites se negó a comer durante su detención en protesta por el trato recibido. A finales de junio de 1873, Costalites consiguió escapar. Su cuerpo fue encontrado varios días después, a 13 km al oeste de San Antonio, junto a los restos de un conejo, dando lugar a la suposición de que el jefe había matado al conejo y había muerto al intentar comerlo. Teresita se casaría con James Perryman, un explorador seminola negro.