La apachería en el siglo XIX (2)

1851

* A principios de enero de 1851, dos partidas de guerra apaches incursionan por Sonora. (La primera, formada por guerreros chokonen, estaba liderada por Posito Moraga, Trigueño e Yrigollen, con algunos nednais de rancherías situadas en Janos [Chihuahua]; la segunda, liderada por Mangas Coloradas [entonces tenía unos 60 años], incluía los chihennes de Delgadito y Ponce, los bedonkohes de Teboca, y los chokonen de Miguel Narbona y Esquinaline, más varios coyoteros White Mountain y, según algunas fuentes, unos cuantos mescaleros liderados por Cadete y Ratón. También estaban Cochise, Gerónimo, y probablemente Juh. Merejildo Grijalva, un cautivo ópata de los chokonen, diría que Cochise regresó a su ranchería al frente de sus guerreros llevando 150 caballos y mulas que repartió entre sus seguidores, sin quedarse él ninguno. Añadió que era el botín conseguido en una incursión que llegó hasta Hermosillo [Sonora], a principios de 1851.

Los nednais de Coleto Amarillo no participaron, permaneciendo en Janos. Según informes mexicanos, cada grupo tenía, al menos, 150 guerreros cada uno.

La primera partida se dirigió a las estribaciones occidentales de la Sierra Madre, a lo largo del río Bavispe y al sur hasta Sahuaripa [Sonora]. La segunda cruzó el río Sonora, llegando por el suroeste hasta los alrededores de Hermosillo, donde dieron la vuelta para emprender el regreso. Ranchos, haciendas, aldeas y viajeros cayeron presa de los guerreros, perdiendo vidas, caballos, mulas, ganado y bienes. Guiados por su odio a Sonora, los apaches mataron despiadadamente a cualquier mexicano que se cruzara en su camino. A mediados de enero, ambos grupos se dirigieron hacia el norte con 1.300 cabezas de ganado y caballos. Su ruta era previsible, por lo que el capitán Ignacio Pesqueira salió de Arizpe con 50 soldados de la Guardia Nacional de Sonora, enviando un correo a Bacoachi para que los efectivos allí presentes, bajo el mando del capitán Manuel Martínez, se reunieran con él en un lugar llamado “Cerro Colorado”, un pequeño grupo de colinas a 19 km al este del “Pozo Hediondo”. Pesqueira y Martínez se juntaron allí el 16 de enero, sumando en total 80 infantes y 20 dragones de caballería.

Al día siguiente, Pesqueira llevó el destacamento a unos 19 km al nordeste de la Sierra del Cobre [municipio de Altar, Sonora], donde se ocultaron para preparar una emboscada a los apaches que se dirigían al norte. Pesqueira envió una patrulla, la cual llegó el 20 de enero, diciendo que habían visto por el sur, una nube de polvo que avanzaba por el valle. Al filo del mediodía, Pesqueira tomó posiciones en el “Pozo Hediondo” [la actual Bella Esperanza, 12 km al sur del río Nacozari, Sonora], a unos 32 km al este de Arizpe y a unos pocos kilómetros al suroeste de Nacozari.

El polvo era el grupo de Mangas Coloradas y Cochise. Delante venía la vanguardia con unas 350 cabezas de ganado. Detrás, Mangas Coloradas llevaba una manada de cerca de 1.000 caballos. Al acercarse la vanguardia, los mexicanos, que superaban a los apaches en una proporción de dos a uno, les atacaron, cogiéndoles por sorpresa. Al estar en desventaja numérica, los guerreros abandonaron el ganado, retirándose a posiciones defensivas en las colinas, peleando ferozmente. Los mexicanos les persiguieron, atacaron sus posiciones, las superaron y los derrotaron, pero no sabían que el grueso de la banda venía detrás. Mangas Coloradas, viendo lo que pasaba, ordenó a sus guerreros [unos 150] cargar para rescatar a sus hermanos. Ahora fueron los mexicanos los que resultaron sorprendidos. Los dos bandos estaban tan cerca que los apaches podían usar sus lanzas y arcos. En muchos momentos la lucha fue a cuchillo”; es decir, mano a mano. Cuando el caballo de Pesqueira fue herido en una pata, los mexicanos se retiraron. El duro enfrentamiento duró tres horas, obligando a los mexicanos a buscar posiciones defensivas, colina tras colina.

Sobre las 16:00 horas, todos los oficiales mexicanos habían resultado muertos o heridos. Pesqueira y el teniente, Rafael Ángel Corella, estaban  heridos; y su segundo al mando, el capitán Manuel Martínez, había fallecido. Sobre esa hora, llegó el otro contingente chiricahua dirigido por Yrigollen, Posito Moraga, Tapilá, Trigueño, Delgadito y Ponce, sumando al menos unos 100 guerreros más. Los dos bandos tuvieron escaramuzas hasta el anochecer, cuando Pesqueira hizo recuento de sus bajas: 26 muertos [entre ellos Martínez y otros tres oficiales]; 46 heridos [entre ellos Corella, tenía cuatro heridas, y él mismo]. Según los mexicanos, los apaches sufrieron 70 bajas, entre muertos y heridos, cifra que parece exagerada.

Siendo imposible continuar luchando, los mexicanos se retiraron hacia la localidad de Cumpas [Sonora], marchando los heridos a pie, cayéndose y levantándose, pues solo sobrevivieron cinco caballos que llevaron a los heridos más graves. Antes, Pesqueira había enviado un mensajero a Cumpas para pedir refuerzos.

Mangas Coloradas se dirigió a Bacoachi donde había poca guarnición, ya que bastantes soldados habían ido al Pozo Hediondo”. A las 09:00 horas del 21 de enero, los apaches sorprendieron a 11 personas fuera del presidio, matando a seis, incluyendo al alcalde Teodoro Bustamente, y capturando a los otros cinco. Poco después, según su costumbre, pidieron parlamentar para intercambiar sus prisioneros. Después de una larga reunión con Mangas  Coloradas y otros apaches, los mexicanos recuperaron a tres, pero los otros dos quedaron en poder de los apaches. Eran dos muchachos, Severo Heredia y Jesús Arvizu [Heredia, de 13 años, sería rescatado en el mes de junio por miembros de la Comisión Fronteriza en Santa Rita del Cobre {Santa Rita, Grant County, New Mexico}; mientras Arvizu fue cambiado por un caballo por Mangas Coloradas en un trato con los navajos, en julio de 1852].

Luego, los chiricahuas se dirigieron al este, hacia la Sierra Pitáicachi [municipio de Agua Prieta, Sonora], donde se dividieron. La mayoría de los chokonen permanecieron allí. Los chokonen de Yrigollen y los nednais [el joven Juh entre ellos] regresaron a los alrededores de Janos [Chihuahua] para luego, en unión del también nednai Coleto Amarillo, dirigirse a Casas Grandes [Chihuahua]; Mangas Coloradas con sus bedonkohes y chihennes regresaron a New Mexico a las Burro Mountains [Grant County, New Mexico]; los chokonen de Miguel Narbona y Cochise cruzaron el valle de San Bernardino para dirigirse a sus rancherías de las Dragoon Mountains [Cochise County, Arizona]; los chihennes de Cuchillo Negro, Ponce, Nana y Loco, y del nednai Cigarrito, se dirigieron a Janos [Chihuahua]; los mescaleros de Cadete y Ratón hacia el sur de New Mexico; y los coyoteros White Mountain hacia el sur de Arizona.

Informes mexicanos hablaban de que la fuerza chiricahua era de 400 a 700 guerreros. Por supuesto, eso era del todo imposible. Incluso 400 era una gran cantidad, considerando que muchos chihennes se habían quedado en New Mexico, y que la mayoría de los nednais estaban en Janos. Una cantidad aproximada podía ser la siguiente: los chihennes de Ponce, 50 hombres; los bedonkohes de Teboca, otros 50; los chokonen de Miguel Narbona, Cochise, Esquinaline, Carro, Posito Moraga, Trigueño, Tapilá e Yrigollen, unos 175 hombres; unos 25 nednais de Juh; y una banda White Mountain, unos 50; en total unos 350 guerreros. No hay seguridad de la presencia de guerreros mescaleros, pero algunas fuentes mencionan su presencia.

El teniente coronel de la Guardia Nacional del presidio de Moctezuma [Sonora], José Ignacio Terán y Tato, al recibir el mensaje de Pesqueira, envió 100 hombres para que volvieran al Pozo Hediondo” a enterrar a los muertos y seguir el rastro de los chiricahuas. Al ver los cuerpos muertos, de soldados y caballos esparcidos por el campo de batalla, los mexicanos se negaron a seguir el rastro de los apaches. Un guerrero capturado de la banda chokonen de Posito Moraga dijo a Terán y Tato que Yrigollen había dirigido a los chokonen en el ataque a Pesqueira. Este testimonio fue refutado por Luis García, un veterano comandante de la Guardia Nacional, natural de Bacerac [Sonora], que fue enviado por Terán y Tato, el 28 de enero, para hacer un registro de las bandas apaches acampadas en los alrededores de Janos [Chihuahua] y un informe sobre  su posible participación en la incursión y en el enfrentamiento en el Pozo Hediondo”. García dijo que las 180 familias apaches de Janos eran inocentes de eso; que los autores eran apaches chokonen y coyoteros White Mountain llegados de los Estados Unidos. Desgraciadamente, cuando García estaba escribiendo su informe oficial, el coronel José María Carrasco [ahora comandante general de Sonora] iba camino de Janos con un gran destacamento. A mediados de febrero, Carrasco llegó a Bacoachi, donde manifestó su intención de declarar una guerra a muerte y sin cuartel contra todas las tribus apaches, excepto contra las mujeres y niños menores de 15 años”, culpando a los comandantes militares de los anteriores fracasos. Candelario, hijo del jefe nednai Juan José Compá, estando en Pitaicachi [municipio de Agua Prieta, Sonora] se enteró de que en Sonora había una expedición para atacar a los apaches de Janos. Coleto Amarillo informó a Zozaya de los rumores que llegaban de Sonora sobre una expedición para atacar a los apaches de Janos. Zozaya intentó calmarle, probablemente con la idea de que el informe de García detuviese a Carrasco. Se sabía que la banda nednai de Coleto Amarillo no participó en la batalla de “Pozo Hediondo” por encontrarse en Janos desde junio de 1850, pero Carrasco, no lo creyó o no le importó, considerando a Janos, al igual que muchos sonorenses, como un refugio para los asaltantes apaches y un centro de mercado para la venta del ganado robado.

Antes, a finales de enero, Mangas Coloradas había llegado a su ranchería en las Burro Mountains pero antes de salir de México había enviado un emisario a Janos para preguntar si era posible firmar un tratado de paz allí. Juan José Zozaya, comandante de Janos, dijo al emisario que primero debían firmar la paz con Sonora. Al mismo tiempo, Teboca y Esquinaline pidieron que Zozaya les firmara un salvoconducto para volver a Sonora y abrir negociaciones de paz. Los dos jefes apaches debieron de tener muchas dudas, ya que volver a Sonora después del enfrentamiento del Pozo Hediondo”, podía equivaler a un suicidio. Mientras, nada más pisar Mangas Coloradas suelo estadounidense, Delgadito le dijo que un oficial deseaba reunirse con él para hablar. Ese oficial era el capitán Louis S. Craig.

Craig había sido enviado por John Russell Bartlett, responsable de la Comisión Fronteriza de los Estados Unidos, a inspeccionar Santa Rita del Cobre [Santa Rita, Grant County, New Mexico] como posible sede de la Comisión. Con Craig iba John Carey Cremony, que escribiría el libro Life Among the Apaches”. Cremony tuvo, a finales de enero, un encuentro con el jefe apache chihenne Baishan o Cuchillo Negro [Cremony escribió en su libro que fue en 1850, pero es un error, ya que ocurrió en 1851]. Lo relató así: “Un día me adelanté unos 4’5 km por delante del carro de la Comisión, el cual se había detenido al pasar por el Cooke’s Canyon [Luna County, New Mexico], un áspero y rocoso desfiladero muy peligroso, a unos 64 km al este del río Mimbres, y después de haber encontrado algunas huellas de antílopes, miré alrededor con la esperanza de ver a los animales, cuando me vi rodeado por una banda de alrededor de 25 indios, que avanzaban hacia mí desde todos los lados, dirigido por un salvaje que montaba varios metros por delante de los demás. En ese momento yo podría haber roto el cerco y unirme a mi grupo con muy poco riesgo, ya que mi caballo era infinitamente superior en fuerza y velocidad a sus ponis, pero como veía que el carro iba a estar a la vista dentro de poco tiempo, adopté otra postura. En ese momento, su líder iba a unos 25 metros por delante de sus seguidores y aproximadamente a la misma distancia de mí, percibiendo que acercaba mi mano derecha a mi cartuchera y que podía picar espuelas, me salió al encuentro. Me dirigí a él en los siguientes términos en español: ‘No te acerques o te pego un tiro’. A lo que él respondió: ‘¿Quién eres y de dónde has venido?’.

Al ver que sus guerreros me estaban cercando, le dije: ‘Mira indio, aunque haya muchos guerreros contra un hombre, estás en mi poder; tu gente podrá matarme, pero yo te mataría antes, por lo que te digo que se detengan de una vez’.

Involuntariamente, el apache hizo un gesto con la mano y sus guerreros se detuvieron a unos 35 metros de distancia. Al no gustarme tan poca distancia, volví a instar al jefe a que dejara a sus guerreros más atrás, dando, al mismo tiempo, un significativo movimiento a mi pistola. Esto hizo que los apaches aumentaran la distancia en unos 135 metros. El jefe, quien después supe que se llamaba Cuchillo Negro, se esforzó en ganar mi lado izquierdo, lo que me impidió mantener la cabeza de mi caballo en la dirección en la que él se movía. Luego dijo: ‘Adiós’ y comenzó a reunirse con sus compañeros, pero de nuevo le hice ver en qué posición se encontraba, diciéndole que no lo permitiría, y que debía quedarse conmigo hasta que mis amigos se acercaran. Eso le sorprendió, pues evidentemente creía que yo estaba solo, o algo así. El siguiente diálogo tuvo lugar a continuación:

Cuchillo Negro: ‘¿Qué buscas en mi territorio?

Cremony: ‘Vine aquí porque mi jefe me ha enviado. Él vendrá pronto con muchos soldados y pasará a través de este territorio, pero no tiene la intención de permanecer en él o hacer ningún daño a sus hermanos apaches. Venimos en son de paz y siempre actuaremos en paz, a menos que nos obligues a adoptar otras medidas; si lo haces, las consecuencias pueden ser muy dañinas para ti’.

Cuchillo Negro: ‘No creo en tus palabras. Tú estás solo. Mi gente ha estado vigilando el camino y no ha visto que venga ningún grupo. Si viniese alguno lo sabríamos. Tú estás en mi poder. ¿Qué más tienes que decir?’.

Cremony: Indio, eres tonto. Tienes que tener mucha seguridad para volverte descuidado. Una compañía de soldados se encuentra tras de mí, pero vuestros jóvenes han estado dormidos. Las mujeres los han retenido en el campamento cuando deberían haber estado vigilando. Yo no estoy en tu poder, pero tú sí estás en el mío. Tu gente me puede matar, pero antes te meto una bala en el cuerpo. Cualquier señal que les hagas o cualquier movimiento tuyo hacia adelante, también significará tu muerte. Si no me crees, espera unos instantes y verás como mis amigos llegan alrededor de aquella colina. Ellos son muchos y tienen la intención de permanecer varias lunas en tu territorio. Si los tratas bien puedes hacerte rico y conseguir muchos regalos, pero si los tratas mal te buscarán entre las rocas y las colinas de tu territorio, se apoderarán de tus manantiales, destruirán tus plantaciones y matarán a tus guerreros. Ahora elige’.

Cuchillo Negro: ‘Durante muchos años el hombre blanco no ha venido a estas regiones y no permitimos que la gente entre en nuestro territorio sin conocer su propósito. Si tuvieras amigos como dices, no les habrías dejado y venido solo, por eso es una tontería. Mis jóvenes no han sido retenidos por sus mujeres, pues no hay ninguna a dos soles de marcha y si viniera un gran grupo contigo, lo habrían sabido y me lo hubiesen dicho. Tú tienes muchas armas, pero yo tengo muchos hombres y no te podrás escapar si doy la señal’.

Cremony: Indio, no creo que des la señal, siempre y cuando tú y yo estemos tan juntos. Espera un momento y verás si te digo la verdad’.

Finalmente, aceptó la proposición y nos sentamos en nuestros caballos esperando la llegada del carruaje. No es necesario decir cuáles eran mis sentimientos durante el siguiente cuarto de hora, ni explicar las maniobras que cada cual hacíamos para mantener la ventaja sobre su enemigo. Me siento incapaz de explicar esos instantes. Al terminar el plazo mencionado, el carruaje se puso a la vista a unos 400 metros, rodeando la cima de la montaña, que se había detenido durante la marcha a través del desfiladero rocoso y terrible, llegando con él la infantería con un formidable arsenal de brillantes tubos en su espalda. Ante esta inesperada visión, Cuchillo Negro miró por un momento como si estuviera soñando, pero reculando rápidamente, avanzó directamente hacia mí, extendiendo su mano derecha: ‘Jeunie, jeunie’, que significa amable, amistoso, bueno. Me negué a coger su mano para que, de repente, pudiera tirarme de mi caballo y apuñalarme al caer, pero contentándome me dijo: ‘Somos amigos’. Luego se volvió rápidamente y se marchó a toda velocidad, asistido por sus guerreros. Desaparecieron en otro rocoso cañón, a unos 365 metros de distancia. Posteriormente, me reuní con estos salvajes otras veces y estoy convencido de que el recuerdo de nuestro encuentro anteriormente narrado, no me perjudicó, ni con él ni con su tribu.

La comitiva de la Comisión Fronteriza llegó al Río Grande acampando cerca de una gran laguna, en la orilla occidental del río, observando cómo los apaches cazaban gran cantidad de patos silvestres y barnaclas [o brantas, género de aves anseriformes de la familia Anatidae] de la siguiente manera.

A principios del invierno, cuando estas aves comienzan a llegar en grandes bandadas, los apaches cogen un gran número de calabazas, colocándolas a la deriva a barlovento en la laguna, siendo impulsadas gradualmente por el viento hasta al lado opuesto. Después las recogen y las vuelven a poner otra vez a la deriva. Al principio, los patos y los gansos recelan y sospechan de esos extraños objetos flotantes, pero pronto se acostumbran y pasan junto a ellos sin prestarles atención. Entonces, los apaches encajan las calabazas en sus cabezas, después de haber hecho agujeros para los ojos, la nariz y la boca y, armados con un saco, entran en el agua a no más de 1’5 metros de profundidad, imitando exactamente el movimiento de la calabaza vacía sobre el agua para conseguir estar lo suficientemente cerca de las aves. Luego las agarran por las patas y las arrastran repentinamente bajo el agua, metiéndolas en el saco.  

La comitiva de la Comisión Fronteriza llegó a una fuente termal, cuyas aguas tienen 51º de temperatura, situada a unos 30 km al este de las minas de Santa Rita del Cobre. Cerca había un gran número de antílopes alimentándose en la llanura, a no más de 800 metros de distancia. John Carey Cremony fue a cazar uno, cabalgando a unos 450 metros de la manada. Desmontó y ató su caballo a un arbusto de yuca, avanzando a pie con cautela, con la carabina en la mano. Arrastrándose de arbusto en arbusto y escondiéndose tras las piedras, apuntó a uno de ellos cuando, de repente, se levantó sobre sus patas traseras, gritando en un razonable español: ‘¡No tiras, no tiras!’ [¡No dispares, no dispares!]. Lo que parecía que era un antílope, resultó ser un joven, hijo del jefe apache chihenne Ponce, quien, después de haberse envuelto en la piel de un antílope, con la cabeza, cuernos y todo lo demás, se había deslizado hasta el rebaño bajo su disfraz para cazar, hasta que vio que Carey apuntaba hacia él. Los apaches adoptan con frecuencia este método de caza e imitan las acciones de los antílopes tan bien que engañan completamente a los animales. 

John Carey Cremony, relata en su libro “Life Among the Apaches” un incidente que tuvo con un grupo de apaches: “Pocos años después de terminar mi trabajo en la Comisión Fronteriza, fuimos cinco estadounidenses, haciendo yo de guía porque conocía en camino, a Sonora en busca de provisiones. Una noche acampamos en un lugar donde había varios pozos cavados por anteriores viajeros, llenos de agua potable. Rodeando los pozos había una extensa llanura, sin rocas ni árboles, con algún que otro arbusto, pero ninguno de más de 45 centímetros de altura. Había estado antes en este lugar cuando trabajaba para la Comisión Fronteriza norteamericana. Fue un regalo de Dios, ya que habíamos estado sin agua durante casi 60 horas. Durante el día, habíamos observado numerosas señales indias, por lo que estuvimos en guardia colocando dos centinelas a la vez. Richard Purdy y yo hicimos la primera guardia, cada uno a un costado del campamento. Acordamos no caminar sobre nuestros puestos, sino ocultarnos todo lo posible manteniendo una aguda vigilancia. Antes de la caída de la noche, Purdy y yo arrancamos unos arbustos yendo silenciosamente a nuestro puesto de vigilancia sobre la hierba, estando cada uno protegido por un pequeño arbusto. No había luna, pero la luz de una estrella brillante nos permitía percibir objetos a cierta distancia. El tiempo pasó tranquilamente y a las 23:00 horas llamamos a otros dos compañeros, quienes ocuparon nuestras posiciones. A las 02:00 horas fuimos despertados para reanudar la guardia y cada uno ocupamos nuestro puesto. Apenas había transcurrido una hora cuando me pareció que un pequeño arbusto había cambiado un poco de sitio; pero para no crear una falsa alarma y que se rieran de mí, decidí simplemente observarlo con más atención. Mis sospechas y precauciones se cumplieron al percibir que el arbusto se aproximaba, poco a poco. No me atreví a llamar a Purdy, pero apunté mi rifle, lo mejor que pude, a la raíz del arbusto. Cuando pensé que acertaría, apreté el gatillo. El disparo fue seguido por los gritos de unos 15 apaches que se habían acercado a unos 30 pasos de nuestro campamento, cubriendo sus cabezas con hierba y arrastrándose sobre sus vientres. Nuestros compañeros se pusieron en pie y comenzaron a disparar, haciéndoles. Tuvimos un caballo muerto y otro ligeramente herido, pero, tras una inspección, encontramos al apache que movía el arbusto, muerto de un disparo en la cabeza. Sin esperar al amanecer, preparamos inmediatamente a los animales y continuamos de nuevo el viaje por temor a que los apaches nos adelantasen para emboscarnos en algún paso o cañón peligroso”.

El capitán Louis S. Craig, estaba al mando de una escolta de 85 hombres de la Comisión Fronteriza de los Estados Unidos, dirigida por John Russell Bartlett. Debido a la imprecisión de la nueva frontera entre los Estados Unidos y México, se designó una comisión para explorar y determinar la localización exacta de la misma. Bartlett estableció su cuartel general, con su numeroso séquito de oficiales y soldados, en las minas de Santa Rita del Cobre.

Craig había llegado a Santa Rita el 25 de enero. El día anterior, se había reunido con los chihennes Delgadito y Ponce; y el nednai Coleto Amarillo, a los que regalaron tabaco, grano y unas telas de algodón. Craig dijo que quería ver a su jefe Mangas Coloradas, ya que le constaba que tenía intenciones amistosas con los estadounidenses. Mangas Coloradas había llegado a New Mexico al mismo tiempo que Craig estaba reunido con ellos.

El 2 de febrero, Mangas Coloradas visitó a Craig en Santa Rita. Craig escribió: Fue un gran placer reunirme con él, diciéndole que sabía que él era amigo de los estadounidenses; que el territorio en el cual, él y su pueblo vivían, había sido comprado hace poco por el gobierno estadounidense al gobierno mexicano, y que él y su pueblo tendrán un trato amistoso por parte del gobierno estadounidense, siempre que se comporten de manera correcta; que íbamos a mover la frontera entre los dos países, y esperaba estar entre su gente durante unos 18 meses o más y que esperaba que sus jóvenes no se metieran con nuestros animales mientras pastasen en las cercanías de los cuarteles. Mangas Coloradas dijo que sentía un gran odio por los mexicanos, pero que miraba a los estadounidenses como sus amigos, y que en lugar de interferir con nuestros animales, si alguno fuera por mal camino, haría que los trajesen de vuelta”.

* El 19 de enero de 1851, se produce un enfrentamiento entre una banda de apaches mescaleros y un destacamento estadounidense en un lugar cercano a la actual Mayhill (Otero County, New Mexico) en el que muere el capitán Henry Whiting Stanton. (Los soldados habían salido para buscar a los apaches mescaleros que habían robado caballos, reses y ovejas a los colonos, que estaban ocupando su territorio. Dos columnas, totalizando 180 hombres, convergieron en los campamentos de invierno de los apaches mescaleros junto al río Peñasco, llegando, una desde el norte [Albuquerque, Bernalillo County, New Mexico], y la otra desde el sudoeste [Fort Fillmore, hoy Las Cruces, Doña Ana County, New Mexico]. Los apaches mescaleros tuvieron varios enfrentamientos y un gran combate con los soldados dirigidos por el capitán Richard Stoddert Ewell, falleciendo varios de ellos y huyendo los demás. Los soldados tuvieron tres muertos, entre ellos el capitán Stanton. El futuro Fort Stanton sería llamado así en su honor). 

* El 28 de febrero de 1851, cinco chiricahuas llegan a Janos (Chihuahua) para hablar con Juan José Zozaya. (Desgraciadamente, no hay informes de quienes eran, pero Gerónimo recordaría que él estaba presente con los bedonkohes al mando de Mangas Coloradas. Se puede especular que los otros tres eran Esquinaline, Posito Moraga y Tapilá [este último estaba en Janos a principios de marzo intentando cambiar la silla de montar de Pesqueira que había cogido en el “Pozo Hediondo”]. Se sabe que los nednais Coleto Amarillo y Arvizu, y el chokonen Yrigollen estaban en Janos. Es posible que el bedonkohe Teboca, también, o que hubiese venido con Mangas Coloradas. También puede ser que Mangas Coloradas llegase y se marchase, a tenor de lo afirmado el 24 de febrero por Zozaya: “… Las paces que solicitó Mangas Coloradas, Teboca y Esquinaline, en esta frontera, la primera y más esencial condición que se les puso fue de que la habían de celebrar [la paz] primero con Sonora…”; y sigue: “… que Mangas Coloradas baja de las Burras [Burro Mountains, Grant County, New Mexico], y al efecto me ha puesto dos correos, solicitando la paz que tengo orden de admitirle”. 

Es posible que Mangas Coloradas esperase una respuesta militar de Sonora después de lo sucedido en el Pozo Hediondo”. La última campaña de Sonora había llegado hasta las Burro Mountains por lo que bien pudo pensar que ahora harían lo mismo contra los apaches de Janos, por los rumores que llegaban en ese sentido. Para el resto de líderes era su principal preocupación. Querían asegurarse de que el rumor de que un destacamento venía de Sonora era falso.

El 3 de marzo, Zozaya, distribuyó raciones de alimentos para 180 familias, que sumaban un total de 600 apaches, entre chihennes, chokonen y nednais, que vivían en cinco rancherías, a pocos kilómetros de Janos. Las penurias económicas de la hacienda pública obligaron a Zozaya a posponer la entrega de raciones a 200 apaches más para la siguiente ocasión. En ese momento, el coronel José María Carrasco estaba cruzando el límite de Sonora con Chihuahua. La escusa era la búsqueda de siete mulas recientemente robadas en Bacerac [Sonora]). Cuando llegó esa noticia a Janos, Zozaya intentó tranquilizar a Coleto Amarillo diciéndole que solo era un rumor. Según informó un apache que Carrasco capturó en Janos, allí estaban todos los apaches. En otras palabras, ningún chiricahua estaba incursionando por Sonora.

Dos días más tarde, al amanecer del miércoles 5 de marzo, el destacamento del coronel José María Carrasco, estaba cerca de Janos, sin ser detectado por ningún apache o mexicano. Más tarde justificó su entrada en Chihuahua diciendo que estaba persiguiendo a los ladrones de las siete mulas robadas en Bacerac. Fuese cierto o no, quería venganza. Llegó a las inmediaciones de Janos, poco después de la medianoche del 5 de marzo, dividiendo su destacamento en dos grupos, uno bajo el mando del teniente coronel Prudencio Romero, y el otro por él mismo. Carrasco envió al destacamento de Romero, guiado por un soldado de Janos, a atacar una ranchería situada en el Rancho de la Virgen, a pocos kilómetros al sureste de Janos. Eran alrededor de las 04:30 de la mañana. Habían planeado un ataque por sorpresa, pero encontraron la ranchería abandonada porque los apaches se habían cambiado de ubicación, dándoles tiempo para llegar a la población, donde se refugiaron en casas particulares. Entonces se dirigió hacia Janos. De camino encontró a siete apaches rezagados. Mataron a uno y capturaron a cinco, además de 16 caballos. El séptimo se tiró al río Janos ahogándose. Luego fue a Janos, llegando a las 06:30 de la mañana, rodeando la población. Cuando los vieron llegar, un grupo de apaches que huía del otro destacamento mandado por Carrasco, huyó [entre esos apaches se cree que estaba Gerónimo].    

Mientras tanto, Carrasco atacó la ranchería de Yrigollen, a pocos kilómetros al oeste de Janos, provocando la huida, río arriba, de la mayoría de los apaches, dirigidos por Tapilá. El jefe Yrigollen, con tres hombres y cuatro mujeres, intentaron detener el asalto, plantándose ante los soldados intentando parlamentar, pero los mataron al instante. Seguidamente, los hombres de Carrasco destruyeron la ranchería para llegar a Janos por el oeste, a las 07:00 horas, media hora después de la llegada de Romero, juntándose los dos grupos. Carrasco entró en la población para capturar a los apaches que se habían refugiado allí, entrando en las casas particulares para buscarlos. Allí mataron a varios apaches más, entre ellos a Arvizu [estaba en la calle, desarmado, no habiendo participado en la batalla del “Pozo Hediondo”], lugarteniente de Coleto Amarillo. Al final de la operación, Carrasco había matado a 21 apaches [16 hombres y cinco mujeres]; y capturado a 62 [seis hombres, llamados Antonio, Barriga, Calisto, Marcelo, Octla, y Tinaja; cuatro muchachos adolescentes; cuatro mujeres, dos de ellas llamadas Rita y Sirgalle; y 48 niños]. La mayoría de las bajas eran chokonen y nednais, aunque parece probable que mataron más mujeres y niños que los que Carrasco reflejó en su informe, al menos eso diría Gerónimo. Carrasco también capturó 38 caballos y mulas con marcas provenientes de Sonora.

Gerónimo, cuando era prisionero de guerra en Fort Sill [Oklahoma] narró sus memorias en 1905 y 1906 a Stephen Melvil Barrett, inspector de escuelas en la comarca de Lawton [Comanche County, Oklahoma], teniendo como traductor a su primo segundo Asa Daklugie, hijo del jefe nednai Juh. Daklugie había estudiado en la Escuela India de Carlisle, donde aprendió inglés. En su relato y, posiblemente, por su avanzada edad [85 años], Gerónimo confundió las fechas, trasladando la matanza a 1858, cuando en realidad fue en 1851; y el lugar, afirmando que fue en Kas-ki-yeh, nombre apache para designar el pueblo de Ramos, situado junto a un pequeño río cerca de Casas Grandes, cuando en realidad sucedió en Janos. El informe del coronel Carrasco no ofrece dudas, está bien documentado en los periódicos de la época y derivó en un conflicto político entre los Estados de Sonora y Chihuahua.

En el ataque a Janos, Gerónimo perdió a su madre, Juana o Juanita, a su primera esposa Geeshkizn [más conocida como Alope] y a sus tres hijos pequeños. Gerónimo, en su vejez, dijo al artista Elbridge Ayer Burbank que los encontró tumbados sobre un charco de sangre, cuando anteriormente había dicho en sus memorias que no vio los cuerpos de su familia, pero él los dio por muertos. No pudo recuperar los cuerpos porque los jefes, tras reagruparse, lo prohibieron, marchando hacia el norte. ¿Por qué no pudieron estar entre los 62 cautivos que el coronel Carrasco se llevó hacia Sonora? Charles Leland Sonnichsen en su libro “Gerónimo. El final de las guerras apaches” dijo: “En 1851 el coronel José María Carrasco decidió poner freno a las incursiones de los chiricahuas y llevó a cabo la masacre de Janos, en la que murieron, según el relato de Gerónimo, su madre, su esposa y sus tres hijos. Las investigaciones más recientes han puesto en duda que la familia de Gerónimo fuera masacrada en aquella ocasión [más bien parece que su familia fue vendida en el mercado de esclavos], pero desde ese día Gerónimo juró vengarse de todos los mexicanos y se ensañó con una crueldad inusitada con todos cuantos cayeron en sus manos”.

Gerónimo diría en sus memorias: “Cada día íbamos al pueblo a comerciar, dejando el campamento bajo la protección de una reducida guardia, para que no pasara nada con nuestras armas, nuestros víveres, nuestras mujeres y niños durante nuestra ausencia.

Una vez, cuando volvíamos, nos salieron al encuentro unas pocas mujeres con niños diciendo que soldados mexicanos de alguna otra ciudad habían atacado nuestro campamento, matando a todos los guerreros de la guardia, capturando todos nuestros caballos, destruyendo nuestras reservas de víveres, y matando a muchas mujeres y niños. Nos separamos rápidamente, escondiéndonos lo mejor que pudimos hasta que llegó la noche; entonces nos reunimos en asamblea en un lugar que teníamos previsto, una zona de matorral muy espeso, junto al río. Llegamos cautelosamente uno por uno; colocamos centinelas y, una vez hicimos el recuento, descubrí que mi anciana madre, mi joven esposa y mis tres hijitos estaban entre los muertos. No habíamos encendido ninguna luz en el campamento, de modo que, sin que los demás se dieran cuenta, me fui. Estuve mucho rato de pie junto al río. No sé cuánto, pero cuando vi que los guerreros estaban preparando un consejo, me reuní con ellos y ocupé mi lugar.

Aquella noche no voté ni a favor ni en contra de ninguna de las propuestas; se decidió sin mi voto que, puesto que no quedábamos más que 80 guerreros, estábamos sin armas ni víveres, rodeados por los mexicanos, no podíamos tener ninguna esperanza de combatir con éxito. De modo que nuestro jefe, Mangas Coloradas, dio la orden de ponernos en marcha, desde allí mismo y en silencio, hacia nuestros territorios de Arizona, y dejar allí los muertos.

Estuve allí de pie, quieto, hasta que todos hubieron pasado, sin saber qué haría. No tenía armas, ni tampoco deseaba mucho luchar, ni tampoco pensaba en recuperar los cuerpos de los que yo amaba porque eso se había prohibido. Tampoco recé, ni decidí nada en particular, pues me encontraba sin objetivo en la vida. Al final seguí en silencio a mi tribu, manteniéndome a la distancia justa para oír el suave roce de los pies de los apaches en retirada.

A la mañana siguiente, algunos guerreros consiguieron algo de caza, parándonos el tiempo justo para asarla y comerla; luego reemprendimos la marcha. Yo no había cazado nada y no comí. Durante los primeros días, y mientras estuvimos allí, no hablé con nadie, ni nadie me habló. No había nada que decir.

Durante dos días y tres noches caminamos a marchas forzadas, sin pararnos nada más que para comer; luego montamos un campamento cerca de la frontera [entre los Estados Unidos y México], y nos quedamos allí descansando dos días. Allí ya comí un poco y hablé con los demás apaches que habían sufrido pérdidas. Pero ninguno había perdido tanto como yo, que lo había perdido todo.

A los pocos días llegamos a nuestro campamento habitual. Allí estaban los adornos que había hecho Alope, los juguetes de nuestros pequeños. Lo quemé todo, incluso mi wickiup, la de mi madre y todas sus pertenencias [De acuerdo con las costumbres apaches, Gerónimo no podía quedarse con las pertenencias de sus parientes, pero no estaba obligado a destruir su wickiup ni los juguetes de sus hijos].

Ya no volví a estar contento en nuestro tranquilo campamento. Es verdad que podía visitar la tumba de mi padre, pero había jurado vengarme de los mexicanos que me habían hecho tanto daño, y siempre que estaba cerca de la tumba de mi padre o veía algo que me recordara los felices días pasados, me dolía el corazón de las ganas de vengarme de los mexicanos”.

El 9 de marzo, cinco días después del ataque de Carrasco, Miguel Narbona lideró una partida de guerra chokonen, matando a varias personas en Bámori y Sinoquipe [municipio de Arizpe, Sonora]. En Bámori, un mexicano infligió una herida en la cabeza a Miguel Narbona. Cuando al día siguiente atacaron Sinoquipe, llevaba un vendaje en la cabeza, diciendo a Justo Calderón, poco antes de clavarle su lanza, que había sido herido en Bámori durante su anterior ataque. 

El capitán Juan José Zozaya, comandante de Janos, protestó ante Carrasco por el ataque, quién defendió su acción, permaneciendo durante cinco días, registrando testimonios de apaches capturados. Su principal informante fue Tinaja, un apache cercano a Mangas Coloradas, que confesó que hacían pequeñas incursiones a Sonora todos los días para robar ganado; y que cada tres o cuatro lunas organizaban grandes partidas de guerra, mientras sus familias permanecían en sus rancherías, yendo cada lunes a Janos para recibir sus raciones. En muchas ocasiones solo las mujeres y los niños aparecían en los días de racionamiento. Tinaja implicó a varios ciudadanos de Janos en el comercio con diferentes chiricahuas como Candelario, Yaqui y Pealche [Piase], ninguno de estos, miembro de su banda. Estos ciudadanos eran miembros de una red organizada para llevar los bienes robados para venderlos en El Paso del Norte [Ciudad Juárez, Chihuahua]. Sisgalle, probablemente una mujer del chokonen Chagaray, confirmó la versión de Tinaja. Otra mujer, Rita, confirmó que los apaches vendían las mulas abiertamente a los ciudadanos.

Carrasco afirmó haber recuperado 300 cabezas de ganado, incluyendo 38 caballos y mulas, de la ranchería de Yrigollen, que algunos pertenecían a ciudadanos de Sonora y otros al destacamento de Ignacio Pesqueira, tras la batalla del Pozo Hediondo” [la silla de montar, en poder de Tapilá; y el caballo de Pesqueira, con una herida de bala en su pie derecho, fueron recuperados de la ranchería de Yrigollen]. Tapilá y Pealche [Piase] habían ido a Janos el día anterior al ataque, siéndoles prohibida la entrada en el presidio, por lo que fueron a la ranchería de Yrigollen, donde pasaron la noche, estando presentes, por coincidencia, durante el ataque de Carrasco. Este planteó el caso de José María Robles, un ciudadano de Santa Fe [Santa Fe County, New Mexico] que había comprado una mula a un apache en Janos que antes había sido robada a un ciudadano de Tepache [Sonora]. ¿Cómo acabó la mula en poder del apache?

Zozaya negó las acusaciones de Carrasco de que apaches y ciudadanos locales estuvieran involucrados en el intercambio de bienes robados. Los apaches habían estado viviendo pacíficamente en las inmediaciones del presidio; todo el ganado estaba legalmente registrado y marcado por el Estado. El periódico oficial de Chihuahua, criticó severamente la acción del destacamento de Sonora. Su gran victoria había sido capturar a los apaches dentro de las casas de Janos, personas que esperaban obtener seguridad por un tratado de paz. Sus tropas habían violado el territorio de Chihuahua y subvertido todas las reglas de la disciplina militar. El coronel Medina, comandante militar de Chihuahua, protestó ante el gobierno central, pero este, dio su apoyo al coronel Carrasco. El 10 de marzo, Carrasco salió de Janos hacia Ures [entonces capital de Sonora] con los 62 apaches capturados [seis hombres, cuatro mujeres, y 52 niños]. Esa tarde, un grupo de asustados apaches entraron cautelosamente en Janos esperando en vano que Carrasco no se llevara a sus familiares. No responsabilizaron a Chihuahua de lo ocurrido; sino que intentaron convencer a Carrasco para que devolviera a sus parientes. Por cada pueblo que pasaba era recibido como un héroe. Llegó el 26 de marzo, entregando los cautivos al capitán Teodoro López de Aros, quien los llevó a Guaymas, no sabiéndose nunca más nada de ellos. ¿Estaban los familiares de Gerónimo entre ellos? Pocos meses después, Carrasco diría a John R. Bartlett, responsable de la Comisión Fronteriza, que los cautivos habían sido llevados al interior [de México], siendo distribuidos entre las haciendas y ranchos como sirvientes.

Un grupo local de Janos, liderado por el nednai Chinito, reanudó las hostilidades en Chihuahua, sin duda para vengar la muerte de Arvizu. Con otros 20 guerreros emboscó a un grupo al sur de Janos, matando a dos hombres, hiriendo a otros, y quemando varios carros. Ponce y Coleto Amarillo denunciaron este ataque, declarando que los hostiles se habían ido al río Mimbres.

A pesar de eso, 2/3 de los chiricahuas [95 familias que sumaban unas 400 personas] que recibían raciones antes del ataque de Carrasco, volvieron a primeros de abril.

Mientras, la prensa mexicana se hacía eco de la intervención de Carrasco y de sus consecuencias. El periódico “El Siglo XIX” publicó el 15 de abril: “Al dar el correo la noticia que oficialmente se sabe que los indios de Janos fueron atacados y derrotados por el comandante general de Sonora, D. José María Carrasco, acusa a este jefe de ligereza, por haber acometido a una ranchería de apaches, que estaban confiados en la garantía del tratado de paz que habían celebrado con el gobierno y comandancia general de Chihuahua. Se espera aún que no se altere la tranquilidad, si se devuelven a los apaches los prisioneros que se les hicieron, y sobre todo, si no vuelven a ser atacados, mientras no falten a sus convenios”.

En la primavera, Mangas Coloradas estaba con los chokonen de Miguel Narbona, Carro y Cochise en el nordeste de Sonora, realizando las primeras represalias contra Sonora. Un grupo fue muy al sur, hasta Tepache, donde atacaron varios ranchos. Poco después asaltaron Granados, matando a siete hombres).

* En marzo de 1851, el teniente estadounidense J. P. Holliday visita a una banda de hambrientos apaches jicarillas que vivía a unos 95 km al sudeste de las Manzano Mountains ([Torrance County, New Mexico]. Su jefe, Francisco Chacón, que deseaba permanecer en paz, viajó a Albuquerque [Bernalillo County, New Mexico], entregando un rebaño de ovejas robado a los colonos por los navajos, quejándose amargamente de sus incursiones en su territorio).

* El 2 de abril de 1851, los jefes apaches mescaleros Josecito y Lobo, y el jicarilla Francisco Chacón, firman un tratado de paz con James Silas Calhoun, gobernador de New Mexico y de oficio, Superintendente Indio. (El 16 de mayo, el gobernador de New Mexico, James Silas Calhoun, se reuniría con ellos en Anton Chico [Guadalupe County, New Mexico], 32 km al sur de Las Vegas [San Miguel County, New Mexico], dando maíz a los jicarillas y a una banda comanche que había venido de Texas, pero que huyó cuando los comancheros [comerciantes que vendían armas y licor a los comanches] les dijeron que los estadounidenses los iban a matar.

El sucesor de Calhoun, John Greiner, continuaría su política y el 1 de julio de 1852, firmaría otro tratado. Sin embargo, estos tratados estaban condenados a romperse desde el día que se firmaban. Un jefe de una banda de apaches mescaleros que vivía en las White Mountains podía prometer vivir en paz, pero eso no era vinculante para las bandas que vivían las Guadalupe o Davis Mountains al sur. O peor aún, los estadounidenses no diferenciaban si una banda de apaches mescaleros estaba en paz, y una banda de apaches jicarillas cometía depredaciones, o al revés, y ambos sufrieron sus represalias).

* Durante la tercera semana de mayo de 1851, el coronel José María Carrasco está en Fronteras (Sonora) preparando una segunda campaña contra los chiricahuas. (Mientras estaba ultimando los preparativos, el 23 de mayo llegó John Russell Bartlett, responsable de la Comisión Fronteriza, con una pequeña escolta al mando del coronel Craig. Iban camino de Arizpe en busca de suministros. Los 400 hombres de Carrasco [tres compañías de Infantería y una de Caballería] contaban con la presencia de un apache con el rango de sargento. Este apache, probablemente, Mariano Arista, había servido mucho tiempo con los mexicanos, siendo bien tratado y estando familiarizado con los lugares favoritos de su gente. Bartlett escribió que Carrasco estaba decidido… a hacer una guerra de exterminio”.

A finales de mayo, Carrasco partió de Fronteras para las Alamo Hueco Mountains [Hidalgo County, New Mexico], donde atacó la ranchería del líder nednai Láceris. Allí capturó a un anciano, que murió poco después, y recuperó 23 animales. Luego fue a Janos donde se reunió con varios líderes chokonen y nednais, quienes expresaron su preocupación por los familiares que había llevado a Sonora. Con Yrigollen muerto, representaron a los chokonen Chepillo y Chagaray, quienes tenían familiares entre los cautivos. Gervasio [un hijo de Juan José Compá] y Calderón representaron a los nednais. Carrasco dijo que devolvería a sus prisioneros si los chiricahuas hacían la paz y se asentaban en Fronteras, Bavispe y Bacoachi. Sus términos, los cuales contenían 28 artículos, eran innegociables. Los apaches, desesperados por ver a sus seres queridos, estuvieron de acuerdo en todo y prometieron enviar el mensaje de Carrasco a los chokonen que estaban en la Sierra Pitáicachi [municipio de Agua Prieta, Sonora] y a Mangas Coloradas.

Carrasco volvió a Fronteras a mediados de junio. Después se fue a Arizpe, donde fallecería de cólera el 21 de julio. Por su parte, a mediados de julio, 400 chokonen cumplieron con su palabra yendo a Fronteras y acampando en sus inmediaciones. En agosto, Chepillo y Chagaray viajaron a Ures a ver a sus familiares, entre quienes estaban la mujer de Chagaray, pero al no poderlos ver regresaron a Fronteras, reunieron a sus seguidores y se fueron a las montañas).

* En el verano de 1851, una banda de apaches chiricahuas acude a México en busca de venganza por el ataque de marzo del coronel José María Carrasco en Janos ([Chihuahua]. Gerónimo diría en sus memorias: Cuando reunimos armas y víveres, nuestro jefe Mangas Coloradas [en ese tiempo, Gerónimo vivía temporalmente con él] convocó un consejo, donde todos los guerreros estuvieron dispuestos a emprender el sendero de la guerra. Me encargaron buscar el apoyo de otros apaches. Cuando llegué al campamento de los apaches chokonen de Cochise, este convocó un consejo al alba. Los guerreros nos reunimos en silencio, en un claro de una cañada, sentándose en filas según su rango, en silencio, fumando. A una señal de Cochise, me levanté y expuse mi causa de la siguiente manera: ‘Parientes habéis oído lo que recientemente han hecho los mexicanos sin ningún motivo. Vosotros sois parientes míos, tíos, primos, hermanos. Somos hombres igual que los mexicanos; podemos hacerles a ellos lo mismo que ellos nos han hecho a nosotros. Vayamos y persigámoslos. Yo os guiaré hasta su población. Los atacaremos en sus casas. Yo combatiré en primera línea de batalla. Lo único que os pido es que me sigáis a vengar esta afrenta hecha por los mexicanos. ¿Vendréis? Será bueno que vengáis todos. Recordad la ley de la guerra, los hombres pueden regresar o morir. Si algunos de estos jóvenes mueren, no espero condena de sus parientes, pues ellos mismos decidieron venir. Si yo muero, nadie tiene que llevar luto por mí. Toda mi familia ha muerto allí y yo también moriré allí si hace falta’.

Volví a mi campamento y conté el buen resultado a mi jefe, e inmediatamente me fui hacia el sur, al territorio de los apaches nednais. Su jefe Juh me escuchó sin decir nada, pero inmediatamente dio orden de convocar un consejo y cuando todos estuvimos reunidos, hizo señal de que yo hablara. Les dije lo mismo que a los apaches chokonen, prometiendo también ayudarnos.

Tiempo después, guerreros bedonkohes, chihennes, chokonen y nednais nos reunimos con las caras pintadas y con cintas de guerra atadas a la frente [cintas de piel de unos 5 cm de ancho atadas alrededor de la cabeza] listos para emprender el sendero de la guerra. Las familias quedaron escondidas con un contingente de guerreros en un lugar montañoso [cerca de la frontera internacional entre Estados Unidos y México] donde las recogeríamos al regreso, concertándose una serie de lugares diferentes en caso de que tuvieran que abandonar el primer campamento. Cuando todo estuvo dispuesto, los jefes dieron orden de avanzar. Ninguno iba a caballo y cada guerrero llevaba calzado y un paño con el que se envolvía la cintura que servía para cubrirnos al dormir y durante la marcha era una prenda amplia y protectora. Cada guerrero llevaba una ración para tres días, pero como frecuentemente conseguíamos caza durante la marcha, era raro que nos encontráramos sin alimentos.

Viajábamos en tres secciones, los bedonhohes y chihennes, dirigidos por Mangas Coloradas; los chokonen de Cochise; y los nednais dirigidos por Juh; pero no había ningún orden regular dentro de las tres tribus. Generalmente, andábamos unas 14 horas cada día, hacíamos tres paradas para comer y hacíamos de 65 a 85 km diarios.

Seguíamos el curso de los ríos y las montañas porque así podíamos ocultar más fácilmente nuestro avance. Nos dirigimos hacia el sur, pasando cerca de Quitaro [?], Nacozari [Nacozari de García, Sonora] y otros pueblos pequeños, llegando a Arizpe [Sonora] en el verano.

Acampamos en las cercanías de Arizpe saliendo a caballo ocho hombres de la localidad para parlamentar con nosotros. Los capturamos, los matamos y les arrancamos sus cabelleras. Lo hicimos para hacer salir a los soldados de la población; y al día siguiente salieron. Durante todo el día hubo escaramuzas, sin ninguna gran batalla, pero al caer la noche capturamos su intendencia y así tuvimos gran cantidad de víveres y algunos fusiles más.

Por la noche pusimos centinelas y no trasladamos el campamento, sino que descansamos bien toda la noche, pues esperábamos cansarnos al día siguiente. Al amanecer nos reunimos muy temprano para rezar, no para pedir ayuda, sino para pedir salud y poder evitar las emboscadas y engaños del enemigo.

Como preveíamos, toda la fuerza mexicana apareció hacia las 10:00 de la mañana. Eran dos compañías de caballería y dos de infantería. Reconocí la caballería, eran los soldados que habían matado a mi familia. Se lo dije a los jefes y ellos me dijeron que entonces yo podía dirigir el combate.  

Yo no era jefe ni lo había sido nunca, pero como había sufrido más que nadie, me concedieron ese honor, y yo decidí mostrarme digno de él. Dispuse a los  guerreros en un semicírculo cerca del río, y los mexicanos extendieron su infantería en dos líneas, con la caballería de reserva. Nosotros estábamos en el bosque y ellos avanzaron hasta unos 365 metros, se pararon y abrieron fuego. Entonces dirigí una carga contra ellos mientras mandaba a unos cuantos guerreros para atacarlos por la espalda. Durante todo el combate estuve pensando en mi madre muerta, mi mujer y mis hijos, en la tumba de mi padre y en mi juramento de venganza; y luché con furia. Muchos murieron de mi mano, y siempre estuve dirigiendo el ataque. Murieron muchos bravos. El combate duró unas dos horas.

En un lugar del campo de batalla, solo quedamos yo y otros tres guerreros. Se nos habían acabado las flechas y habíamos roto las lanzas en los cuerpos de los enemigos. No nos quedaban más que las manos y los cuchillos para combatir, pero aun así, conseguimos matar a todos los que se nos enfrentaron de cerca. Entonces nos vieron dos soldados armados con fusiles que estaban en otro lugar del campo. Abatieron a dos guerreros y los dos que quedamos, corrimos hacia atrás, hacia nuestras filas. Mi compañero cayó de un sablazo, pero yo llegué a nuestras filas, cogí una lanza y me volví. El que me perseguía falló y yo le maté con la lanza. Le cogí el sable y me lancé contra el soldado que había matado a mi compañero. Nos agarramos y nos caímos al suelo. Le maté con el cuchillo y me levanté enseguida con su sable en la mano, por si había más soldados que matar. No había ninguno. Pero los apaches lo habían visto todo. Resonó el orgulloso grito de guerra de los apaches por el campo ensangrentado y cubierto por los cuerpos de los mexicanos.

Todavía estaba cubierto de la sangre de mis enemigos, aún tenía en la mano mi arma y estaba encendido por la alegría de la batalla, la victoria y la venganza, cuando me rodearon los guerreros y me hicieron jefe de guerra de todos los apaches. Entonces di la orden de cortar las cabelleras de los enemigos muertos.

No podía resucitar a los  que había amado, ni tampoco a los demás apaches muertos, pero podía regocijarme con la venganza. Los apaches se habían vengado”.

Se cree que en esa batalla, Goyaalé adoptó el nombre de Gerónimo por las exclamaciones de los mexicanos al verle luchar con tanto valor. “Por San Jerónimo” exclamaban con temor, ¿era el 30 de septiembre, onomástica de ese santo?).

* El 2 de mayo de 1851, John Russell Bartlett, miembro de la Comisión Fronteriza entre los Estados Unidos y México, llega a Santa Rita del Cobre ([Santa Rita, Grant County, New Mexico]. Mangas Coloradas y muchos chihennes y bedonkohes estaban en Sonora cuando llegó Bartlett, quien salió para Sonora en busca de suministros.

El 1 de junio, estando Bartlett en Arizpe, población de unos 1.200 habitantes, ocurrió el siguiente suceso. Un grupo de 25 soldados llevaba a cinco presos apaches, dos hombres y tres mujeres, a la cárcel de Arizpe a la espera de su destino final. Dos días después, llovió torrencialmente; la noche era sumamente obscura y tormentosa; los truenos sacudían las colinas y los repetidos relámpagos de los rayos asustaban a la gente. Los guardias mexicanos que vigilaban a los apaches entraron a fumar. Poco después de la medianoche, oyeron unos peculiares ruidos que venían de fuera de la prisión, repitiéndose con un énfasis que les llamó la atención. Instintivamente, los guardias sabían que esos ruidos procedían de los apaches que estaban llamando a sus amigos encarcelados, lo que pronto se hizo evidente por los prisioneros, los cuales comenzaron a cantar en su lengua materna lo suficientemente fuerte para ser oídos desde fuera.  Ningún guardia se atrevía a salir a causa de la impenetrable obscuridad para enfrentarse a los apaches, cuyo número era desconocido. Los guardias no podían confiar en recibir ayuda; nadie les asistiría en caso de ataque, ya que solo contaban con ocho hombres y un sargento, estando atemorizados. Percibiendo esto, los prisioneros apaches clamaron con audacia que los dejasen salir, dando al mismo tiempo, gritos para informar a sus amigos de su ubicación, siendo secundado por repetidos golpes con piedras contra la puerta. En su abrumador terror, los guardias se agruparon y abriendo un poco la puerta permitieron salir a los apaches. No es necesario añadir que no fueron vistos nunca más. 

Otro incidente que ilustra este temor, lo contó John Carey Cremony, también miembro de la Comisión Fronteriza, en su libro “Life Among the Apaches”: “Un grupo de 15 apaches siguió a una recua de mulas, cuyos arrieros alcanzaron, por poco, unos 300 metros, Arizpe. Se salvaron gracias a la obscuridad de la noche, pero la recua fue saqueada. En menos de una hora, cerca de 200 hombres se armaron con el propósito de perseguir a los salvajes y recuperar el saqueo. Sucedió que me encontraba [Cremony] en la plaza en ese tiempo, y pude observar a los indios en las montañas situadas al este de la población. ‘¿Por dónde se fueron?‘, preguntó el jefe mexicano. Señalé en qué dirección y también llamó su atención, la cantidad de polvo levantado por los salvajes en su retirada. Me dio las gracias, poniéndose a la cabeza de su columna, gritando, ‘Marchamos valientes’, dirigiéndose en sentido contrario a la que señalaba. En ese momento me di cuenta de que un asunto parecido nunca ocurriría donde yo soy, en cambio, un mexicano debe preguntar por la ruta que han seguido los indios, sabiendo que es la opuesta a la que realmente han seguido”.

A principios de junio, un estadounidense llamado Antonio Hicks llegó a Janos [Chihuahua] con un grupo de cuatro estadounidenses, un inglés, un francés y un mexicano, en dirección a California. (Los habitantes de Janos les advirtieron del riesgo de ser atacados por los apaches, pero el grupo de Hicks decidió seguir adelante, uniéndose otros dos hombres.

El 8 de junio, llegaron a la parte mexicana del Cañón de Guadalupe, donde unos 50 apaches [aunque dijeron que eran 200] les emboscaron, matando a un estadounidense e hiriendo a otros tres. [El Cañón de Guadalupe o Guadalupe Canyon está situado en el vértice que une los estados de Arizona {Cochise County}; New Mexico {Hidalgo County}; y Sonora {municipio de Agua Prieta}]. Este incidente lo relató John Carey Cremony, miembro de la Comisión Fronteriza entre los Estados Unidos y Mexico, en su libro “Life among the Apaches”: “Al regresar de Sonora nos encontramos con una fuerza de 200 soldados mexicanos en el Guadalupe Pass, quienes nos informaron que un grupo de 10 estadounidenses habían sido asaltados por los apaches, cerca de la localidad de Janos con el resultado de un muerto y tres heridos, salvándose los aterrorizados supervivientes gracias a su precipitada huida”. Cremony tuvo la convicción de que ese ataque había sido perpetrado por apaches mimbreños, quienes habían sido aparentemente amistosos con ellos, pero no se pudo comprobar. Revelaciones posteriores indicaron que las sospechas estaban bien fundadas poco tiempo después a su llegada a Santa Rita del Cobre [Grant County, New Mexico] cuando John Russell Bartlett, responsable de la Comisión Fronteriza, habló con el jefe chihenne Mangas Coloradas sobre el tema, negando este tener conocimiento de lo sucedido. Sin embargo, dos días después admitió que lo sabía y que lo habían hecho unos malos hombres “sobre los que él no tenía autoridad”. Mangas Coloradas pudo haber mentido sobre este punto para no admitir que su gente había matado a un estadounidense, aunque hubiese sido en Sonora. Probablemente, participó en el ataque al grupo de Hicks junto con los chokonen de Miguel Narbona y Cochise.

Durante su estancia en Santa Rita del Cobre, John Carey Cremony conoció a un guerrero apache mescalero llamado Gian-nah-tah [en el futuro sería conocido como Cadete]. Este, en el curso de una conversación, le dijo: “¿no mantengo a siete mujeres?”, esto a pesar de no ser el jefe de su banda, pero sí el saqueador más hábil.

Cremony contó otra anécdota estando en Santa Rita del Cobre: “Estaba una tarde escribiendo una carta, sentado delante de mi tienda de campaña, cuando se acercó un apache y por alguna razón me miró con atención.

– ‘¿Qué estás haciendo?’, preguntó al fin.

– ‘Hablando con mis amigos que están en casa’.

– ‘Pero ¿cómo se puede hablar con ellos tan lejos?’.

– ‘Yo te lo diré. Cuando el apache quiere indicar velocidad, hace la figura de un pájaro; si desea indicar algo hermoso o dulce, dibuja una flor; si desea expresar la pereza, hace la figura de una tortuga. Pero nosotros no usamos símbolos, y en su lugar hemos acordado ciertos caracteres que, poniéndolos juntos, hacen las palabras e indican ideas. Por ejemplo, ves que hacemos estas marcas; bien, yo enviaré esta carta a mis amigos y ellos saben exactamente lo que significan estas marcas; igual que  sabrían lo que significan un pájaro o una tortuga; porque estamos de acuerdo en una interpretación distinta y especial’.

Estas ideas le fueron expresadas en español y repetidamente hasta que pareció comprender lo esencial.

El apache reflexionó un rato y luego dijo: ‘No te creo, esos caracteres parecen todos iguales; nadie puede distinguir alguna diferencia entre muchos de ellos; estás tratando de engañarme y hacerme creer que eres un gran hombre medicina’.

– ‘Indio’, le contesté. ‘Yo te daré la prueba. ¿Ves al hombre de allí? Es el proveedor. Te daré una nota para él que le autoriza a darte un trozo de tabaco; hay por lo menos 370 metros de distancia y no puede saber lo que estamos hablando. Si te da el tabaco a la recepción de mi nota, me tendrás que creer’.

– ‘Muy bien. Mi hermano de ojos blancos habla muy bien. Voy a hacer la prueba y veremos si dices la verdad’.

Escribí la nota y se la di a mi amigo cobrizo, que comenzó a trotar hasta que alcanzó al proveedor, dándosela. Tras leerlo, el proveedor le entregó un trozo de tabaco, pareciendo asombrarle mucho. Mi amigo miró la maleza, a continuación se rascó la cabeza y miró de nuevo, sin disimular su asombro, avanzando sin detenerse hacia mi tienda. Cuando a unos 18 metros, noté que sus ojos brillaban con satisfacción contenida y a toda prisa por llegar, dijo: ‘Mira, hombre blanco, has intentado poner en ridículo a un pobre apache. Tú y el otro hombre habéis ideado esto de antemano para obligarme a creer que tienes una gran medicina. Ahora, si quieres que te crea, escribe otra carta para otro trozo de tabaco y si me lo da, entonces te creeré’.   

No es necesario añadir que el ardid del astuto apache para conseguir dos trozos de tabaco, no tuvo éxito”.

Bartlett regresó a Santa Rita el 23 de junio y al final del día se reunió con Mangas Coloradas, quien, por aquel entonces, era el jefe máximo de toda la banda chihenne. Bartlett escribiría el 5 de julio en su diario que los jefes chihennes Mangas Coloradas, Cuchillo Negro, Delgadito y Ponce; y el nednai Coleto Amarillo habían venido a conferenciar.

Bartlett dio a los jefes varios regalos. A Mangas Coloradas le dio un “traje de paño azul”, describiéndolo así: “Era una levita forrada de escarlata y ornamentada con botones dorados. Sus pantalones, a petición suya, estaban abiertos desde la rodilla hacia abajo, a la manera de los mexicanos, con una fila de pequeños botones de fantasía a un lado, y una amplia tira de tela escarlata al otro, desde la cadera hacia abajo. Una camisa blanca y una faja de seda roja completaban el vestido. Mientras el sastre lo tenía en la mano, lo visitaba a diario para ver su progreso, y cualquier niño lo envidiaría por su placer”. Pocos días después, Mangas Coloradas perdió el traje en una apuesta con otro apache.

Bartlett acababa de regresar de Sonora y dirigiéndose a él, Mangas Coloradas le dijo que los apaches le habían estado observando todo el tiempo. El jefe declaró que aunque él y su pueblo profesaban amistad a los estadounidenses, estos debían tener cuidado cuando viajaban por el territorio porque había indios hostiles. Bartlett contestó que también deseaba tener buenas relaciones con los apaches y explicó que ahora los estadounidenses y los mexicanos habían designado comisiones para determinar el trazado exacto de la nueva frontera internacional entre las dos naciones. Asimismo, explicó el contenido del artículo 11 del tratado de Guadalupe Hidalgo, por el que los Estados Unidos tenían la obligación de prohibir toda incursión contra México y devolver las propiedades robadas allí. Aunque Mangas Coloradas no comprendía por qué, él y su gente, tenían que dejar de hacer lo que siempre habían hecho, aparentemente aceptó la explicación. Por lo menos así lo entendió Bartlett. Pero los apaches se sentían libres y las costumbres adquiridas a lo largo de más de dos siglos de conflicto con los españoles y mexicanos no iban a cambiar tan fácilmente.

El 27 de junio, los miembros de la Comisión Fronteriza de los Estados Unidos rescataron a una joven mexicana cautiva de los apaches. John Carey Cremony, miembro también de la Comisión Fronteriza, lo relató en su libro “Life among the Apaches”: “En la tarde del 27 de junio [Cremony se equivocó de año siendo en 1851 y no en 1850], el Sr. W. Bausman, el Sr. J. E. Wierns y yo estábamos parados frente a la tienda del cantinero, cuando nos dimos cuenta de una luz, parecida a un fuego de campamento, a unos 180 metros de distancia, cerca de la orilla del arroyo. Sabíamos que los indios tenían prohibido estar ahí después de la puesta del sol y como nadie de la Comisión acampaba por esa zona, acordamos ir y averiguar quiénes eran. Nos acercamos cautelosamente y nos encontramos con un vivac de indios y mexicanos [en realidad eran de New Mexico]. Entre ellos se encontraba una joven y guapa muchacha, vestida con una camisa hecha jirones, con una falda de piel de ciervo y otra piel echada sobre sus hombros. Esta joven, que no era india, parecía ser la que servía al grupo, para los cuales estaba preparando la cena. Nos aproximamos sin ser vistos y tranquilamente nos dirigimos hacia el fuego, que estaba a unos 3’5 metros del grupo, y pregunté a la joven en voz baja, quienes eran esas personas. Ella parecía asustada y se negó a responder, alejándose a esperar a sus acompañantes. Nos quedamos hasta que regresó, cuando le dije que era necesario que supiésemos quiénes eran; a lo que ella puso un dedo en sus labios denotando que no se atrevía a hablar. Vuelta a preguntar afirmó en un susurro que era una cautiva y que los mexicanos presentes la habían comprado y que la iban a llevar a New Mexico. Como esto está totalmente prohibido por las leyes de los Estados Unidos, nos dirigimos de inmediato al señor Bartlett y pusimos el asunto en su conocimiento para su consideración. Con prontitud, el Sr. Bartlett comunicó los hechos por escrito al coronel Craig, y pidió al oficial un grupo de soldados para rescatar a la chica de su triste condición. Esta petición fue aceptada inmediatamente, por lo que el teniente Green recibió la orden de guiar un destacamento para llevar a la muchacha ante el Comisionado. Esto se hizo sin demora y la cautiva fue instalada para pasar la noche bajo el cuidado del Sr. Bartlett, quien le asignó una cómoda habitación con una guardia de protección.

Mientras tanto, los apaches habían escapado, pero los tratantes mexicanos fueron puestos bajo custodia durante la noche. Al día siguiente fueron convocados ante el Comisionado para que diesen cuenta de la posesión de la chica y de sus futuras intenciones. Declararon llamarse Peter Blacklaws, Pedro Archeveque y Faustino Valdés. Los testimonios extraídos de estos hombres eran muy contradictorios, pero a tenor de los mismos concluimos que estaban de acuerdo con otros 50, en el trueque y comercio ilegal con los indios, vendiéndoles pólvora y armas, probablemente, a cambio de prisioneras mexicanas, caballos, pieles, etc. El Sr. Bartlett estaba plenamente autorizado para arrebatarles a la cautiva, pero no para castigar a esos sinvergüenzas, que fueron puestos en libertad;  pero indicándoles que abandonasen inmediatamente el lugar, cosa que hicieron en menos de 20 minutos. 

La joven cautiva, de 15 años, dijo llamarse Inés González, la mayor de los hijos de Jesús González, de Santa Cruz, en la frontera de Sonora. Unos nueve meses antes, ella había salido de Santa Cruz con su tío y otras personas para estar presente en la fiesta grande de Nuestra Señora de la Magdalena. Estaban protegidos por una escolta militar de 10 soldados y un alférez [era el teniente Saturnino Limón]. El segundo día del viaje, el 30 de septiembre de 1850, fueron emboscados por un gran grupo de Pinal Apaches [Western Apaches], matando a su tío y a ocho soldados, incluyendo a su oficial; llevándola a ella y a dos amigas más. Había estado durante siete meses en su poder, obligados a realizar los duros trabajos de una mujer apache, recibiendo patadas y golpes como recompensa. Sin embargo, una anciana de la tribu, que tenía una lengua ante la cual, incluso los guerreros se acobardaban, ayudó a Inés, y desde ese momento la protegió ante los insultos o daños, mientras estuvo entre ellos. Sus compañeras de cautiverio fueron posteriormente adquiridas por otros comerciantes mexicanos que se fueron al norte. Nunca más las vio u oyó hablar de ellas. Un segundo grupo la compró, con vistas a llevarla a Santa Fe [Santa Fe County, New Mexico] para revenderla, cuando fue rescatada por la Comisión, cuyos miembros compitieron entre sí para dar su protección y cuidar a esta pobre y sufridora chica. 

Inés González regresó a su hogar el 23 de septiembre, cuando faltaba un día para cumplirse el año de su captura. Posteriormente, tendría dos hijos con el capitán Gómez, comandante de la guarnición mexicana de Tubac [Santa Cruz County, Arizona], entonces perteneciente a México; y con quien se casaría después. A su muerte se casaría otra vez con el alcalde de Santa Cruz [Sonora]”.

Al día siguiente, el 28 de junio, Mangas Coloradas y Delgadito llegaron con varios apaches más cuando dos muchachos mexicanos se introdujeron en la tienda de John Carey Cremony. Se llamaban Severo Heredia, de 13 años, natural de Bacoachi; y José Trinfan, de alrededor de 11 años, y natural de Fronteras.

Cremony, basándose en las actas de Bartlett, escribió en su libro “Life among the Apaches” los antecedentes de la reunión y la reunión misma:Tenía mi tienda a varios cientos de metros del resto de la Comisión, oculta a la vista de mis compañeros por una loma. Siendo la tarde extraordinariamente calurosa y sofocante, estaba yo acostado en mi catre leyendo una obra prestada del Dr. Webb, mientras José [mi criado] estaba ocupado frente a la tienda, lavando algo de ropa en un balde. Un gran número de los apaches se encontraba en el campamento ese día, pero no me habían molestado, como era su costumbre. De repente, dos niños mexicanos se introdujeron en mi tienda, escondiéndose debajo de mi catre. Esto me sorprendió por lo que les pregunté quiénes eran y qué querían. ‘Somos mexicanos, caballero y estamos cautivos de los apaches y nos hemos escondido aquí para escaparnos. Por Dios no nos lleve otra vez con ellos’. Llamé a José y le pregunté: ¿Hay apaches cerca?’. No, señor’, respondió, pero están llegando por el camino’.

Al instante salté de la cama, introduje dos revólveres en mi cinturón, cogí dos más, una en cada mano, ordené a José colgarse la carabina al hombro y llevar la escopeta de dos cañones en sus manos, diciendo a los chicos que se colocasen tras de mí, uno a cada lado, dejando la tienda de campaña para llevarlos ante el responsable de la Comisión.  

No habíamos avanzado unos 20 metros cuando un grupo de unos 30 o 40 apaches nos rodearon y, con palabras y gestos amenazantes, exigieron la inmediata liberación de los cautivos; pero yo estaba decidido a pesar de los riesgos. Le dije a José que juntase su espalda a la mía, amartillase el arma y disparase al primer apache que armase su arco o que diese señales de hostilidad; mientras que, con una pistola amartillada en cada mano, fuimos dando vueltas, con el fin de hacer frente a todas las partes del círculo y a la vez, advirtiendo a los apaches que se mantuviesen a distancia. De esa manera avanzamos unos 180 metros, cuando mi situación fue percibida por varios miembros de la Comisión quienes, sacando sus revólveres, vinieron en mi ayuda. Los apaches nos acompañaron a donde el Comisionado, a quien le entregué los niños. Al día siguiente por la noche, el señor Bartlett los envió al campamento del general García Conde, Comisionado mexicano, acompañados por una fuerte escolta quien, posteriormente, los devolvió a sus respectivas familias.

El 4 de julio, Mangas Coloradas, Ponce, Delgadito, Cuchillo Negro, Coleto Amarillo y unos 200 guerreros, entre los que estaba el que reclamaba a los chicos, llegaron a Santa Rita del Cobre, para conferenciar. El grupo de apaches formaron en semicírculo, en tres filas de profundidad, frente a la puerta del local donde tenía lugar la conferencia, mientras que los principales jefes y alrededor de una docena de miembros de la Comisión, bien armados, ocupaban una sala en nuestro edificio de adobe. Se repartió tabaco y una nube de humo se elevó antes de que se iniciara la sesión. Unos 150 miembros de la Comisión estaban cerca con sus armas listas. Después de un largo y profundo silencio, la conversación fue comenzada por Mangas Coloradas, por parte de los apaches, y por mí mismo, por parte de los americanos. Cada frase de los apaches se escribía y se traducía al señor Bartlett, quien decía algo, si le parecía importante, o permitía que el intérprete respondiera, según las circunstancias. Como las sucesivas conversaciones de la entrevista fueron originalmente escritas en su totalidad por mí mismo, y entregadas al señor Bartlett como registro oficial, y posteriormente publicadas por él sin ninguna alteración, considero justificado hacer uso de ellas para mi libro.

Mangas Coloradas habló y dijo: ¿Por qué cogisteis nuestros cautivos?’

– John Carey Cremony: ‘Vuestros cautivos vinieron a donde nosotros y pidieron nuestra protección’.

Mangas Coloradas: ‘Usted vino a nuestro territorio. Ustedes fueron bien recibidos. Sus vidas, sus propiedades, sus animales estaban a salvo. Vinisteis solos, de dos en dos, de tres en tres a través de nuestro territorio. Fuisteis y vinisteis en paz. Siempre trajimos vuestros animales perdidos de nuevo. Nuestras esposas, nuestras mujeres y niños vinieron aquí y visitaron sus casas. Éramos amigos, éramos hermanos. Creyendo eso, estábamos entre ustedes y trajimos a nuestros cautivos, confiando en que éramos hermanos y que sentiríais lo que nosotros sentimos. No ocultamos nada. Nosotros no vinimos a escondidas ni de noche. Vinimos a pleno día y ante sus caras, mostrando nuestros cautivos. Creíamos en sus demostraciones de amistad y confiábamos en ellas. ¿Por qué nos quitasteis nuestros cautivos?’.

John Carey Cremony: ‘Lo que hemos dicho es verdad. No decimos mentiras. La grandeza y la dignidad de nuestra nación prohíben que lo hagamos. Lo que nuestro hermano ha dicho es verdadero y bueno también. Ahora vamos a decirle por qué nos llevamos a sus cautivos. Hace cuatro años, nosotros también estábamos en guerra con México. Sabemos que los apaches distinguen entre Chihuahua y Sonora. Ahora están en paz con Chihuahua pero en guerra con Sonora. Nosotros, en nuestra guerra, no hacemos esa distinción. Los mexicanos, ya vivan en uno u otro Estado, pertenecen todos a una sola nación, y lucharon como nación. Cuando terminó la guerra, en la que vencimos, hicimos la paz con ellos. Ahora son nuestros amigos y, por los términos de la paz, estamos obligados a protegerlos. Nosotros dijimos esto cuando vinimos por primera vez aquí y les pedimos el cese de las hostilidades contra México. Pasó el tiempo y creció la amistad; todo ha ido bien. Usted vino aquí con sus cautivos. ¿Quiénes eran esos cautivos? Mexicanos; la misma gente que le dijimos que estábamos obligados a proteger. Se los quitamos y los enviamos al general García Conde, quien los puso en libertad en su propio país. Demostramos que no mentimos. Prometimos protección a los mexicanos y se la dimos. Prometemos amistad y protección para ustedes y se la vamos a dar. Si no lo hubiésemos hecho con México, no nos creerían ustedes con respecto a sí mismos. No podemos mentir’.

Durante la lenta conversación, Ponce se estaba volviendo muy excitado y, siendo incapaz de contenerse por más tiempo, se levantó y con aspavientos dijo: ‘Sí, pero usted cogió nuestros cautivos sin advertirnos de antemano. Éramos ignorantes de esa promesa de devolver cautivos. Fueron hechos cautivos en guerra lícita. Ellos nos pertenecen. Ellos son de nuestra propiedad. Nuestro pueblo también ha sido hecho cautivo por los mexicanos. Si hubiéramos sabido eso, no habríamos venido aquí. No habríamos puesto nuestra confianza en ustedes’.

– John Carey Cremony: Nuestro hermano habla con ira y sin reflexionar. Los niños y las mujeres pierden los estribos, pero los hombres reflexionan y argumentan; y el que tiene la razón y la justicia de su lado, gana. Sin duda, ustedes han sufrido mucho por los mexicanos. Esa es una cuestión en la que es imposible para nosotros decir quién está equivocado o quién tiene la razón. Ustedes y los mexicanos se acusan mutuamente de ser los agresores. Nuestro deber es cumplir con nuestra promesa para ambos’. 

Ponce: ‘No soy ni un niño ni una mujer. Soy un hombre y un bravo. Hablo con reflexión. Sé lo que digo. Hablo de los males que hemos sufrido y del que ahora se nos hace’. Entonces, poniendo su mano sobre mi hombro, dijo de una manera muy excitada: No debes hablar más. Deje que alguien más hable’.

Como era yo el que estaba negociando, inmediatamente coloqué ambas manos sobre sus hombros y, empujándolo hasta el suelo, le dije: ‘Quiero que sepas que soy el único intérprete que puede hablar con ustedes. Ahora permanezca sentado. Usted es una mujer y no un bravo. Voy a elegir a un hombre para hablar por los apaches. Delgadito venga aquí y hable en nombre de su nación’.

Es imposible describir la rabia contenida de Ponce, pero, viendo que no tenía ninguna posibilidad, no pronunció una palabra más durante la sesión. Luego Delgadito se levantó y dijo: ‘Que mi hermano diga las explicaciones de su pueblo’.

John Carey Cremony: Queremos explicar a nuestros hermanos apaches por qué hemos hecho eso y lo que podemos hacer por el dueño de esos cautivos. Sabemos que ustedes no han actuado a escondidas o en la oscuridad. Vinisteis de día y trajisteis a vuestros cautivos entre nosotros. Nosotros los cogimos en pleno día, obedeciendo las órdenes de nuestro gran jefe en Washington. El gran jefe de nuestra nación, dijo que debíamos coger a todos los cautivos mexicanos que estén en poder de los apaches y ponerlos en libertad. Nosotros no podemos desobedecer esa orden y por esa razón cogimos a vuestros cautivos’.

Delgadito: ‘No podemos dudar de las palabras de nuestros valientes hermanos blancos. Los americanos son valientes. Sabemos y creemos que un valiente desprecia mentir. Pero el dueño de esos cautivos es pobre. Él no puede perderlos, conseguidos a riesgo de su vida y adquiridos por la sangre de sus parientes. Él justamente exige sus cautivos. Somos sus amigos y deseamos que esto se cumpla. Es justo, y de justicia nos lo pide’.

– John Carey Cremony: ‘Vamos a decirles a nuestros hermanos apaches lo que se puede hacer. Los cautivos no se pueden devolver. El Comisionado no puede comprarlos. Ningún americano puede comprarlos; pero hay un mexicano empleado nuestro que está ansioso por comprarlos y devolverlos a sus hogares. No tenemos ninguna objeción de que lo haga; y si no es lo suficientemente rico, algunos de nosotros le ayudaremos’.

Delgadito: ‘El dueño no quiere vender, sino que quiere sus cautivos’.

– John Carey Cremony: ‘Ya le he dicho a nuestro hermano que eso no puede ser. No hablamos con dos lenguas. Entenderlo’.

A continuación, se celebró una breve consulta entre los líderes apaches, después de lo cual, Delgadito dijo: ‘El dueño quiere 20 caballos por ellos’.

John Carey Cremony: ‘El apache se ríe de su hermano blanco. Piensa que soy una mujer y que puede jugar con él como con una flecha. Que el apache hable otra vez’.

Delgadito: El bravo que es dueño de esos cautivos no los quiere vender. Él ha tenido a uno de esos niños durante seis años. Creció bajo su cuidado. Sus lazos le obligan a permanecer con él. Es como un hijo para su vejez. Habla nuestra lengua y no lo puede vender. El dinero no puede comprar el afecto. Su corazón no se puede vender. Le enseñó a manejar el arco y empuñar la lanza. Le encanta el chico y no lo puede vender’.

– John Carey Cremony:Lamentamos que eso sea así. Lo sentimos por nuestro hermano apache y nos gustaría aliviar su corazón. Pero no es culpa nuestra. Nuestro hermano ha fijado su afecto en el hijo de su enemigo. Es muy noble. Pero nuestro deber es sagrado. No podemos evitarlo. Hiere nuestros corazones herir a nuestros amigos; pero si fueran nuestros muchachos y la ley nos obligara a ello, diría: Parte con ellos; parte con ellos. Nosotros lo haríamos. Deja que nuestro hermano apache reflexione y fije su precio’.

Delgadito: ‘¿Qué le van a dar?’. A lo que el Sr. Bartlett respondió: ‘Venid y os lo mostraré’.

Todo el grupo se disolvió yendo al almacén del economato, donde estaban las mercancías, tales como tejidos de algodón, mantas y chaquetas, que por valor de 250 $ fueron presentadas para obtener su aceptación. Eso era más de lo que la codicia apache podía soportar; cerrándose pronto el trato y el asunto terminó en paz. Pero nunca fue olvidado, y estaba seguro de que llegaría la hora en la que procurarían vengarse. Mis expectativas fueron justificadas, ya que, finalmente, robaron casi 200 animales de la Comisión”.

El 6 de julio, se produjo una discusión en Santa Rita del Cobre entre un mexicano llamado Jesús López, trabajador de la Comisión Fronteriza estadounidense, y un apache, resultando este último herido por un disparo del mexicano. Un gran número de apaches, que estaban en Santa Rita, incluyendo Mangas Coloradas, Delgadito y Coleto Amarillo, montaron en sus caballos y huyeron en varias direcciones, sin duda recordando la masacre de Johnson. El coronel Craig, comandante de la escolta de la Comisión Fronteriza, indicó a Cremony que los siguiera. Este los alcanzó en las colinas y les convenció de que regresaran, que eran amigos, que el mexicano había sido detenido, y que se le pondrá en manos de la justicia. Al detenido le encadenaron los pies y puesto bajo vigilancia; mientras que el apache herido fue llevado al hospital, dándole toda clase de asistencias. Aguantó cerca de un mes, hasta el 19 de julio, cuando murió, siendo enterrado por los apaches, quienes rechazaron el ataúd y el entierro ofrecido por los estadounidenses de la Comisión Fronteriza. 

El 21 de julio, Mangas Coloradas regresó a Santa Rita, donde un gran grupo de chiricahuas se reunió con Bartlett para discutir qué hacer con el mexicano que disparó a un apache. Había salido de Santa Rita el 10 de julio para ir a cazar ciervos a Santa Lucía Springs [después conocido como San Vicente de la Ciénega; y finalmente Silver City, Grant County, New Mexico]. Mangas Coloradas cenó con Bartlett y, a continuación, volvió a su campamento en Santa Lucía Springs.

El 23 de julio, Ponce, Delgadito, Coleto Amarillo, Nachesoa y la madre del chiricahua muerto por el mexicano se reunieron con Bartlett para pedir la entrega del mexicano, contestando Bartlett que enviaría al hombre a Santa Fe [Santa Fe County, New Mexico] para ser juzgado. Un gran grupo de apaches se había congregado para escuchar a los que iban a hablar, para pedir la entrega del mexicano. John Russell Bartlett estaba decidido a que solo se aplicara la ley estadounidense. Ese día los almacenes de la Comisión y los de los cantineros estaban cerrados y cada estadounidense estaba listo para actuar ante la menor advertencia. 

Bartlett: Me siento triste, igual que todos los estadounidenses aquí presentes, y simpatizo con nuestros hermanos apaches por la muerte de uno de sus bravos. Todos somos amigos. El fallecido era nuestro amigo, y lamentamos su pérdida. Yo sé que él no cometió ningún delito; que incluso no provocó el ataque sobre él. Pero nuestros hermanos apaches deben recordar que no murió por la mano de un estadounidense. Fue por la de un mexicano, aunque empleado de la Comisión. Por esta razón, es mi deber velar porque se haga justicia y el asesino sea castigado. Estoy aquí al mando de la Comisión Fronteriza para trazar la línea divisoria entre los Estados Unidos, el país de los estadounidenses, y México. Más allá de esto, no tengo poderes. El gran jefe de los estadounidenses vive lejos, muy lejos, hacia el sol naciente. De él, recibí mis órdenes y las órdenes se deben obedecer. Yo no puedo interferir en el castigo a cualquier hombre, ya sea indio, mexicano o estadounidense. Hay otro gran jefe que vive en Santa Fe. Él es el gobernador de todo New Mexico. Este gran jefe administra las leyes de los estadounidenses. Solo él puede castigar a un hombre cuando ha sido encontrado culpable. Enviaré a este gran jefe al asesino de nuestro hermano apache. Él le juzgará y, si es hallado culpable, le castigará de acuerdo a las leyes estadounidenses. Esto es todo lo que puedo hacer. Es lo que me dispongo a hacer con este hombre. Es todo lo que tengo derecho a hacer”.

Ponce se levantó para responder y dijo: “Todo esto es muy bueno. Los apaches sabemos que los estadounidenses son nuestros amigos. Los apaches creemos que lo que dicen los estadounidenses es cierto. Sabemos que los estadounidenses no hablan con dos lenguas. Sabemos que usted nunca nos dijo una mentira. Sabemos que va a hacer lo que dice. Pero los apaches no estarán satisfechos al saber que el asesino ha sido castigado en Santa Fe. Queremos castigarlo aquí, en Santa Rita del Cobre, donde la banda del bravo muerto pueda ver a quien le quitó la vida cuando todos los apaches puedan verlo muerto [Ponce hizo la señal de colgarle por el cuello]. Entonces los apaches verán y sabrán que sus hermanos estadounidenses les hacen justicia”.

Bartlett: Voy a proponer otro plan para los apaches. Mantener al asesino encadenado, como lo veis; hacerle trabajar y dar todo lo que gane a la esposa y a la familia del bravo muerto. Eso lo pagará en mantas, en tela de algodón, en maíz, en dinero, o en cualquier otra cosa que la familia desee. Les daré todo eso ahora, lo que deba este hombre, y al final de cada mes les daré 20 $ en bienes o en dinero. Cuando venga la temporada del frío, estas mujeres y sus hijos vendrán y recibirán sus mantas y telas para mantener el calor, y el maíz para satisfacer su hambre”.

Ponce: Habla usted bien. Sus promesas son buenas. Pero el dinero no va a satisfacer a un apache por la sangre de un bravo. El dinero no ahoga el dolor de esta pobre mujer por la pérdida de su hijo. ¿Satisfaría a un estadounidense el dinero por la muerte de su gente? ¿Pagaría usted dinero, señor Comisionado, por la pérdida de su hijo? No; el dinero no iba a enterrar su dolor. No va a enterrar el nuestro. La madre del bravo muerto demanda la vida de su asesino. Nada más va a satisfacerla. Ella no quiere saber nada de dinero. Ella no quiere ningún bien. Ella no quiere maíz. ¿Satisfaría el dinero [golpeándose el pecho] la muerte de mi hijo? ¡No! Exigiría la sangre del asesino. Entonces yo estaría satisfecho. Luego estaría dispuesto a morir. No me gustaría vivir y sentir el dolor que la pérdida de mi hijo me haría”.

Bartlett: “Sus palabras son buenas. Usted habla con el sentimiento del corazón. Siento lo mismo que usted. Todos los estadounidenses sienten como usted. Nuestros corazones están tristes por su pérdida. Nosotros lloramos con esta pobre mujer. Haremos todo lo posible para ayudarla a ella y a su familia. Yo sé que ni el dinero ni los bienes pagarán su pérdida. No quiero que los apaches, mis hermanos, lo consideren así. Lo que propongo es para el bien de esta familia. Mi deseo es que se sientan confortables. Deseo darles la ayuda de la que han sido privados por la pérdida de su protector. Si se arrebata la vida al detenido, se satisface su deseo de venganza. La ley y la justicia están satisfechas, pero esta pobre mujer no obtiene nada. Ella y su familia siguen siendo pobres. No tienen a nadie que trabaje por ellos. ¿No será mejor prever sus necesidades?”.

Se produjo un breve intercambio de opiniones entre los apaches y la madre del hombre muerto fue llamada para saber su opinión. Exigió con vehemencia la entrega del asesino de su hijo, indicando su determinación de no estar satisfecha con nada más. De acuerdo con esta opinión, Ponce volvió a hablar y dijo: Si un apache mata a un estadounidense, ¿no nos hacen la guerra y matan a muchos apaches?”.

Bartlett: No, yo pediría la detención del asesino y estaría satisfecho con castigarlo como los apaches castigan a los que cometen asesinatos. ¿No lo hice con una banda de apaches que atacaron a un pequeño grupo de estadounidenses, hace muy poco, en el camino de Janos? ¿Acaso no mataron a uno de ellos, hiriendo a otros tres con sus flechas? ¿Y no llegaron a repartirse todos sus bienes? Todos ustedes saben que eso es cierto y yo sé que es verdad. Pasé cerca del lugar donde ocurrió, tres días después. ¿Por qué los estadounidenses no nos vengamos de ustedes por ese acto? Somos lo suficientemente fuertes. Tenemos muchos soldados y en pocos días podemos traer mil más aquí. Pero no habría justicia en ello. Los estadounidenses creemos que ese crimen fue cometido por hombres malos y cobardes. Los apaches tienen malos hombres entre ellos; pero los que ahora se encuentran entre nosotros son nuestros amigos, y no vamos a exigir la compensación a ustedes. Sin embargo, como dije antes, ustedes deben esforzarse por encontrar a los hombres que mataron a nuestro hermano y castigarlos. Nuestros animales se alimentan en sus valles. Algunos de sus malos hombres podrían robarlos, como ya lo han hecho; pero los estadounidenses no hacemos la guerra por eso. Nosotros os hacemos responsables y hacemos un llamamiento para que los encuentren y los traigan aquí, como antes hacían. Mientras los apaches continúen haciendo esto, los estadounidenses serán sus amigos y sus hermanos. Pero si los apaches cogen nuestras propiedades y no las devuelven, ya no pueden ser amigos de los estadounidenses. Entonces vendrá la guerra; miles de soldados tomarán posesión de sus tierras, sus valles de pastoreo y sus abrevaderos. Matarán a todos los guerreros apaches que encuentren, y cogerán cautivos a sus mujeres y niños”.

Este firme discurso amenazante aplacó las peticiones de los apaches y, después de conversar entre ellos, la madre del difunto acordó dejar el castigo del mexicano en manos estadounidenses y de recibir por su pérdida todo el dinero que se le debía al prisionero, y 20 $ al mes, la cantidad de su salario, mientras estuviese en Santa Rita del Cobre).

* El 21 de julio de 1851, aproximadamente 400 chiricahuas están cerca de Fronteras (Sonora) teniendo que trasladarse allí desde Janos (Chihuahua) de acuerdo con el tratado firmado en mayo con el coronel José María Carrasco.

* El 28 de julio, la banda chihenne de Delgadito roba unas mulas que estaban a cargo del coronel Craig, miembro de la Comisión Fronteriza estadounidense, en Santa Rita del Cobre ([Santa Rita, Grant County, New Mexico]. John Carey Cremony, en su libro “Life Among the Apaches” relató el incidente así: “Después de buscarlas por todo el territorio circundante, unos 48 km, el coronel Craig me invitó a su puesto de mando y me pidió mi opinión sobre el tema. Sin dudarlo, le informé que pensaba que las habían robado los apaches, ya sea con la esperanza de la recompensa por traerlas de nuevo [ya que el Comisionado Bartlett había concedido anteriormente regalos a los apaches que trajeran animales] o que las hubieran cogido para quedárselas. Después de dos o tres horas de conversación, el coronel aceptó mi razonamiento y decidió ir a buscarlas él mismo. Llevando 30 soldados, visitó el campamento de Delgadito, en el río Mimbres. Los indios estaban un tanto excitados, declinando toda participación en el robo o tener cualquier conocimiento de los animales desaparecidos; pero prometieron buscarlos y si los encontraban, devolverlos. Ocho días después de cumplir su promesa, desapareció otra manada de mulas y caballos del coronel. Como sólo tenía infantería, el coronel Craig no pudo mantener una campaña activa contra estos audaces y bien montados salvajes, por lo que reclamó la ayuda de la compañía de dragones del capitán Buford, de Doña Ana [Doña Ana County, New Mexico]. Poco después de la llegada de ese oficial, otro lote de animales desapareció de la misma manera misteriosa, iniciando una expedición conjunta, integrada por los dragones y la infantería montada, para recuperar los animales perdidos o castigar a los ladrones, si fuera posible. Esta expedición resultó totalmente ineficaz, ni se recuperaron los animales, ni castigaron a los indios; pero durante la ausencia de la tropa, los apaches, inteligentemente, habían atacado el campamento minero, a 4 o 6 km, según la costumbre, llevándose el ganado. Unos 20 miembros de la Comisión Fronteriza, encabezados por el teniente A. W. Whipple, montaron en sus caballos y salieron inmediatamente en su persecución. Los indios se dirigieron a un espeso bosque y un grupo, de unos 50 guerreros, se quedaron para presentarnos batalla, mientras que el resto se alejaba rápidamente con el ganado. Los indios se ocultaron detrás de unos grandes pinos, pero dejando ver su avanzadilla. Nuestro grupo desmontó y, acompañado por el señor Hay, el jefe minero, con cuatro de sus socios, dejamos nuestros caballos al cuidado de 8 hombres, y nos dirigimos a los árboles, manteniendo un vivaz fuego desde nuestro informal refugio.

Aquí acabó, por primera vez, las dudas sobre la identidad de los ladrones, ya que eran dirigidos por Delgadito, quien se mantenía a una distancia segura, vertiéndonos torrentes de los abusos más viles. Ese mismo sinvergüenza había dormido en mi tienda solo dos noches antes, cuando le di una buena camisa y un par de buenos zapatos.

El gobierno estadounidense había proporcionado a la Comisión Fronteriza varias armas recién patentadas, y entre estas estaban algunos rifles Wesson, cuyas balas podían alcanzar con bastante exactitud una distancia de unos 365 metros, en ese tiempo una distancia muy notable.  Uno de esos rifles estaba equipado con una nueva y fina alza, y a 320 metros un buen tirador podía alcanzar un objetivo del tamaño de su sombrero, 8 de cada 10 veces.

Entre nuestro grupo estaba Wells, conductor del carro del Comisionado, un hombre excelente, valiente y frío, y un crack disparando. Indiqué a Wells donde estaba Delgadito y entregándole mi rifle, le dije que se acercara lo más posible, apuntara bien y abata al canalla. Wells se deslizó entre los árboles con la mayor prudencia y rapidez, hasta que llegó a 237 o 246 metros de Delgadito quien, en ese momento, estaba golpeándose sus nalgas y nos desafiaba con su lenguaje más oprobioso. Estando exponiendo su trasero, una de las burlas favoritas entre los apaches, se descubrió ante Wells, quien apuntó intencionadamente al objetivo y disparó. Delgadito lanzó un grito sobrenatural y realizó una serie de bailes y cabriolas como haría un maestro de ballet. El líder apache se dio cuenta de su expuesta posición por el silbido de tres o cuatro balas en las proximidades de la parte superior de su cuerpo y cuando terminó su danza, corrió frenéticamente a través de un espeso bosquecito, seguido por su banda. Volvimos hacia nuestros  caballos y después de volver a montar, proseguimos de nuevo la persecución. En 15 minutos habíamos pasado el bosque y llegamos a la abierta llanura, sobre la que los apaches corrían por su vida. La persecución se prolongó durante 48 km, y solo al anochecer alcanzamos a las bestias, cuando el grupo a su cargo los abandonó y buscó la seguridad de sus compañeros. Percibiendo que la persecución sería inútil, nos contentamos con traer de vuelta el rebaño del señor Hay. Yo después me enteré de que la bala del fusil de Wells abrió un limpio agujero sobre esa parte de la persona de Delgadito denominada en la jerga escolar como el “sitio del honor”. No pudo montar a caballo durante varias semanas”.

Cremony relató en su libro “Life among the Apaches” un suceso que ocurrió algún tiempo después de los acontecimientos antes mencionados: “Era necesario que yo visitase la ciudad de Socorro [Socorro County, New Mexico], con el propósito de ayudar en la compra de ovejas. Tenía la suerte de poseer un caballo como nunca se había visto. Valiente y resistente; fuerte, rápido y bien parecido, había entrenado un animal especial y noblemente respondía a mi llamamiento cuando la ocasión lo requería.

En esos tiempos Fort Craig [Socorro County, New Mexico] no existía, y el espacio entre Doña Ana [Doña Ana County, New Mexico] y Socorro, una distancia de unos 200 km, es un gran desierto, cubierto con hierba fina en algunas partes, pero absolutamente desprovisto de agua o sombra en 155 km. Esta franja intermedia de territorio es conocida por la denominación poco atractiva de ‘la Jornada del Muerto’. Por qué recibió este nombre nunca lo supe claramente, pero supongo que fue por causa de las muy numerosas masacres cometidas en ella por los apaches. El este del camino está bordeado por unos 100 km de la Sierra Blanca, un fuerte observatorio elegido por ellos donde, desde sus alturas, pueden percibir claramente cualquier grupo de viajeros por la amplia y desprotegida extensión de ‘la Jornada del Muerto’. Como la llanura no ofrece ninguna oportunidad para la emboscada, siguen al viajero desprevenido en número más de lo habitual y si tienen éxito en su ataque, derrotan a todo el grupo porque allí no es posible huir, y los apaches nunca cogen prisioneros, pero las mujeres y los niños pequeños, se convierten en cautivos de por vida.

En Socorro había una pequeña guarnición estadounidense consistente en cerca de la mitad de una compañía del 2º de Dragones, al mando del teniente Reuben Campbell, un oficial que había conocido durante la guerra mexicana y con quien abrigué una relación sincera.

Salí de Doña Ana como a las 03:00 de la mañana y viajé tranquilamente hasta las 16:00 de la tarde, cuando desensillé mi caballo, le até a un fuerte arbusto plantado en un campo de hierba fina establecido a sotavento de un cactus, para coger un poco de sombra. A las 00:00 horas, a la medianoche, reanudé mi viaje y llegué a Socorro al día siguiente, a las 11:00 de la mañana, después de haber viajado durante el fresco de la noche a un ritmo mucho más rápido. Durante el viaje, no vi señales de indios; y permítanme añadir que los apaches de ‘la Jornada del Muerto’, o más adecuadamente los apaches mescaleros, estaban por esas fechas en un estado de hostilidad activa. Pasé dos días agradables con el teniente Campbell recordando escenas e incidentes de la guerra mexicana… Después de haber descansado yo y mi noble caballo, me despedí de Campbell a la mañana del tercer día, a las 15:00 horas… Esperaba que mi viaje fuese tranquilo, pero no iba a ser así. Di descanso a mi noble bestia todo lo que pude, desmontando con frecuencia y llevándolo de la brida, a fin de mantener su fuerza y rapidez en caso de necesidad. Así íbamos hasta eso de las 15:00 de la tarde, momento en el cual habíamos recorrido unos 80 km, faltando 120 aún por recorrer. El sol estaba alto e intenso y se veía como un escudo de latón al rojo vivo. Un arbusto agradable, rodeado de fina hierba, de pie, a unos 90 metros a la izquierda del  fuerte y espléndido camino natural que corre a través de las 4/5 partes  de ‘la Jornada del Muerto’, me invitó a compartir  su modesta sombra y dirigí mi caballo en esa dirección cuando me sorprendió ver una columna de polvo a mi izquierda, en dirección a la Sierra Blanca, que tenía la apariencia de moverse rápidamente y que venía a mi encuentro. Instintivamente, sentí que era causado por los apaches; y yo tomé la precaución de apretar las cinchas de mi caballo, ver que la silla estaba correctamente, y comprobé mis cuatro ‘seis tiros’, dos de los cuales estaban en mi cinturón y otros dos en mi funda. También desaté un sarape mexicano [manta], que estaba atado a la parte posterior de mi silla, y atándolo, lo pasé por encima de los hombros y lo até debajo de la barbilla por una correa de robusta piel de ante. Para entonces el carácter del grupo que venía era inconfundible, y estaban evidentemente decididos a cortarme el paso en el camino. Mi valeroso caballo parecía apreciar lo que ocurría casi tan bien como yo. El grupo perseguidor fracasó en su primer intento, entrando en el camino, a unos 275 metros detrás mi. Notando que mi caballo era infinitamente superior en velocidad  y poder, tiré de las riendas para darle descanso todo lo que pude, lo que permitió a los indios acercarse a unos 45 metros. Eran unos 40, y ninguno con armas de fuego, pero pertrechados principalmente de lanzas, solo cinco o seis de ellos llevaban arcos y flechas. Estos proyectiles comenzaron a silbar cerca de mí; pero no presté atención, manteniendo de forma constante la carrera, hasta que uno penetró en mi manta; aunque fue completamente roto por el revoloteo de sus pesados pliegues dobles, que tenían un movimiento de traqueteo por la velocidad a la que íbamos. Al percibir que la fuerza de la flecha había sido neutralizada, saqué un revólver y, dándome media vuelta en mi silla, apunté a los salvajes. Esto les causó cierta alarma, aprovechando eso para redoblar mi velocidad durante 1’5 km o así, ganando unos 550 metros sobre mis perseguidores, cuando de nuevo tiré de las riendas para dar descanso a mi caballo.

Requería mucho tiempo para que recuperaran de nuevo la distancia de disparo, pero sus gritos y aullidos eran perpetuos. De esta manera, alternativamente comprobaba la aceleración de mi caballo y apuntaba mi revólver contra los salvajes, que me seguían durante muchos kilómetros de esa infernal ‘Jornada’. Varias flechas sobresalían en mi manta; una había rozado mi brazo derecho, saliendo simplemente la sangre, y otra había rozado mi muslo izquierdo. Entonces me convencí de que mi caballo era el principal objeto de su persecución. Su valor y cualidades inigualables eran bien conocidos por los apaches, y estaban decididos a obtenerlo, si era posible. Por supuesto, habrían sacrificado mi vida, si hubiesen tenido éxito en este pequeño asunto. Yo había comprado el caballo al capitán A. Buford, del 1º de Dragones de los Estados Unidos, quien me aseguró que no existía igual en todo el Territorio. Un apache mescalero le había ofrecido 100 mustangs por el caballo, pero se negó, alegando que podría cuidar de un animal con facilidad; pero si tuviera 100, los apaches tendrían posibilidad de robarlos en cualquier momento mientras pastaban.

Cerca del final de ‘la Jornada del Muerto’, el camino toma una pronunciada curva a la izquierda, en dirección a Doña Ana, interrumpida por una serie baja pero robusta de pequeñas colinas y profundos barrancos. Cerca de las 20:00 horas, la luna estaba brillante y ni una sola nube a la vista. Me dirigí alrededor de la primera colina, y me sorprendió ver que los apaches, aparentemente, habían abandonado la persecución, porque no escuché ni vi nada más de ellos, a pesar de que estaba unos 370 metros por delante… Golpeé mis espuelas en los malolientes flancos de mi pobre corcel, y gallardamente respondió a esta última llamada. Voló sobre el camino. Pasaba colina tras colina con maravillosa rapidez hasta que casi había transcurrido un cuarto de hora cuando escuché de nuevo a mis amigos apaches, a unos 75 metros detrás de mí… Sus caballos galopaban vigorosamente, tanto como el mío. Habían cabalgado más suave todo el camino, mientras que yo había le había dado descanso de vez en cuando. Si hubiera ido los 80 km a un paso lento el día antes… 

Así continuamos nuestra carrera hasta que llegué a 8 km de Doña Ana, a las 23:00 horas cuando, sintiéndome relativamente seguro, comencé a vaciar los cilindros de mis revólveres contra ellos. Entonces sus gritos y alaridos se volvieron temerosos, pero no dejé de disparar hasta que estuvieron de nuevo fuera de mi alcance. El resto del viaje lo realicé sin compañía, y llegué a Doña Ana a las 00:00 horas, medianoche, después de haber hecho la distancia de 200 km, en un caballo, en el espacio de 21 horas, los últimos 112 km a la carrera.

Tan pronto como llegué, me quité mi sarape, que tenía un buen número de flechas clavadas en él, llamé a mi criado José, quien se encargó de mi caballo… Varios intentos posteriores fueron realizados por los apaches para obtener la posesión de esa noble bestia, pero, estoy orgulloso y feliz de decir, que siempre sin éxito. En Santa Rita del Cobre lo salvé por mero accidente. En cierta ocasión, recordando que había perdido una herradura, envié a José a traerlo de la manada que estaba pastando a 1’5 km de distancia, bajo el cuidado de un guardia. La orden fue obedecida de inmediato y, media hora después de irse, todo el rebaño fue robado por los apaches.

Se puede decir, como norma invariable, que las visitas de los apaches a campamentos estadounidenses son siempre con fines siniestros. No tienen nada que cambiar, por lo que, en consecuencia, no es el trueque lo que les trae. Piden, pero de ninguna forma comparable a otras tribus indias; y difícilmente esperar recibir cuando piden. Sus agudos ojos perciben todo. Memorizan las armas y equipos, el número del grupo, su cohesión y precaución, el curso de su marcha, su sistema de defensa en caso de ataque, y la cantidad de botín que pueden obtener con el menor riesgo posible. Siempre que sus observaciones las pueden hacer desde cercanas alturas con posibilidad de una emboscada exitosa, los apaches nunca se muestran ni dan ninguna señal de su presencia. Como tiburón de tierra, uno nunca sabe que están allí hasta que siente su mordedura. En la naturaleza y disposición, en las costumbres, leyes, usos y costumbres, en la religión y ceremonias, en la organización tribal y familiar, en el lenguaje y signos, en la guerra y en la paz, son totalmente diferentes de todos los demás indios del continente de América del Norte…”).

* El 18 de agosto de 1851, Mangas Coloradas y un gran grupo de navajos llegan a Santa Rita del Cobre [Santa Rita, Grant County, New Mexico] aparentemente para comerciar con miembros de la Comisión Fronteriza de los Estados Unidos. (Mangas Coloradas había enviado emisarios a su yerno, jefe de los navajos, para que le ayudase a robar caballos de los estadounidenses. Los emisarios dijeron a los navajos que los estadounidenses tenían muchos caballos, mulas, vestidos de algodón, collares, cuchillos, revólveres, rifles y munición. El responsable de la Comisión Fronteriza, John Russell Bartlett, creía que buscaban conocer el número y la fuerza de los estadounidenses. Por supuesto, ni los navajos ni los chiricahuas querían una abierta confrontación, aunque buscaban robar unos cuantos caballos y mulas sin ser detectados.

El capitán Louis S. Craig, comandante del escolta de la Comisión, dijo a Mangas Coloradas que desconfiaba de los navajos, contestando que “aceptaba hacerse responsable de cualquier animal perdido”. Esta declaración quedó en nada, ya que a finales de agosto, seguidores de Ponce y Delgadito cometieron varios robos de ganado en Santa Rita del Cobre. Los apaches y navajos robaron unos 150 caballos y mulas de los miembros de la Comisión Fronteriza. Los navajos se fueron hacia el norte y los chiricahuas hacia el sur, a Janos y Corralitos. 

En esas fechas, la banda de Mangas Coloradas, [probablemente con él estaba su yerno Cochise] sumaba unos 300 guerreros, permaneciendo acampada a unos 6 km de distancia de Santa Rita del Cobre; mientras que la de Delgadito, sumaba casi la misma cantidad, ocupando el valle de río Mimbres, a 29 km de distancia de Santa Rita del Cobre; y unos 400 navajos ocupaban las orillas del río Gila, a 45 km de Santa Rita del Cobre).    

El 26 de agosto, Mangas Coloradas, quizás desilusionado con los estadounidenses, envió un emisario de paz a Juan José Zozaya, en Janos [Chihuahua]. Zozaya, que se había disgustado mucho cuando se enteró de que los chiricahuas habían hecho la paz con los estadounidenses en Santa Rita del Cobre, les invitó a hablar.

Trías había pasado parte del verano de campaña contra Cojinillín, Francisco y Felipe, líderes de los grupos locales nednais de El Carrizal [municipio de Ahumada, Chihuahua], aunque ellos se llamaban Gol-ga-ene, que significa “gente de lugar abierto, o Gul-ga-ki, “gente de perros de las praderas. Después se reunió, el 26 de agosto, con Coleto Amarillo en Corralitos [municipio de Casas Grandes, Chihuahua]. El jefe nednai dijo a Trías que los apaches querían la paz. Dos días más tarde, Trías se reunió con varios líderes chiricahuas, quienes le aseguraron de que eran dignos de confianza.

Pero durante el mes de agosto, una banda apache, probablemente los chokonen de Miguel Narbona y de Cochise, mató a 59 mexicanos en Sonora, cuyas autoridades anunciaron represalias. El teniente coronel José María Flores, que había sucedido a Carrasco, empezó a reunir soldados para una campaña contra los apaches.

El mismo día, 26 de agosto, una banda apache atacó a un destacamento de la compañía “B del 1º de Dragones, al mando del teniente Abraham Buford, en un lugar entre los ríos Gila y Pinto, en el sudoeste de New Mexico. Uno de los soldados falleció, y otro soldado y un apache resultaron heridos.

El 4 de septiembre, el capitán Craig, quien había estado persiguiendo apaches durante las dos semanas anteriores, escribió al general Winfield Scott, comandante en jefe del Ejército en Washington: “Hay que dar una buena paliza a los indios, y deben devolver todas las propiedades que han robado, o este país nunca podrá ser habitado… Mi opinión es que el gobierno debería enviar dos regimientos montados a este territorio, independientemente de las tropas que hay aquí o deberían retirar las que hay aquí y dejar que los indios tengan el territorio. Los apaches tienen manadas de caballos. Creo que Mangas Coloradas tiene algunos de los mejores caballos que yo haya visto desde que estoy en este territorio. Si podríamos quitarles sus caballos, no tengo duda que pronto serían persuadidos a volver su atención a la agricultura”.

El 5 de septiembre, la Comisión Fronteriza pasó a través de Apache Pass [Cochise County, Arizona] donde tomó contacto con Gerónimo en algún lugar de esa zona).

* Durante las primeras semanas de septiembre de 1851, Ángel Trías, gobernador de Chihuahua, se reúne en Janos (Chihuahua) con Láceris (a veces llamado Pláceris, padre de Juh), Coleto Amarillo, Delgadito, Ponce y Mangas Coloradas. (Quedaron de acuerdo en que recibirían raciones, pero el 22 de septiembre, Trías llegó a Janos con tantos soldados que  los chiricahuas, al verlos, huyeron por temor a ser traicionados. Mangas Coloradas se fue a las Burro Mountains [Grant County, New Mexico] y Mogollon Mountains [Grant & Catron Counties, New Mexico] a recolectar piñones, bellotas, frijoles de mezquite, nueces, bayas y dátiles [estos últimos introducidos por los españoles en 1765]).

* A finales de septiembre de 1851, el teniente coronel José María Flores, que había sucedido a Carrasco, está al mando de un destacamento de más de 300 hombres, divididos en dos grupos. (El primero, mandado por él mismo, formado por 172 soldados presidiales y dos piezas de artillería; y el segundo  por el teniente coronel José Ignacio Terán y Tato, al frente de 150 soldados de tropas regulares. Establecieron un campamento base en el San Simon Valley [Cochise County, Arizona], a 15 km al noreste de Apache Pass [Cochise County, Arizona].

En octubre, los dos destacamentos avanzaron por el San Simon Valley. De camino, Terán y Tato envió de avanzada a una patrulla al mando del capitán Eusebio Gil Samaniego, quien el 13 de octubre descubrió una ranchería perteneciente a los jefes chokonen Posito Moraga y Trigueño, cerca de Carretas [Chihuahua], matando a cuatro guerreros, dos mujeres y un muchacho, y capturando a seis mujeres y tres niños. Entre los capturados estaba la mujer de Posito Moraga y familiares de Trigueño. Samaniego se reunió con Terán y Tato al sur de las Chiricahua Mountains, explorándolas antes de alcanzar el 21 de octubre el San Simon Valley.

Allí Flores dividió su fuerza. Él se dirigió al río Gila y después al territorio de los Western Apaches, donde mató a cinco hombres y capturó a otros cuatro.

Terán y Tato fue al territorio de Mangas Coloradas, a las Burro Mountains, pero este eludió a los mexicanos yéndose al norte, hacia las Mogollon Mountains por lo que Terán y Tato volvió a México donde, a finales de octubre, sorprendió en la Sierra los Pilares de Teras [municipio de Agua Prieta, Sonora] la ranchería del jefe chokonen Tapilá, matando a ocho guerreros y capturando otros cinco, además de 37 animales.

Poco después [todavía era finales de octubre], Tapilá fue a Bavispe [Sonora] con un gran grupo de chokonen, entre los que se encontraban Chepillo y Chagaray, para negociar un intercambio de cautivos. Según los informes mexicanos, los apaches llegaron borrachos y en actitud belicosa, mientras que estos afirmaron que los mexicanos ofrecieron hospitalidad a los chiricahuas y se divirtieron emborrachándolos para luego matarlos más fácilmente. Sea como fuere, en el enfrentamiento que siguió, los mexicanos mataron a Tapilá, Ponesino [un hermano de Chepillo], a un hermano de Chagaray, y a otros 11 hombres, capturando a 27 mujeres y niños.

Este golpe fue muy duro para los chokonen por lo que Cochise convocó una reunión de chihennes, bedonkohes y chihennes en las Chiricahua Mountains para principios de 1852 con intención de vengarse.

Mangas Coloradas contaría, en julio de 1852, su versión de los hechos al agente indio de New Mexico, John Greiner. Por supuesto, su relato contradecía la versión oficial dada por el comandante de Bavispe). 

* El 28 de octubre de 1851, el jefe apache lipán Juan Castro firma el tratado de San Saba (San Saba County, Texas) entre la República de Texas, el gobierno de los Estados Unidos y los apaches lipanes de su banda. 

* Durante el otoño de 1851, bandas apaches tienen varias escaramuzas con los estadounidenses a lo largo del Río Grande (Texas y New Mexico).

* En diciembre de 1851, quizás en venganza por la muerte de Tapilá, una gran partida de guerra de unos 200 hombres, probablemente chokonen, incursiona por Sonora, asaltando el distrito de Moctezuma y los alrededores de Hermosillo y Ures, matando a unos 30 hombres en un encuentro. (No se sabe si Mangas Coloradas tuvo algo que ver en esta incursión, ya que ningún apache fue reconocido durante el enfrentamiento, pero como el jefe chihenne no se encontraba en su territorio de New Mexico, a principios de 1852, parece probable que estuvo con los chokonen en esta incursión contra Sonora.

Los escritos de Jose Miguel Castañeda pueden ofrecer una prueba más de que Mangas Coloradas había llevado a su gente al territorio chokonen. Castañeda era un adolescente en 1851, cuando iba  en el grupo de John Able de Chihuahua a California. A finales de año, Able tenía 10.000 ovejas que intentaba llevar a California. Por entonces acampó en el abandonado rancho de San Bernardino, al nordeste de Douglas [Cochise County, Arizona], donde se reunió con Mangas Coloradas y 300 apaches de su banda, entre hombres, mujeres y niños. Able dio 10 ovejas a los apaches, quienes “después de una fiesta partieron dando muestras de amistad”. Pocos días después, volvieron y, al recibir solo dos ovejas, se fueron de mal humor. Poco después robaron varios caballos, pero no pudieron llevarse ninguna oveja.

Mientras Mangas Coloradas estaba ausente de New Mexico, se produjeron varios cambios en su territorio. El Departamento de Guerra en Washington había dado órdenes al nuevo comandante del Departamento de New Mexico, el coronel Edwin Vose Sumner, a llevar a cabo una política diferente “para revisar todo el sistema de defensa”. Sumner decidió trasladar las guarniciones fuera de los asentamientos civiles para controlar mejor a los indios y proteger más eficazmente la frontera mexicana.

La política de Sumner tendría consecuencias para los mescaleros, al este del Río Grande, y para los chiricahuas al oeste. Sumner retiró guarniciones de El Paso [El Paso County, Texas], Doña Ana [Doña Ana County, New Mexico], y Socorro [Socorro County, New Mexico]; y estableció nuevos fuertes. El 8 de septiembre de 1851, Fort Conrad [Socorro County, New Mexico], a 38’5 km al sur de Socorro, en el extremo norte de la Jornada del Muerto; el 23 de septiembre de 1851, Fort Fillmore [Doña Ana County, New Mexico], a 9’6 km de La Mesilla; y el 23 de enero de 1852, Fort Webster [Grant County, New Mexico], en Santa Rita del Cobre). 

1852

* El 21 de enero de 1852, José Cordero, gobernador de Chihuahua, edita en el Boletín Oficial una orden por la que declara la guerra total a los apaches, ofreciendo recompensas por sus cabelleras.

* El 23 de enero, Delgadito y Ponce, con unos 100 chiricahuas, van a Fort Webster ([Grant County, New Mexico]. El capitán Israel Bush Richardson pensaba que estos chiricahuas habían robado caballos y mulas a los miembros de la Comisión Fronteriza de los Estados Unidos el verano anterior y que eran responsables de las muertes ocurridas a finales de 1851, cuando unos chiricahuas de las bandas de Cuchillo Negro, Ponce y Delgadito, mataron a varios hombres a lo largo del Río Grande. En uno de los ataques, los apaches mataron a un conductor y capturaron 51 mulas, en el área entre El Paso y Fort Fillmore.

Richardson rápidamente ordenó a los soldados coger las armas y prepararse para actuar, lo que detuvo a los apaches, los cuales enviaron a una mujer al puesto enarbolando una bandera blanca. Esta dijo que buscaban hacer un tratado de paz. Richardson la envió de vuelta con el mensaje de que él solo hablaría con toda la banda presente. Finalmente, llegaron Ponce y Delgadito. Richardson les preguntó por la incursión realizada cerca de Fort Fillmore a lo que contestaron que los autores eran unos apaches miembros de una banda que vivía al otro lado de las montañas en México al mando de Mangas Coloradas, lo que sugeriría que el jefe chihenne estaba viviendo con los chokonen en el suroeste de New Mexico y en el sudeste de Arizona. Richardson les dijo que si les pillaba merodeando por los alrededores, él y sus soldados les enviarían rápidamente a sus felices terrenos de caza. Tan pronto como los jefes volvieron a sus líneas, mostraron señales de prepararse para luchar, por lo que ordené abrir fuego, primero con los mosquetes y poco después con nuestro viejo cañón. La descarga de los soldados dispersó a los apaches en todas direcciones, hiriendo a varios apaches y capturando a dos mujeres heridas. 

El 25 de enero, el teniente Alfred Pleasanton, al mando de un destacamento de 14 soldados de las compañías D, E y H del 2º de Dragones, destinadas en Fort Conrad [Socorro County, New Mexico] tuvo un enfrentamiento con un grupo de apaches, cerca de la actual Truth or Consequences [Sierra County, New Mexico]. Los apaches, que no tuvieron bajas, mataron a dos soldados de la compañía E, y a dos de la K al día siguiente, hiriendo a otros tres, y espantando las mulas. Según el gobernador de New Mexico, James S. Calhoun, culpó a los apaches con el nombre genérico de chiricahuas, pero no se debe descartar la participación de los mescaleros.

El 26 de enero, los chiricahuas volvieron a Fort Webster, cayendo sobre los bueyes y la manada de reses para provocar la salida de los soldados del fuerte. Mientras las mujeres y los jóvenes se llevaban las reses, los guerreros protegieron su retirada poniendo señuelos, haciendo creer a los soldados de que iban hacia otra dirección. Los 50 chihennes atacaron con sus flechas a los soldados. 

El capitán Richardson con la compañía K, del 3º de Infantería, tuvo el enfrentamiento más duro, sufriendo tres muertos [los sargentos Bernard O’Daugherty y Nicholas Wade, y el soldado John Croty] un herido. Los apaches habían capturado a Wade, al que torturaron hasta morir. Normalmente, no arrancaban cabelleras, pero ese día le arrancaron la suya, que era pelirroja, probablemente en venganza por las muertes del 23 de enero. Las pérdidas apaches son desconocidas, pero los soldados creían haber herido a varios de ellos. Informes posteriores dijeron que Delgadito pudo ser uno de ellos, yéndose al norte de Sonora.

Poco después, los chihennes robaron en Cooke’s Spring toda la reata de bueyes perteneciente a un mexicano llamado Constante, residente en Doña Ana [Doña Ana County, New Mexico]. Constante había entregado ocho carros de maíz en Fort Webster y al regresar se detuvo en Cooke’s Spring para pasar la noche, dejando los bueyes pastando. A la mañana siguiente, se despertó viendo que habían desaparecido. Esa mañana, cinco guerreros llegaron a su campamento ofreciendo devolverles los bueyes a cambio de pólvora, balas de plomo, tabaco, mantas y telas de algodón. Constante accedió, pero los apaches habían aumentado de número, amenazando con atacarles. Constante y sus hombres abandonaron los carros y caminaron hasta Doña Ana. También robaron todos los animales de Juan Felipe Ortiz, vicario del Territorio).

* El 3 de febrero de 1852, el coronel Edwin Vose Sumner ordena al comandante Marshall Saxe Howe salir de campaña contra los apaches chihennes y bedonkohes. (Sumner esperaba que los 300 soldados de Howe, del 2º de Dragones, golpearan duramente a Mangas Coloradas. La base de operaciones se estableció en Fort Conrad [Socorro County, New Mexico].

El 25 de febrero, al acercarse Howe al río Mimbres [suroeste de New Mexico], unos pocos apaches emboscaron a su guía, un indio pawnee, hiriéndole en la cadera izquierda. El destacamento vio a 15 apaches situados en una posición inexpugnable. Sus hombres querían rodearlos y matarlos, pero Howe decidió dirigirse a Fort Webster [Santa Rita, Grant County, New Mexico] a donde llegó el 27 de febrero.

Después de descansar, salió el 1 de marzo para el río Gila y Santa Lucía Springs [después conocido como San Vicente de la Ciénega; y finalmente Silver City, Grant County, New Mexico] en busca de Mangas Coloradas. Al segundo día, encontraron rastros frescos de apaches, pero según el diario del soldado James Bennett, el comandante Howe decidió ir por otro camino, mientras enviaba un correo a Fort Webster para pedir refuerzos al comandante Gouverneur Morris. Esta petición enfureció a Morris quien pensaba que Howe estaba haciendo una búsqueda inútil, pero envió al capitán Richardson, con dos suboficiales, 30 soldados, y un cañón de campaña. También se quejó al cuartel general en Santa Fe de que Fort Webster estaba más vulnerable ante un posible ataque apache.

Por su parte, aunque Mangas Coloradas había reunido unos 90 guerreros, no tenía intención de enfrentarse a una fuerza de 300 soldados. Howe llegó el 5 de marzo a Santa Lucía Springs y luego al río Gila, donde subió a una colina, viendo con sus prismáticos columnas de humo en uno o dos lugares y un rastro fresco de apaches y ganado. Sin embargo, Howe, otra vez, se dirigió en dirección opuesta, hacia el sur, a lo largo del río Gila, según los diarios de los soldados Bennett y Matson, llegando a Fort Webster el 12 de marzo con las manos vacías).

* En la primavera de 1852, James S. Calhoun, gobernador de New Mexico, prepara un tratado con los Western Apaches. (Las diferentes bandas apaches incursionaron por ambos lados del Río Grande, atacando intensamente en Sonora).

* El 6 de marzo de 1852, un destacamento de Fronteras (Sonora) mandado por el capitán Miguel Lozada y guiado por el chiricahua Mariano Arista, se dirige a las montañas Caguillona, a unos 24 km al norte de Fronteras, donde encuentra, una hora antes del amanecer, la ranchería del chihenne Delgadito. (Lozada dividió su destacamento en tres columnas y al amanecer cargó contra los apaches, sorprendiéndolos totalmente. Mataron a cinco guerreros, dos mujeres y un niño, y capturaron a cinco mujeres, un niño y 54 caballos y mulas. Los mexicanos hirieron a varios más, incluyendo a Delgadito, supuestamente con serias heridas. Los supervivientes se dirigieron al norte, a las Chiricahua Mountains [Cochise County, Arizona] para unirse a los chokonen de Miguel Narbona y de Cochise.

Ese mismo mes, en marzo, el capitán Miguel Escalante salió de Santa Cruz [Sonora] para dirigirse a territorio chokonen. El 18 de marzo se unió en las Perilla Mountains [Cochise County, Arizona] a 30 dragones al mando del capitán Teodoro de Aros. A últimas horas de la tarde siguiente, llegó un grupo de apaches provenientes de las Chiricahua Mountains haciendo signos de que querían parlamentar. Delgadito y Casimiro hablaron con el alférez Manuel Gallegos, acordando volver con otros jefes para parlamentar.

A la mañana siguiente llegaron unos 180 guerreros haciendo signos de que quería hablar. Gallegos habló con ellos llevando las propuestas del capitán de Aros. Cuando empezó la reunión, una manta separaba a de Aros y Gallegos de Miguel Narbona, Casimiro, Esquinaline, Delgadito, un hijo de Mangas Coloradas [probablemente Cascos], al menos dos hijos de Teboca, y probablemente Cochise y su hermano Coyuntura. La reunión tuvo lugar en algún lugar al norte de las Swisshelm Mountain [Cochise County, Arizona], a pocos kilómetros al oeste de la parte sur de las Chiricahua Mountains.

Mientras se desarrollaba la reunión, los mexicanos descubrieron otro gran grupo de guerreros que venían de las Chiricahua Mountains. Temiendo una trampa, los mexicanos suspendieron las conversaciones, regresando a su campamento. Poco después, Delgadito fue allí para hablar otra vez con Gallegos, diciéndole que los mexicanos habían atacado hace poco [el 6 de marzo] su ranchería, capturando a varios miembros de su banda, queriendo llegar a un acuerdo para recuperarlos, sabiendo que estaban confinados en Fronteras. Gallegos le dijo que no tenía autoridad para prometer nada y que, además, tenían que irse para encontrar agua y pastos para sus monturas. A la mañana siguiente, los mexicanos fueron a lo largo de las estribaciones del lado oeste de las Chiricahua Mountains llegando hasta el Bonita Canyon [Cochise County, Arizona] donde acamparon.

Esa noche vieron hogueras en la parte superior del cañón, por lo que Escalante envió a unos cuantos hombres a investigar, informando que las laderas estaban llenas de apaches.

Al amanecer de la siguiente mañana, 22 de marzo, unos 300 o 400 guerreros atacaron, llegando de todas direcciones, la mayoría montados, hiriendo a de Aros en la primera carga. Escalante y de Aros reagruparon a sus hombres, realizando nutridas descargas que hicieron huir a los apaches. Los dos bandos se dispararon durante las siguientes dos horas. El enfrentamiento duró 2 horas  y 36 minutos, en el que los mexicanos tuvieron tres muertos y 10 heridos, seis de ellos seriamente. El capitán de Aros estimó que mataron a 12 guerreros e hirieron a 30. Tras el enfrentamiento, los mexicanos se dirigieron a Apache Pass y de allí a Sonora.

Ese mismo mes, un destacamento de soldados de Bavispe y Fronteras salió de campaña al mando del capitán Eusebio Gil Samaniego. El 16 de marzo, cerca de la Sierra de Carcay [municipio de Janos, Chihuahua] atacó la ranchería de Láceris, matando a tres mujeres y capturando a cinco más, a quienes enviaron a Bavispe. De allí Samaniego fue a Janos donde alistó como guías a dos apaches, Gervasio [hijo de Juan José Compá] y Josecito, además de unos pocos ciudadanos de esa localidad.

El 24 de marzo, el destacamento de Samaniego se unió al de Miguel Lozada en Boca Grande [municipio de Ascensión, Chihuahua], sumando un total de 230 hombres. Enviaron a los exploradores, encontrando un rastro que iba de las Florida Mountains [Luna County, New Mexico] hacia el sur, hacia la Laguna Guzmán [municipio de Ahumada, Chihuahua].

A primeras horas de la mañana del 27 de marzo, encontraron una gran ranchería de 80 wickiups en los alrededores de las Florida Mountains [Luna County, New Mexico], el mismo lugar donde Padilla había matado al jefe nednai Soquilla dos años y medio antes. Después de abrir fuego desde una distancia de 180 metros, los mexicanos asaltaron el campamento, cogiendo por sorpresa a los apaches [nednais y unos pocos chihennes]. Cuando todo terminó, yacían 28 apaches muertos [siete guerreros, incluidos Coleto Amarillo y El Chinito, quizás también llamado Chino, y 21 mujeres y niños]. Los mexicanos también capturaron a cuatro apaches adultos y a 12 niños, y recuperaron a un cautivo de El Paso, y 39 mulas y caballos, y 24 reses. Los ciudadanos de Janos se llevaron tres cabelleras, una de ellas de Coleto Amarillo. Itán consiguió escapar).

* A mediados de marzo de 1852, un grupo de mineros llega a Fort Webster (Grant County, New Mexico) informando que habían visto a Mangas Coloradas y su banda de unos 100 guerreros, acampados en lado oeste de las Burro Mountains (Grant County, New Mexico) preparándose para atacar a los soldados. (Los guerreros de Mangas Coloradas iban camino de Arizona para unirse a los chokonen, bedonkohes, y a los chihennes de Delgadito para su anual incursión de primavera por Sonora.

Mangas Coloradas, con su banda de más de 100 guerreros, había alcanzado el lado oeste de las Chiricahua Mountains [Cochise County, Arizona] poco después del mediodía del 20 de marzo. Enfrente está la parte norte de las Swisshelm Mountains [Cochise County, Arizona], donde Mangas Coloradas se sorprendió de encontrar, a unos 180 chokonen, bedonkohes y chihennes, parlamentando con un destacamento de Sonora mandado por Terán y Tato, y los capitanes Miguel Escalante y Teodoro de Aros. Uno de los hijos de Mangas Coloradas, probablemente Cascos, se había unido a la reunión, junto con Miguel Narbona, Esquinaline y varios hijos de Teboca. Los mexicanos, al ver a la banda de Mangas Coloradas, dieron por finalizada la reunión.

Poco después, llegó Delgadito y habló con el alférez Manuel Gallegos sobre su deseo de recuperar a su gente capturada dos semanas antes en las montañas Caguillona mediante un intercambio de cautivos. Como Gallegos no tenía autoridad para hacerlo, terminaron su conferencia.

Al día siguiente, el destacamento mexicano se dirigió al Bonita Canyon [Cochise County, Arizona]. Al amanecer, el día del 22 de marzo, los chiricahuas, unos 300 guerreros, les atacaron. Llegaron de todas las direcciones, la mayoría a caballo, hiriendo al capitán Teodoro de Aros al inicio del enfrentamiento. Escalante y de Aros agruparon a sus hombres disparando un efectivo fuego contra los apaches. Al perder el elemento sorpresa, los chiricahuas se retiraron, manteniendo un intercambio de disparos durante las siguientes dos horas. Los chiricahuas habían matado a tres hombres y herido a 10, seis de gravedad. De Aros estimó que los apaches habían tenido 12 muertos y 30 heridos. Poco después de acabar el enfrentamiento, los mexicanos se dirigieron al norte de Apache Pass [Cochise County, Arizona] mientras los chiricahuas iban al sur, hacia Sonora).         

* El 30 de marzo de 1852, Delgadito y, posiblemente, Mangas Coloradas, aparecieron por Fronteras (Sonora) sorprendiendo a 14 hombres que estaban trabajando sus campos en las afueras de la población. (La mayoría de los soldados estaban de campaña contra los nednais en el sur de New Mexico y en el norte de Chihuahua. Los apaches mataron a dos hombres y capturaron a otros seis, varios de los cuales resultaron heridos. Luego los apaches fueron a las colinas al este de Fronteras y aparecieron con bandera blanca. Buscaban cambiar sus prisioneros por los capturados en las montañas Caguillona el 6 de marzo. El comandante militar de Sonora, que estaba en Arizpe, autorizó el intercambio el 2 de abril, aunque no estaba contento con el capitán Gabriel García, pero el intercambio de prisioneros se produjo según lo acordado y los apaches se fueron al interior).

* Entre abril y mayo de 1852, Mangas Coloradas se encuentra en territorio chokonen, utilizándolo como base de operaciones para incursionar por Sonora. (A primeros de junio, el chihenne Cuchillo Negro acampó a lo largo del río Mimbres, reuniéndose con el comandante Morris en Fort Webster ([Grant County, New Mexico] para pedir la paz a los estadounidenses. El viejo jefe reclamó que todos los líderes chihennes buscaban la paz y que él podría enviar mensajeros a Mangas Coloradas y a otros jefes para pedirles que viniesen a Fort Webster a conferenciar.

Cuchillo Negro dijo que los jefes estaban lejos y dispersos por el territorio, por lo que le podría llevar 9 o 10 días tomar contacto con ellos, lo que indicaría que Mangas Coloradas estaba todavía en territorio chokonen quizás reuniendo mescal antes de irse a sus campamentos del norte, cerca del Gila. Cuchillo Negro dejó claro que Mangas Coloradas aún era el más importante líder. El diario del soldado Matson corroboró lo que Cuchillo Negro decía: Ellos nos dijeron que ningún tratado que pudieran hacer sería efectivo a menos que los firmara Mangas Coloradas. Por lo tanto, algunos de los jóvenes jefes fueron enviados a buscar a Mangas Coloradas, para informarle y que asistiese a un consejo de paz. Al saber cómo sería tratado en Sonora, probó ser receptivo a las buenas intenciones de los estadounidenses).

* En la primavera de 1852, Carl Ferdinand Julius Fröbel, viajero y científico (exiliado de Alemania), sale de Ciudad de México hacia el norte, pasa por Chihuahua, y cruza el sudoeste de los Estados Unidos en caravana como los pioneros. (En su obra: Siete Años de Viaje en Centroamérica, Norte de México y lejano Oeste de los Estados Unidos, Fröbel escribió: En la tarde divisamos al otro lado del río una toldería grande de indios, frente a la cual, pero de este lado, armamos el corral. Al poco rato, gran número de hombres y mujeres cruzaron el río para venir a visitarnos. Había entre ellos varios jefes que nos honraron con su presencia, todos provistos de sendas constancias de su filiación y buena conducta, extendidas algunas por empleados civiles del gobierno o por oficiales del ejército americano a cuyo cargo está la vigilancia de esa zona. Esos certificados, que ellos se apresuran a mostrar, tienen por objeto hacer que los viajeros confíen en el comportamiento del portador, y son, a la verdad, una cómica contraparte de los pasaportes del Viejo Mundo, y son además los únicos de ese género que se ven en Estados Unidos. Su fraseología es de por sí ridícula; y si no véase el siguiente ejemplo: ‘El portador del presente certificado es Manga Roja, famoso jefe de los apaches que al presente está en paz con los blancos. Los viajeros harán bien en ser amables con él y respetarlo, pero al mismo tiempo mantenerse en guardia’. Bajo este escrito se pone la visa del viajero: ‘Manga Roja visitó nuestro campamento y se condujo, junto con sus acompañantes, de manera respetuosa’. Más abajo puso otro viajero: ‘No se fíen de este tipo, es un indio artero’. Cuando un indio, con la gravedad de la que so lo él es capaz de presentar, pone en manos de usted un carnet como ese, debe uno controlar, como hace él, los movimientos de los músculos de la cara para no traicionarse, pues una indiscreción podría tener desagradables consecuencias.

… En nuestro campamento de La Joyita vi por primera vez cara a cara a los temidos apaches. Mientras almorzábamos llegaron dos indios a caballo; se apearon, estrecharon las manos y con toda naturalidad comenzaron a compartir nuestra comida. Vestían ropa de gamuza y traían buenos fusiles, que pusieron a un lado. Nos dijeron que pertenecían a la tribu de los mescaleros, y uno de ellos se las echaba de jefe de tribu, pero sus rudos modales lo traicionaban. Los jefes indios, por lo general, son ceremoniosos y de porte distinguido. La fisonomía de esos dos hombres, a quienes al poco rato se les juntó una mujer, era muy semejante a la de los chinos, sobre todo por la nariz chata; sin embargo, también se ve entre ellos gran variedad de fisonomías, y vi después tipos bien perfilados y señoriales. Debido a que tienen hijos con mujeres mexicanas robadas, y a que la tribu suele adoptar a los niños prisioneros, se hace cada vez más difícil determinar la configuración facial y el color de la piel originales…

… Quise aprovechar esta oportunidad para colectar unas pocas palabras de la lengua de los apaches, pero me fue muy difícil lograr mi propósito. Mis preguntas les disgustaron al principio, y no me contestaron. Luego me valí de una artimaña que me dio resultado. Les dije que yo sabía hablar, esa lengua, y pronuncié unas palabras del comanche que yo conocía. El odio que los apaches sienten por los comanches llegó a tal punto que, para probarme la superioridad de su lengua, me enseñaron algunas palabras…

… Por esta gente supe que no todas las tribus apaches hablan la misma lengua. La de los apaches de la Mina del Cobre y la de los del Gila, por ejemplo, distan mucho de ser como la de ellos, y no la entienden. Nuestros huéspedes se fueron al anochecer. Esa noche dormí en las rondas de nuestro campamento, situado en una sabana cercana al pueblo; junto a mí se acostó el cocinero. De pronto nos despertaron el trote de unos caballos y los ladridos de nuestro perro. A cinco pasos de nosotros vimos a dos indios montados. En un segundo encañoné con mi escopeta a uno, y el cocinero, tomando uno de mis revólveres, apuntó al otro, mientras el perro se colgaba del pescuezo de una de las bestias. ‘¡No tire, compadre!’, exclamó uno de los indios. ‘¿No conoce a sus amigos, los apaches, que vuelven a tomarse una taza de café con usted?’. Les dijimos que no recibíamos visitas de noche, que se largaran; pero que si querían, podían volver en la mañana a desayunarse con nosotros. Se fueron refunfuñando, y, cuando se habían alejado un poco, uno de ellos se volvió y me dijo: ‘¡Oiga, amigo!, los apaches somos buenos, nosotros somos amigos suyos, pero los de allá son bandidos!’, calificando así a los de La Joyita. En la mañana los esperamos en vano; y más tarde los vimos rondar con ocho o diez más en una loma vecina. No queda duda de que su visita nocturna tuvo por objeto pulsar nuestra vigilancia, y solo gracias a que el resto de nuestros hombres se encontraba cuidando las mulas a media milla de allí fue que no ocurrió nada desagradable…

… Jesús Domínguez me acompañó en varias excursiones, y tenía fama de osado y muy valiente; de él hablaré cuando relate mi viaje a Sierra Madre. Cuando lo conocí supe que había sido herido varias veces, y para entonces se curaba de un flechazo cerca de la columna vertebral. Cierta vez, yendo en misión de recuperar algunos caballos valiosos de su patrón que los apaches habían robado, junto con otros siguió a los ladrones hasta cerca de su toldería en las sierras. Al anochecer llegaron a la vista de ellos. Domínguez, que de muchacho había sido prisionero de los apaches, se quitó la ropa que llevaba y adoptó la facha de guerrero comanche. Por un atajo se llegó sigilosamente casi junto a los apaches, y mientras sus compañeros se acercaban a caballo, él irrumpió de pronto detrás de una peña lanzando el grito de guerra de los comanches; tiró a dos apaches y de tal modo los aterrorizó que, en el tumulto, no solo recobró los caballos robados, sino que también se llevó otros…

… El jefe comanche ‘Bajo el Sol’. Se había elevado sobre el nivel de los demás de su tribu, y, de haber vivido, hubiera sido su reformador. Tenía él como cosa sagrada el cumplimiento de su palabra empeñada con el gobierno de Chihuahua, que era de luchar contra los apaches en donde quiera que los encontrara. En una expedición que en compañía de algunos jóvenes guerreros de su tribu emprendió con el fin de averiguar dónde se encontraba el enemigo, dio de improviso con una toldería de apaches, de la tribu de los espejos. Como no habían sido vistos, los compañeros del joven le aconsejaron que era mejor retirarse; pero él desechó la idea. ‘He dado mi palabra de destruir a los apaches’, dijo, ‘y Bajo el Sol la cumplirá’. Y acto seguido lanzó el grito de guerra de su tribu; seis de sus compañeros le siguieron, y como fieras irrumpieron en la toldería enemiga, arrasando con todo a su paso, y sembrando la muerte y el terror por todas partes, hasta que él y todos sus hombres cayeron en la lucha. Estas cosas se saben en México porque las cuentan los cautivos que logran escapar; y los mismos mexicanos, conscientes de la sangre india que corre por sus venas, divulgan con orgullo esas hazañas; esto a mí me consta. Muerto ‘Bajo el Sol’, su hermano, que le sucedió en la jefatura de la tribu, se sintió obligado a continuar la guerra contra los apaches. Durante mi permanencia en Chihuahua atacó una de sus rancherías y volvió con 37 cabelleras enemigas. Después, en mi viaje de Chihuahua a Texas, pasé por el Presidio del Norte [en el Río Grande, más allá de El Paso]; de donde poco antes los espejo-apaches se habían llevado a varias muchachas. Los norteños pidieron ayuda a los comanches, y con ellos salieron en campaña a Sierra Rica, en donde vivían los espejos; y como nosotros habíamos acampado cerca del Presidio, nos despertamos en la noche al oír las risotadas y las canciones de una caballería que pasaba en frente. Eran los norteños y comanches de la expedición. Supe después que lograron echar a la tribu apache de Sierra Rica a territorio texano. En otro viaje que hice de Texas a California, en la base del este de las montañas de Limpia, me encontré con el resto de esa tribu, la cual, habiéndose aliado con otra de los apaches mescaleros, fueron por mucho tiempo el terror de otra zona del Estado de Chihuahua. Los mismos hicieron amagos de atacar nuestra caravana…

… Durante mi estadía en Chihuahua, los mescaleros, viéndose en apuros por los ataques de los comanches, enviaron delegados para concertar la paz. En tales ocasiones, los comisionados viajan con salvoconducto. Se me dijo que los delegados mescaleros fueron asesinados en su viaje de regreso por orden del gobierno, pero yo no me atrevo a avalar el cuento. Sin embargo, alevosías de esa especie fueron cometidas en los tiempos de aquel Glanton…

… Salimos de la Villa de Chihuahua el 3 de febrero por la tarde, y tomamos el camino de Santa Isabel, pequeña ciudad o pueblo situado unas 48’2 km al sur de la capital. En las afueras de la ciudad se toma un camino que va sobre terreno de pórfido y fragmentos basálticos, luego sobre profundas torrenteras, que, aunque secas entonces, en la estación lluviosa acarrean correntadas. Aun aquí el viajero debe precaverse, pues muchos pobres leñadores desarmados han sido tirados allí por indios ocultos mientras seguían inocentemente detrás de su mula cargada. Esa tarde no hicimos más que 19’3 km, y vivaqueamos cerca de las casas de Rancho del Fresno. Pronto se hizo una fogata en la que Domínguez cocinó la comida, y a cuyo alrededor se sentaron otros viajeros. Pasamos la velada en alegre conversación, cuyo tema principal fue el peligro del camino. Un hombre que del río Conchos venía a la ciudad con una pequeña partida de ganado, trajo ‘novedades’ [desgracias] acontecidas al sur del Estado. Varios hombres de Chihuahua que iban en viaje a Durango, habían sido emboscados por una banda de comanches; algunos perdieron la vida y también unos 3.000 dólares en mercancías. Un viejo de Villa de la Concepción, hacia donde íbamos, dijo que los apaches habían cometido últimamente numerosas fechorías en esa localidad, y nos enseñó las cicatrices de heridas de balas y de flechas recibidas en varios encuentros con ellos. Yo era allí el único que ni directa ni indirectamente había sido víctima de los pieles rojas…

… A la mañana siguiente debíamos pasar la Caña del Fresno, uno de los lugares de más reconocido peligro del Estado de Chihuahua. Es un desfiladero de unos 6’4 km de largo; queda entre bosques de robles achaparrados y asciende gradualmente hasta la meseta. En este paso han aprovechado tanto los apaches las ventajas del terreno que, sin exageración, en su longitud de 6’4 km no hay un solo trecho de cien pasos en donde no haya corrido sangre de algún desdichado viandante. Un gobernador de Chihuahua que pasó un día por allí encontró tan lleno de cruces el camino que parecía un cementerio, por lo que ordenó quitarlas todas y quemarlas, pues que al verlas, dijo, los hombres se acobardaban. Más, con todo yeso, son tantas ahora las nuevas cruces que se han puesto, que los viajeros se acostumbran a la idea de la muerte. Fue suerte que nosotros llegáramos hasta arriba sin ‘novedad’. Allí pastaban numerosos hatos de ganado, y pudimos ver las hermosas casas de la Hacienda Los Charcos. Esta bella y valiosa propiedad pertenece a don Estanislao Porras. En esos días estaba él construyendo un sólido edificio en el extremo superior de la cañada, en el cual pudieran estar los viajeros a salvo de los indios. El edificio se hallaba casi terminado. Pero cuatro semanas después, estando ya nosotros de vuelta en Chihuahua, los apaches se apoderaron de él de noche, y al amanecer atacaron a una caravana que pasaba por allí, matando a 12 o 15 personas. En la sabana de arriba vimos otra prueba del espíritu emprendedor de don Estanislao. Se trataba de un canal que había cortado, bajando de las montañas con rumbo al noreste, hasta llegar al camino, que es una distancia de por lo menos 12’8 o 16 km, con el propósito de regar la tierra comprendida en ese espacio, que es toda suya. Pero los apaches se sirven del canal como de camino cubierto por el cual llegan sin ser vistos a orillas del camino real, y, agazapados en acecho, tiran a los viajeros cuando no son numerosos…

… Los prados de los alrededores de la ciudad se engalanan de flores silvestres, Santa Isabel debe ser un paraíso. Altos cerros de extravagantes perfiles circundan el valle. Varios de ellos situados al norte fueron refugio de una tribu de apaches. Cuando estos salvajes tenían allí sus danzas nocturnas, en la ciudad se oía el taran tantán de sus tambores; de ahí su nombre: Sierra del Tambor…

… Hace algunos años un jefe apache, educado cristianamente en casa de un cura del Estado de Sonora, se convirtió en el terror de estos lados. Se aprovechó de que sabía leer y escribir, tal como en su situación lo hubiera hecho un salteador de caminos civilizado. Interceptaba el correo de las minas para saber cuándo y por dónde enviarían las cargas de plata y mercaderías, y planeaba con éxito el asalto. Pero al fin cayó con su banda en una emboscada que le pusieron las tropas mexicanas, y todos fueron exterminados. Este indio vivía con una muchacha mexicana a quien había robado de casa de sus padres. En el encuentro de la emboscada ella peleó contra las tropas a la par de los hombres, y unos soldados que la reconocieron le gritaron que si se rendía le perdonarían la vida. La muchacha desestimó la propuesta y cayó junto con los demás, habiendo antes matado a flechazos a varios soldados. En un viaje posterior que hice a través del continente supe de un caso similar que me contó un vecino de La Mesilla [Doña Ana County, New Mexico] respecto de una sobrina suya que había sido raptada por los apaches, y que entonces vivía por su gusto con ellos. El tío la encontró un día en Santa Bárbara con el jefe de la tribu apache ‘mina de cobre’ – en paz en aquel momento con los estadounidenses – y le dijo el apache que él no se oponía a que la muchacha, si quería, volviera a casa de sus padres; pero ella rechazó indignada el ofrecimiento, y cuando su tío trató de convencerla, ella se negó a hablarle. ‘¡Y era muchacha cristiana!’, advirtió, y acto seguido explicó despectivamente: ‘¡Pero aindiada, apachada!…’.

… El desfiladero del Puerto de las Casas Coloradas tiene reputación casi igualmente mala. En varios lugares encontramos restos de vagones saqueados y destruidos por los apaches…

… Seguimos adelante sin parar, y pasamos la noche en Mátachic. Dos días antes, los apaches habían robado aquí 150 reses, y casi toda la población masculina del pueblo, junto con la de Tejológachic, Santo Tomás, Temosáchic y Yepómera, andaban persiguiéndolos. Entre Mátachic y Temosáchic paramos en un rancho perteneciente a un amigo de don Guillermo. Encontramos a don Blas en estado lastimoso. La semana anterior, un apache de un lanzazo le había pasado el cuerpo de claro en claro; me pareció que recuperaría…

… El pueblo de Yepómera, situado pocos kilómetros al norte, es el último de esta región del Estado de Chihuahua. Región despoblada, con casas en ruinas destruidas por los apaches, con ganado cimarrón, resto de grandes rebaños, que se extiende hacia Corralitos, Casas Grandes y Janos, lo más extremo del Estado, hacia donde desde aquí lleva un camino muy solo…

… La primera noche acampamos cerca de las casas del Rancho de El Sauce, pertenecientes a la Hacienda de Encinillas. En la mañana de ese día los apaches habían asesinado a un hombre allí. Seis mil ovejas estaban siendo apacentadas allí mismo, protegidas por dos piezas de artillería que, una a cada lado del rebaño, las llevaban de arriba para abajo de la pradera. Sin embargo, pocas semanas después que regresaba yo de El Paso, vi cubiertos de ovejas muertas y moribundas los alrededores de las casas. No quedaba una sola de las ovejas, y los cañones yacían abandonados. Las mujeres salieron a recibirnos anegadas en lágrimas y lamentándose. Una banda de apaches había atacado el rebaño, asesinando a los pastores, haciendo huir a los artilleros, llevándose gran parte de las ovejas a la montaña, y por puro gusto habían flechado a unas 100, gusto que estos salvajes nunca dejan de darse en tales ocasiones. Pocos días después, estos mismos fueron sorprendidos a su vez por los habitantes del pueblo de San Andrés, quienes recuperaron las ovejas, y de vuelta a Chihuahua llevaron en triunfo 16 o 18 cabelleras de los apaches. En mayo hice un viaje de Chihuahua al Presidio del Norte. Al segundo día llegamos a la Hacienda de Bachimba, en donde encontramos a sus moradores sumamente atemorizados. Los apaches acababan de matar, en el camino muy cerca de allí, a un grupo de hombres, mujeres y niños – 14 en total – que regresaban de los baños termales de Julimas. Cuatro cadáveres de mujeres fueron hallados traspasados a lanzadas, sin ropas, y sus cabelleras anudadas; los niños habían sido estrellados contra las rocas; los hombres muertos a flechazos, probablemente antes de que advirtieran el peligro. Esto fue venganza de los pieles rojas por la derrota sufrida a manos de los hombres de San Andrés, y como secuela de su sangriento ataque al Rancho del Sauce…

… Los norteños, como se les llama en México a los moradores del Presidio del Norte [Ciudad Juárez, Chihuahua] son los aliados, espías, suministradores de pólvora, y receptores y compradores de todo lo que se roban los comanches texanos. Tal vez la necesidad les obligue a hacer esto porque, por lo aislados y expuestos que están a los peligros, a duras penas podrían pasarla de otra manera entre los comanches y los apaches. Su alianza con los comanches conviene a sus paisanos mexicanos, pues gracias a ella, ayudan a exterminar a los apaches. Ya he dicho algo acerca de ataques efectuados contra estos por fuerzas combinadas de norteños y comanches.

Vuelvo ahora a nuestra entrada a la Sierra Limpia [Davis Mountains, Jeff Davis County, Texas], después de la tormenta de nieve. El primer aguadero que debíamos encontrar, un pequeño manantial entre rocas del lado norte, al que indistintamente dan los mexicanos los nombres de Agua Escondida y Los Barriles, lo teníamos todavía a 3’2 km, y los animales no habían bebido agua desde hacía dos días. De repente tuvimos que parar ante la presencia de una banda de 80 o 100 apaches, todos bien armados. Venían exactamente adelante de nosotros, y clavaron una lanza en el camino, como señal de que debíamos parar. Hasta ese momento no habíamos tenido que luchar más que contra los elementos de la naturaleza, pero ahora parecía que tendríamos que abrirnos paso por la fuerza de las armas. El encuentro, naturalmente, nos alarmó. Tan pronto como la avanzada de nuestra caravana vio bajar a los apaches en fila por una cuesta con un pendón que traía el de adelante, los primeros vagones comenzaron a formar el corral mientras el grito de ‘¡los indios, los indios!’ recorría la caravana de punta a punta. Yo venía de último y a pie para hacer ejercicio y había dejado mis armas en el vagón. Bestias y vagones corrieron en barajustada a formar el corral, dejándome solo atrás, mientras los indios comenzaron a desplegarse en alas, por la derecha y la izquierda, envolviéndonos en círculo. Esforzándome para no quedar aislado, logré llegar a donde se estaba formando el corral.

Las cosas, sin embargo, tomaron un cariz más pacífico de lo que al principio esperábamos. Habíamos hecho nuestra maniobra rápidamente y en orden perfecto; y aun cuando algunos mexicanos se habían acobardado embadurnándose la cara de harina, probablemente para que los indios los tomaran por blancos, sumábamos unos treinta buenos tiradores atrincherados detrás de los vagones; así que los pieles rojas, si nos hubieran atacado, habrían salido trasquilados. Tal vez esto lo vieron antes y solo trataron de amedrentarnos para que les regaláramos algo.

La banda apache tenía dos jefes, los hermanos Marcos y Soldadito, ambos muy conocidos. Pertenecían a la familia de los mescaleros, y habitaron antes las riberas del Río Grande, cerca del Presidio del Norte, donde, por largo tiempo, habían sido el terror de los alrededores, hasta que fueron echados de allí y empujados a las soledades de Texas por los norteños y sus aliados los comanches. Supe después que los restos de la banda del renombrado Espejo se habían juntado a estos que ahora teníamos en frente en son de guerra, y que eran los mismos que nueve meses antes habían sido vencidos por las fuerzas norteñas en combinación con los comanches.

Tan pronto como me desocupé, me fui al grupo en que los dos jefes hablaban con mis compañeros. Allí vi la lanza que habían clavado para detenernos; la rubia cabellera de una mujer asesinada flameaba al viento. La punta era una vieja hoja de espada con esta inscripción:Por el Rey Carlos III’. Un prisionero mexicano era el intérprete de la conferencia, y oí que Marcos se dirigía a don Guillermo llamándole ‘capitán’. ‘Usted es rico’, le decía el apache; ‘sus vagones suenan como truenos en la pradera. Los hemos venido espiando. Ustedes se sientan alrededor de sus fogatas y fuman bastante tabaco. Nosotros, en cambio, somos pobres y pacíficos. Somos sus amigos’. Un generoso obsequio de tabaco selló los términos de paz y amistad. Soldadito se esforzaba en querer hacerme entender que no debíamos temer nada de ellos. Sobre su mano abierta apoyaba la cabeza con los ojos cerrados y repetía: ‘¡Seguro!’, queriéndome decir que podíamos dormir tranquilos. ‘¿No cree usted’, me decía por medio del intérprete, ‘que pudimos haberlos saqueado y matado a muchos de ustedes? Por muchos días no les hemos quitado los ojos. Pero nosotros no les tenemos mala voluntad; ahora pueden viajar sin temor; no nos volverán a ver’. Al principio toda la banda – cuyo número había aumentado con la presencia de muchas mujeres y niños, y todos tan bien armados como los hombres – quería acompañamos hasta el aguadero; pero, al rehusarles su ofrecimiento, los jefes acataron nuestra voluntad. Uno de ellos dijo algo a la gente, e inmediatamente se dispersaron por todos lados, uno a uno o en parejas. Y no volvimos a verlos. Antes de nuestro encuentro, y también después, mataron y robaron a otros, pero de nosotros no se llevaron ni una mula…

… Visto desde esta altura, el valle de La Mesilla, con su verde hondonada, el río apareciendo y desapareciendo entre el ramaje de los álamos, y por el lado de allá la Sierra de los Órganos, ofrece un panorama de imponente grandeza […] Estando allí se nos agregó Mr. W., un norteamericano de Virginia. […] Mr. W., quien había vivido en Santa Bárbara, hizo amistad allí con la tribu de los apaches llamados mina de cobre [chihennes o mimbreños], que por entonces estaban en paz con los estadounidenses, y se le veía con frecuencia en sus establecimientos. Nos trajo la desagradable noticia de que últimamente se habían agriado las relaciones entre ellos y los blancos. Un hijo del jefe, llamado Ponce, cogió las viruelas, y el comandante del fuerte más cercano – era el decir común – no permitió que el médico del ejército fuese a verlo, y murió. El viejo jefe salió del lugar con su tribu diciendo que en el futuro los viajeros no lo encontrarían tan amigable como antes; y así fue, pues pocos días después nos convencimos de que había hablado en serio. Entre nuestro grupo iban varios estadounidenses con sus esposas mexicanas, los que tenían la costumbre de adelantarse a nosotros en el camino, unos en coche y otros a caballo. Estando a pocas millas de la fuente de Cook, vimos venir por el camino adelante a toda carrera a un jinete que resultó ser el criado mexicano de aquellos, diciendo que sus amos habían sido sorprendidos en el aguadero por una banda de apaches y que los habían matado. Con los señores W. y C. corrí a toda rienda hacia el lugar mencionado; pero antes de llegar vimos venir a las supuestas víctimas; un accidente curioso les había salvado la vida. Uno de los viajeros llevaba la cara horriblemente desfigurada por las viruelas. Cuando los indios rodearon el coche y miraron adentro en busca de botín, vieron al enfermo, y fue tal su terror que huyeron espantados. Su jefe era el renegado Delgadito, de pésima reputación, que de no haber sido por aquello, los viajeros la hubieran pasado muy mal.

En esa oportunidad me contaron varias anécdotas características del viejo Ponce. Había hecho prisionero a un hombre de La Mesilla, y ya los pieles rojas tenían todo listo para quemarlo vivo; pero para gozar más de la terrible escena, se emborracharon. Entonces, ya entrada la noche, una de las esposas del jefe se acercó al prisionero que estaba atado a un poste, y con un cuchillo cortó las ligaduras que lo ataban, dejándolo en libertad para que huyera. Ponce prefiere el aguardiente a cualquier otra cosa. Cuando su hijo murió de las viruelas, vendió su mejor mula para comprarse una garrafa de aquello. Se sentía tan apesadumbrado que solo el licor podía hacerlo olvidar. Tomando la garrafa en sus manos la llevó a su hijo menor diciendo: ‘Le duele tanto la muerte de su hermano al muchacho que voy a contentarlo’. […] Al otro lado de Ojo de Vaca, por donde el camino pasa sobre las primeras estribaciones de una serranía, que dejamos al norte, y a cuyo más alto pico los estadounidenses llaman Ben Moore, dícese que hay un manantial que brota del agujero de una roca, y que tiene por nombre Ojo de Inés, el cual se deriva de un episodio romántico acerca de una muchacha mexicana llamada Inés que habiendo sido raptada por los apaches fue rescatada por un oficial norteamericano [John Carey Cremony]

… Cruzando el valle íbamos cuando vimos venir a paso lento, y como a 1’6 km sobre una loma, a dos indios. A unos 800 metros de nosotros alzaron una bandera; nosotros hicimos lo mismo. Se acercaron. Uno de los nuestros se adelantó a saludarlos, y comenzaron a platicar. Al poco rato ya sumaban ellos 20 o 30. Eran apaches, con fisonomía distinta de la de otros de su misma tribu que yo había visto antes, en tanto que al mismo tiempo tenían señaladas características, y una gran uniformidad del tipo nacional indígena. No se veían en ellos los rasgos chatos del mestizaje comunes a los apaches y a los lipanes de Texas. Su contorno facial era más bien griego: las cejas, la nariz, los ojos y la boca bien trazados, y lo indio solo se les notaba en los pómulos pronunciados y la siniestra expresión de sus facciones. Llevaban sombrero de cuero y un trapo colorado, en forma de casco, adornado de plumas y, como diadema, un trapo amarillo recortado en piquitos. El plumaje que de la cabeza les bajaba por la espalda consistía de plumas de la cola de los pavos silvestres, y a su lado llevaban colgados pellejos con sus plumas de diversos pajaritos. Un barbiquejo de cuero sostenía el plumaje que baja por detrás, y su conjunto les daba, a hombres y muchachos, aire verdaderamente bélico. Por dibujos que he visto, esta vestimenta es la misma de los navajos, de Nuevo México.

Estos apaches traían algunos muchachos mexicanos robados, y nos ofrecieron vender a uno. De buena gana hubiéramos comprado su libertad, pero no pudimos convenir en el trueque, pues querían pólvora y plomo, lo cual después bien podrían utilizar contra nosotros mismos. Para negarnos, sin tener que ofenderlos, le dije al jefe que no teníamos suficiente de eso. Pero Mr. Kaufmann me interrumpió exclamando airadamente: ‘¡Sí, tenemos pólvora y plomo de sobra, pero para tirarle a los apaches!’. Ante esa actitud, el jefe, sin darse por aludido, dijo que retendría al prisionero en espera de una venta ventajosa; pero, apenas volvió al lado de su gente, la tropa entera salió de prisa. Supimos después que este hombre se llamaba Miguel [Pindah-Kiss], y que tenía fama de ser uno de los apaches más temibles.

Iba entre ellos un viejo que hablaba español bastante bien y tenía aire señorial. Hablando con él le di a entender que no confiábamos en sus manifestaciones de amistad. Él, entonces, levantando sus manos y clavando los ojos en el sol, se expresó así: ‘¿No cree usted que Dios, este sol ve todo lo que hacemos, y que nos castiga cuando hacemos maldades?’. Su gesto era en verdad impresionante, pero nunca hubiera confiado mi vida a la verborrea de su santurronería. Esa partida de indios era conocida en los pueblos de Sonora con el nombre de vizcaínos, que es el gentilicio de los nativos de Chihuahua, pues ese Estado se llamaba antes Nueva Vizcaya. […] Estas tierras estaban tan en orden y tan limpias que parecían haber estado en constante cultivo por más de 100 años. Pero un amontonamiento de restos de vagones incendiados nos recordaba que todavía estábamos en tierra de salvajes, en la que los apaches merodeaban impunes. […] En este valle solo falta seguridad para que venga a él gente progresista. El temor a los apaches impide que los pobladores tímidos de por aquí disfruten de los dones de la naturaleza…

… Cuando pasábamos por la Hacienda La Calabaza, el primer lugar habitado más allá de Santa Cruz, un criado me invitó a visitar la casa. Al patio salieron a recibirnos dos alemanes que la ocupaban con numerosos criados mexicanos, indios pimas y apaches ‘domados’. […] Mis dos paisanos me dijeron que a poco de haberse instalado en la hacienda, fueron atacados por una banda de apaches. Los indios, que en su ranchería estaban proyectando su expedición predatoria, fueron tan imprudentes que se fiaron de un prisionero mexicano revelándose el plan, y este, tan pronto como la banda salió a ejecutarlo, corrió a Tucson. El comandante de la guarnición mexicana en ese lugar, al enterarse del caso, ordenó a sus hombres montar en el acto y salir en auxilio de la hacienda amenazada. Y justamente cuando los apaches bajaban por una loma de al lado, las tropas mexicanas aparecían por el otro. En el choque de ambas fuerzas -según supe después- Mr. H. mató a tres indios, y los asaltantes quedaron tan escarmentados que no volvieron a aparecerse por allí…

… Un tal Mr. M., de Texas, a quien últimamente había visto en El Paso, se encontraba asimismo en San Xavier del Bac con una partida de ganado. Este hombre corrió una aventura extraordinaria en su viaje a California. Parece que su socio llevaba en mente deshacerse de él en el camino a fin de apoderarse del ganado. Para ejecutar su plan encabezó un motín entre sus mismos arrieros. Estos se negaron rotundamente a obedecer a Mr. M., lo que le puso en desesperada situación, cuando en eso llegaron los apaches y asesinaron a los dos líderes del motín. Esta casualidad hizo creer a los demás que la Divina Providencia había intervenido, gracias a lo cual todos volvieron a someterse a la obediencia. Sin embargo, este suceso ocasionó a Mr. M. la pérdida de parte de su ganado, otra parte murió de sed en el camino y el resto se lo robaron los indios; de modo que llegó a California con una mano atrás y otra adelante…

… No muy allá de San Xavier, sobre una altura del valle, junto al río y circundado de mezquites, descansa el pueblito de Tubac, cuyos habitantes son mayormente indígenas, entre los cuales hay muchos apaches ‘domados’. […] Para completar el cuadro de esta tribu de indios pimas, debo decir que a sus afables y pacíficas cualidades juntan un ánimo resuelto, y de tal manera así que hasta a los salvajes apaches les imponen respeto.

Fröbel relató el consejo que le dio el coronel Emilio Langberg, de origen danés, pero educado en Alemania e Inspector interino de las colonias militares de Chihuahua, … no salga del camino, ni siquiera 20 pasos. Aun cuando acampamos en las afueras de Fort Franklin [El Paso County, Texas], se juzgó necesario llevar por la noche las mulas al patio del abandonado fuerte y vigilarlas, por estos temidos pieles rojas, principalmente apaches que habitan en las zonas montañosas de Nuevo México, Chihuahua y el oeste de Texas….

También Langberg le informó del tratado firmado entre las autoridades del estado de Chihuahua y los comanches, contra los apaches; así como datos de una ranchería apache.

Respecto a la colonia militar de Guadalupe, Fröbel dice que los alcanzó un escuadrón de la caballería mexicana. Le informaron que Langberg había enviado tropas a esa colonia para sofocar una sublevación, a causa del hambre que estaban pasando, echando al comandante y apoderándose de algunas reses y exigiendo su sueldo atrasado. […] la noche anterior antes de nuestra llegada, los apaches se habían llevado 30 reses de los alrededores. Un respetable lugareño me comentó que los soldados se están muriendo de hambre y no tienen caballos ni ropa, y así, ¿cómo van a protegernos de los indios? Los mismos soldados les temen tanto como los guadalupanos, y estos temen tanto a los soldados como a los indios

Fröbel continuó: … El 17 de noviembre por la mañana llegamos a Carrizal, hoy en ruinas, pero antaño un importante pueblo, cuando fue un puesto militar establecido allí para proteger a la población de los ataques de los apaches. Estos enemigos de la civilización tienen una ranchería en uno de los cerros vecinos. Desde las casas del pueblo me señalaron sus fragosidades, y esos bandidos pueden siempre, desde sus atalayas rocosas, espiar el ganado que en cualquier momento puede pasar a sus manos. Los habitantes de Carrizal, al igual que todas las localidades del norte de México, viven como alertas pastores contra los apaches, y por eso es que todos los hombres andan armados. Semejante modo de vivir ha hecho de los carrizaleños, gente indómita y brutal, así que es mejor que los viajeros se anden con cuidado allí….

… Fröbel mencionó a Estanislao Porras, ganadero chihuahuense, de la hacienda de Agua Nueva: una de las pocas grandes ganaderías del norte de México, en donde se crían rebaños al estilo y magnitud del antiguo norte de México. Mencionó, que protege su ganado de las correrías de los pieles rojas manteniendo un numeroso grupo de hombres armados, aun cuando dos de sus hijos y varios criados han sido asesinados por los apaches…).

* El 13 de mayo de 1852, el periódico “El Constitucional” de Nuevo León (México) publica una lista de antiguos cautivos de los apaches lipanes:

1. Mariano Ramos, de 19 años, hijo de Nicolás Talavera y Micaela Ramos. Capturado en el Rancho de San Jerónimo (Chihuahua), permaneciendo cautivo durante 5 años.

2. Atanasio Flores, de 12 años, hijo de Juan Flores e Irinea. Capturado en el Rancho de Casa Blanca (Tamaulipas), permaneciendo cautivo 3 años.

3. José María Treviño, de 8 años, no recordando el nombre de sus padres. Capturado en Guerrero (Tamaulipas), permaneciendo cautivo 3 años.

4. Pedro Rodríguez, de 11 años, no recordando el nombre de sus padres. Capturado en la Hacienda de la Enramada (Chihuahua), permaneciendo cautivo 6 años.

5. Valentín Sánchez, de 7 años, hijo de Hermenegildo Sánchez y Margarita. Capturado en el Rancho de las Cuevas (Zacatecas), permaneciendo cautivo 3 años.

* El 17 de junio de 1852, un grupo de 300 apaches ataca la Colonia Militar de Tucson (Pima County, Arizona), siendo comandante del puesto, el capitán Agustín Romanos. (Los alféreces Miguel Romanos y Manuel Romero, y el juez de paz, Ygnacio Saenz participaron en el contraataque contra los apaches).

* El 30 de junio de 1852, un grupo de indios Pueblo llega a Santa Fe (Santa Fe County, New Mexico) para informar al Superintendente de Asuntos Indios en New Mexico, John Griener, de que varias bandas bedonkohes y chihennes, querían ir al Ácoma Pueblo (Cibola County, New Mexico), el 11 de julio, para firmar un tratado de paz. (Esta noticia alegró a Griener, por la posibilidad de que viniera el mismo Mangas Coloradas. El coronel Edwin Vose Sumner, comandante del 9º Departamento Militar, a cargo de la Oficina Ejecutiva de New Mexico, estaba organizando una ofensiva contra los chiricahuas cuando llegó la noticia. 

Charles Overman, Agente Especial para los Indios, estaba por entonces en Santa Fe preparándose para ir a Santa Rita del Cobre y traer a tres líderes chiricahuas. Overman pospuso su viaje cuando los indios Pueblo llevaron el mensaje de Mangas Coloradas.

Después de firmar un tratado con los apaches mescaleros el 1 de julio, Greiner preparó su viaje al Ácoma para reunirse con los chiricahuas. El 3 de julio, Greiner pidió al coronel Sumner una escolta para el viaje al Ácoma, donde un gran grupo de chiricahuas estaba esperándole. Sumner dijo: Yo mismo voy a ir al Ácoma para reunirme con los apaches del Gila…. Llegaron el 11 de julio.

Una gran banda de chiricahuas estaba en las cercanías, pero temían entrar en la población porque el Ácoma estaba construido sobre una gran meseta de 105 a 120 metros de altura sobre la llanura, con solo una vía de entrada y salida. ¿Por qué Mangas Coloradas eligió el Ácoma, situado al norte de su territorio? Quizás por su alianza con los navajos, y porque había comerciado allí en el pasado. De paso, visitó a sus parientes y amigos que estaban con los navajos, comerciando con ellos. Por ese tiempo, o poco antes, Mangas Coloradas y los líderes navajos habían establecido un límite que separaba el territorio apache del navajo. Años más tarde, George Martine, hijo del explorador chiricahua Martine [el nednai que actuó como emisario del teniente Gatewood para encontrar a Gerónimo y Naiche en agosto de 1886], dijo a los estadounidenses que las dos tribus habíann establecido su línea limítrofe en Gallup [McKinley County, New Mexico], en el noroeste de New Mexico, pero esta afirmación parece errónea, estableciéndose ese límite por la línea que iba desde la frontera oriental de Arizona hasta Quemado y Datil [Catron County, New Mexico], y Magdalena y Socorro [Socorro County, New Mexico], sobre el  Río Grande.

Estando con los navajos, Mangas Coloradas les entregó, a cambio de un caballo, al cautivo de 13 años, Jesús Arvizu, capturado en Bacoachi [Sonora], el 21 de enero de 1851, el día siguiente del enfrentamiento en el Pozo Hediondo. El cambio dejó desolado a Arvizu, pero más tarde se acostumbró a la vida sedentaria de los navajos, llegando a ser un importante intérprete en los años venideros. Debido a los problemas que tuvo con John Russell Bartlett, el responsable de la Comisión Fronteriza, con sus cautivos mexicanos, quizás Mangas Coloradas pensó que sería mejor obtener un beneficio antes de que los estadounidenses pidieran liberar a los cautivos mexicanos como requisito para firmar un tratado. En cualquier caso, el líder chihenne estaba acampado cerca del Ácoma cuando llegó el contingente estadounidense.

Greiner se preocupó cuando se enteró de que los apaches tenían dudas de ir al Ácoma. Greiner dijo a Charles Overman que fuese a donde los navajos, con regalos por valor de 20 $, para que se los diesen a Mangas Coloradas, para convencerle de que viniese al consejo de paz, cosa que hizo poco después. Acompañado por Blanquito, Capitán Simón, Capitán Vuelta, Cuentas Azules, y Negrito, entró en la tienda del coronel Sumner diciendo: Usted es jefe de los hombres blancos. Yo soy jefe de los apaches. Ahora hablemos y hagamos un trato. A pesar de que tenía unos 60 años, Mangas Coloradas impresionó a John Greiner, describiéndole como un indio de magnífico aspecto… Él es el líder espiritual de su tribu. Mangas Coloradas, quien se jactó de que su voluntad y palabra son ley para mi gente, admitió que los suyos se habían cansado de la guerra y ahora querían la paz con los estadounidenses. Los mexicanos, sin embargo, era otra historia.

El tratado, que contenía 11 artículos, llamaba a los chihennes y bedonkohes a reconocer la jurisdicción de los Estados Unidos; a establecer relaciones amistosas entre ellos; a permitir el establecimiento de puestos militares y agencias en su territorio; a devolver los cautivos mexicanos que tuvieran y a no incursionar en México.

Por contra, los estadounidenses se comprometían a darles regalos y otros artículos, pero el pacto no indicaba un calendario regular para proporcionar esos artículos. Mangas Coloradas estuvo de acuerdo con todas las condiciones hasta que los estadounidenses hablaron de prohibir las incursiones en México. Al oírlo, la expresión del jefe chiricahua cambió. Él había venido al Ácoma a hacer la paz con los estadounidenses, no con los mexicanos. Greiner preguntó a Mangas Coloradas por qué odiaba tanto a los mexicanos, a lo que contestó: ¿Debemos permanecer de brazos cruzados mientras nuestras mujeres y niños son asesinados a sangre fría, como lo fueron hace poco en Sonora? [octubre de 1851] Esas personas invitaron a mi gente a una fiesta. Ellos demostraron en todo momento ser amistosos con nosotros. Esto nos dio seguridad cuando al final de la fiesta, trajeron [los mexicanos] un barril de aguardiente [whisky]. Mi gente bebió y se emborrachó, y luego los sonorenses reventaron la cabeza de 15 de ellos con estacas. ¿Debemos ser víctimas de tal traición y no vengarnos? ¿No debemos tener el privilegio de protegernos a nosotros mismos?.

Hace algún tiempo mi gente fue invitada a una fiesta donde había aguardiente o whisky; mi gente bebió y se emborrachó, quedándose dormidos, cuando un grupo de mexicanos vino y golpeó con garrotes sus cráneos [la matanza de James Johnson en 1837]

Otra vez, un comerciante vino de Chihuahua. Mientras estaba comerciando… un cañón oculto entre las mercancías abrió fuego contra nosotros, matando a un buen número de ellos… [masacre de Janos en 1851] ¿Cómo puedo hacer la paz con este tipo de gente?.

Sumner y Greiner le escucharon con atención. Greiner más tarde diría: Va a ser extremadamente difícil mantener a estos indios en paz con el pueblo de México

Desde la perspectiva de Mangas Coloradas, él no cedía ningún territorio a los estadounidenses, ya que no tenían ninguna razón para exigirlo. Si lo hubieran hecho, no lo habría consentido. A lo largo de su vida, Mangas Coloradas nunca estuvo de acuerdo con ningún tratado que perdiera sus derechos sobre su territorio.

Él era el único líder chiricahua que había firmado el tratado de Ácoma, puesto que ningún otro jefe había querido ir, aunque representaba a otros cinco, Ponce, Itán, Sargento, Doscientos y José Nuevo.

Al hacer este acuerdo y asegurar la paz, Mangas Coloradas podía concentrar sus esfuerzos en sus enemigos del sur, Sonora. Según la historia oral apache, Mangas Coloradas dijo a su gente: Les mostraremos [a los estadounidenses] la importancia de nuestra palabra. Si decimos que mantendremos la paz, lo haremos. Mantendremos nuestro acuerdo. Griener y el nuevo gobernador, William Carr Lane, mantuvieron el tratado que sería ratificado por el presidente Franklin Pierce el 25 de marzo de 1853.

Mientras Mangas Coloradas estaba en el Ácoma, muchos chihennes habían ido a Fort Webster [Grant County, New Mexico]. La primera semana de julio, un gran grupo acampó cerca del puesto, donde el subteniente Nathan George Evans les dio whisky, provocando algún problema. El 4 y el 5 de julio, el soldado Matson escribía en su diario que todos los indios estaban bebidos. Cuando un soldado borracho disparó a un apache, todos huyeron a las colinas, temiendo una traición.

Al día siguiente, convencieron a los apaches que volvieran, y una semana más tarde, llegó Ponce con la noticia de que Mangas Coloradas había hecho la paz con el coronel Sumner y se dirigía hacia Fort Webster para reunirse con los oficiales. Matson escribió: No creo que el viejo tramposo venga aquí. Pero el jefe chihenne le sacó de su error cuando llegó el 23 de julio, anunciando que había firmado la paz con el coronel Sumner. Según Matson, Mangas Coloradas iba vestido con el uniforme de un oficial mexicano de Artillería, probablemente perteneciente a un mexicano muerto en combate. Matson diría: Hay una recompensa de 10.000 $ por el viejo Mangas Coloradas ofrecida por el gobierno mexicano, vivo o muerto, pero esta cantidad no ha sido suficiente para asegurar su captura por ese gobierno. Mangas Coloradas habla bien español. Él profesa gran poder sobre la gente apache y tiene gran opinión de sí mismo. Llamó a uno de los suyos y nos lo mostró. Tenía la nariz y sus dos orejas cortadas, desfigurándole completamente. Mangas Coloradas dijo a nuestro oficial que le había hecho eso para deshonrarle para siempre porque no le había dado permiso para matar a un mexicano y quitarle su caballo y su rifle.

Estos comentarios contienen algunas medias verdades. Hubo rumores de que México ofrecía una recompensa de 5.000 pesos por la cabellera de Mangas Coloradas; y el dato de que había desfigurado a un miembro de su banda por matar a un mexicano, no casa con su personalidad. Los líderes apaches no practicaban la crueldad con su propia gente.

Mangas Coloradas llegó un poco más tarde que una partida de guerra chiricahua, mandada por Delgadito, Ponce, Cuchillo Negro y Láceris, que partieron a incursionar, probablemente, por Sonora, dejando a sus mujeres y niños acampados cerca del fuerte. Las tropas mexicanas habían matado, recientemente, a varios miembros del grupo de Poncito, preparándose los chiricahuas para vengar esas muertes. No se sabe mucho del incidente de Poncito, pero pudo haber ocurrido en las Sierras Pitáicachi el 19 de junio; o en la de Teras [las dos en el municipio de Agua Prieta, Sonora], el 9 de julio. Soldados de Bavispe combatieron a los apaches, sufriendo tres muertos y 12 heridos en un enfrentamiento mano a mano. Cuando llegaron refuerzos de Bacerac persiguieron a los apaches hasta la Sierra Pitáicachi donde, aparentemente, les sorprendieron matando a varios guerreros.

Un grupo de Huásabas atacó una ranchería en la Sierra de Teras, capturando bastante material y ganado. Pudo ser el mismo incidente, cuando el 7 de julio, un gran número de apaches atacaron a unas cuantas familias de indios pápagos en el pueblo de Guitica [?]. Ese mismo día, el diario “El Sonorense” informaba de la persecución que hizo la Guardia Móvil nacional de Moctezuma [Sonora] sobre una partida de apaches. No les alcanzaron, pero los apaches abandonaron 236 reses. Sea como fuere, varias mujeres del grupo de Poncito aparecieron en Fort Webster con su pelo cortado, una costumbre de las mujeres chiricahuas durante el periodo de luto.

El 3 de agosto, Mangas Coloradas pudo haberse reunido con su gente, ya que el diario del soldado Matson reflejó que dos guerreros navajos y varias mujeres habían venido al fuerte a buscar provisiones. Probablemente, habían venido al sur con Mangas Coloradas, quien estaba preparando su vuelta a su territorio, ahora que sus seguidores se habían dirigido al sur a encontrarse  con la partida de guerra que había salidos dos semanas antes.

El 12 de agosto, el Superintendente de Asuntos Indios de New Mexico, John Greiner llegó a Fort Webster para reunirse con otros jefes chiricahuas que no habían ido con Mangas Coloradas al Ácoma. Al no encontrar allí a  ningún jefe, envió a varios mensajeros para buscarlos. Tres días más tarde, llegaron Ponce e Itán, que justo venían de su incursión por México con unos 200 apaches, aceptando el mismo tratado que firmó Mangas Coloradas. También protestaron por el punto que indicaba que tenían que hacer la paz con México, aunque dijeron que lo aceptaban si el gobierno les protegía a ellos y a sus familias, una declaración difícil de creer. Finalmente, Greiner informó de una sorprendente declaración [si fuese cierta]: Los apaches podrían considerar vender parte de su territorio si tuvieran una compensación apropiada.

Mientras se firmaba este tratado, Mangas Coloradas estaba probablemente en México. Greiner llamaba a estos apaches genéricamente apaches del Gila bajo la jefatura de tres jefes, Mangas Coloradas, Ponce y Llatana [más conocido como Itán]. El territorio de Mangas Coloradas abarcaba desde el río Gila hasta el oeste de las Burro Mountains; el de Ponce, desde las Burro Mountains hasta el este del Río Grande y norte de Santa Bárbara; el de Itán abarcaba toda el área circundante a Santa Rita del Cobre. Greiner no mencionó a Delgadito porque no estuvo presente en la firma del tratado; ni a los nednais de Janos de los líderes Láceris y Eligio, que habían ido al territorio chihenne después de su derrota a manos de Eusebio Gil Samaniego, la anterior primavera).

* El 25 de agosto de 1852, el prefecto de Moctezuma (Sonora) informa de las incursiones de apaches en el pequeño pueblo de Granados. (Ese mismo día, la prefectura de Sahuaripa [Sonora] informó del paso de una partida apache rumbo al pueblo de Romualdo Amabisca [?] robando mulas y caballos. Alcanzados los apaches en Batemaneco [?], tuvieron un muerto y varios heridos, perdiendo el botín.

El 2 de septiembre, Fort Webster [que estaba en Santa Rita del Cobre] fue abandonado y trasladado 22’5 km más al este, en la orilla occidental del río Mimbres, a 1’6 km de la actual San Lorenzo [Grant County, New Mexico], teniendo el mismo nombre. Alrededor de una semana más tarde, un soldado mexicano llegó a la nueva ubicación informando que su destacamento, quizás operando desde el distrito de Galeana, había derrotado recientemente a una banda de apaches, probablemente una banda chihenne que regresaba de una incursión por México.

Mientras los soldados del comandante del puesto, Gouverneur Morris, construían los nuevos edificios, algunos apaches que los jefes no podían controlar, reanudaron los robos cerca de Fort Webster. En agosto se llevaron 30 mulas del juez Hopping cerca de La Mesilla [Doña Ana County, New Mexico], llevándoselas hacia la Laguna de Guzmán [municipio de Ahumada, Chihuahua]. El 17 de septiembre, otra banda robó 15 mulas y cinco o seis caballos del puesto. Como se supo después, dos de las mulas pertenecían al teniente Evans y al comandante Morris, quien recomendó que el Ejército descontara el dinero de los fondos asignados a los apaches por el tratado para compensar las pérdidas sufridas por los oficiales y ciudadanos.

Ponce llegó a Fort Webster, el 22 de septiembre, con la mayoría de las mulas y caballos robados cinco días antes, declarando que habían sido los navajos. Morris omitió en su informe que había dado a Ponce una recompensa por llevar los animales. El soldado Matson reflejó en su diario que Morris recompensó a Ponce y su grupo con whisky, haciéndoles gritar y manteniendo despierta a toda la guarnición durante toda la noche).

* El 17 de septiembre de 1852, una compañía de Texas Rangers al mando del capitán Owen Shaw ataca un campamento de apaches lipanes. (Los ciudadanos de Laredo [Webb County, Texas] solicitaron protección cuando un grupo de apaches lipanes cruzó el Río Grande y comenzó a incursionar a lo largo del río. Shaw encontró el rastro y lo siguió al norte del río Nueces, y luego río arriba. A unos 30 km al noroeste de Fort Ewell, sobre el San Roque Creek, y a unos 19 km al oeste de la actual Cotulla [La Salle County, Texas] encontró su  campamento. Los lipanes se acercaron a los texanos desde el arroyo, abriendo fuego con rifles, flechas y un seis tiros [revólver]. Desde unos 70 metros de distancia, Shaw y sus hombres respondieron con sus rifles, cargando después. Los lipanes se alejaron del arroyo, siendo alcanzados por los texanos a caballo, quienes mataron a nueve e hirieron a 11, logrando escapar solo uno. También capturaron 23 caballos y mulas, más sillas de montar, bridas, y armas. Los texanos no tuvieron bajas). 

* Durante el otoño de 1852, Mangas Coloradas está en las Burro Mountains (Grant County, New Mexico) y Mogollon Mountains (Catron & Grant Counties, New Mexico) recolectando piñones, bellotas y nueces, yendo también a Socorro y a Lemitar (Socorro County, New Mexico) para comerciar, diciendo a los ciudadanos de la zona que él cooperará para recuperar todo ganado que se lleven los apaches. (Mangas Coloradas se había distanciado de su antiguo aliado, Delgadito, el único líder chihenne que había rechazado el tratado firmado recientemente por el resto de jefes. El 22 de septiembre, Delgadito, al frente de 45 apaches, había robado 132 cabezas de ganado y cuatro caballos pertenecientes a Alexander Degas, cerca de Doña Ana [Doña Ana County, New Mexico].

*  El 6 de noviembre de 1852, el nuevo Agente Indio, Edward H. Wingfield, sale de Santa Fe (Santa Fe County, New Mexico) camino de Fort Webster ([Grant County, New Mexico]. Pasó siete días en Fort Conrad [Socorro County, New Mexico], donde inesperadamente se encontró con Itán y otros tres apaches. Wingfield le dijo que quería reunirse con los líderes chihennes en Fort Webster. Itán prometió traer a su gente en unos 20 días y envías mensajeros a Mangas Coloradas y Ponce, quienes aparentemente habían establecido sus campamentos de invierno en sus territorios locales.

Después de dejar Fort Conrad, Wingfield se topó con una expedición mexicana de unos 100 hombres, probablemente un destacamento del Paso del Norte [Ciudad Juárez, Chihuahua] mandado por Mariano Varelo, a unos 32 km al sur de Fort Webster. El gobernador Ángel Trías había ordenado a Varelo cazar apaches de acuerdo a la nueva política militarista de Chihuahua. A Wingfield no le gustó su actitud, de aspecto sospechoso diría, sintiéndose aliviado cuando regresaron a México sin molestar ni a los apaches ni a los ciudadanos del sur de New Mexico. Finalmente, llegó a Fort Webster el 7 de diciembre, donde encontró a la mitad de los soldados alojados en tiendas, mientras el resto estaba en edificios hechos de troncos y barro. Al mando estaba el capitán Enoch Steen, que había reemplazado al comandante Morris.

El 7 de enero de 1853, Ponce y Negrito llegaron expresando sus deseos de vivir en paz. Dijeron que vendrían en 20 días con sus seguidores, pero no mencionaron a Mangas Coloradas, quien había ido al territorio chokonen para su incursión anual de invierno contra Sonora).

1853

* A principios de 1853, se forma en San Diego (San Diego County, California) un grupo de 10 hombres para explorar zonas de Arizona, para localizar minas de oro y plata. (John Carey Cremony, que trabajó en la Comisión Fronteriza mexicano-norteamericana, comenta en su libro “Life Among the Apaches” que fue contratado como intérprete y guía del grupo con un salario de 500 $ al mes, y añade: “… Estábamos expuestos a las visitas de los Tonto Apaches, que habitan el lado norte del río Gila, desde el Antelope Peak [Pinal County, Arizona] a los poblados pimas.

Nuestro grupo estaba bien armado, con dos revólveres cada uno, un buen rifle y un cuchillo de grandes dimensiones, sintiéndonos igual a un número de indios cuatro o cinco veces al nuestro en lucha abierta, pero también éramos conscientes de que era necesaria la mayor precaución posible. Una parte del camino está cubierto por una capa de fino polvo de 10 o 12 cm, que contiene abundante álcali. Las ruedas levantan nubes de polvo por encima de la cabeza, y envuelve a un grupo de hombres a caballo, evitando que se reconozcan entre sí a un metro de distancia. En algunos lugares, el camino pasa por el centro de una extensa llanura, incapaz de esconder a una liebre. Habíamos llegado a una de las abiertas llanuras, envolviéndonos en una nube de polvo tan densa que impedía la visión de todos, excepto de los dos que iban delante. Uno o dos intentaron cabalgar, por un lado del camino, pero las terribles espinas de los cactus y las hojas puntiagudas de la yuca pinchona o bayoneta española, pronto cubrieron las patas de sus caballos de sangre, y cojeando los pobres animales, les llevó a reanudar el camino polvoriento. Nadie esperaba un ataque en tan abierto, expuesto y desprotegido lugar, sin embargo, los apaches lo eligieron para tal fin. Sabían que estaríamos en guardia al pasar por un desfiladero, un espeso bosque, o un cañón rocoso; y también pensaron que podíamos estar menos atentos al cruzar una llanura abierta. Ellos conocían bien el carácter polvoriento del camino y confiaron en ello para ocultar su presencia, ocultándose cerca de su extremo sur, a la espera de nuestra llegada.

En cierto lugar, donde una o dos docenas de árboles de yuca elevan sus hojas afiladas sobre cuatro pies por encima suelo, y mientras estábamos envueltos en una nube de polvo, una fuerte descarga cayó sobre nosotros desde una distancia de unos 18 metros. Siempre me ha sorprendido que nadie de nuestro grupo resultara muerto o herido en esa descarga; pero perdimos dos mulas y tres caballos. El denso polvo impidió a los apaches apuntar y dispararon demasiado bajo. No era el momento de dudar y dando la orden, desmontamos y luchamos a pie. No podíamos distinguir nada; hacíamos disparo tras disparo en dirección de los salvajes; primero veíamos un cuerpo oscuro y hacia  allí disparábamos. Cada uno se tiró al suelo; pero apenas sabíamos dónde estaban nuestros compañeros. Fue principalmente una pelea en la que cada uno estaba en ‘su propia emboscada’.

Mientras estábamos postrados, el polvo se asentó un poco, viendo un poco al enemigo, cuando John Wollaston gritó ‘muchachos, están corriendo’. Cada uno se levantó al oírlo, produciéndose una competición mano a mano con los mencionados granujas. Fue en ese momento que nuestros revólveres se pusieron a trabajar, como se demostró después. De nuevo, el polvo se levantó en cegadoras nubes, subiendo por los pies de los contendientes. Nos pusimos de pie con tantas posibilidades de ser alcanzados entre nosotros mismos como por ellos. El traqueteo rápido de los revólveres se escuchó por todos lados, pero los autores en esa mortal labor eran invisibles. La última carga de mi segundo revólver se había agotado; mi gran cuchillo se perdió en el espesor del polvo del camino, y la única arma que me quedaba era una pequeña daga de doble filo, fuerte pero afilada, con una empuñadura de hueso de ballena, con una hoja de cerca de 10 cm de largo. Estaba volviendo a cargar un revólver de seis tiros, cuando un robusto y atlético apache, mucho más pesado que yo, se puso delante de mí, a no más de un metro. Estaba desnudo con la única excepción de un paño para cubrirle sus partes, y su cuerpo estaba aceitado de pies a cabeza. Yo vestía una cazadora de color verde, con bordes negros, un par de pantalones verdes, adornados con ribetes negros, y un sombrero de fieltro de ala ancha verde. Nada más verme, avanzó hacia mí con un cuchillo largo y afilado, con el que se abalanzó sobre mi pecho. Aguanté el ataque deteniendo su muñeca derecha con mi mano izquierda, al mismo tiempo que dirigía mi pequeña daga hacia su abdomen. Él cogió mi muñeca derecha con su mano izquierda y, durante un par de segundos en esa posición, estuvimos cada uno, con mi mano izquierda sosteniendo su derecha por encima de mi cabeza, y su izquierda sujetando mi derecha a la altura de su cuerpo. Sintiendo que estaba untado de grasa y que yo no podía esperar, le lancé una rápida y violenta patada con el pie derecho que lo tiró a tierra, pero en la caída se agarró y me tiró con él. En un momento, se puso encima y se plantó con firmeza sobre mí, con la rodilla derecha sobre mi brazo izquierdo, inmovilizándolo, y su brazo izquierdo sujetando mi derecho sobre el suelo, mientras que su brazo derecho estaba libre. Estaba completamente a su merced. Su fuerza y peso eran mayores que los míos. Su triunfo y alegría se reflejaron en sus brillantes ojos negros, y exteriorizó su placer salvaje. Sosteniéndome hacia abajo con las garras de un gigante contra el cual, todo mi esfuerzo eran totalmente en vano, levantó en alto su cuchillo largo y afilado, y dijo: ‘Pindah lickoyee das-ay-go, dee-dah, tatsan’, que significa, ‘el hombre de ojos blancos, pronto morirá’. Sentí que me mataba y, en ese momento espantoso, hice un elogio apresurado de mi alma al Benefactor, pero mezclándolo con un ardid para salir de mi situación, si era posible.

Expresar las sensaciones que experimenté en ese momento no se puede hacer por escrito. Mi errática e inútil vida pasó revista ante mí en un momento. Viví más en ese minuto de nuestra lucha a muerte que lo que había hecho en años y, como estaba totalmente impotente, me di por perdido víctima de la ferocidad apache. Sus ojos inyectados en sangre brillaban sobre mí con intenso deleite, y parecía retrasar el golpe mortal con el propósito de alegrar su corazón ante mi miedo y atroz tortura. Todo eso ocurrió en menos de medio minuto, pero a mí me parecieron horas. De pronto, levantó su brazo derecho para la estocada final. Vi el descenso del arma mortal, y sabía con qué fuerza venía.

El amor a la vida es un fuerte sentimiento siempre; pero  morir como un cerdo, por un apache, me parecía terrible y denigrante. El cuchillo venía, contra mi garganta, como objetivo, y por su posición sobre mi cuerpo era la parte más expuesta a su ataque. Al instante giré la cabeza y el cuello a un lado para evitar el golpe y prolongar mi vida todo lo posible. El afilado cuchillo pasó peligrosamente cerca de la garganta y se enterró profundamente en el blando suelo, traspasando mi negra corbata de seda, mientras que su pulgar derecho quedó cerca de mi boca, quedando atrapado rápidamente entre mis dientes. Tenía miedo de que pudiese sacarlo, pero mi vida dependía de lo contrario. Viendo que no podía, quitó su mano izquierda de mi brazo derecho para apoderarse de su cuchillo, pero el cambio, hecho bajo un fuerte dolor, invirtió el estado de las cosas. Antes de que mi antagonista pudiera sacar su arma profundamente enterrada con su mano izquierda, y al mismo tiempo que el pulgar de su derecha estaba firmemente sujeto entre mis dientes, di la vuelta a su cuerpo y hundí mi fuerte y afilada daga dos veces entre sus costillas, justo debajo de su brazo izquierdo, al mismo tiempo que hacía otro supremo esfuerzo para apartarme de su peso. Lo conseguí y, en unos momentos, tuve la satisfacción de ver a mi enemigo jadeando bajo mis repetidas acometidas. La palabra no expresaría mis sensaciones durante esa contienda mortal, y no lo voy a hacer.

Casi al mismo tiempo terminó la lucha con la derrota de los agresores, que tuvieron 10 muertos y varios heridos, aunque no supimos cuántos. Por nuestra parte, perdimos un solo hombre, James Kendick, y tres heridos, John Wollaston, John H. Marble y Theodore Houston. Los dos últimos murieron de sus heridas poco después de llegar a Tucson, aunque recibieron los mejores cuidados y la atención del noble caballero, Juan Fernández, y su amable familia. Este triste resultado disolvió el grupo, y volví a San Diego poco después con un grupo de inmigrantes que iban a California.

Esa vez fue una de las pocas ocasiones en que los apaches atacaron valientemente a viajeros sin tener la esperanza de obtener un gran botín y perdiendo muchas vidas en la lucha. Probablemente, fueron empujados a atacar por sorpresa por su espíritu audaz, planeándolo y confiando en tener éxito en su imprevista y característica naturaleza. Estábamos precisamente en una parte del territorio que no ofrece ninguna cubierta ostensible y, por lo tanto, nos volvimos menos cautelosos. Conocían las características del camino y el carácter cegador y la cantidad del polvo. Ellos dependían de los primeros disparos para matar a la mayoría de nuestro grupo y producir el pánico entre los supervivientes. Contaban con la sorpresa y una fácil victoria, y esperaban apoderarse de nuestros caballos, mulas, armas y provisiones. Lo habían planeado así y actuaron valientemente, pero se vieron frustrados, aunque los resultados fueron más tristes para nuestra pequeña empresa, ya que alteraron por completo nuestras originales intenciones por la muerte de Theodore Houston, capitalista y fundador de la expedición. 

Con ese suceso aprendí otro aspecto del personaje apache que nunca antes había visto. Resultó que son capaces de audaces y peligrosos compromisos bajo circunstancias muy adversas, o cuando las posibilidades están parejas; pero eso rara vez ocurre, ya que casi siempre tienen la oportunidad de examinar a las personas o grupos que entran en las zonas habitadas por ellos, y planean todo aprovechando todas las ventajas  posibilitando el perder los menos hombres posibles”).  

* En febrero de 1853, dos grandes bandas de apaches incursionan por Sonora. (A principios de año, el jefe chihenne Mangas Coloradas había ido al territorio chokonen a reclutar guerreros para incursionar por Sonora. En enero, el capitán Eusebio Gil Samaniego, al frente de un destacamento de Sonora, había matado a cinco chiricahuas en la Sierra Larga [?], en el nordeste de Sonora, y peleó, a mediados de febrero, con los líderes chokonen Trigueño, Carro y Yaqui, en la Sierra de Teras [municipio de Agua Prieta, Sonora].

El 19 de febrero, una banda apache atacó un rancho en el distrito de Sahuaripa [Sonora], robando muchas mulas y caballos. Ese mismo día, otra banda atacó Milpillas, una hacienda cerca de Bacanora [Sonora], matando a nueve personas y robando todo el ganado.

Una semana más tarde, otra banda apache de unos 70 guerreros, asaltó un rancho cerca de Tonichi [municipio de Soyopa], matando a cinco personas y capturando a varios más. Los chiricahuas continuaron incursionando durante el mes de marzo, atacando ranchos y viajeros en varios lugares de los distritos de Arizpe, Bavispe y Sahuaripa. A final de mes, los diferentes grupos se dirigieron al norte, donde se juntaron en la Sierra de Teras [municipio de Agua Prieta, Sonora].

Mientras Mangas Coloradas incursionaba por Sonora, mantenía a su gente en paz en New Mexico, a pesar de que unos pocos chihennes habían cometido allí pequeños robos. El 8 de enero, unos pocos jóvenes guerreros del grupo de Ponce, robaron algo de ganado de un corral en Los Lunas [Valencia County, New Mexico], situado en la orilla occidental del Río Grande. El capitán Richard Stoddert Ewell, con 30 hombres y unos pocos mexicanos, les persiguió. Los apaches fueron en línea recta al sur, hacia La Mesilla [Doña Ana County, New Mexico] pero antes de llegar giraron al oeste y se internaron en las Mimbres Mountains [Grant & Sierra Counties, New Mexico]. Ewell detuvo su persecución porque sabía lo que Mangas Coloradas había dicho: “Recuperaría lo robado en caso de que él lo supiera”. Además, los apaches habían cometido el robo para comer. Ewell sabía la diferencia entre guerra e incursión.

Unas pocas semanas más tarde, unos apaches se llevaron algo de ganado de San Antonito [Bernalillo County, New Mexico] al sur de Socorro. El capitán William Steele les siguió hasta el río Mimbres, donde sorprendió su campamento, matando a uno e hiriendo a otros dos, antes de destruir la ranchería de 17 wickiups. Entre los heridos estaba Ponce, según oyó más tarde el soldado Matson en Fort Fillmore [Doña Ana County, New Mexico]. Poco después, parientes y amigos de los chihennes muertos atacaron el correo cerca de Fort Webster, matando a dos soldados y llevándose sus mulas y caballos.

A mediados de febrero, varios chihennes llegaron a Fort Webster para hablar con el capitán Enoch Steen y el agente Edward H. Wingfield, expresando su pesar por las recientes incursiones, prometiendo no hacer ninguna más.

El 31 de marzo, William Carr Lane, gobernador del Territorio de New Mexico, llegó a Doña Ana [Doña Ana County, New Mexico] esperando reunirse con los apaches mescaleros, pero estos no aparecieron porque a primeros de febrero, unos guardias de La Mesilla [todavía pertenecía a México] habían matado a 14 o 15 mescaleros cerca de Doña Ana. Los mescaleros habían ido pacíficamente, pero los mexicanos, sin otra razón aparente que no fuera su odio hacia los apaches, los mataron. [La Mesilla, en Estados Unidos, Gadsden Purchase, es una región de 76.845 km² del actual sur de Arizona y el suroeste de  New Mexico, comprada a México por los Estados Unidos mediante un tratado firmado el 24 de junio de 1853 por el presidente estadounidense Franklin Pierce y el 30 de diciembre de 1853 por el presidente mexicano Antonio López de Santa Ana, siendo ratificado por el Senado de los Estados Unidos el 25 de abril de 1854].

Los chihennes de Ponce y de Cuchillo Negro habían tenido anteriormente buenas relaciones con los mescaleros, pero el mes de octubre último, el coronel Dixon Stansbury Miles, comandante de Fort Fillmore [Doña Ana County, New Mexico] había informado de una disputa entre ellos. Según Miles, los mescaleros tenían miedo de los chihennes porque estos habían matado recientemente a uno de sus jefes.

Cuando Lane se fue de Doña Ana para ir a Fort Webster, dejó para los mescaleros, por si aparecían, mantas, tabaco y maíz, al cuidado de José Pablo Melendres, alcalde de esa localidad.

Lane llegó a Fort Webster el 2 de abril, negociando hasta el día 6, con varios jefes apaches [había unos 300 chihennes], a los que explicó cuidadosamente los artículos del pacto, dando «medallas y emblemas que realzaran su autoridad» a José Nuevo y a Cuchillo Negro, dejando una al agente Wingfield para Ponce, que llegaría el 7 de abril. Ese día, Lane escribió en su diario: “El tratado o convenio firmado con los mimbreños o apaches del Gila, mediante el cual están de acuerdo en volverse estacionarios, a dejar de vivir del saqueo…”.

Los seis líderes que firmaron el acuerdo fueron Ponce, Cuchillo Negro, José Nuevo, Veinte Reales, Riñón [posiblemente un hijo de Cuchillo Negro], y Carrocero [también llamado Corrosero]. Otros apaches presentes eran Josecito [hermano de José Nuevo], Sargento [chihenne?, conocido en el río Mimbres desde 1843] y Largos [chihenne?].

El tratado invitaba a Mangas Coloradas, Victorio, Itán [a veces llamado Gitane y Llatana], Delgadito, Láceris, Placero, y Tusho [Losho o el que en el futuro sería conocido como Loco?] que no estaban presentes, a firmar el acuerdo. Algunos de estos jefes estaban en el río Gila recolectando mescal mientras Mangas Coloradas estaba incursionando por Sonora con los chokonen, no viniendo hasta el 18 de mayo para dar su aprobación al acuerdo.

Dos días después de firmar el tratado, Lane y su escolta, acompañado por el capitán Steen y 16 Dragones, fueron a examinar la zona de Santa Lucía Springs y el río Gila, estimando que los apaches de esas zonas sumaban unas 1.000 almas, concluyendo que ese era un buen lugar para establecer una reserva para ellos.

Volvieron a Fort Webster el 17 de abril, reuniéndose otra vez con los jefes chihennes, saliendo al día siguiente para el Río Grande. Washington finalmente rechazaría este tratado el 15 de junio, aunque ese intento marcó el comienzo de una nueva fase de contactos entre los apaches y los estadounidenses).

* A primeros de abril de 1853, un incidente llevó a Mangas Coloradas a entablar contacto con dos viejos enemigos, José María Elías González e Ignacio Pesqueira. (A mediados de marzo, una banda apache había robado 25 burros y dos caballos en Bacanuchi [municipio de Arizpe, Sonora], a 16 km al oeste de Bacoachi. Al día siguiente, el joven de 22 años, Abundio Elías González [sobrino de José María], reunió un grupo de 22 hombres y siguió el rastro durante cuatro días sin poder alcanzarlos. La tarde del 3 de abril, los apaches regresaron inesperadamente robando todas las mulas del lugar. De nuevo, Abundio Elías reunió otro grupo de 18 hombres para seguir el rastro. Poco después, salieron otros nueve hombres para unirse a Elías. Antes de juntarse, el grupo de Elías alcanzó a los apaches, ordenando este cargar, ante el espanto de sus hombres. Durante el enfrentamiento, Abundio Elías descubrió que sus hombres le habían abandonado. Los apaches mataron a un hombre, hirieron a otros tres, y capturaron a Abundio Elías.

Su captura recibió inmediatamente la atención en todo el Estado. El prefecto de Arizpe envió tropas a buscar el rastro, el cual prefería ir hacia Fronteras. El gobernador de Sonora, Manuel María Gándara, envió 30 soldados al mando del capitán Ignacio Pesqueira, quien fue a Banamichi [municipio de Banamichi, Sonora] donde recibió el refuerzo de otros 50 soldados. El 12 de abril iba a salir para Fronteras cuando, esa misma mañana, los apaches robaron algunos de sus caballos, retardando su salida. Pidió a Elías González, que estaba en Bacoachi, que le enviase todas las mulas y burros disponibles.

El 13 de abril, Pesqueira llegó a Turicachi [municipio de Fronteras, Sonora], viendo el rastro de un gran grupo de apaches. Pesqueira envió un correo a Fronteras para dar el aviso, pero era demasiado tarde. Mangas Coloradas había decidido atacar Fronteras antes de volver a Arizona y New Mexico. Los grupos incursores se habían reunido al sur de la localidad.

A las 10:00 horas del 12 de abril, unos 300 apaches asaltaron el presidio por el sur. Mataron a cinco muchachos que estaban cuidando unos rebaños de ovejas, llevándose la mayoría de bueyes, caballos y mulas. El capitán Mendoza les persiguió con 25 hombres, alcanzando al final del día la retaguardia de Mangas Coloradas, entablándose un fuerte enfrentamiento en el que murieron cuatro soldados y dos resultaron heridos. Según el informe de Mendoza, los apaches tuvieron ocho muertos y varios heridos, llevándose los cuerpos con ellos. Un mes más tarde, Mangas Coloradas diría al capitán Enoch Steen que él había perdido tres guerreros, pero bien pudo haberse referido a sus bedonkohes y chihennes, no mencionando las bajas chokonen].

En cuanto a Abundio Elías, probablemente había revelado su identidad a sus captores ante la posibilidad de ser intercambiado por cautivos apaches. Seguramente no pensó que su tío, José María Elías González, era uno de los mexicanos más odiados por los apaches, ya que los había combatido durante al menos una década. El cuerpo de Abundio Elías nunca fue encontrado, sufriendo, quizás, una larga tortura antes de morir, como solían hacer con los prisioneros mexicanos.

Mientras, Pesqueira llegó a Fronteras donde, inexplicablemente, estuvo una semana. Salió el 24 de abril para explorar las Chiricahua Mountains [Cochise County, Arizona]. El 1 de mayo, sus hombres capturaron a un apache que estaba observándoles. Pesqueira le interrogó admitiendo que su poblado estaba a pocos kilómetros del campamento mexicano. Enseguida preparó un destacamento de hombres al mando de Rafael Ángel Corella [teniente herido en el “Pozo Hediondo”]. Cuando se aproximaron al campamento, el apache gritó para advertir a su gente, dándoles la oportunidad de escapar. Después de ver señales de humo por todos los lados, Pesqueira decidió suspender la campaña y volver a Fronteras.

Pesqueira no se dio cuenta de que estaba en medio de varios cientos de apaches dirigidos por el mismo Mangas Coloradas. Era el 1 de mayo, cuando él y su banda, con sus mujeres y niños, había acampado en la cara este de las Chiricahua Mountains, entre Apache Pass y Cave Creek, estando recolectando mescal, esperando que sus hombres volvieran de la incursión por Sonora.

A las 18:00 horas de ese día, un centinela de Pesqueira dio aviso de que veía a dos apaches con pañuelos blancos a corta distancia del campamento. Pesqueira hizo lo mismo con la esperanza de rescatar a Abundio Elías y a otros cautivos que pudieran tener. Envió a Loreto Surdo, un ciudadano de Fronteras, para preguntar a los apaches qué es lo que querían y proponerles un cambio de cautivos. Uno de los apaches era Mangas Coloradas, el cual accedió a un intercambio. Mangas Coloradas envió a Surdo para que preguntara a Pesqueira cuándo y dónde iba a tener lugar el intercambio. Pesqueira respondió: “Fronteras, en ocho días”. Mangas Coloradas se negó diciendo que era poco tiempo, que necesitaba 20 días.

La oferta de Mangas Coloradas no era sincera. Pesqueira volvió a Fronteras, mientras sus hombres dispararon y mataron al prisionero apache “cuando intentaba escapar”, una frase muchas veces utilizada. Una vez allí, esperó la llegada de Mangas Coloradas, pero este nunca tuvo intención de ir, ya que siempre dudó de la sinceridad de los dirigentes de Sonora, por lo que levantó su campamento durante la noche, yendo a New Mexico con sus caballos y mulas cargados con el botín conseguido en Sonora y con el mescal recién cosechado, en compañía de varios chokonen.

Mientras todo esto pasaba, el Agente Indio en Fort Webster, Edward H. Wingfield, esperaba la llegada de Mangas Coloradas. El 17 de abril, notificó a William Carr Lane, gobernador de New Mexico, que estaba preparado para dar raciones a 300 chihennes, cantidad que se iba a incrementar cuando Mangas Coloradas, Delgadito e Itán llegaran de su incursión por Sonora. El 27 de abril, Wingfield dijo a Lane que los chihennes habían comenzado a cultivar sus campos cerca del fuerte. Según el capitán Steen habían plantado 20 hectáreas de maíz, calabazas y melones. Cuando Wingfield estaba escribiendo su informe, llegaron dos mujeres de la banda de Mangas Coloradas. Ellas pudieron haber salido una semana antes de la reunión entre Mangas Coloradas y Pesqueira, ya que ellas llegaron el 2 de mayo. Dijeron que el jefe chihenne “estaba contento de oír que todos los apaches del río Mimbres estaban en paz plantando maíz”. Ellas no dijeron nada del enfrentamiento de los chiricahuas en Fronteras, pero sí que los mexicanos habían atacado a una banda apache cerca de la Laguna de Guzmán. Se referían al ataque del capitán Baltasar Padilla, el 26 de abril, a la banda de Poncito [hermano de Ponce] cerca de las Florida Mountains [Luna County, New Mexico]. A los 69 soldados mexicanos les guiaban dos apaches, uno era Gervasio Compá, un hijo de Juan José Compá. Descubrieron a los apaches recogiendo mescal, les atacaron y mataron a un hombre [un pariente de Poncito] y capturaron a una mujer joven. El destacamento de Padilla quemó las wickiups y se llevaron 25 caballos. Los supervivientes escaparon a pie a Fort Webster llegando casi desnudos y muertos de hambre.

Mangas Coloradas llegó a Fort Webster el 18 de mayo, reuniéndose con Wingfield y Steen. Wingfield escribió al gobernador Lane, diciendo: “Mangas Coloradas llegó hoy. Le aseguro que es un noble espécimen del género humano. Él se acerca más al ideal poético de un jefe, igual que Homero describió en su Ilíada, de cualquier persona que yo haya visto antes. Ningún señor feudal en los miserables días de la caballería tuvo alguna vez a sus vasallos mejor sometidos. Sus modales son austeros, dignos y reservados, raramente habla, pero cuando lo hace, va al grano y con gran sentido. Yo puedo asegurar que él es un líder entre los apaches. Los indios van a celebrar un consejo esta noche y el resultado nos lo harán saber mañana”. Al día siguiente, Mangas Coloradas y varios jefes se reunieron con Wingfield y Steen aceptando los artículos del tratado.

Solo una semana después, el 25 de mayo, el tratado se puso a prueba. Un jefe chihenne llamado Losio o Losho [Loco?], miembro del grupo de Ponce, llegó a Fort Webster con cuatro niñas mexicanas cautivas, de seis a 11 años, sin duda esperando que los estadounidenses ofrecieran un rescate. Pero el capitán Steen liberó a las niñas sin dar a Losho nada más que sus raciones. Al irse, los chihennes se mostraron tremendamente enfadados.

Otro problema fue la repentina llegada de unos 200 chiricahuas, probablemente bedonkohes, aunque también podrían ser chokonen, quienes nunca habían estado antes en la Agencia. A pesar de estar lejos de su territorio, buscaban raciones. Su llegada alarmó a Steen, quien pensaba que podrían causar problemas.

* A finales de mayo de 1853, Josecito y un pequeño grupo de apaches mescaleros Sierra Blanca entraron en Santa Fe (Santa Fe County, New Mexico) para seguir en contacto con los estadounidenses. (Dijeron que estaban teniendo suerte con sus cosechas, y todavía esperaban que construyeran una instalación militar en su sierra para protegerlos).

* A primeros de junio de 1853, la banda de Delgadito llega a Fort Webster (Grant County, New Mexico) de su incursión por México. (Delgadito ignoró al agente Wingfield rechazando toda relación con los estadounidenses, intentando permanecer a distancia del hombre blanco. Su banda contenía muchos guerreros jóvenes que habían desertado de las bandas de Itán, Ponce y Cuchillo Negro después de que estos hicieran la paz con los estadounidenses.  El soldado Matson reflejó en su diario que Steen había hecho una campaña contra la banda de Delgadito, cerca de las Mimbres Mountains [Grant & Sierra Counties, New Mexico], matando al menos a dos guerreros e hiriendo a varios más.

El 3 de junio, el Dr. Michael Steck, que era agente de los utes y los apaches jicarillas en Taos [Taos County, New Mexico], es nombrado agente de los apaches mescaleros y los apaches del Gila en Fort Webster, sustituyendo a Wingfield. Mangas Coloradas y sus subjefes, Delgadito, Cuchillo Negro, Ponce e Itán estaban envejeciendo por lo que su mundo, necesariamente, iba a cambiar). 

* En junio de 1853, dos bandas chokonen incursionan por Sonora. (Una estaba liderada por Posito Moraga y Trigueño; y la otra por Carro, Casimiro y Yaqui [Yaque]. La primera incursionó a lo largo del río Sonora, mientras la segunda atacó la pequeña población de Granados. Una mañana de junio, 40 ciudadanos de Granados dejaron sus casas para trabajar en sus campos cuando los chiricahuas les atacaron desde varias direcciones, matando a nueve de ellos [cinco hombres y cuatro niños] y capturando una mujer y dos niños. Después los chiricahuas se dirigieron a Tepache, donde se llevaron varias mulas y bueyes. Durante las siguientes tres semanas aterrorizaron los asentamientos situados a lo largo de las faldas occidentales de la Sierra Madre. Finalmente, las dos bandas se unieron en Tecoripa [municipio de La Colorada, Sonora], a 128 km al sureste de Ures, derrotando a un destacamento de 20 soldados nacionales, matando a cuatro [entre ellos a un capitán]. Al día siguiente, a 5 km al norte de Cumuripa [municipio de Cajeme, Sonora], unos 200 apaches destrozaron la Hacienda de Cieneguita, matando a 12 personas, hiriendo a dos y capturando a uno. Uno de los heridos, José Vega, contó al capitán Pascual Cota, de la Guardia Nacional de Cumuripa, lo ocurrido, por lo que salió al frente de un asustado grupo al lugar de los hechos. Los hombres, horrorizados al ver la escena, se negaron a seguir a los chiricahuas).

* A finales de julio de 1853, el Dr. Michael Steck visita Fort Webster (Grant County, New Mexico) donde informa de las condiciones en que se encuentran los apaches. (A principios de agosto, Steck recorrió las rancherías apaches a lo largo del río Mimbres, constatando que cada hombre tenía de dos a cinco esposas y que un hombre podía tener  de 10 a 15 personas bajo su dependencia. Declaró que la invasión de los blancos y la guerra con México habían reducido la población apache y que el gobierno debía alimentarlos o luchar contra ellos hasta exterminarlos. Esta última fue la decisión de David Meriwether, gobernador de New Mexico que, aunque los que vivían en las White Mountains parecía que habían hecho todo lo posible por vivir en paz, en agosto lanzó una serie de campañas contra los apaches mescaleros, la mayoría de las cuales discurrieron por las zonas más al sur de New Mexico).

* A primeros de agosto de 1853, el capitán mexicano Eusebio Gil Samaniego captura ceca de Batepito (municipio de Bavispe, Sonora) a un muchacho de 16 años, hijo de un líder chokonen llamado Pascualito. (Samaniego llevaba de guía al sargento apache Mariano Arista. Pascualito, acompañado por dos importantes líderes chokonen, Carro y Yaqui [Yaque] intentó organizar un intercambio de cautivos.

Los apaches tenían gran recelo en acercarse a Samaniego, quien por entonces era su principal adversario en el nordeste de Sonora. El hijo de Pascualito informó que los chokonen estaban con Mangas Coloradas y que muchos de los apaches que tenían sus rancherías junto al río Mimbres tenían muchos mexicanos cautivos. Estimaciones mexicanas decían que los apaches tenían en su poder de 50 a 70 mexicanos cautivos.

Samaniego informó al gobernador de Sonora, Manuel Gándara, quien se enfureció por la actitud estadounidense. Gándara escribió al gobierno central en Ciudad de México para que realizase una protesta oficial ante el gobierno estadounidense por entender que hacían una labor de “protección” de los apaches en el país vecino. Gándara sugirió que el gobernador de Chihuahua, Ángel Trías, hiciese una investigación debido a su cercanía a New Mexico, o que el gobierno mexicano enviase una comisión secreta para investigar sobre el terreno la postura de las autoridades estadounidenses.

México planteó el problema a James Gadsden, que estaba en Ciudad de México negociando con Santa Anna la compra de todo el territorio mexicano que este estuviese dispuesto a vender. Gadsden escribió cuatro cartas en dos semanas al coronel John Garland, nuevo comandante militar de New Mexico, para que los oficiales de Fort Webster comprasen a los apaches los prisioneros mexicanos que estuviesen en su poder.

Garland escribió a Gadsden el 25 de diciembre que, durante una visita a Fort Webster dos meses antes, había visto a varios cautivos mexicanos en poder de los apaches liberados a la fuerza por los oficiales estadounidenses, sin recurrir a la compra. La única excepción fue la compra a los apaches de dos cautivos por parte del comerciante Esteban Ochoa [Nacido en Chihuahua, tenía buenas relaciones con los chihennes y en 1864 fundaría en Tucson la empresa “Tully, Ochoa & Co.”]. Ochoa lo hizo a petición del responsable de la Agencia, James Smith, después de que el gobernador de New Mexico, David Meriwether, se negara con el argumento de que incitaría a los apaches a capturar a mucha más gente.

El soldado Sylvester W. Matson, destinado en Fort Webster, reflejó en su diario el 8 de julio de 1853: “La mujer del hijo de Ponce, una ‘mujer-medicina’, es una mexicana capturada siete años antes. Su padre está aquí reclamándola. Fue capturado a la vez que ella. Aún tiene las cicatrices de los cuchillos de los indios que le torturaron. Su destino era la hoguera, pero escapó. Hasta ahora nunca tuvo noticias de su hija. El comandante Steen ordenó a Ponce que la trajera o luchara, diciéndole que entraríamos en su campamento y se la quitaríamos. Los apaches la trajeron”.

Los apaches comprendieron que no podían llevar sus cautivos con ellos cuando iban a los puestos a comerciar o a recibir sus raciones. También los llevaban lejos cuando los estadounidenses visitaban sus rancherías).

* El 21 de agosto de 1853, dos grupos chihennes dependiendo de Cuchillo Negro y Josecito llegaron a La Mesilla (Doña Ana County, New Mexico) solicitando un tratado para comerciar con los ciudadanos de la población. (Dijeron que habían venido desde Fort Webster [Grant County, New Mexico] y que iban a permanecer allí 10 días. El alcalde Domingo Cubero se negó, informando que multaría a cualquier individuo con 25 pesos por violar la ley que prohibía vender licor a los apaches. Pocos días después volvieron los chihennes, siendo rechazados de nuevo por Cubero. Finalmente, el 24 de agosto, Cuchillo Negro cruzó el Río Grande con Francis Fletcher [un intérprete que había vivido varios años con los coyoteros White Mountain] jurando que habían venido en paz, deseando solo comerciar amistosamente. Por tercera vez, Cubero los rechazó. Sin embargo, Fletcher, que se suponía que estaba enseñando a los apaches cómo cultivar, no tenía ningún problema en comerciar por ellos. Al cambiar las mulas de los apaches, consiguió whisky para un guerrero llamado Ratón, un miembro de la banda de Delgadito. Ratón rápidamente se emborrachó, matando a sus dos esposas y a su cuñado. [Había dos apaches llamados Ratón. Uno era miembro de los chihennes de Delgadito y otro, aparentemente, un miembro de los nednais de Láceris]. Este, junto a Costales, estaba en una misión para el agente Steck cuando les mataron los mexicanos mientras dormían, aplastando sus cráneos y cortando sus gargantas, a finales de diciembre de 1856, en San Diego Crossing, sobre el Río Grande, a unos 16 km al sur de Fort Thorn [Doña Ana County, New Mexico].

Mientras, el 26 de agosto, llegaba a Fort Webster, James Smith, el nuevo Agente Indio. Pocos días después de su llegada, se reunió con Delgadito, “un poderoso hombre y un belicoso líder de gran influencia, superado solo por Mangas Coloradas”. Smith prometió a Delgadito que castigaría a Fletcher. También elaboró un censo de las bandas chiricahuas que vivían en New Mexico: los mimbreños [chihennes], 100 chozas; los mogollones [bedonkohes], 125 chozas; y los apaches del Gila [probablemente la banda de Mangas Coloradas y los chokonen], 150 chozas. Los chiricahuas que vivían en México eran los janeros [un grupo local nednai], 100 chozas; y los carrizaleños [otro grupo nednai], 80 chozas.

Según sus estimaciones, en cada choza había unas cinco personas, con una población total de unos 2.775 individuos en 1853. Según Edwin R. Sweeney, esas estimaciones están un 10 o un 15 % por encima de la realidad. En 1840, las cuatro bandas chiricahuas totalizaban de 2.800 a 3.000 individuos, pero las campañas de James Kirker, José María Elías González, José María Carrasco y Eusebio Gil Samaniego, por fuerza, hicieron disminuir significativamente su número.

Smith diría: “Los indios [chihennes] eran pobres, desdichados y estaban sucios. Viven de la caza cuando pueden, del mescal, de los piñones [nueces], del cedro y otras bayas… Cuando tienen hambre se comen sus propias mulas y caballos, y si no tienen, acuden a los caminos y a los asentamientos para robarlos”.

Llegó a la conclusión de que el gobierno solo tenía dos opciones: alimentarles o exterminarles. No había término medio. Los jefes chihennes pedían raciones de maíz, carne, pólvora y balas, quejándose a Smith de que el gobierno no había cumplido sus obligaciones. No entendían por qué Washington no aprobaba el tratado. Smith contestó que el gobernador de New Mexico, David Meriwether les proporcionaba raciones regularmente a pesar de que seguían realizando incursiones. Smith pensaba que “una pequeña cantidad de dinero evitará esto, pero serán necesarios millones para exterminarlos”.

Durante el verano, nadie supo decir donde estaba Mangas Coloradas, aunque todo el mundo pensaba que estaba en el sur, incursionando por Sonora. Del 10 al 31 de julio, varias partidas chiricahuas habían incursionado por Sonora, matando a 150 personas. Los chokonen estaban involucrados, una banda al mando de Posito Moraga, Trigueño y Teboquita; y otra por Carro y Yaqui [Yaque]. Probablemente, Miguel Narbona, Esquinaline y Cochise formaban la tercera banda, y quizás Mangas Coloradas y algunos bedonkohes iban con ellos.

El periódico oficial del Estado, El Nacional editorializaba así: “… numerosas partidas de indios están recorriendo la parte central de nuestro Estado… Los apaches son un cáncer que amenaza la existencia del Estado. La desesperada lucha nos deja impotentes y sin aliento… No hay remedio; mientras tanto, los salvajes pisotean nuestro país. No tenemos más esperanza que la miseria y la muerte, porque la prosperidad y el progreso son imposibles para la gente que cada día pierde su fortuna y su vida”.

En cualquier caso, el 8 de septiembre, Mangas  Coloradas apareció en Fort Webster. Iba acompañado por Itán y Delgadito para pedir raciones y conocer al nuevo agente. Al no tener más raciones, Smith tuvo que comprar dos reses, y de 50 a 75 fanegas de maíz para calmar a los apaches. Mangas Coloradas impresionó a Smith: “Mangas Coloradas es el jefe principal de todas las tribus y llega aquí desde el Gila con sus guerreros y mujeres para recibir maíz y carne. Él rechazó lo poco que yo le di al principio, tirando una porción de carne, pero luego la cogió y desde entonces se ha portado bien… Es el más digno y noble indio que yo haya visto. Es un hombre de gran figura y gran poder muscular. Dicen que es un hombre honesto y sincero en todo lo que dice, y si se le integra adecuadamente puede controlar a todas las bandas”. 

Ese mismo mes, una gran banda chiricahua se reunió en las Burro Mountains [Gran County, New Mexico] para incursionar por México. Desde entonces no hay ningún registro de la presencia de Mangas Coloradas en la Agencia, ni en Fort Webster [Grant County, New Mexico] ni en la nueva ubicación de Fort Thorn [cerca de la actual Hatch, Doña Ana County, New Mexico] hasta otoño de 1854. Se desconoce el motivo. Quizás no quería recibir las escasas raciones que le ofrecían. Quizás la nueva ubicación de la Agencia le parecía demasiado lejos para tan escasas raciones. O quizás los éxitos de las partidas de guerra chiricahuas durante el verano y otoño de 1853, aumentó su deseo de luchar contra los mexicanos. Cualquiera que fuese la razón, decidió pasar el año 1853 y el siguiente junto a los chokonen. Con su yerno Cochise incursionó a partir de octubre por Sonora. Volvería a New Mexico en el otoño de 1854, después de casi un año de ausencia.

Al regreso de la incursión por Sonora, Mangas Coloradas se encontró con un gran rebaño de 50.000 ovejas camino de California. Uno de los propietarios, Miguel Antonio Otero, quien había conocido a Mangas Coloradas durante el tratado en Ácoma [Cibola County, New Mexico], en julio de 1852, habló con él y con 300 guerreros en Cow Springs [Luna County, New Mexico] en el sudoeste de New Mexico o cerca del río San Pedro [Arizona], en territorio chokonen. Según el Dr. Thomas E. Massie, quien iba con el rebaño, Mangas Coloradas estaba intranquilo y “hambriento” después de que Washington había paralizado su política de racionamiento y por consiguiente hizo una terrible incursión por México. A su regreso con su rico botín fue al campamento de Otero, asegurándole que podía pasar por el territorio sin ser molestado. En Tucson [Pima County, Arizona], Otero se enteró de que Mangas Coloradas acababa de venir de Sonora. Había dicho arrogantemente a los vaqueros de la hacienda del gobernador de Sonora, Manuel María Gándara, en Calabasas [Santa Cruz County, Arizona] que volvieran a poner en orden el ganado cuando regresara para otra incursión).

* El 29 de agosto de 1853, Manuel María Gándara, gobernador del estado de Sonora, comunica a Antonio López de Santa Anna, presidente de la república mexicana: Por declaraciones de un apache hecho […] prisionero, por los informes de varias personas, y por noticias adquiridas de los americanos que pasan de Texas para California, sabe este gobierno que el jefe apache Mangas Coloradas con su ranchería y otros salvajes hasta el número de 600 se han establecido sobre las orillas del río Mimbres, donde nuestro puesto militar guarnecido por fuerzas de los Estados Unidos, que no solo viven en paz con los bárbaros, sino que los protegen, racionándolos y manteniendo con ellos un tráfico […] cuyos objetos de cambio son, por una parte, los ganados de toda especie robados en nuestros campos y por otra las armas y la pólvora suficientes para perpetuar el robo y el asesinato que asolan el territorio de la República. Y no es todo […] los apaches del Mimbres guardan prisioneros como 60 cautivos mexicanos a ciencia y paciencia de la autoridad de los Estados Unidos […] la cual no solo no gestiona la libertad de los prisioneros, sino que permite pasar uno que otro como regalo de los bárbaros a poder de individuos americanos.

* A finales de año de 1853, aunque hay apaches pacíficos que viven en Janos (Chihuahua) no existen registros de si reciben raciones. (De noviembre de 1853 a diciembre de 1856, los censos administrativos en Corralitos [municipio de Nuevo Casas Grandes, Chihuahua] informaron de 15 apaches viviendo en la ranchería del jefe Dos Reales, quien estaba familiarizado con la zona después de haber vivido en el distrito de Janos desde agosto de 1842 hasta octubre de 1843, cuando se fue a Corralitos, recibiendo allí raciones de los mexicanos).

* En diciembre de 1853, el entonces comandante James Henry Carleton lidera una expedición militar de reconocimiento por la zona del Gran Quivira ([Torrance County, New Mexico]. Carleton informaría que un guía de su expedición estuvo cautivo de los apaches mescaleros durante ocho meses, pasados los cuales pudo escapar. El guía proporcionó a Carleton importante información sobre los mescaleros y el número de ellos: Barrancia tenía 19 guerreros; Josecito 9; José Largo 15; La Pluma 13; Negrito 20; Santana 19; y Santos 40. Había otros jefes en las Sacramento Mountains [Otero County, New Mexico] sumando otros 50 entre todos.

Antes de esa información, los estadounidenses conocían la existencia de dos grandes grupos de mescaleros, el primero viviendo al sur de las Sacramento y Guadalupe Mountains [Culberson & Hudspeth Counties, Texas], liderados por Venancio y Mateo; y el otro en las Sierra Blanca Mountains y norte de las Sacramento Mountains, cuyo jefe era Gian-nah-tah más conocido como Cadete. El gobernador de New Mexico, William Carr Lane, estimaba que los mescaleros sumaban 600 en total, mientras Carleton opinaba que eran unos 800).

* El 20 de diciembre de 1853, la guarnición militar abandona Fort Webster (Grant County, New Mexico) y se traslada a Santa Bárbara (cerca de la actual Hatch, Doña Ana County, New Mexico) junto al Río Grande. (Esta nueva instalación se llamaría Fort Thorn, convirtiéndose en sede de la Agencia Apache de Estados Unidos, reemplazando a Fort Webster durante los próximos cinco años, siendo el principal punto de contacto de los estadounidenses con los apaches mimbreños, y de vez en cuando con los chokonen y los Western Apaches más al oeste; y con los apaches mescaleros al este.

Dan L. Thrapp, biógrafo de Victorio, cree que este traslado tuvo profundos efectos en la unidad de los bedonkohes y chihennes. La mitad de los chihennes, esencialmente los grupos de Cuchillo Negro y de Ponce, movieron sus rancherías a la cara este de las Mimbres Mountains [Sierra County, New Mexico] para estar más cerca de la Agencia. Así, estos grupos se separaron de los de Delgadito y de Mangas Coloradas. Delgadito se quedó junto a las Mimbres Mountains la mayor parte del tiempo; Mangas Coloradas, cuando no estaba en territorio chokonen, permaneció en su tradicional feudo de Santa Lucía, con la mitad de los chihennes y bedonkohes).

1854

* A principios de enero de 1854, Mangas Coloradas y Delgadito están con los chokonen en las Chiricahua Mountains (Cochise County, Arizona) planeando atacar asentamientos en Sonora. (Esta información estaba en poder del capitán Eusebio Gil Samaniego, ya que un destacamento de Sonora había capturado a tres apaches [dos mujeres y un anciano llamado Naguile] en la Sierra Pitáicachi [municipio de Agua Prieta, Sonora]. Poco después, Samaniego descubrió una ranchería cerca de Batepito [municipio de Bavispe, Sonora], capturando a otros cinco [una era una hija del líder chokonen Casimiro], y matado a un guerrero llamado Taleluz. Este guerrero, conocido por su bravura, había herido a uno de los soldados de Samaniego antes de caer abatido por varios disparos. Los prisioneros dijeron que iban hacia la Sierra los Pilares de Teras [municipio de Agua Prieta, Sonora] para reunirse con otros grupos. Inmediatamente, Samaniego se dirigió hacia allí, descubriendo una ranchería a través de su catalejo, preparándose para atacar con las primeras luces. A pesar de la dificultad del terreno, consiguió capturar a cuatro mujeres [una, la esposa de Teboquita], y recuperar a una cautiva, a quien los apaches habían herido durante el ataque. Los apaches, liderados por Trigueño, la habían capturado el 3 de enero en Tepachi [Tepache, Sonora]. Samaniego quemó la ranchería y una gran cantidad de mescal además de recuperar 30 reses, 200 balas, y mucha pólvora.

Samaniego obtuvo más información cuando 63 chokonen aparecieron cerca de Bavispe a finales de enero, esperando cambiar sus cautivos por los nueve que él había capturado a primeros de mes. Los chiricahuas estaban enfurecidos por su ataque, organizando precipitadamente una partida de guerra que actuó, directamente, contra el propio Samaniego. Los chiricahuas sabían quien les había atacado, decidiendo vengarse. A primeras horas de la mañana del 28 de enero, asaltaron el rancho de Samaniego, al sur de Bavispe, pero los trabajadores se pusieron a salvo en la hacienda. Los apaches detuvieron su ataque dirigiéndose al sur, hacia Bacerac. Antes de llegar asaltaron una hacienda en Teramochic [municipio de Bacerac, Sonora], matando a un hombre y a un niño, capturando a otros cuatro, y teniendo poco después un enfrentamiento a caballo con 18 soldados de Bacerac, en el que mataron a tres mexicanos. Mientras tanto, los capitanes Sebastián Reyes y Eusebio Gil Samaniego llegaron al lugar con un gran destacamento, incluyendo al sargento apache Mariano Arista.

Esa tarde, Casimiro liberó a un niño capturado en Teramochic, proponiendo un intercambio de prisioneros. La siguiente mañana, 29 de enero, tuvo lugar el cambio de la hija de Casimiro por un mexicano, seguido poco después por otro, un apache por otro mexicano. Los chokonen estuvieron de acuerdo en volver al día siguiente y liberar dos cautivos más de Bacerac y el ganado que habían robado por el resto de apaches que estaban en Bavispe. Este intercambio no salió tan bien, ya que uno de los chokonen, un hombre llamado Chirumpe, llegó aparentemente intoxicado, por lo que Casimiro y Crisóstomo se acercaron a la localidad para saber el motivo. Lo que ocurrió fue tan confuso como diferentes los informes de los capitanes Reyes y Samaniego. Aparentemente, Reyes había dejado las líneas mexicanas para hablar con Casimiro y otros pocos apaches cuando Samaniego, viendo el seis tiros [revólver] en el cinturón de Casimiro, y sospechando una traición, lanzó un ataque contra los chokonen, matando a Casimiro, a Crisóstomo, a Chirumpe, y posiblemente a otros apaches. Mientras, el resto de la banda, bajo el mando de Carro y Yaqui [Yaque] desaparecieron en la Sierra Madre, no sin antes matar a sus dos prisioneros de Bacerac. Nunca se supo la verdadera razón por la que Samaniego atacó a los apaches.

En abril, Samaniego enviaría a los apaches cautivos a Moctezuma. A mediados de mayo, Terán y Tato los trasladaría a Ures [entonces capital del Estado], excepto un bebé que estaba enfermo y permaneció en Moctezuma.

Durante los dos días de conversaciones entre Samaniego y Casimiro, este dijo que había habido un consejo en las Chiricahuas Mountains [Cochise County, Arizona] entre los chokonen de Miguel Narbona, Cochise y Taces; y los bedonkohes y chihennes de Mangas Coloradas y Delgadito. Los chiricahuas decidieron hacer una incursión por las poblaciones y ranchos entre Sahuaripa y Ures. Sobre el 10 de enero, entraron en Sonora por las Peloncillo Mountains [Hidalgo County, New Mexico & Cochise County, Arizona], y el Guadalupe Pass [Hidalgo County, New Mexico], yendo hacia el sur, hacia la Sierra Madre. Sobrepasando Bacadéhuachi [municipio de Granados, Sonora], se dirigieron al este, al río Moctezuma, y luego al sur. En algún punto el camino, la banda de 200 o 300 guerreros se dividió en grupos de 30 a 50 para abarcar mayor terreno.

No se sabe en qué grupo estaba Mangas Coloradas. Cuando Manuel María Gándara, gobernador de Sonora, tuvo noticia de varias depredaciones apaches, El Nacional, el periódico oficial del Estado, publicó el 17 de febrero que numerosas partidas de apaches habían aparecido en el Estado los últimos días, armados con carabinas y rifles adquiridos recientemente. También publicó que los apaches habían obtenido sus armas del nefasto comercio con estadounidenses a lo largo del río Mimbres. Según Luis Tánori, un comandante ópata que estaba a cargo de la Guardia Nacional del distrito, estos apaches eran los mismos que habían cometido las sanguinarias incursiones del último verano.

Los informes decían que Mangas Coloradas lideraba un grupo que estaba incursionando al sureste de Ures. Su grupo atacó el rancho Agua Caliente [municipio de San Pedro de la Cueva, Sonora]; Rancho Viejo, y Álamos [los dos en el municipio de Álamos, Sonora]. Gándara, esperando que la partida de guerra continuase hacia el norte, hacia Cumpas y Moctezuma, ordenó a las tropas que les esperase cerca del Pozo Hediondo. Sin embargo, Mangas Coloradas, quizás recordando el sangriento enfrentamiento de tres años antes, no fue a ese lugar. También había otra razón, según James Box, quien visitó Bacoachi y Fronteras durante ese tiempo: Los apaches sabían que allí no había nada que robar, yendo a otros lugares más ricos. Por lo tanto, en vez de ir al norte, fueron al este, a la Sierra Madre, cerca de Oputo [municipio de Huásabas, Sonora] para seguir la cordillera hacia el norte, hacia Arizona).

* El 1 y 2 de marzo de 1854, un grupo de chiricahuas visita el campamento del subteniente John Grubb Parke situado en Apache Pass (Cochise County, Arizona), en las Chiricahua Mountains. (Parke estaba explorando el terreno para la posible construcción de una vía ferroviaria a través del sur de Arizona, acampando durante unos pocos días en Apache Pass. El 2 de marzo, los apaches le robaron algunas mulas. Parke no mencionó a ningún líder de los que se reunieron con él. Si Mangas Coloradas hubiera estado cerca, probablemente hubiese estado con él por su tendencia natural a reunirse con oficiales estadounidenses, pero lo más probable es que todavía no había regresado de su incursión por Sonora).

* El 5 de marzo de 1854, se produce un enfrentamiento entre una banda de apaches jicarillas del jefe Lobo Blanco y un destacamento del 2º de Dragones. (El teniente coronel Philip St. George Cooke era el comandante de Fort Union [Mora County, New Mexico], cuando llegó la noticia de un robo de ganado perteneciente a Samuel B. Watrous, proveedor de carne para el ejército. Nadie sabía si los autores del robo eran utes o jicarillas. Cooke ordenó al subteniente David Bell partir con 35 hombres de la compañía “H”, del 2º de Dragones. Llevaban raciones para 15 días, dirigiéndose a explorar más allá y río abajo del Canadian, hasta Cinto Mountain. El capitán George Sykes, del 2º de Dragones y el subteniente Joseph E. Maxwell, del 3º de Infantería, fueron como voluntarios. Salieron de Fort Union la mañana del 2 de marzo; tres días después, su guía [no identificado] encontró un rastro perteneciente a una partida de caza jicarilla. Pronto vieron a varios cabalgando al otro lado de un barranco rocoso. Cruzando al otro lado, los soldados capturaron a un solitario jicarilla, viendo que el resto se alejaba a toda velocidad a una distancia de unos 1,2 km. Dejando al prisionero bajo vigilancia, Bell y sus hombres galoparon tras ellos. Llegaron a la cima de una colina, encontrando a un grupo de guerreros cabalgando hacia ellos, con los arcos y los escudos preparados y listos para el combate. Se detuvieron a unos 150 pasos de distancia, haciendo el líder movimientos en forma de curvas irregulares, golpeando su escudo, y gritando consignas, arengando a sus guereros.

Bell le gritó en español que quería hablar. El jefe desmontó, se adelantó y estrechó la mano de Bell, quien estaba seguro de que era la banda del jefe jicarilla Lobo Blanco, el probable autor del robo del ganado. Lobo Blanco lo negó diciendo que había sido la banda ute del jefe Chico Velázquez. Bell no le creyó, amenazando con detenerle y llevarse algunos de sus ponis como indemnización. Durante la conversación, dos viejos arengaron a los guerreros jicarillas, que habían desmontado. En un momento determinado de la tensa conversación, Lobo Blanco alzó su rifle para disparar, provocando que Bell y sus hombres le dispararan varias veces mientras los jicarillas se dispersaban hacia el arroyo cercano, el Congillon Creek, a unos 112 km al sureste del fuerte. Lobo Blanco, gravemente herido, fue rematado por un soldado que le aplastó su cabeza con una gran piedra.

Bell ordenó cargar pero los jicarillas eludieron la maniobra y atacaron por la retaguardia. Los Dragones se dieron la vuelta y cargaron de nuevo, mostrando los jicarillas una gran destreza lanzando sus flechas con gran rapidez por debajo del cuello de sus caballos. A medida que iban sufriendo bajas se separaron y huyeron hacia los barrancos y arroyos que conducían al río Canadian. Los Dragones los persiguieron hasta el borde del escabroso terreno, pero el temor a una emboscada les hizo darse la vuelta.

Los soldados tuvieron dos muertos [el soldado James Bell por una flecha y el soldado W. A. Arnold por un golpe de lanza. Ambos fueron enterrados allí mismo], y cuatro heridos, falleciendo además dos caballos, y dos más heridos, capturando otros seis a los jicarillas, quienes tuvieron cinco muertos, incluido su jefe, y unos 11 heridos. La muerte de Lobo Blanco fue motivo de alegría para muchas personas que creían que él era el responsable de la muerte del comerciante de Santa Fe, J. M. White, y de varios otros en 1849, secuestrando a la Sra. White, su hija y una sirvienta negra. También se le atribuyó la muerte en 1850 de unos correos en Santa Clara Springs.    

Bell envió al sargento Lawless a Fort Union para notificar lo ocurrido, llegando a las 22:00 horas después de recorrer 112 km. Bell iba por detrás con el destacamento, cuando su guía se desorientó en la noche [eran las 03:00 horas del 6 de marzo].  Por la mañana, en el cruce del río Canadian, llegó un correo de Fort Union avisando de que en una hora llegaría una ambulancia con el cirujano John Byrne.

Cuando todavía iban de regreso, a la mañana del 7 de marzo, llegó un jinete diciendo a Bell que, unas 24 horas antes, los jicarillas se habían llevado alrededor de 200 cabezas de ganado del gobierno que estaban junto al río Canadian, habiendo salvado su vida gracias a la intervención de una banda de utes al mando de Chico Velázquez. El jinete señaló un cerro a varios kilómetros de distancia, diciendo que el jefe ute estaba allí y quería hablar. Bell dejó el destacamento y fue solo a hablar con el ute, quien estaba  con 15 guerreros. Dijo a Bell que la manada robada estaba a cargo de cinco jicarillas que la llevaban río arriba, ofreciéndose  a ayudar a recuperarla.   

La mayoría de la gente pensó que Chico Velázquez había estado involucrado en la incursión y había abandonado a los jicarillas cuando le pareció conveniente. Cuando se enteró, Meriwether dijo que no creía que Chico Velázquez traería el ganado; sino más bien que los utes y los jicarillas estaban juntos en algún lugar para pasar el verano.

El 25 de marzo, Kit Carson fue al puesto militar de Cantonment Burgwin [Taos County, New Mexico], situado a 16 km al suroeste de Taos, donde se reunió con ocho jicarillas, entre los que había dos jefes. Le dijeron que unos 100 guerreros y sus familias estaban acampados cerca del Pueblo de Picurís [Taos County, New Mexico], dedicándose a hacer vasijas de barro, y que no habían estado involucrados en las recientes incursiones. Carson recomendó nombrar un agente para que les diera raciones urgentemente.

La actitud de Carson hacia los jicarillas contrastaba con sus sentimientos hacia los utes. Unos días antes de su reunión en Cantonment Burgwin, dijo a William S. Messervy [gobernador interino y Superintendente de Asuntos Indios durante la ausencia de Meriwether] que los utes deberían ser severamente castigados, y obligados a sentir el poder del gobierno. En opinión de Carson, los utes manipulaban a los jicarillas, siendo los organizadores de las recientes incursiones.   

Messervy sabía que la caza escaseaba en su territorio, no atreviéndose a ir a cazar a otras zonas porque las tropas podrían confundirles con hostiles. Cazar bisontes en las llanuras era complicado por la hostilidad de las tribus que allí vivían y había pocas posibilidades de comerciar con sus vasijas. Para evitar que los jicarillas que estaban en Pueblo de Picurís se unieran a los jicarillas [alrededor de un tercio] que estaban en otras zonas, debían de ser alimentados.  

Anticipándose a los problemas con los jicarillas, el comandante del Departamento, el general de Brigada, John Garland, emitió órdenes desde Albuquerque para preparar y desplegar el limitado número de efectivos que tenía a su disposición. Soldados del 1º de Dragones al mando del teniente Samuel D. Sturgis y el subteniente Isaiah N. Moore, fueron enviados a Fort Union. El comandante del 1º de Dragones, George A. H. Blake, al mando en Cantonment Burgwin, recibió instrucciones de cooperar con el teniente coronel Cooke en cualquier expedición que hiciera “contra los apaches [jicarillas] u otros indios”.  

La tardanza y la tacañería del gobierno tuvo sus consecuencias. Tres días después, tuvo lugar un enfrentamiento en las Embudo Mountains [Rio Arriba County, New Mexico] entre una fuerza combinada de jicarillas y utes, y un destacamento del 1º de Dragones.

El día anterior a dicho enfrentamiento, Messervy había dado instrucciones a Kit Carson para que volviera a Pueblo de Picurís y prometiera a los jicarillas que allí había, que les suministrarían raciones semanales de trigo o maíz. Pero ya era demasiado tarde. Ese mismo día se habían ido. Blake mandó que los siguiera la compañía “I” y un destacamento de la compañía “F” [60 hombres en total], del 1º de Dragones, pertenecientes al Cantonment Burgwin, al mando del teniente John Wynn Davidson.

El 30 de marzo de 1854, unos 250 jicarillas y utes [algunas fuentes los cifran entre 100 a 130], al mando de Flechas Rayadas, emboscaron al destacamento en las Embudo Mountains. Cada soldado iba armado con un mosquete Springfield, modelo 1847, del calibre 69; y una pistola Springfield, modelo 1842, del calibre 54; aunque algunos llevaban el revólver Colt Dragoon, calibre 44. La columna salió del pueblo de Cieneguilla [Santa Fe County, New Mexico] a primeras horas de la mañana del 30 de marzo, siguiendo la ruta hacia las Embudo Mountains. Al frente iban dos soldados y un explorador, Jesús Silva. Davidson les siguió durante un tiempo, pero pronto se desvió hacia otro sendero que se dirigía hacia las montañas. El motivo no está claro. Pero Davidson encontró pistas frescas de numerosos jicarillas, siguiéndolas hasta un estrecho desfiladero en cuya cresta estaban acampados. Los soldados subieron por la parte inferior del cañón a lo largo del sendero hasta llegar a un afloramiento rocoso con cuestas cada vez mayores, que impedían avanzar más, teniendo que ir por el lado derecho a una zona suavemente inclinada, cerca de la base de la cresta, justo sobre el fondo del cañón, desmontando a unos 340 metros del arroyo.  

A las 08:00 horas de la mañana, cuando los soldados estaban subiendo la pendiente, los guerreros les desafiaron a gritos. Habían oído el ruido del eco de los caballos, aproximándose hasta el estrecho cañón, enviando a sus ancianos, mujeres y niños, lejos, a las boscosas barrancas al sur del campamento. Los guerreros estaban listos para el combate y probablemente habían tenido el tiempo suficiente para discutir cómo hacerlo. Davidson decidió atacar para que el desafío no quedase sin respuesta. Ataron sus caballos a los árboles, quedándose el médico D. L. Magruder y ocho soldados custodiándolos. El resto se dividió en dos pelotones, el primero al mando del sargento 1º William C. Holbrook avanzando por la derecha y el segundo, al mando del sargento William Kent, por la izquierda. Los jicarillas simularon una retirada dirigiéndose a ambos lados del cañón, atacando a los soldados cuando subían por la empinada pendiente, a unos 100 o 145 metros del campamento. Los soldados agrupados sufrían los ataques de los guerreros que estaban escondidos detrás de los árboles y las rocas, por encima de ellos. Un pelotón ascendió un corto camino a través de un estrecho paso hacia el norte, mientras el otro iba hacia arriba desde el lugar en el que estaban atados los caballos. Subieron despacio, combatiendo durante algo más de una hora. 

Sobre las 09:30 horas, los soldados llegaron a la cima, después de un breve descanso, donde estaban los guerreros esperándoles apostados en los alrededores. Tras un combate de 10 minutos, los soldados se retiraron ante las bajas sufridas [el sargento Kent y cuatro soldados fallecieron nada más llegar a la cima, y varios más resultaron heridos] pero tuvieron que detenerse a luchar ante las acometidas de los guerreros [cayendo más soldados] hasta, más o menos, las 10:30 horas. 

El soldado James Strowbridge, de la compañía I, diría: Los indios enseguida cargaron contra nosotros desde tres puntos a la vez. Los rechazamos de nuevo y nos protegimos tras cualquier árbol o roca que pudimos alcanzar. Pusimos los caballos en una especie de círculo mientras los indios hicieron dos cargas más desde tres sitios a la vez. Los rechazamos otra vez. Entre estas cargas pasaron, algunas veces 20 minutos, otras media hora. Después cargaron juntos, unas veces, por un lado, y otras por otro. Los hombres, de un lado, iban al otro donde los indios estaban cargando para ayudar a repelerlos. Nosotros los rechazamos todas las veces. Luchamos en ese lugar durante una hora y media a dos horas, perdiendo a algunos hombres allí y matando a algunos indios. Vi a dos indios caer ante mí.

Davidson ordenó retirarse hasta una pequeña colina a 160 metros de distancia. Una vez allí fueron atacados por todos los lados. Davidson se dio cuenta de que la posición era débil, cambiando de dirección para cruzar el arroyo. Durante estos movimientos llevaban los caballos que todavía vivían, yendo desmontados, deteniéndose a mitad de la cuesta para descansar. Strowbridge diría: Estuvimos allí un minuto o dos viendo a los indios cruzar el barranco para subir a la cima de la montaña para dirigirse hacia nosotros. Fuimos hacia arriba, a la colina que estaba más lejos que parecía tener una posición mejor para luchar. Subimos a la colina y plantamos cara a los indios permaneciendo en esa posición durante unos 15 minutos. Los indios siguieron rodeándonos, frente a nosotros, por ambos lados.

Los soldados vieron a los jicarillas esperándolos en la parte superior. Allí siguieron disparando durante 10 minutos, antes de que Davidson llevara a sus hombres a lo largo de la cresta mientras eran atacados varias veces. Davidson, que estaba herido por una flecha, ordenó a sus hombres dejar a los muertos, reunir a los heridos y llegar a la cima del cercano cañón. Habían perdido 17 hombres más durante la retirada, con la mitad de los supervivientes heridos. El soldado James A. Bronson diría: En el momento en que llegamos a la cumbre nos atacaron, teniendo un enfrentamiento de 10 minutos. Después la columna cambió de dirección, a la izquierda, yendo a la cima de una montaña. Pero a unos 100 o 160 metros de nuestro primer enfrentamiento, en la cima de la montaña, los indios nos atacaron por la retaguardia.

Los heridos estaban sobre los caballos, mientras los demás defendían las alas y la retaguardia. Nos movimos lentamente así durante cerca de 800 metros, siendo atacados varias veces por los indios, pero cada vez fueron rechazados.

Cuando los soldados se acercaron al sendero, vieron que la pendiente lateral era menos empinada, por lo que se retiraron por el lado de la cresta hasta el cañón adyacente, recorriéndolo durante varios kilómetros antes de pararse a descansar. El soldado Peter Weldon, de la compañía F recordaría que: Sentía que ya no podía levantarme, mientras el soldado James A. Bronson diría: Al final de esa distancia llegamos a donde la montaña llevaba a un profundo barranco o cañón, donde los indios aparecieron para hacer su gran carga y rodearnos. También los rechazamos. Davidson estaba también herido en esos momentos, y también varios hombres que estaban de pie junto a mí. Davidson habló para ser oído y dijo: ‘No se inquieten, hombres. Mantengan la calma. He estado en lugares peores que este’.

La lluvia de flechas en ese lugar había sido tan grande, que el suelo estaba completamente sembrado de ellas. Los soldados que combatían eran pocos, ya que la mayoría estaban heridos, antes de alcanzar ese punto, y escuché a los que defendían la retaguardia y las alas quejarse de que estaban completamente ‘cubiertos’ por ellas. Davidson ordenó al corneta tocar ‘llamada’ para montar y moverse. Entonces comenzó, lo que consideré, una retirada ante los indios, y un testigo ocular, podría reconocer que fuimos vencidos al ser más [los jicarillas] en esos duros enfrentamientos…

… Cuando llegamos al pie de la colina, de unos 40 metros de altura, me volví en la silla y vi en la cima de la colina que habíamos dejado, un gran grupo de indios, unos 60 o 70, y también otros en los dos flancos, que nos hacían gestos con sus brazos de que podían con nosotros. Después de seguir el barranco a unos 100 metros, vi a dos indios a la derecha del barranco, disparando uno de ellos su arma, alcanzando la grupa del caballo que iba delante de mí. Ese fue el último de los indios que vi.

Strowbridge diría: La última vez que nos enfrentamos fue justo antes de bajar al otro lado de la colina. Mantuvimos nuestra posición allí durante unos 20 minutos, luchando contra los indios, creo que con la intención de mantener la posición. Yo estaba sentado tras un árbol tratando de conseguir disparar a un indio cuando un disparo golpeó el suelo junto a mí, y otro pasó entre las piernas del soldado Newhand cuando estaba en cuclillas, diciendo que no era bueno que nos quedásemos allí, ya que no estábamos protegidos. Los indios en ese momento comenzaron a disparar flechas, viéndose 15 o 20 de ellas clavadas en el suelo. Cuando nos levantamos para cambiar de posición escuché a alguien decir que el teniente estaba herido. Me di la vuelta y vi una flecha clavada en su hombro, diciendo que ‘no importaba, que no era nada’. Creo que fue el cabo Dempsey quien se la sacó. Davidson se hirió a sí mismo en el pie por una bala y uno de sus pulgares fue partido en dos trozos.

En esos momentos, el sargento Holbrook vino caminando hacia mí, preguntándome si podría conseguirle un caballo, ya que le habían disparado y no podía seguir a pie. Le conseguí un caballo e intentó montar, pero estaba tan débil que no pudo. Sangraba mucho porque tenía clavadas dos flechas, una en su espalda, casi hasta las plumas. Cuando intentó montar el caballo, cayó hacia atrás y falleció. No puedo decir cuánto tiempo después nos alejamos de ese lugar. Fue el último combate que tuvimos. Davidson dio la orden de montar y avanzar colina abajo. Había pocos que no estaban heridos. Pusimos a cada herido en un caballo, y uno ileso tras él, retirándonos así hasta campo abierto. Así llegaron al camino de Taos dirigiéndose a Cantonment Burgwin.

Los jicarillas y utes habían conseguido vencer a un destacamento del ejército de los Estados Unidos, dirigidos por Flechas Rayadas, que había sucedido a Lobo Blanco, muerto el 5 de marzo anterior en un enfrentamiento con el destacamento del teniente Bell. Los Dragones tuvieron 22 muertos y 23 heridos [al menos uno mortal], además de perder 45 caballos [muchos muertos y otros en poder de los jicarillas], y gran parte de los suministros. Las pérdidas de los jicarillas no están claras, pero estimaciones militares creen que llegaron a 50 [entre muertos y heridos]. Chacón, un jefe jicarilla que no estuvo presente en la batalla, diría que otro jefe, Pacheco, murió allí. Cuando comenzó el combate, los indios estaban haciendo vasijas de barro y algunos de ellos incluso estaban de rodillas pidiendo la paz. Los soldados mataron al jefe Pacheco, y una bala entró en las entrañas de una mujer, que sobrevivió. Alrededor de 50 indios murieron en Cieneguilla.

El “Santa Fe Weekly Gazette” informaría: “Fue una de las batallas más duras que jamás haya tenido lugar entre las tropas estadounidenses e indios”.

En su informe, dos días después de la batalla, Davidson afirmó que se encontró con los apaches cerca de Cieneguilla mientras sonaban los gritos de guerra. James A. Bennett, un sargento que sobrevivió a la emboscada, afirmó que la batalla duró unas cuatro horas, pero parece que duró de dos horas y media a tres horas.

Otra versión sugiere que Davidson y sus tropas no sufrieron una emboscada, sino que menospreciaron a los jicarillas y utes, y atacaron a una fuerza superior.

Un tribunal militar investigó el papel del teniente Davidson en el combate, siendo exonerado de toda culpa. En su informe oficial, Davidson declaró: Después de un desesperado combate de cerca de tres horas, me vi obligado a retirarme con mis heridos, logrando llevarlos a Taos.

El triste deber me lleva a informar que 22 de mis valientes soldados quedaron sobre el terreno y 23 heridos, y además 45 caballos muertos y perdidos en acción. Enumero la lista de los muertos y heridos con detalle. Por mi propia observación y la de los indios Pueblo que fueron con el comandante George Alexander Hamilton Blake para traer a los muertos, dijeron que más de 300 apaches [jicarillas] y utes se enfrentaron a mí.

Los estudios arqueológicos contradicen el informe de Davidson. Un grupo de objetos como cápsulas de percusión y botones de soldados demuestran que el combate donde los caballos estaban atados era, en realidad, un terreno reducido. Numerosas cápsulas de percusión fueron encontradas ahí y el 60 % habían sido disparadas, demostrando que los soldados se mantuvieron inquietos mientras estuvieron rodeados. En el posterior combate sobre la cresta, solo el 30 % habían sido disparadas, indicando la creciente fatiga y pánico de los Dragones.

Los estudios revelan que la retirada no fue tan ordenada como Davidson declaró. En el suelo del camino había munición, cápsulas de percusión sin usar, y otros restos. Parece que los Dragones entraron en pánico en ese lugar. Finalmente, Davidson informó que allí había más de 300 guerreros, pero el terreno era demasiado pequeño para tantos; y aunque los jicarillas eran más numerosos que los Dragones, combatieron con peores armas. El uso del terreno y de la astucia, y el exceso de confianza del propio Davidson, decidió el resultado de la batalla.

Después, el teniente coronel Philip St. George Cooke, del 2º de Dragones, salió en persecución de los jicarillas, con la ayuda de nativos Pueblo, exploradores mexicanos al mando del capitán James H. Quinn, y con Kit Carson como principal guía. El invierno llegó persiguiéndolos a través de las montañas, cuando Cooke los alcanzó y derrotó el 8 de abril en su campamento en el cañón de Ojo Caliente [Taos County, New Mexico. No confundir con la reserva de Ojo Caliente o Warm Springs, Socorro County, New Mexico]. Los jicarillas se dispersaron en pequeñas bandas eludiendo la persecución, pero muchos fallecieron en el invierno a causa del duro clima invernal).

* El 25 de abril de 1854, el Senado de los Estados Unidos ratifica la compra de La Mesilla ([en USA, Gadsden Purchase], llamada así por James Gadsden, diplomático, soldado y hombre de negocios, enviado a Ciudad de México para conseguir dicha compra para el trazado del ferrocarril. Esta compra hizo que la frontera que estaba en el río Gila se trasladase hacia el sur, hasta su actual ubicación, lo que modificó el estatus geopolítico de varias bandas apaches que pasaron a depender de la jurisdicción mexicana a la estadounidense).

* En mayo de 1854, una partida de unos 200 guerreros chiricahuas incursiona por Sonora, liderada por Delgadito y Costales, en unión de Miguel Narbona. (El 11 de mayo, un cautivo fugado, residente de Sahuaripa, llegó a Huásabas, informando que había huido de una banda liderada por Delgadito y Costales [este era un mexicano capturado de niño por los chihennes y criado por Delgadito]. Dijo que este último era muy cruel con los cautivos a pesar de ser mexicano de nacimiento. No mencionó a Mangas Coloradas, pero probablemente estaba presente.

La banda estaba formada por chihennes, bedonkohes y chokonen. El 21 de mayo, unos vecinos de Pueblo de Álamos [municipio de Ures, Sonora] encontraron el rastro de unos apaches en los alrededores del pueblo, por lo que, alarmados, avisaron al comisario Ayala, autoridad civil de la localidad. Unos vecinos que fueron a ver las huellas, dijeron que habían localizado a un pequeño grupo de apaches a algo más de 1 km de la población. Al mando de la milicia de Pueblo de Álamos estaba el ópata Luis Tánori, quien salió en persecución de los apaches con una fuerza de 16 hombres. Nada más salir del pueblo vio a seis guerreros que huyeron rumbo a la Sierra Rancho Yaquis [municipio de Ures, Sonora]. Tánori decidió seguirlos hasta casi alcanzarlos, pero cuando llegaba a una cima, se dio cuenta de que había caído en una trampa y estaba rodeado por un gran grupo de apaches. Mataron a Tánori, y a 11 de sus hombres. El resto huyó a Pueblo de Álamos con los apaches en sus talones, quienes rodearon la población, matando a dos mujeres y un hombre, y quemando una hacienda que tenía siete edificaciones.

El comisario Ayala informó de lo ocurrido al gobernador Manuel María Gándara: “… al llegar al pie de la Sierra Rancho Yaquis aparecieron los apaches en gran número, dando muerte a Dº Luis Tánori, y a 11 más que le acompañaban. Resultaron muertos los soldados José María Cota, Manuel Rodríguez, Loreto Savedra, Gabriel Galindo, Jesús Andrade, y Lion Andrade. Estos son vecinos e indios ópatas de este pueblo. Francisco Chumina, Antonio Gurizo, Pedro Lluvinula, Andrés Lion, Rufino Molina… no han aparecido, debiendo haber sido capturados.

El mismo día aparecieron los apaches en el pueblo, como a las 11:00 horas, y al no haber fuerzas para rechazarlos, reuní a todas las familias en el centro y con los pocos hombres que había para protegerlas, se defendió el pueblo. Llegaron los apaches a las afueras del pueblo, incendiándolo, y con unos disparos que les echamos se retiraron. Entonces llegaron dos mujeres y un hombre que venían del Rancho La Feliciana [municipio de Ures, Sonora], y al entrar en el pueblo les mataron a los tres, quemaron unas cuantas casas, y de allí se dirigieron al arroyo… se llevaron todos los burros que encontraron para la Sierra Rancho Yaquis, rumbo al norte, quedando el pueblo a la espera de los refuerzos que se pidieron a la mañana a Mazatán [municipio de Mazatán, Sonora], Nácori y Mátape [municipio de Villas Pesqueira, Sonora], y habiendo venido 23 hombres bastante tarde, como al meterse el sol, no se pudo reconocer el campo por ser poca la fuerza y estar los indios por allí. A la noche llegó el comandante Dº Pío Llescas con 25 hombres, decidiendo que salieran otro día a reconocer el campo en donde hallaron los cadáveres, retirándolos y quedando Dº Pío Yescas reconociendo el terreno en busca de los dos hombres últimos que no aparecen…”.

De allí se fueron al norte con su botín, llevándose caballos y ganado con ellos. Cerca de Mazocahui [municipio de Baviácora, Sonora] mataron a dos mineros, y más tarde a cinco milicianos cerca de Baviácora. Esperando cortarles el camino antes de que se retiraran más al norte, el gobernador Gándara envió una compañía desde Fronteras. José Yescas, un veterano sargento, muy conocido por los chiricahuas gracias a su largo servicio en Fronteras, guio a su destacamento sin poder alcanzar a los chiricahuas. Estos habían establecido sus campamentos base en Sonora, desde donde lanzaban sus incursiones. Los chihennes en las montañas cercanas a Oputo [municipio de Huásabas, Sonora]; y los chokonen en dos lugares, Miguel Narbona y Cochise cerca de Turicachi [municipio de Fronteras, Sonora], y Posito Moraga, Trigueño, Carro y Yaqui [Yaque] entre Fronteras y Bacoachi. A finales de mayo, los guerreros ya habían llegado a esos campamentos.

Mientras se dirigían al norte, Mangas Coloradas, al frente de 19 guerreros, hizo una incursión relámpago contra Janos [Chihuahua], matando a tres civiles, y robando algunas reses. El 1 de junio, Miguel Narbona, al frente de 50 chokonen, acosó a unos ciudadanos en la ciénaga cercana a Fronteras, quitándoles 16 mulas y caballos, y capturando a un muchacho, antes de dirigirse a la Sierra de Teras [municipio de Agua Prieta, Sonora]. Los chiricahuas no encontraron ninguna resistencia, ya que solo pocas horas antes, 135 hombres habían salido de Fronteras para explorar las Chiricahua Mountains. Llegando el verano, las bandas chiricahuas llegaron a Arizona y New Mexico).

* El 9 de mayo de 1854, se produce un enfrentamiento entre una banda de apaches lipanes y un destacamento formado por las compañías F e I, de los Mounted Rifles de Texas, al mando del teniente George B. Cosby. (Cosby iba con 11 hombres al sur de Fort Merrill [Live Oak County, Texas] cuando un jinete mexicano le informó que había un campamento de 40 apaches lipanes en las orillas del Trinidad Lake, cerca de la actual Ben Bolt [Jim Wells County, Texas]. Aunque solo iban armados con revólveres y tenían poca munición, ordenó dirigirse allí.

Los apaches lipanes resistieron la carga de los soldados, rodeándolos. Cosby no tuvo más remedio que romper el cerco, avanzando hacia un punto, disparando sus revólveres. Cosby se quitó una flecha del pecho que le hubiese matado si no se hubiese clavado en su cartera. Cuando otra flecha se clavó en su brazo, sacó su sable. Un guerrero fue a atacarle interponiéndose el sargento John Byrne, sable en mano. El guerrero lanzó una flecha al cuerpo del sargento, derribándolo para caer en manos de los lipanes.

El resto de los soldados cabalgó unos 180 metros hasta donde estaba el teniente herido, para desmontar y rodearle. El cabo William Wright diría después que los soldados querían combatir allí, repartiéndose la munición del revólver de Cosby. Ante la firme posición de los soldados, los lipanes prefirieron perseguir a dos de ellos que se habían separado del grupo, aprovechando un soldado para cabalgar hasta el campamento de Santa Gertrudis [Kingsville, Kleberg County, Texas] para pedir ayuda. Los refuerzos llegaron en menos de dos horas, pero los apaches lipanes se habían ido.

Al ayudar a Cosby y a dos soldados heridos, murieron el sargento Byrne y otros dos soldados. Se cree que tres apaches lipanes murieron y otros dos resultaron heridos).

* El 9 de junio de 1854, las autoridades de Chihuahua firman un tratado de paz con los apaches mescaleros acampados en las inmediaciones de la hacienda de El Carmen (municipio de Buenaventura, Chihuahua).

* A finales de junio de 1854, un destacamento mexicano al mando de Eusebio Gil Samaniego sale de Bavispe (Sonora) guiado por el chiricahua Mariano Arista y por el ópata Alberto Guaymuri. (No se sabe la razón, pero Arista decidió adoptar el modo de vida mexicano. Según Samaniego era su mejor hombre, conocía las prácticas de los apaches y todo su territorio. Samaniego se dirigió a las Animas Mountains [Hidalgo County, New Mexico], en el suroeste de New Mexico, donde vivían un extenso grupo de chokonen y nednais. Las Animas Mountains era, históricamente, un excelente lugar donde cazar y recolectar frutos, con varios buenos manantiales. Allí atacó una ranchería, capturando a 14 personas, incluyendo a un viejo guerrero llamado Gillén. La mayor parte de los hombres no estaban en el campamento. Después Samaniego fue a la Sierra de Teras [municipio de Agua Prieta, Sonora] donde capturó a un guerrero bedonkohe llamado Severiano, un viejo aliado de Mangas Coloradas de los tiempos de Santa Rita del Cobre, cuando todavía era conocido como Fuerte. La presencia allí de Severiano sugería que Mangas Coloradas estaba cerca.

Samaniego también liberó a un niño mexicano capturado en Fronteras durante la última incursión allí de Miguel Narbona. El niño le dijo que un grupo de chokonen había ido a Turicachi [municipio de Fronteras, Sonora]. Mató a Severiano mientras intentaba escapar como informaría más tarde. Samaniego recompensó a sus dos exploradores, Arista y Guaymuri).

* El 8 de julio de 1854, el  Dr. Michael Steck, reelegido como Agente Indio, emite un informe desde Doña Ana (Doña Ana County, New Mexico) sobre el estado de los apaches. (El 23 de julio, estableció su agencia en Fort Thorn [cerca de la actual Hatch, Doña Ana County, New Mexico], junto al Río Grande).

* A finales de agosto de 1854, un grupo de chokonen emboscan a cinco hombres en el camino que va de Bavispe a Oputo (municipio de Huásabas, Sonora), matando a un hombre y capturando a Fulgencio Samaniego, un pariente de Eusebio. (Le dijeron que escribiera una nota ofreciendo cambiarle a él y a Abundio Elías por Guillén y los demás apaches capturados en las Animas Mountains [Hidalgo County, New Mexico], el mes de junio. Terán y Tato los había enviado a Ures donde no estarían mucho tiempo. Poco después escaparon, por lo que asumió que pronto estarían con los chokonen y que estos ya no cambiarían a sus prisioneros. De Fulgencio Samaniego y Abundio Elías no se supo nunca nada más.

Al mismo tiempo, unos apaches habían emboscado y aniquilado a un grupo de cinco hombres entre Bavispe y Huásabas [Sonora]. Uno era un hijo del capitán Sebastián Reyes. ¿Fue casualidad o los chiricahuas planearon esos ataques directos contra familiares de quienes mataron a Casimiro y otros apaches el último invierno?

También en agosto, Mangas Coloradas incursionó cerca de Santa Cruz [Sonora]. Atacó a dos grupos de emigrantes estadounidenses que iban de San Bernardino [municipio de Agua Prieta, Sonora] a Santa Cruz. No se sabe si Mangas Coloradas tenía conocimiento de que eran estadounidenses, ya que los emigrantes iban por Sonora. El primer grupo iba dirigido por un hombre llamado Beck, en el que James Houston resultó muerto; el segundo, dirigido por Fairchild, cuyo hermano resultó muerto al este de Santa Cruz. Ambos grupos perdieron varias cabezas de ganado.

Según J. G. Bell, un ganadero que llevaba ganado texano a California, los mexicanos de Santa Cruz le dijeron que Mangas Coloradas estaba en los alrededores y que había cometido depredaciones. Si es así, Mangas Coloradas no permaneció allí mucho tiempo, ya que un grupo de 36 estadounidenses bajo el mando de un hombre llamado Callahan, acompañado por 25 voluntarios mexicanos de Santa Cruz, siguió a unos apaches a las Huachuca Mountains [Cochise County, Arizona], atacándoles y matando a 21 de ellos, y recuperando a un cautivo capturado en Tucson [Pima County, Arizona], unos cuatro años antes. Dada la ubicación, uno podía concluir que habían atacado a un grupo de chiricahuas, pero los Western Apaches estaban activos en el sur de Arizona ese verano, siendo improbable que una banda chiricahua tuviese cautiva a una persona de Tucson a no ser de haberla conseguido mediante un intercambio.

En cualquier caso, poco después Mangas Coloradas llevó a su gente de vuelta a New Mexico. Muchas cosas habían cambiado durante su ausencia. Los soldados habían evacuado Fort Webster el último diciembre, siendo enseguida quemado por los chihennes.

El 12 de agosto, Cuchillo Negro y Josecito visitaron a Steck manifestándole sus deseos de paz. Al día siguiente salió de la Agencia con dos hombres con destino a los poblados apaches sobre el río Mimbres para determinar el sentimiento de los jefes apaches hacia nuestro gobierno y ver cuánto habían cultivado. Después de un viaje de seis días en el que se reunió con varios chihennes, aunque ningún jefe importante, unos pocos mexicanos dijeron a Steck que los líderes chihennes tenían intención de evitarle. Los mexicanos habían sugerido a los apaches que Steck era un espía del ejército estadounidense, el cual estaba planeando una campaña contra ellos. La ausencia de cultivos decepcionó a Steck, aconsejando a los apaches que pasasen la mayor parte del otoño recolectando bellotas, bayas, y mescal porque él no tenía mucho que ofrecerles.

Los líderes chihennes no evitaron a propósito a Steck. Habían ido a La Mesilla [Doña Ana County, New Mexico] con intención de comerciar. Estaban todos los líderes chihennes importantes, excepto Mangas Coloradas, que estaba en Arizona con los chokonen. El 13 de agosto, Crisanto, acompañado por un hombre y tres mujeres, todos del grupo de Delgadito, llegaron a La Mesilla. Dijeron al alcalde, Domingo Cubero, que su jefe Delgadito buscaba hacer la paz y recibir una licencia para comerciar con la gente de La Mesilla.

Cinco días después, el 18 de agosto, llegó Itán, acompañado por Cuchillo Negro, Josecito, Poncito, Riñón, Costales [intérprete de los apaches porque era un mexicano capturado de niño por los chihennes y criado por Delgadito], y 50 mujeres y niños. Itán fue el que más habló. Dijo a Cubero que Delgadito había desarrollado una inesperada enfermedad estando demasiado enfermo para viajar. Quizás Delgadito, el más belicoso de esos jefes chihennes, decidió no ir porque desconfiaba de Cubero, conocido por su inflexible oposición a los apaches. Los apaches buscaban una paz sólida, no habiendo realizado antes depredaciones cerca de La Mesilla. Itán destacó que los mescaleros eran responsables de las recientes incursiones efectuadas cerca de allí. La población no quiso comerciar con los apaches diciendo a Cubero que los echase de allí.

Tras esto, los apaches decidieron visitar a Steck en Fort Thorn [cerca de la actual Hatch, Doña Ana County, New Mexico] pero no antes de que algunos miembros de la banda de Delgadito robaran algunos caballos en La Mesilla. El 1 de septiembre, el gobernador de New Mexico, David Meriwether emitió un informe en el que describía a los apaches del Gila y su territorio. El 10 de septiembre, Delgadito e Itán llegaron con su gente a Fort Thorn, donde recibieron raciones de Steck.

En octubre, el Dr. Michael Steck visitó a los principales jefes chihennes a lo largo del río Mimbres [suroeste de New Mexico]. Los encontró pacíficos, pero cerca de la indigencia, prometiéndoles raciones. Steck advirtió a Meriwether que mucho se les ha prometido y si el gobierno no cumple sus acuerdos, los apaches empezarán a incursionar. Steck instó al gobernador que el cultivo del suelo es el camino más seguro para la civilización… No se debe perder tiempo en la realización de un objetivo que promete tanto bien.

Steck reconoció que la caza, la recolección, y las incursiones formaban parte de la economía de los chiricahuas.

El 25 de octubre, llegaron a Fort Thorn, los líderes chihennes Cuchillo Negro, Josecito y Sargento con 60 apaches para recibir las raciones y suministros de Michael Steck.

Dos días después, el 27 de octubre, llegaron Mangas Coloradas, Itán y Delgadito con unas 90 personas, entre ellas probablemente Gerónimo. Era la primera vez que Mangas Coloradas se reunía con Steck, entablándose entre los dos una relación de amistad y respeto mutuo.

El 11 de noviembre, David Meriwether, gobernador del Territorio de New Mexico, fue a Fort Thorn y se reunió con varios líderes chiricahuas. En un escueto informe declaró que la entrevista fue satisfactoria. Steck proporcionó alrededor de mil dólares en regalos para unos 300 chiricahuas. El gobernador se encontró con Mangas Coloradas y otros jefes. También habló con el grupo de nednais de Janos de Láceris, José Nuevo, y Delgadito Janeros [así llamado para distinguirle del líder chihenne Delgadito]. Además de Mangas Coloradas, los otros líderes chihennes eran Delgadito, Itán, Losho [probablemente Loco], y Josecito. Meriwether prometió ayudarles, pero si los apaches le tomaron en serio o no, es otra cuestión.

A mediados de diciembre, Michael Steck proporcionó en Forth Thorn más raciones a las bandas chihennes de Cuchillo Negro, Delgadito, Josecito, Losho [Loco], Lucero [Láceris?], y Veinte Reales, pero los nednais de Janos y Mangas Coloradas no acudieron. Excepto la banda de Cuchillo Negro, que vivía al este de las Mimbres Mountains, la mayoría de los chiricahuas encontraron inconveniente la nueva ubicación para recibir raciones. Así lo reflejó Steck en su informe del 31 de diciembre. Por lo tanto, en los próximos años, llevaría frecuentemente sus raciones a un punto más céntrico, Santa Rita del Cobre).

* El 15 de noviembre de 1854, 50 mescaleros atacan unos carros mercantes cerca de El Muerto Springs ([Jeff Davis County, Texas]. Durante el enfrentamiento, dos conductores resultaron heridos, los cuales mataron a cinco guerreros).

* A finales de 1854, se celebra una reunión en Las Cruces ([Doña Ana County, New Mexico]. Participaron los jefes Palanco y Santos con rancherías al oeste de las Sacramento Mountains [Otero County, New Mexico] y al norte de Manzano [Torrance County, New Mexico]; Varela, Francisco Hanero, y El Marco Hanero acampados al este de las Sacramento Mountains; al sur estaba Bigotes; y más al sur Chino Guiro; y Santana [yerno de Cadete] en las Guadalupe Mountains [Culberson & Hudspeth Counties, Texas]).

1855

* En 1855, un gran grupo de apaches lipanes están acampados alrededor de las Davis Mountains (Jeff Davis County, Texas) cuyas colinas tienen mucha caza y gran cantidad de frutas silvestres. (Un día, una banda comanche regresaba de una incursión por México, al mando de dos jefes. Cruzaron el Río Grande y acamparon sin saber que los lipanes tenían varias rancherías cerca. Al día siguiente, muy temprano, los comanches reiniciaron su viaje hacia su territorio. Al pasar por una colina vieron una gran manada de caballos pastando. Uno de los jefes comanches dijo a sus guerreros que los cogieran para llevárselos, pero el otro dijo que eran caballos apaches, que mejor era  dejarlos en paz. El primer jefe llamado Madzil dijo: Cuando dejé mi territorio con mis armas fue para asaltar; no para hacer amigos”.

Aun así, el otro jefe siguió pidiendo irse en paz: Mira a estos jóvenes. No hemos perdido ninguno. Mantengamos la paz y divirtámonos esta noche. Mira todo lo que llevamos, muchas cosas y buenos caballos”. Madzil quería pelear. Los dos jefes se encararon y discutieron mientras los guerreros se habían hecho ya con la manada de caballos de los lipanes. Madzil dijo que lucharía contra ellos y se llevaría a sus esposas e hijos y los haría trabajar. El otro jefe dijo: No hables así, los lipanes son buenos guerreros”. Siguieron adelante y llegaron a la cima de la colina, viendo unas pocas rancherías lipanes sin saber que el resto estaba tras otra pequeña colina.

Un guerrero lipán fue a donde estaban los caballos y los vio, yendo corriendo a su campamento. Mientras, los dos jefes comanches seguían discutiendo. Uno decía: Vamos al campamento lipán y démosles unos pocos regalos pero Madzil contestó: Yo quiero luchar; y dirigiéndose a sus guerreros, dijo: Hombres, estamos en un campamento lipán. Preparaos, estad listos, no puedo saber qué va a pasar, si saldremos vivos o moriremos aquí en este hermoso día”. El otro jefe se enfadó más: No implores ayuda porque tú vas a empezar este combate, te lo he dicho de buenas maneras, pero no me escuchas, así que veremos lo que pasa antes de que se ponga el sol”.

Madzil dijo que se apoderaría de sus mujeres y niños. Mientras tanto, los lipanes habían dado la alarma, llevando a sus mujeres y niños lejos del campamento. Los comanches llevaban sus pinturas de guerra, y sus mejores ropas, con los caballos lipanes en su poder. Viéndoles, los apaches se reunieron para prepararse para el combate. Un comanche dijo: Hay muchos para un campamento tan pequeño. Deben tener su campamento principal al otro lado”. Los apaches se acercaron formando una línea de combate. Su jefe, montado en un caballo al frente de ellos, dijo: Debéis ser valientes y pelear, que es lo que ellos quieren. Han cogido nuestros caballos. Preparad los arcos y las lanzas. Hoy comienza nuestro combate. No pedimos luchar. Ellos son los que veis, así que carguemos juntos. Jóvenes, sed valientes, ya veis, piensan que son hombres. Así que seamos hombres nosotros también. Veamos antes de que se ponga el sol, quiénes son hombres de verdad”.

Otro jefe apache dijo: Lo que dice el jefe es cierto. Todos somos hombres, así que vamos a mostrarles a esos comanches cómo luchamos”.

Una vez más, el jefe comanche dijo a sus hombres: He intentado convencer a Madzil que hiciera la paz con los apaches, pero no me ha hecho caso, así que ahora peleemos con ellos lo mejor que sepamos. Creo que vamos a perder este combate porque ya he luchado antes con ellos. Pero el problema lo hemos creado nosotros, así que tenemos que luchar”. Los comanches formaron en línea con los dos jefes al frente. El jefe lipán dijo: Ya vienen, así que sed valientes, nosotros, los lipanes, ya hemos tenido antes muchos combates con ellos, pero este será un enfrentamiento difícil”.

Los comanches cargaron a caballo, pero los apaches se mantuvieron firmes y resistieron, rechazándoles. Las flechas apaches y comanches se cruzaban en el aire. Varios apaches resultaron heridos, algunos con heridas superficiales. La lucha siguió con los apaches rechazando a los comanches. El jefe lipán saltó de su caballo y atacó con su lanza, pero fue rodeado por dos comanches que le atacaron a la vez, haciéndole retroceder. El terreno tenía muchas afiladas plantas de mescal, tropezando con una de ellas mientras retrocedía, haciéndole caer. Uno de los dos comanches le disparó una flecha y el otro le clavó su lanza, matándole. Otro guerrero lipán resultó muerto.

El jefe comanche gritó: Los apaches no sois hombres, no sabéis pelear. Me voy a llevar mis cosas y los caballos que os quité. Es mejor que volváis a vuestro campamento y haced el trabajo de las mujeres, ya que no podéis con nosotros. Luego los insultó. Otro jefe apache dijo:Sigamos. Hemos perdido a un gran guerrero, así que vamos a empezar de nuevo. Hay aquí muchos cuñados, suegros. Los comanches nos insultan, pero nosotros acabaremos con ellos”. Luego se incrustó en la formación.

Otro jefe lipán se puso al frente de la línea, montado a caballo arengando a sus guerreros, cuando un disparo de arma de fuego que vino del campo comanche le abatió.

Mientras esto ocurría, llegó al campamento apache un viejo “hombre-medicina” que había estado cazando perritos de las praderas. No sabía nada porque venía por el oeste cuando el enfrentamiento tenía lugar en el este. Iba a soltar su caballo cuando le dijeron lo que estaba ocurriendo, por lo que rápidamente se dirigió hacia allí. Cuando llegó, los guerreros le dijeron que los comanches habían cogido todos los caballos y habían matado a dos de los jefes. Entonces cabalgó de un lado a otro de la línea lipán, arengando a los guerreros, diciendo que su medicina tendría efecto: Está bien, id a por ellos, sed valientes y luchad contra ellos. Pronto os darán la espalda, id todos contra los dos jefes, cuando se acerquen con sus hombres”. Los apaches atacaron con los escudos al frente, cuando uno de los líderes lipanes hirió con su lanza al jefe comanche. La embestida hizo caer a muchos guerreros comanches de sus caballos. La lucha continuó a pie, con el campo lleno de cuerpos comanches. Cuando a los lipanes se les agotaban las flechas, usaban las que les lanzaban los comanches. Una de esas flechas abatió a uno de los dos jefes comanches, el que no quería combatir.

Madzil, el otro jefe, también recibió una herida, aunque no de gravedad. Los comanches supervivientes empezaron a huir. Un líder lipán dijo que les dejasen ir, apoderándose de sus mulas cargadas con el botín mexicano y de los caballos que dejaron atrás.

Los pocos comanches que quedaron no podían cazar al estar heridos y algunos probablemente murieron en el camino. Cuando estaban cerca de su campamento, tuvieron que hacer señales de humo para que vinieran a socorrerles. Solo siete quedaron con vida, Madzil entre ellos. Amargamente se lamentó: Cuando dejamos nuestro territorio, bajamos al Viejo México, pasando cuatro meses o poco más allí. Asaltamos las reatas de mulas y burros de los mexicanos, conseguimos muchos chales finos y una buena manta. Muchos rollos de calicó [tejido de algodón] y muchos buenos caballos. Salimos felices de allí, peleamos con soldados mexicanos y no perdimos a ningún hombre. Volvimos de allá abajo con mucho para comer, ya que también conseguimos varias cabezas de ganado. Todo iba bien, cantamos mientras regresábamos con todo, cargado en mulas y burros, hacia el Agua Rojiza [Río Grande].

Cuando lo cruzamos, acampamos y después vimos huellas de caballos, por lo que pensamos que debía de haber cerca algún campamento lipán. Si los vemos, lucharemos contra ellos y les quitaremos a sus esposas e hijos, y nos los llevaremos. Pensé que los eliminaríamos, pero fui tonto porque no hice caso de la palabra del otro jefe cuando dijo: ‘Vámonos en paz y así no perderemos a ningún hombre’. Él tenía razón. Creía que yo era un buen luchador, pero ese día, descubrí por mí mismo, que peleé con algunos buenos guerreros.

Cuando nos llevamos sus caballos pensé que no eran muy buenos luchando. Alguna vez antes hicimos lo mismo, por lo que creíamos que eran fáciles de vencer, pero ahora, luchando mano a mano, comprobamos que eran tenaces, y la muestra son mis heridas, a un lado del brazo, tres en la pierna, también en la cabeza. Menos mal que no vinieron con lanzas, si no, me hubieran matado.

Vi que mis guerreros se tambaleaban con una flecha en el cuerpo. Me asusté pensando que se acercaba mi fin. Es mi culpa por hablar de pelear con los apaches, soy el culpable de todos los problemas. Eso dijo mi compañero, ‘no pelea, no pelea’. Pero seguí hablando de pelear, y casi nos peleamos nosotros. Hoy soy un hombre pobre, ya no soy jefe por perder a todos mis hombres. Aunque lucharon bien, murieron todos. Debería haber escuchado, y así no perder a tantos de los nuestros, pero ese día fui un cabezota”.

Mucho tiempo después, Madzil llegó a viejo. Un día se levantó la chaqueta de piel de alce y mostró las cicatrices en su cuerpo, diciendo: Los apaches me hicieron todas estas cicatrices cuando tuvimos un gran enfrentamiento en Coyote Mountain [ahora llamado Davis Mountains]. Esta es la historia de ese combate que tuvo lugar alrededor de 1850 y que Percy Bigmouth escuchó de su padre).

* A primeros de enero de 1855, un destacamento del 1º de Dragones al mando del capitán Richard Stoddert Ewell (y los tenientes Isaiah N. Moore y H. B. Davidson) inspecciona el curso de los ríos Pecos y Bonito para buscar a unos apaches mescaleros que habían robado ganado en la zona de Anton Chico ([Guadalupe County, New Mexico]. El 13 de enero, Ewell se juntó en las Capitan Mountains [Lincoln County, New Mexico] con otro destacamento de 50 soldados del 3º de Infantería y 29 Dragones, al mando del capitán Henry Whiting Stanton [y los tenientes Junius Daniel y Henry W. Walker].

El 17 de enero, Ewell acampó en el Peñasco, un arroyo que baja de las montañas hacia el Pecos. Por la noche, los mescaleros atacaron el campamento, disparando flechas y realizando algunos disparos. A la mañana siguiente, los mescaleros hicieron frente al destacamento, acosándolo desde los barrancos por donde avanzaban los soldados.

Un grupo de soldados bajo el mando de los tenientes Daniel y Walker, alternativamente, y después de Dragones montados y a pie, bajo el mando del teniente Moore, abrieron la marcha para permitir el avance del resto del destacamento. El teniente Moore persiguió a caballo a varios mescaleros en campo abierto, llegando a la conclusión de que estaban tratando de alejarles de sus familias.

Unos 15 mescaleros fueron alcanzados por los disparos, aparentemente sorprendidos por el alcance de los mosquetes de los soldados. Recogieron a sus heridos y los llevaron a una alta colina, desde donde retaron a los soldados.

Aproximadamente a las 15:00 horas del 18 de enero, Ewell llegó a una ranchería abandonada donde acampó para pasar la noche. Ewell ordenó al capitán Stanton que fuera con sus hombres a inspeccionar un pequeño valle cercano y a tratar de encontrar la dirección que habían seguido los mescaleros.

Al llegar al valle, Stanton cargó contra unos guerreros que estaban en lo alto de una empinada colina, quienes rápidamente galoparon alejándose. Los caballos de los soldados estaban cansados y cuando Stanton ordenó tocar a llamada, solo 12 hombres pudieron acudir. Avanzó por el valle, pero se dio cuenta de que los mescaleros no habían huido en esa dirección, por lo que emprendió el regreso. Al pasar por una zona arbolada en la que el valle se estrechaba, muy cerca de donde Ewell estaba acampado, los soldados fueron emboscados.

Con los primeros disparos cayó muerto el soldado John Hennings. Stanton ordenó retirada, quedándose en la retaguardia, disparando su carabina Sharps, cuando recibió un tiro en la cabeza, falleciendo en el acto. Otro soldado, Thomas Dwyer, después de matar a un guerrero, fue rodeado, desmontado, y atravesado por lanzas.

Al oír los disparos, Ewell ordenó al teniente Moore que fuera con sus hombres a ayudar a Stanton. La llegada de más soldados hizo huir a los mescaleros. Moore recogió los cuerpos de Stanton, Hennings y Dwyer, y el caballo y el rifle del guerrero que Dwyer había matado.

Los mescaleros se dividieron y se dispersaron, haciendo imposible la persecución, por lo que Ewell dio orden de regresar. El 20 de enero, pasó por las fuentes del Peñasco, con los caballos totalmente agotados. Los mescaleros, al tener tantas pérdidas, al menos 16 muertos, pidieron la paz. El Dr. Michael Steck [agente de las tribus de apaches chiricahuas del sur desde 1854 a 1859] llevó su petición a Santa Fe.

El 4 de mayo de 1855, soldados del 1º de Dragones, y del 3º y 8º de Infantería, empezaron a construir una instalación militar en el corazón del territorio mescalero, llamada Fort Stanton [Lincoln County, New Mexico].

Un panel histórico en la localidad de Mayhill [Otero County, New Mexico], es testigo de uno de los muchos enfrentamientos entre soldados de los Estados Unidos y los apaches mescaleros.  

El 20 de enero, Steck proporcionó raciones a Mangas Coloradas en Fort Thorn [cerca de la actual Hatch, Doña Ana County, New Mexico] por lo que, durante ese invierno, el jefe chiricahua no incursionó por Sonora. Sin embargo, su hijo Cascos y su hermano Phalios Palacio continuaron liderando a los bedonkohes en sus incursiones por las pequeñas poblaciones y asentamientos del Río Grande.

Otro motivo para no incursionar era su edad y su enfermedad, debilitando su cuerpo. Durante 18 meses vivió semi retirado, aparentemente careciendo de la energía necesaria para liderar las facciones guerreras de los chiricahuas.

El 31 de enero, Steck envió al Comisionado Indio, George W. Manypenny, el primero de sus informes: Durante el mes, he visto a todos los capitanes de la tribu, a saber: Mangas Coloradas, Delgadito, Itán, Láceris, Josecito, Cuchillo Negro, Sargento, y Riñón, los cuales han visitado la Agencia y recibido raciones de maíz y carne. Ellos se han dispersado por el territorio desde el Gila al Río Grande y desde el límite entre México y los Estados Unidos al territorio ocupado por los navajos….

En su informe mensual de febrero, Steck escribió los problemas que había con los chiricahuas, afirmando que:

1. Los chiricahuas tienen relaciones amistosas con los estadounidenses.
2. El gobierno debe cumplir sus promesas en relación con las raciones y a la ayuda en materia agrícola.
3. Hay que abordar el problema de los cautivos mexicanos.
4. Hay que abordar el problema de las bandas hostiles de chiricahuas.

Los chiricahuas preferían la carne de vaca más que ninguna otra [excepto las mulas] pero Steck no tenía suficientes fondos para distribuir más que unas pocas reses).

* El 7 de febrero de 1855, la Guardia de La Mesilla ataca a una banda apache en Doña Ana (Doña Ana County, New Mexico).

* Durante la noche del domingo del 25 de febrero de 1855, un grupo de apaches se lleva una gran cantidad de ganado de la Hacienda Las Delicias, propiedad de Ignacio Pesqueira, prefecto de Ures. (Durante la mañana del 28 de febrero, avisaron a Rafael Ángel Corella, prefecto de Arizpe, de lo ocurrido, por lo que organizó un grupo formado por 13 milicianos y 12 vaqueros de la Hacienda Las Delicias, para iniciar la persecución saliendo sobre las 13:00 horas.

Corella informaría al gobernador: “… Salí […] en seguimiento del robo cortando la tierra a la Sierra de Tehuachi donde tomé la huella, por la oscuridad de la noche, se me extraviaron cinco hombres, y solo me quedé con 18, incluso Don Rafael Buelna que me acompañaba. El día 1 de marzo amanecí en el valle de Chupisonora donde observé con la claridad del día que la huella tenía ya tres días y lo confirmaban las reses que había muertas por estar ya hediondas; sin embargo, de esta ventaja que llevaba el enemigo, seguí a paso veloz con la esperanza que se pararía a descansar, se me fue a ser noche en las inmediaciones de la despoblada hacienda de Bacanuchi [municipio de Arizpe, Sonora] donde di dos horas de descanso a la partida, y seguí el resto de la noche, llegué al día siguiente como a las ocho de la mañana cerca del rancho de Cuitaca [municipio de Cananea, Sonora], donde me convencí de que ya no podía alcanzar nada, tanto porque ya se habían concluido los escasos víveres que sacó la partida, como por lo muy cansado y la infantería y las bestias a causa de lo forzado de la marcha como lo verá Vuestra Excelencia por las jornadas, dispuse volverme, manteniendo la partida con raíces hasta este pueblo a donde llegué ayer en la noche).

* En marzo de 1855, el gobernador interino de Chihuahua, Luis Zuloaga, ordena perseguir a los apaches por las sierras del Torreón, Güérachic, Malanoche, Las Rucias, Tepehuanes, Negritos, Santa Clara hasta el Carmen, pasando por San Lorenzo, sin resultados positivos. (También en marzo, el capitán Andrés Centeno, comandante de las guarniciones sonorenses de Santa Cruz, Tucson y Tubac, lideró un destacamento de 80 hombres para reconocer las montañas entre Fronteras y Bavispe, sin encontrar rastro de apaches en los lugares que casi siempre estaban ocupados por los chiricahuas llamados janeros.

Poco después, el capitán Bernabé Gómez envió un destacamento de 80 hombres al territorio de los Western Apaches. Cerca del río Gila, en Arizona, sus hombres se enfrentaron a una banda de 200 Western Apaches [coyoteros White Mountain y Tonto Apaches] que se dirigían al sur para incursionar por Sonora. En un combate que duró dos horas, echaron a los apaches al norte del Gila, matando a cuatro de ellos, y apoderándose de 25 carcajes con sus arcos, tres carabinas, tres lanzas, varios mocasines, y una gran cantidad de mescal.

Poco después, Gómez envió a Centeno con otros 120 hombres a las Chiricahua Mountains [Cochise County, Arizona]. Una mujer Western Apache de la banda Pinal [posteriormente los apaches Pinal se incluirían dentro de los apaches San Carlos] que había llegado a Tucson huyendo de un violento marido, había dicho al capitán Gómez que los apaches estaban recogiendo mescal en las Chiricahua Mountains. También dijo que las bandas Western Apaches habían contemplado hacer un tratado en Tucson, pero recibieron información de comerciantes estadounidenses de que los mexicanos no podían cruzar el Gila, por lo que paralizaron el intento de pedir la paz, decidiendo continuar la guerra. Esta revelación confirmó a las autoridades de Sonora de que los apaches buscaban refugio al norte del río Gila. Mientras, en el nordeste de Sonora, Terán y Tato, después de perseguir una partida apache al interior de la Sierra Madre, dedujo que los apaches habían llevado mulas de Sonora a Chihuahua).

* En la primavera de 1855, los chihennes Mangas Coloradas, Delgadito, Ponce (hijo del Ponce padre), Itán están a lo largo del río Mimbres [suroeste de New Mexico] para plantar maíz, mientras, junto a Costales, consiguen más armas de fuego de comerciantes estadounidenses. (Cuchillo Negro estaba plantando unas tres hectáreas de maíz, en la cabecera del Animas River, a 72 km al noroeste de Fort Thorn [Doña Ana County, New Mexico]).  

* El 9 de mayo de 1855, Michael Steck, que estaba visitando los campamentos chihennes, regresa a Fort Thorn. (Al llegar se enteró de las instrucciones del gobernador de New Mexico para juntar en Fort Thorn a los mescaleros y chiricahuas el 7 de junio. A mediados de mayo informó al gobernador que todos los jefes chihennes estaban presentes, excepto Mangas Coloradas, que “aún estaba muy enfermo”. Se desconoce qué enfermedad tenía Mangas Coloradas, y desgraciadamente Steck, que era doctor, no lo mencionó).

* El 24 de mayo de 1855, una banda chiricahua incursiona por los alrededores de Janos (Chihuahua) siendo dirigida por los jefes chihennes Itán, Josecito y Costales. (El comandante de Janos, el capitán José Baltasar Padilla, reunió una fuerza de civiles y soldados para dirigirse a la abandonada hacienda de Ramos, donde pasaron la noche. A la mañana siguiente, Gervasio [hijo de Juan José Compá] y los demás exploradores encontraron el rastro de 20 apaches que iban hacia la Sierra del Pajarito [municipio de Buenaventura, Chihuahua], alrededor de 12’8 km al sur de Ramos. Siguiendo las huellas encontraron a dos apaches. Mataron a uno y capturaron al otro, un joven guerrero llamado Nalze, sobrino de Itán e hijo de Monteras [este un importante guerrero chihenne]. Nalze dijo a Padilla que el grupo incursor había salido de Santa Rita del Cobre para reunirse con los chokonen en Apache Pass [Cochise Countuy, Arizona], uniéndose más guerreros en las Peloncillo Mountains [Hidalgo County, New Mexico & Cochise County, Arizona], llegando a ser 30 guerreros [chihennes, bedonkohes y chokonen] antes de separarse [unos fueron a Sonora y otros a Chihuahua].

Delgadito no participó en esa incursión, permaneciendo en el río Mimbres hasta primeros de junio, que fue a Fort Thorn a recibir raciones y a firmar un tratado con el gobernador de New Mexico, David Meriwether.

Nalze también dijo a Padilla que muchos líderes apaches, incluyendo Mangas Coloradas, habían expresado el deseo de hacer la paz con Chihuahua. Según él, el jefe chiricahua sopesaba venir a Janos para discutir los términos de paz, quizás porque había oído que el capitán Antonio Sánchez Vergara [a quién había conocido a primeros de 1843 y en quién había llegado a confiar] estaba envuelto en negociaciones. De hecho, un grupo chokonen liderado por Yrinco había ido a El Carmen [municipio de Buenaventura, Chihuahua] para reunirse con Antonio Sánchez para saber si podía adherirse al tratado hecho con el grupo local de nednais del Carrizal [municipio de Ahumada, Chihuahua].

A finales de abril o primeros de mayo, los jefes habían ratificado los términos del tratado. A cambio, ellos pidieron raciones y permiso para marcar su ganado. Esta banda, de 289 personas, tenía 57 guerreros con siete líderes [incluyendo a Cojinillín y Felipe], 100 mujeres [44 eran viudas], y 133 niños.

Poco después de capturar a Nalze, el capitán Padilla parlamentó con el líder chihenne Costales y con un guerrero llamado Crisanto en Cerros Colorados, un pequeño grupo de colinas al este de Janos. Costales reiteró lo que Nalze había dicho a Padilla, los apaches querían volver a hacer un tratado. Cuando Padilla y Zuloaga descubrieron que Nalze era hijo de Monteras y sobrino de Itán, pensaron que los chiricahuas abrirían pronto negociaciones, pero eso no ocurrió hasta julio de 1856, cuando Itán y sus seguidores llegaron a Janos para hablar de paz y recuperar a Nalze.

El tratado de paz de El Carmen tendría corta vida, ya que pocos meses después, una banda nednai comenzó a incursionar, por lo que las autoridades del Carrizal y Galeana recibieron órdenes de comenzar acciones contra los apaches).

* El 5 de junio de 1855, algunos jefes apaches mescaleros, entre ellos Cisneros, Espejo, Metal, El Gordo, Marcos y El Chino, firman un tratado de paz con el coronel José Quintanilla, jefe del 3.er Batallón de Línea, en el rancho Santa Teresa ([municipio de Ojinaga, Chihuahua]. Esos mescaleros tuvieron que instalarse en el rancho Santa Teresa y devolver los cautivos que tenían en su poder, así como los animales que habían robado en Chihuahua).

* El 7 de junio de 1855, llega a Fort Thorn (cerca de la actual Hatch, Doña Ana County, New Mexico) el gobernador del Territorio de New Mexico, David Meriwether, para firmar un tratado con varias bandas de apaches chihennes y mescaleros. (El gobernador diría que las bandas participantes habían llevado a mucha de su gente, pero otros informes estimaron que eran 250 los apaches presentes.

El tratado con los chiricahuas se firmó el 9 de junio, en medio de una fuerte ola de calor [los termómetros marcaron una media, durante esos días, de más de 38° C]. Firmaron el tratado 15 líderes chihennes y nednais de un grupo local de Janos. Por los chihennes firmaron Cuchillo Negro, Itán [quién ya había regresado de la incursión a Janos del mes anterior], Delgadito, Loco y Riñón; y por los nednais Láceris y José Nuevo. Otro nombre que aparece es Lucero. En la lista de firmantes también aparecen dos mujeres chiricahuas, Mónica y Refugia, quienes actuaron como intérpretes. Las memorias de Meriwether, escritas 30 años más tarde, resultan algo confusas, ya que mencionan la presencia de Cuchillo Negro y de Mónica, una mujer chihenne cuyo nombre aparece como intérprete de vez en cuando en otras negociaciones, a pesar de su avanzada edad.

Meriwether dijo que Mónica tenía de 70 a 75 años, actuando como intérprete de español a apache. Su competencia impresionó tanto al gobernador que dijo: Es la mejor intérprete que yo haya tenido nunca. Él le preguntó como sabía tan bien el español, a lo que ella contestó: Cuando yo era una muchacha, aproximadamente a mitad del crecimiento, mi madre me entregó a unas monjas, quienes me enseñaron a leer en un libro, a cantar y a rezar. Pero después de la muerte de mi madre, mi padre me sacó de las monjas y me llevó de vuelta a la tribu, cuando yo ya había crecido totalmente. Nunca he olvidado lo que aprendí en los libros, los cánticos y las oraciones, y como vivo con mi tribu, actúo como intérprete con los comerciantes mexicanos, que vienen a comerciar con mi gente.

Por los términos de ese tratado, los chiricahuas, por primera vez, acordaron ceder parte de su territorio al gobierno a cambio de raciones regulares, herramientas, y una renta vitalicia. Los chihennes y nednais estuvieron de acuerdo en vivir en un tramo de tierra que bordeaba al oeste por el río Mimbres y el este por las Mimbres Mountains [Sierra County, New Mexico], y las Black Range [Sierra & Grant County, New Mexico]. Pero si se descubría yacimientos mineros en esa área, el gobierno tenía el derecho a reclamar esa tierra y ubicarlos en otra zona. El último artículo del pacto prohibía a los apaches incursionar por México. Es probable que los jefes apaches no conocieran las condiciones hasta que llegaron a Fort Thorn, y cabe preguntarse si entendieron bien lo que estaban firmando. Meriwether informó que no pusieron objeciones a ninguna disposición del tratado. Con todo, los mescaleros y chihennes [cada uno de los dos grupos sumaban de 600 a 700 personas], estuvieron de acuerdo en ceder al gobierno parte de su territorio a cambio de una reserva. Cumpliendo con los términos del tratado, los apaches entregaron 40 caballos robados y cuatro niños mexicanos.

El 14 de junio, Meriwether firmó el tratado con los mescaleros, los cuales acordaron ceder todas sus tierras en New Mexico, estimadas en 3.107.985 hectáreas, al gobierno federal. Los mescaleros rehusaron ubicarse al oeste del Río Grande para no estar cerca de los chihennes. Meriwether al principio dudó, pero después de que un mescalero matase a un chihenne durante una pelea, decidió que las dos tribus debían tener reservas separadas. Los mescaleros recibirían 776.996 hectáreas para una reserva y 72.000 $ pagados en 72 cuotas. Desgraciadamente, el tratado nunca fue ratificado por el Congreso. Durante ese mismo año, se construyó Fort Stanton [Lincoln County, New Mexico] en el río Bonito, en el corazón del territorio de los mescaleros.  

Mangas Coloradas no ratificó el tratado, siendo reacio a firmarlo porque pensaba que los supuestos beneficios del tratado nunca llegarían a manos de los apaches. Quizás entendió que perdería sus santuarios de Santa Lucía y las Burro Mountains. Inicialmente, estuvo de acuerdo en ir a Santa Fe [Santa Fe County, New Mexico] con Steck para terminar el pacto, pero luego tuvo dudas de realizar un viaje tan largo desde el territorio chiricahua, poniendo como excusa las altas temperaturas. Aunque aceptó cumplir con lo que Delgadito e Itán habían firmado, no pondría su firma en el documento. También objetó que su territorio podía ser invadido por tropas de Sonora.

Al final, el Congreso estadounidense no ratificó los acuerdos firmados por David Meriwether porque consideró que no se debía pagar a los indios por tierras que se habían comprado a México.

Mientras, jóvenes guerreros de la ranchería chihenne de Mangas Coloradas, junto a otros apaches coyoteros White Mountain, hicieron una incursión en Sonora. Algunos regresaron con cautivos y animales).

* El 9 de junio de 1855, el jefe apache Tomás Pino firma en la Villa de Chihuahua un tratado de paz con el teniente coronel Miguel Castro, en representación del gobierno del Estado de Chihuahua.

* A mediados de julio de 1855, apaches chihennes de Josecito y algunos bedonkohes atacan a unos mineros cerca de Corralitos (municipio de Casas Grandes, Chihuahua), matando a 14 e hiriendo a dos. (También incursionaron por Galeana, capturando a dos muchachos, uno de ellos llamado Refugio Corrales, quien permaneció en poder de los bedonkohes durante 16 meses. Más tarde declaró que los apaches regresaron a Santa Rita del Cobre [Santa Rita, Grant County, New Mexico] donde se dividieron. Josecito fue a su ranchería, que estaba cerca de allí; y los bedonkohes al territorio de las Mogollon Mountains [Grant & Catron Counties, New Mexico]).

* El 30 de julio de 1855, Michael Steck realiza un recuento de los apaches que dependen de su Agencia. (Steck comprobó que la población chiricahua dependiente de él estaba disminuyendo. Incluyendo los chihennes, un grupo de bedonkohes liderado por Phalios Palacio [hermano de Mangas Coloradas], y quizás los nednais de Láceris y Eligio [cuñado de Coleto Amarillo], sumaban 893 personas, de los cuales 178 eran hombres. Le preocupó la gran diferencia en el número de hombres y mujeres producto de las constantes hostilidades de los últimos 25 años, reduciendo la cantidad de guerreros prácticamente a la mitad. Informó que durante los últimos seis meses 12 hombres habían fallecido, nueve por enfermedades y tres en combate).

* A mediados de agosto de 1855, Mangas Coloradas conduce una pequeña partida que incursiona por Janos (Chihuahua), matando a un hombre e hiriendo a otro, para regresar después a New Mexico. (Mientras, tropas de Sonora habían perseguido a varias partidas chiricahuas que iban camino de New Mexico con su botín y sus cautivos. Tres diferentes bandas llevaron un total de 42 cautivos, según oyó el Dr. Michael Steck [agente de las tribus de apaches chiricahuas del sur desde 1854 a 1859]. Steck envió un comerciante al campamento de Mangas Coloradas situado en Santa Lucía Springs [luego San Vicente de la Ciénega; y finalmente en Silver City, Grant County, New Mexico] para convencerle de que fuese a la Agencia. Mangas Coloradas puso reparos diciendo que «no podía dejar a su gente en esos momentos» porque un destacamento de Sonora estaba por la zona de las Peloncillo Mountains [Hidalgo County, New Mexico & Cochise County, Arizona]. No hay muchos datos de ese destacamento, pero pudo ser liderado tanto por el capitán Ignacio Pesqueira como por el capitán Eusebio Gil Samaniego, o por ambos. En cualquier caso, no hubo ningún enfrentamiento).

* En octubre y noviembre de 1855, varios grupos pequeños de apaches bedonkohes dejaron sus refugios en las Mogollon Mountains (Grant & Catron Counties, New Mexico) para dirigirse al Río Grande. (Cuatro apaches robaron 150 mulas a José Chávez en el Bernalillo County [New Mexico] pero fueron perseguidos por 20 soldados al mando del subteniente Isaiah N. Moore, del 1º de Dragones, recuperando 120 de ellas. Otro grupo dirigido por Chaynee robó ganado a Ramón Luna, probablemente cerca de Socorro o Lemitar [Socorro County, New Mexico].

El 25 de noviembre, otro grupo de ocho apaches mató a un hombre e hirió a otros dos al oeste de La Mesilla [Doña Ana County, New Mexico]. Entre ellos iban dos parientes de Sargento [un yerno y un sobrino]; un hermano de Ronquillo; y un hermano y un hijo de Delgadito Janeros. Poco después de esta incursión, Delgadito Janeros estaba en Fort Thorn [Doña Ana County, New Mexico] para recibir sus raciones, el cual, antes de partir, admitió ante el agente Michael Steck que algunos de los suyos habían robado algo de ganado en La Mesilla, llevando al teniente coronel Dixon Stansbury Miles a concluir que ellos eran los autores de la persona muerta [un mexicano]. Esto era frustrante para los estadounidenses, que no comprendían la estructura social de los apaches, cuya autoridad estaba dividida entre varios líderes grupales en lugar de ser ejercida por un jefe principal. Inevitablemente, esta confusión llevaba a los militares a buscar soluciones basadas en generalizaciones o incorrectas suposiciones. Para ellos un apache era un apache, una simple visión que llevaría una y otra vez a más violencia y muertes, con víctimas inocentes por ambos lados.

El 5 de diciembre, el capitán Joseph Horace Eaton salió de San Diego Crossing [Doña Ana County, New Mexico] con un destacamento de 31 Dragones y 30 soldados de infantería, y raciones para 21 días. Eaton había intentado ocultar sus planes ante los chihennes y mescaleros congregados alrededor de la Agencia de Fort Thorn [Doña Ana County, New Mexico], pero sus esfuerzos fueron en vano. Creyendo que los apaches estaban acampados en las Florida Mountains [Luna County, New Mexico], Eaton llevó su destacamento hacia el oeste, hacia el Cooke’s Spring, en el corazón del territorio de Mangas Coloradas. Dos días después, llegó un mensajero con una nota del agente Steck que decía que Costales [segundo al mando de Delgadito] había informado sobre los apaches que habían incursionado en La Mesilla. La nota indicaba que los incursores habían venido de México, por lo que serían nednais, y que los chihennes o bedonkohes no eran responsables. Steck recomendaba a Eaton buscar las huellas en el Cooke’s Spring, confiando que le llevarían a las Florida Mountains y luego a Janos [Chihuahua].

Eaton siguió el consejo de Steck, pero no encontró huellas en el Cooke’s Spring que fueran hacia las Florida Mountains, sino que iban hacia el río Gila. El capitán quiso hacer una demostración de fuerza ante los apaches, recorriendo el territorio mientras aguantaran sus hombres y provisiones. A mediados de diciembre llegó a San Vicente Spring, a unos 16 km al sur de la actual Silver City [Grant County, New Mexico], donde acampó al tener uno de sus oficiales enfermo. Estando allí llegó un grupo de guerreros, entre los que había dos parientes de Mangas Coloradas, su hijo Cascos y su hermano José Mangas, quienes aparecieron de repente sobre una colina desde donde se divisaba el campamento de Eaton. Este les invitó a venir, por lo que Cascos, José Mangas y otros dos guerreros más entraron en el campamento, dando aparentemente precisa información sobre su ranchería y sobre la de los «hostiles» bedonkohes, lo cual era extraño, ya que Cascos era un importante líder entre ellos. Indicaron que la ranchería de Mangas Coloradas estaba a un día de marcha, indudablemente en Santa Lucía Springs [luego San Vicente de la Ciénega; y finalmente Silver City, Grant County, New Mexico]. Dijeron a Eaton que las huellas que iban hacia el río Gila pertenecían a Chaynee, donde tenía su ranchería. Eaton dijo que sería bueno que Mangas Coloradas fuera a la Agencia como demostración de buena voluntad, ya que las huellas del ganado robado entraban en su territorio. Cascos y José Mangas prometieron trasladar esa petición a Mangas Coloradas, indicando que este podría ir dentro de los siguientes ocho días.

Sin embargo, Mangas Coloradas no fue. Steck dijo a Eaton que planeaba reunir a los jefes para pedir la entrega del guerrero que había matado al mexicano y del ganado robado en La Mesilla y Socorro. Si se negaban, Eaton tenía una simple solución: No vacilaría en declarar la guerra a los apaches al oeste del río y estos deberían comprender que nunca tendría fin. No importaba que el 95 % de los chihennes y nednais en el sur de New Mexico hubiera permanecido en paz. Sugirió que los soldados podían establecer un puesto en Santa Lucía o San Vicente desde donde pudieran lanzar una campaña contra las Mogollon Mountains [Grant & Catron Counties, New Mexico]. En su informe, basado en la información proporcionada por Cascos y José Mangas, identificó a los líderes chokonen Miguel, El Carro, Juan Apache, El Fresco, y Capitán Chaynee. Miguel era Miguel Narbona; El Carro, Carro; y El Fresco, probablemente el White Mountain Francisco [Gochaahá], un cercano aliado de Cochise.

Los apaches estaban inquietos a causa de la expedición de Eaton por su territorio. El 20 de diciembre, robaron en Socorro más de 30 animales, entre caballos, mulas y reses. Varios civiles siguieron el rastro que iba hacia el campamento de uno de los jefes que había firmado el tratado del 9 de junio del presente año, por lo que Steck les dijo que no les daría más raciones hasta que devolviesen lo robado. Al estar en el comienzo del invierno, los apaches tendrían problemas para conseguir alimentos, por lo que sin las escasas provisiones de Steck, lo pasarían mal. Este, envió a dos mexicanos a las rancherías apaches de las colinas de las Mimbres Mountains [Grant & Sierra Counties, New Mexico], pero no pudieron convencerlos de que fueran a llevar el ganado. A finales de diciembre, Steck fue con dos hombres a las rancherías chihennes situadas en el Tierra Blanca Creek [a 5 km al sureste de la actual Kingston, Sierra County, New Mexico), donde se reunió con los chihennes Delgadito, Itán, Cuchillo Negro, Riñón y Pajarito; y con los nednais Láceris y José Nuevo. Con Costales y Mónica haciendo de intérpretes, los jefes negaron que su gente participara en ninguna de las recientes incursiones, excepto en la de La Mesilla, en la que estuvieron implicados un hijo de Negrito y un hermano de Ronquillo. Dijeron que los bedonkohes y mescaleros habían sido los autores del robo de ganado en los condados de Socorro y Valencia. Cuchillo Negro dijo que el rastro del ganado robado que los civiles habían seguido era el de una pequeña banda de mescaleros dirigida por Showano, un belicoso jefe que se jactó de haber matado personalmente a 14 hombres blancos y que continuaría incursionando incluso después de haber firmado el tratado el 14 de junio con el gobernador de New Mexico, David Meriwether. Itán y Delgadito dijeron que los bedonkohes eran los autores de la mayoría de los robos cometidos a lo largo del Río Grande, sugiriendo a Steck que los militares enviaran tropas a su territorio para que dejaran de robar. Confirmaron lo que José Mangas había dicho a Eaton, las Mogollon Mountains eran extremadamente escabrosas, con altas montañas y angostos cañones, pudiendo las tropas salir de Lemitar o Socoro y seguir el curso de cualquiera de los dos ríos, el Gila para entrar por el norte de esas montañas, o el Tularosa, situado al norte de las Mogollon Mountains, el cual discurría hacia el sur, hacia el Gila. Steck no vio a Mangas Coloradas, quien posiblemente estaba en Santa Lucía Springs para pasar el invierno. El agente aparentemente creyó a los jefes, aunque encontró unos pocos huesos de reses cerca de sus campamentos. 

* Durante la tarde del 1 de noviembre de 1855, 11 mexicanos son atacados por un grupo de apaches cuando pasaban por El Capulín ([municipio de Fronteras, Sonora]. Los mexicanos eran 11 ciudadanos de Fronteras, a donde se dirigían provenientes de Cuquiárachi [municipio de Fronteras, Sonora] después de pasar el día atendiendo sus negocios. Iban juntos como medida de protección.

Solo hubo un superviviente, Juan Luna, el cual logró llegar a pie a Fronteras a la mañana siguiente y dar aviso al comandante de la Compañía General de Fronteras, Eligio Hurtado. Poco después llegó Luis Escalante, también vecino de Fronteras, diciendo que mientras estaba trillando trigo, vio a unos apaches que se dirigían rumbo a Cuquiárachi, y que una carreta que transitaba por el lugar con varios labradores de la zona llevando su trigo recién cosechado estaba en grave peligro.

Según informó Hurtado al gobernador, Manuel María Gándara de Gortari, cuando iba a enviar un grupo, “se me presentó el vecino Juanito Salazar, uno de los que escoltaban la carreta, dándome parte de que los apaches habían sorprendido a los que iban en la carreta, escapando solamente él, de la ligereza de su caballo, e inmediatamente dispuse se pusieran sobre ellos [los apaches] los pocos soldados y vecinos, despachando al mismo tiempo un aviso violento a los que se hallaban pescando sus maíces en las labores de la Sapa y Ciénaga, para que se incorporaran a este punto, caminando con la precaución debida con los pocos caballos y bueyes que consigo tenían.

A las dos del mismo día de ayer se avistaron nueve apaches montados por la parte del poniente acercándose hasta la distancia de 300 varas de la población, como los que fueron rechazados por unos cuantos tiros que se les tiraron, y luego enseguida se dirigieron los indios para las labores de la Sapa y Ciénaga donde encontrándose con los pocos hombres que se retiraban de aquellas labores, se encontraron con los indios y después de unos tiros que unos y otros se tiraron con ellos se espantaron los bueyes y se apoderaron los indios de ellos consistiendo estos en cuatro yuntas y dos muchachos que tomaron cautivos, enseguida dispuse salieran 10 hombres, únicos de que se podía disponer, a auxiliar a los que se hallaban en La Ciénaga, los que habiéndose incorporado con ellos siguieron a los indios a la distancia de una legua de donde se devolvieron por considerar inútil alcanzarlos por ir a pie y además dejar la población sola sin saber los resultados que en ella podía haber.

En la tarde del día de ayer dispuse salieran para el pueblo de Cuquiárachi 15 hombres para que se informaran las desgracias que se hubieran causado por los indios, igualmente se retiraron tres hombres que estaban cuidando el trigo, regresando la partida de Cuquiárachi a las 12 de la noche dándome parte de que los apaches se habían llevado siete bestias de la represa que por orden del señor Ortega, comandante inspector, se habían facilitado al ciudadano Felipe Pérez para que trillara un poco de trigo; [también] se llevaron dos muchachos cautivos de los que iban en la carreta, habiéndose escapado dos hombres de los de la escolta de la carreta y también se llevaron las dos yuntas de bueyes y un macho, un caballo y dos burros.

Todo lo que convenientemente le comunico a Vuestra Excelencia, quedando con la incertidumbre si por fin serían víctimas los hombres que fueron atacados en el punto de El Capulín, pues por los correos que esta última tarde despaché para Bacoachi, sabré hasta el regreso el resultado […])”.

1856

* Alrededor del 20 de enero de 1856, Delgadito, para demostrar sus buenas intenciones al agente Michael Steck, le notifica que un hijo de Cigarrito tenía intención de hacer una incursión cerca de La Mesilla ([Doña Ana County, New Mexico]. Cinco guerreros robaron cuatro bueyes llevándolos hacia el oeste, pero 12 miembros de la Guardia de La Mesilla fueron tras ellos, alcanzándolos a 12’5 km al oeste de la población, matando y arrancando las cabelleras de tres de ellos, incluyendo al hijo de Cigarrito. Según Steck, estos incursores también habían robado unos pocos caballos de los chihennes, quienes les siguieron, matando a otros dos guerreros. A pesar de que el inter tribal derramamiento de sangre no era frecuente, alguna vez tuvo lugar).

* En febrero de 1856, una gran partida chiricahua va a Sonora para vengar las muertes de dos guerreros que tuvieron lugar cerca de Fronteras, en una desconocida incursión, a finales de diciembre del año anterior. (Mangas Coloradas pudo haberles acompañado. Al volver del interior asaltaron los alrededores de Fronteras, matando y capturando a varias personas, llevándose también todos los animales que encontraron. (Esa noche, los apaches dejaron en libertad a Juan José Granillo, al que dijeron que su objetivo era conseguir cautivos para cambiarlos por munición en los Estados Unidos. Tanto si Mangas Coloradas participó o no, en la primavera estaba en su ranchería.

El 24 de febrero, el coronel John Garland dio la orden de realizar una campaña contra los bedonkohes de las Gila [Grant County, New Mexico] y Mogollon Mountains [Grant & Catron Counties, New Mexico] desde dos puntos. Un destacamento, al mando del capitán Daniel T. Chandler, estaba guiado por Blas Lucero [un conocido explorador de Albuquerque] con otros 15 mexicanos, saliendo de Fort Craig [Socorro County, New Mexico] hacia el río Tularosa, en el norte de las Mogollon Mountains para luego ir al sur, a la parte inferior de esas montañas, donde se unirían al destacamento llegado de Fort Thorn [Doña Ana County, New Mexico], al mando del teniente Alexander Early Steen [hijo del capitán Enoch Steen]. Con el destacamento de Steen, también iba el agente Steck.

El 12 de marzo, el destacamento de Steen estaba acampado a 19 km al oeste de Santa Rita del Cobre [Santa Rita, Grant County, New Mexico]. Allí Steck escribió una nota rápida que Riñón, probablemente un hijo de Cuchillo Negro, entregó al capitán Eaton en Fort Thorn, la cual decía que Delgadito e Itán habían informado de la ubicación de las rancherías bedonkohes. Según ellos, estos tenían más de 200 mulas, caballos, y reses; y un gran rebaño de ovejas que habían robado recientemente de un asentamiento en el Río Grande. Steen continuó hacia el noroeste, en dirección a Santa Lucía, cruzó el Gila cerca de la actual Cliff [Grant County, New Mexico], marchando durante dos días hasta el punto de reunión con el destacamento del capitán Chandler, el cual había llegado desde el río Tularosa, marchando hacia el sur, a lo largo de las pendientes occidentales de las Mogollon Mountains. El encuentro se produjo varios kilómetros por encima de la actual Buckhorn [Grant County, New Mexico]. Allí, los exploradores encontraron el rastro de un gran rebaño de ovejas, tal como habían dicho los chihennes, siguiéndolo hacia el suroeste, hacia la Black Mountain [Catron County, New Mexico].

El 16 de marzo, atacaron la ranchería de El Cautivo, donde mataron a un hombre, hirieron a tres o cuatro [dos de ellos morirían más tarde], y se llevaron 250 ovejas y 21 caballos y mulas. El grupo estaba estrechamente asociado con Mangas Coloradas y Cochise. Refugio Corrales, un muchacho mexicano que había sido capturado en Galeana [Chihuahua], diría a mediados de noviembre de 1886, cuando consiguió la libertad, que muchas familias de esta ranchería acababan de venir de las Chiricahua Mountains, donde habían estado recolectando mescal. También hacía poco que había llegado el grupo incursor con el rebaño de ovejas que habían robado en el Río Grande. Según Corrales, el ataque de Chandler cogió a los bedonkohes por sorpresa, no sabiendo que había soldados cerca hasta que entraron en su campamento. Los bedonkohes recordarían este ataque, pensando en vengar esas muertes.

Después del ataque, Chandler se dirigió al sur, hacia el Gila, siguiéndolo al sureste, hacia Santa Lucía. De camino descubrieron y destruyeron varias rancherías recientemente abandonadas, incluyendo una que era de Phalios Palacio, un hermano de Mangas Coloradas. A finales de marzo, en Santa Lucía, Chandler giró al este para volver a sus cuarteles, Fort Craig y Fort Thorn. Iba varios kilómetros por delante del destacamento de Steen. Cuando se acercaba al río Mimbres, donde los chihennes estaban esperando para ver al agente Steck, Chandler abrió fuego sin motivo aparente contra un campamento chihenne sin importarle sobre quienes estaba disparando. Después de varias descargas, Costales se acercó y les convenció de que pararan. Chandler dijo a Delgadito y a los otros jefes que había abierto fuego al creer que esos apaches habían estado en las Mogollon Mountains. Los disparos habían matado a una mujer y herido a cuatro más [una mujer y tres niños], haciendo huir al resto. Otro niño nunca fue encontrado.

Chandler ofreció dar una compensación a los apaches por sus pérdidas. Más tarde declaró que sus exploradores habían capturado un caballo que tenía la misma marca que los recuperados en el ataque a la ranchería de El Cautivo. De hecho, la noche antes del ataque, algunos chihennes habían salido de la ranchería de El Cautivo para volver a su territorio. Refugio Corrales mencionó la estrecha relación que había entre los bedonkohes y los chihennes. Steck estaba furioso con Chandler por su conducta, declarando: Para llevar la administración de nuestros indios, deben tener confianza en sus buenas intenciones y cómo pueden confiar en usted cuando… los saluda con mosquetería y los gritos de mujeres y niños muertos y heridos. Tres semanas después, el agente distribuyó regalos por valor de 108 $ para compensar a los familiares de las mujeres y niños que los soldados de Chandler habían matado o herido.

A pesar de ese ataque, Delgadito e Itán confiaban en Steck y, por entonces, pensaban que podían permanecer en paz con los estadounidenses. En cuanto a Mangas Coloradas, Refugio Corrales declaró que estaba en contra de realizar incursiones en suelo estadounidenses, sobre todo en New Mexico. Mangas Coloradas estaba probablemente en el suroeste de New Mexico o en las Chiricahua Mountains en Arizona cuando las tropas estaban pasando por su territorio.

Pocas semanas después de volver a la Agencia, Steck salió para el río Mimbres [suroeste de New Mexico] para reunirse con los chihennes y repartir raciones para que comiencen a plantar. El 18 de abril llegó Mangas Coloradas. Steck informó que “es amistoso, está solo, su pueblo le ha abandonado”. Mangas Coloradas y Delgadito advirtieron a Steck que unos pocos bedonkohes estaban por la zona, probablemente para ir al Río Grande a incursionar. Tres días antes [el 15 de abril] habían visitado la ranchería de Mangas Coloradas, situada en Santa Lucía, matando un caballo para él [una forma de demostrar respeto hacia el jefe]. El 20 de abril, Steck dio raciones a toda la banda chihenne, unas 500 personas en total. Muchos chihennes comenzaron a plantar a lo largo del río Mimbres [Unos pocos meses después, Steck informaría que habían plantado unas 81 hectáreas, suficiente para mantener a los chihennes durante seis meses]. Steck suministró a Mangas Coloradas semillas y azadas para comenzar a cultivar en Santa Lucía, a donde regresó después de recibir sus raciones).

* En marzo de 1856, el licenciado Jesús María Palacios, gobernador interino de Chihuahua, ordena al 3.er Batallón de Línea, al que se suman vecinos de Chuvíscar y Nombre de Dios, perseguir a los apaches por las Sierras de las Damas, El Tule, Ojitos, Las Rucias, Monte de Terán, Metates, Palomino hasta el cañón del Nido donde en su entrada les atacan, consiguiendo varias cabelleras.   

* A principios de marzo de 1856, el gobernador de Coahuila y Nuevo León, Santiago Vidaurri, ordenó al coronel Pablo Espinosa realizar una campaña contra los apaches lipanes establecidos en el norte del estado. (En Lampazos [Nuevo León], el coronel Juan Zuazua recibió órdenes de reforzar a Espinosa. El objetivo era terminar con las incursiones que los lipanes hacían en Texas.

Las tropas de Espinosa marcharon a la cabecera del río Chupadero, cerca de Gigedo [hoy en día Villa Unión, Coahuila] donde había una ranchería lipán. Simultáneamente, Zuazua se dirigió hacia la confluencia de los ríos Salado y Sabinas, en el este de Coahuila, donde había otra ranchería lipán. El plan era que Espinosa atacase primero y luego unir su destacamento a los hombres de Zuazua para atacar la segunda ranchería.

El 19 de marzo, el destacamento de Espinosa, compuesto de 175 hombres, liderado por el capitán Miguel Patiño, atacó la ranchería lipán cerca de Gigedo, capturando a la mayoría de sus pobladores. El destacamento y los cautivos emprendieron la marcha hacia el lugar donde se encontraban los hombres de Zuazua. Las mujeres iban atadas unas con otras marchando a la vanguardia en fila india.

A media mañana del 20 de marzo, la comitiva se detuvo a descansar en Gracias a Dios [municipio de Hidalgo, Coahuila]. Espinosa comunicó al coronel Juan J. Galán lo ocurrido: “Miguel Patiño, comandante de la fuerza que opera sobre los lipanes me dice con fecha de ayer desde el punto de Gracias a Dios lo que sigue: en el momento de llegar al punto de Gracias a Dios cosa de las 11:30 del día de hoy, en donde estaba sesteando con la fuerza y prisión que llevo a mis órdenes, se me dio parte por el teniente D. Julián Salinas que ocupaba la vanguardia y custodia de las indias, que estando en descanso se habían amotinado, unas con otras, degollando a los chiquitos, que llevaban, lo que en el momento ocurrí al punto que ocupaban las citadas indias, a ver si de alguna manera las podía persuadir de aquel acto tan horroroso, lo que no pude conseguir, motivo que me obligó a matar todos los indios grandes y 17 mujeres, entre estas, una chica que ellas mismas le habían dado muerte, quedando en el resto de estas otra herida por las mismas. Al presentárseme el capitán José María Flores con una comunicación de V. S. en que me dice me remite un indio y dos mujeres para que los incorpore al número de piezas que llevo capturadas, me da parte el expresado capitán que habiendo hecho fuga los expresados indios, le obligó a matarlos, porque de otra manera habría sido muy difícil haberlos cogido por lo escabroso del terreno en que lo habían verificado.

El informe termina:… nos conviene estar prevenidos porque los pocos lipanes que en esta vez escaparon no dejarán de buscar siempre los medios de la venganza en estos pueblos”.

Al final del día, los hombres de Espinosa habían matado a 19 hombres, 20 mujeres y dos niños. Los únicos supervivientes fueron 16 mujeres y una niña.

¿Intentaron realmente las mujeres lipanes matar a sus hijos? El historiador mexicano Isidro Vizcaya Canales sostuvo que Espinosa inventó esa historia para justificar el haber disparado contra cautivos indefensos.

En cambio, hay un dato que sugiere que Espinosa podría haber dicho la verdad. El 8 de marzo de 1880, una niña lipán llamada Kesetta fue matriculada en la Escuela Industrial India de Carlisle [Cumberland County, Pennsylvania]. A su llegada, el personal médico le hizo un reconocimiento. A Kesetta le descubrieron tres grandes cicatrices, una en la frente y dos en la parte delantera y trasera de su hombro. Preguntada dijo que se los había hecho su madre con una piedra para matarla para evitar que los hombres blancos se la llevaran.

Pocos días después, Zuazua atacó la segunda ranchería lipán en la confluencia de los ríos Sabinas y Salado. Al encontrar que la mayoría de los guerreros se habían ido, Zuazua marchó con sus hombres a la Hacienda del Álamo. Los lipanes que encontró allí estaban desconsolados, tal vez porque habían oído hablar del destino de sus parientes en Gigedo.No se puede dar una idea del furor que se apoderó de estos bárbaros cuando, por nuestra propia seguridad, fue necesario amarrarlos, escribió Zuazua. Con profundo dolor, los lipanes recordaron cuántas veces habían combatido contra los texanos y comanches, enemigos de los mexicanos. Los lipanes maldijeron a los mexicanos por volverse contra ellos por una exigencia de los texanos. En su desesperación, intentaron quitarse la vida, y cuando los hombres de Zuazua los detuvieron, gritaron queDios estaba enojado con los lipanes y les había negado hasta el consuelo de la muerte en defensa de sus hijos, sus mujeres, y sus caballos. A continuación, Zuazua se reunió con las fuerzas de Espinosa y marchó hacia Monterrey con las mujeres y los niños que habían sobrevivido a la masacre de Gracias a Dios. En el camino, los lipanes que habían escapado de los dos ataques anteriores les tendieron una emboscada. Las fuerzas mexicanas les derrotaron, matando a 37 lipanes más.

Vidaurri informó al general Persifor F. Smith, comandante del Departamento de Texas, el resultado de la campaña).

* El viernes 18 de abril de 1856, “El Eco de la Frontera”, periódico del gobierno del estado de Chihuahua, publica una victoria conseguida contra los apaches. (Tuvo lugar en la Sierra del Arroyo de los Álamos [muy cerca de San Buenaventura, Chihuahua] cuando un grupo de 34 hombres del valle de San Buenaventura que habían seguido sus huellas, encontraron su ranchería la noche del sábado 19, observando que estaban bailando en plena celebración. Se trataba de la ranchería de jefe nednai Cojinillín [citado por primera vez en 1850, viviendo, a veces, en el Carrizal [municipio de Ahumada, Chihuahua].

Al amanecer del domingo 20 de abril, con la primera descarga de los fusiles, mataron a siete apaches [dos hombres, dos mujeres y tres muchachos]. Liberaron al joven Julio Cano, quien había sido capturado en San Buenaventura el día 7 de marzo. Los apaches huyeron hacia los puntos más altos de la sierra y en la persecución fallecieron otros siete más. Los mexicanos no pudieron arrancarles la cabellera porque los apaches se llevaron sus cuerpos. Los apaches mataron a un mexicano e hirieron a otro. Los mexicanos se llevaron todos los bienes de los apaches. De las municiones que proporcionó el gobierno del estado a la gente de San Buenaventura, 189 cartuchos y 192 fulminantes se consumieron en la acción).

* A finales de abril de 1856, grupos de bedonkohes, chihennes y chokonen dejan sus rancherías para dirigirse a Sonora y Chihuahua. (Cascos [hijo de Mangas Coloradas] y posiblemente su padre, lideraron a los bedonkohes; Delgadito, Victorio, Monteras y Negrito a los chihennes; y Cochise a los chokonen. Usando las montañas al este y sur de Bavispe [Sonora] como campamento base, enviaron grupos incursores hacia  el este, hacia Chihuahua; y al oeste, al interior de Sonora. En mayo, el contingente chihenne, de unos 30 guerreros, incursionó por el noroeste de Chihuahua, principalmente en Janos, Barranco, Corralitos, y Casas Grandes. Los guerreros de Delgadito y Victorio asaltaron varias veces los alrededores de Casas Grandes, matando a un hombre y robando mucho ganado, para después dirigirse al norte, hacia la Sierra Carrizalillo [municipio de Ascensión, Chihuahua] y New Mexico. El capitán José Baltasar Padilla reunió una fuerza mixta de soldados y civiles de Janos, Barranco, y de las minas de José María Zuloaga en Corralitos [52 hombres en total, todos montados]. Durante tres días persiguieron a los chihennes, quienes habían reunido el ganado robado en el Vado de Piedra, una pequeña montaña al norte del Lago Guzmán, a 24 km al este de Boca Grande [municipio de Ascensión, Chihuahua]. Allí los chihennes se dividieron, yendo el grupo principal hacia la Sierra Carrizalillo, mientras un grupo de cuatro guerreros bajo el mando de Negrito fueron, con el ganado robado, hacia el norte, hacia la actual Columbus [Luna County, New Mexico].

Negrito no esperaba que soldados mexicanos les siguieran a su refugio al norte de la frontera. Gervasio [hijo de Juan José Compá], el guía apache de Padilla, había encontrado su rastro cerca del río Casas Grandes, siguiéndolo y alcanzándolos en terreno abierto. Los mexicanos mataron a tres guerreros y capturaron al cuarto. Cortaron la cabellera de los tres muertos para cobrar la recompensa, uno de ellos la de Negrito. El apache capturado reveló a Padilla que su grupo había venido del río Mimbres y que una gran banda de chiricahuas, compuesta de bedonkohes y chihennes, la cual incluía a muchos guerreros de la banda de Mangas Coloradas, se habían dirigido a Sonora a incursionar.

No se conoce qué grado de implicación tuvo Mangas Coloradas en esta incursión, no sabiéndose nada de él hasta el 29 de junio, cuando Steck le suministró raciones a él y a su grupo de 50 personas en Santa Lucía Springs. Desde el 18 de abril no se habían visto. El guerrero capturado por Padilla mencionó a Cascos, probablemente el hijo mayor de Mangas Coloradas, como el líder del contingente bedonkohe que incursionó por Sonora, siendo el líder de guerra de su padre. Mangas Coloradas había recuperado su salud y permanecía vigoroso a pesar de su avanzada edad. Pocos meses después, John Coleman Reid, un viajero estadounidense, describiría a Mangas Coloradas como grande, erguido, y de fuerte carácter. Mangas Coloradas pudo haber acompañado a su hijo Cascos y a su yerno Cochise porque no perdía ninguna oportunidad de atacar a sus odiados enemigos del sur de la frontera.

Durante el mes de mayo, los apaches habían asaltado Bavispe y Bacerac, matando y capturando a unos pocos ciudadanos, dejando al resto, asustados hasta el punto de no querer ir a trabajar en sus campos. Las autoridades militares habían ordenado al comandante de Bavispe enviar patrullas a Batepito y Carretas [municipios de Bavispe, Sonora] para emboscar a los apaches en su retirada hacia el norte con su botín. El mejor explorador de la región, un chiricahua llamado El Negro, acababa de morir. La población de Bavispe, donde vivía, confiaba en él, pero sin su presencia, estaban paralizados por el miedo.

El 25 de mayo, llegó a Bavispe un grupo de ciudadanos procedentes de Janos [Chihuahua] con la información que el cautivo de Padilla había proporcionado. Los ciudadanos dijeron que la campaña se había originado en las rancherías chihennes situadas a lo largo del río Mimbres, donde Costales, Delgadito y Mangas Coloradas estaban plantando maíz con ayuda de los estadounidenses. El guerrero capturado dijo que el objetivo de los jefes era conseguir caballos para extender su incursión por el interior de Sonora. Según él, los apaches sabían que el gobernador de Chihuahua estaba ofreciendo una recompensa de 200 pesos por la cabellera de un guerrero, 1.000 pesos por la de Costales, y la enorme cantidad de 5.000 pesos por la de Delgadito o Mangas Coloradas.

Pocos días antes de que las autoridades de Sonora recibieran esta información, los chokonen, probablemente con algunos bedonkohes, prácticamente destruyeron Chinapa [municipio de Arizpe, Sonora] situada sobre el río Sonora, por debajo de Bacoachi. Ocurrió el 21 de mayo, cuando los chiricahuas tomaron por asalto la población, matando y capturando a todo el que se cruzaba en su camino. Uno de los ciudadanos de Chinapa corrió hasta Arizpe al final de esa tarde para informar al prefecto, Rafael Ángel Corella: Hoy la población de Chinapa no existe… Los apaches la han arruinado; han capturado Chinapa. Corella inmediatamente reunió una fuerza de 85 soldados con la que se dirigió a Chinapa, a donde llegaron a las 23:00 horas, descubriendo el más espantoso de los silencios. Después de tropezar con varios cadáveres, el ladrido de un perro llamó la atención de Corella. Venía de una casa de piedra donde los supervivientes de la población [10 hombres y muchas mujeres y niños] se habían refugiado. La salida estaba ardiendo, pero solo la puerta estaba quemada.

Se sabe que Mangas Coloradas pasó el verano en el río Mimbres, en Santa Rita del Cobre y en Santa Lucía. En julio, Michael Steck, acompañado por seis estadounidenses [uno de ellos, Charles Debrille Poston, el que sería conocido como el padre de Arizona] salió de Fort Thorn con varios carros cargados de maíz, dirigiéndose a Santa Rita del Cobre, donde el 25 de julio, dio raciones a toda la banda chihenne. Tres días más tarde, Mangas Coloradas llegó a Santa Rita del Cobre desde Santa Lucía con 65 seguidores y recibió raciones. Poston se percató que los apaches hacían tiswin con el maíz suministrado por Steck. Poston recodaría que, estando en Santa Rita del Cobre, había conocido a unos 350 apaches, la mayoría gente de Mangas Coloradas, un bien parecido jefe. El grupo de Steck y Poston acampó en el viejo fuerte triangular, mientras los apaches permanecían fuera. Poston tuvo muchas conversaciones con los chiricahuas durante la semana que permaneció con Steck. Mangas Coloradas y los otros jefes declararon que querían la paz con los estadounidenses, pero que los españoles y los mexicanos les habían tratado mal, queriendo matarles y robarles en todo momento. Los estadounidenses exhibieron sus nuevas armas de fuego, los rifles Sharp y los revólveres Colt. Hicieron tiro al blanco, bebieron tiswin, comieron venado asado y dieron algunos regalos a los apaches, entre los cuales, lo que más apreciaron eran las cerillas que envolvieron cuidadosamente con pieles. Los jefes aseguraron a Poston que no molestarían a los estadounidenses siempre que no interfirieran en sus incursiones por México. Cuando los estadounidenses volvían al río Mimbres, descubrieron que había desaparecido una mula. Poston se quejó a un jefe, Mangas Coloradas o Delgadito, quien admitió que alguno de los muchachos la habían robado y que él la devolvería, cosa que hizo.

Durante el verano, varios grupos de apaches [chihennes, chokonen, y nednais] enviaron emisarios a Janos [Chihuahua] para solicitar la paz, reuniéndose con el capitán José Baltasar Padilla. Las negociaciones comenzaron el 30 de julio, cuando llegaron Itán y Monteras [chihennes], y Láceris [nednai], con siete guerreros, nueve mujeres y unos pocos niños, para solicitar una tregua. Principalmente, su propósito era intercambiar a uno de sus cautivos [Prudencio Arelos, un vecino de Janos capturado tres meses antes] por Nalze [hijo de Monteras y sobrino de Itán], quien había sido capturado en Janos hacía más de un año. Zuloaga pensó que el gobernador aprobaría el intercambio. A pesar de que los chihennes pronto volvieron al río Mimbres, las negociaciones convencieron a algunos, especialmente al líder nednai Láceris, cuyo territorio estaba tradicionalmente en el noroeste de Chihuahua, que podían recibir un mejor trato en Janos que el que Steck podría proporcionarles en ese momento. Padilla y José María Zuloaga alentaron estas peticiones porque era una oportunidad de tener a los apaches lejos del control estadounidense. Mangas Coloradas no simpatizaba con estos grupos locales que habían solicitado la paz, haciendo todo lo que estaba en su mano para romper el frágil pacto que se había conseguido, como lo hizo en el pasado.

Al menos dos de los grupos chokonen también habían entablado relaciones con Janos, al estar cansados de la guerra, ya que habían estado luchando contra los mexicanos desde el ataque de Carrasco al campamento de Yrigollen en Janos en 1851. Aguirre [hermano de Yrigollen], Yrinco [hermano de Manuelito], y otro jefe llamado Parte, habían enviado emisarios a Janos. Durante ese verano, un segundo grupo de chokonen que vivía en las Chiricahua Mountains, bajo el liderazgo de Chepillo y Esquinaline, también enviaron emisarios. Un tercer grupo de chokonen [el más belicoso] no quiso participar en las negociaciones. Su líder era Miguel Narbona [fallecería a finales de año, aparentemente de causas naturales]. Tanto él como su sucesor, Cochise, no mostraron interés en negociar ni con Padilla ni con José María Zuloaga. El 15 de agosto, unos 36 apaches residentes cerca de Corralitos [municipio de Casas Grandes, Chihuahua], partirían de esa población para acompañar al comisionado Zuloaga a la Villa de Chihuahua para firmar la paz con el gobernador.

Dos sucesos acabaron con la frágil paz. El primero ocurrió a finales de agosto, cuando el comandante de la Guardia Nacional de Sonora, Luis García, persiguió a un lado y al otro de la frontera en Chihuahua a algunos apaches que habían incursionado en Sonora. Gracias a la intervención de la gente de Janos se evitó el inicio de los enfrentamientos. Los oficiales de Chihuahua calificaron la acción de García de criminal, y contra la dignidad e intereses de este Estado. El segundo suceso fue más grave. El 2 de septiembre, Mangas Coloradas asaltó Janos. Parece que su objetivo era quebrantar el breve armisticio conseguido en Janos. A la hora de la siesta, 30 o 40 guerreros asaltaron la manada de caballos de Janos, llevándose más de 100 cabezas. Los mexicanos reconocieron a varios de los guerreros que iban con Mangas Coloradas, entre ellos a su hijo Cascos y a El Cautivo, entre los bedonkohes; Barboncito, Galindo y Perea, entre los nednais del grupo local de Janos. Otros apaches no fueron mencionados por Padilla, como Durasnillo y Tapaye, y otros chokonen, estando probablemente con ellos Cochise.  

Mangas Coloradas sabía que un pequeño grupo de nednais, en el que estaba un hermano [Esquiriba] y un sobrino de Láceris, había entrado a Janos bajo los términos de un acuerdo preliminar de paz. Unos pocos miembros de esta banda, incluyendo una influyente mujer llamada Jusepa, había llegado a la Villa de Chihuahua, el día antes de la incursión de Mangas Coloradas, para conferenciar con el gobernador sobre los términos del tratado. La incursión desconcertó a Padilla, poniendo inmediatamente bajo custodia, hasta nuevo aviso, al grupo de Esquiriba de 13 personas, de ellos cuatro hombres. Varios testigos habían reconocido a diferentes guerreros implicados en la incursión. Algunos de ellos, incluyendo Barboncito, habían hablado recientemente de paz con Padilla. Esto indignó a Padilla, quien se sintió traicionado. El capitán y José María Zuloaga decidieron usar los cautivos para obligar a Mangas Coloradas a devolver los caballos y atraer a otros chiricahuas a Janos, lejos del control estadounidense. Según un informe, los apaches capturados creyeron que Mangas Coloradas pudo ofrecer devolver los caballos como moneda de cambio para conseguir la liberación de los prisioneros. Padilla admitió que los chiricahuas se habían llevado ya los caballos a New Mexico, probablemente a un lugar llamado Agua Tiznada [?], y creían que no tenían intención de devolverlos. Temiendo que los chiricahuas quisieran liberarlos por la fuerza, pidió refuerzos civiles a Zuloaga. 

Tras dos semanas de inactividad, Padilla envió a una mujer apache llamada Carlota, acompañada de 10 soldados, para visitar la ranchería de Láceris, situada en el río Mimbres. Después de una breve conferencia, Láceris envió a Boquerón [quien había recibido raciones en Janos a finales de 1843 como un miembro de la banda de Coleto Amarillo] para intentar la liberación de los cautivos chihennes y nednais de su ranchería. Boquerón y Carlota también llevaron una carta de Félix [Phalios] Palacio [hermano de Mangas Coloradas] para el capitán Padilla. Los dos mensajeros llegaron a Janos el 24 de septiembre y permanecieron allí durante seis días, cuando Boquerón salió para las rancherías chiricahuas del río Mimbres, llevando la respuesta de Padilla a Félix [Phalios] Palacio, el jefe bedonkohe que se había ido de su territorio a las Mogollon Mountains para recibir raciones del agente Steck y del gobernador Meriwether.

La carta de Padilla decía: Carlota me dio la carta que me enviaste. Boquerón fue tratado bien aquí y está volviendo para llevarte esta carta en la que tú verás, y él te dirá que los hombres, mujeres y niños que están detenidos aquí están siendo bien tratados. Ellos no son prisioneros como tú sostienes. Ellos estarán detenidos aquí bajo Láceris, Itán, y Delgadito, con todos los apaches janeros, y todos los demás que quieran venir a ratificar la paz que habían pedido al comisionado Don José María Zuloaga. No debemos perder nunca nuestra amistad porque lo que queremos es que todos aquellos que deseen el bien, la paz a lo grande, vengan aquí a vivir con nosotros. Debes decir esto a todos los apaches para que, sin miedo, vengan a este presidio a recibir sus raciones. Di a Jusepa que no tenga miedo. Ella debería venir para ver lo bien que aquí la trataría la gente. Todo el mundo sabe que ella no tiene la culpa y que lo que ellos quieren es la paz con todo el mundo. Di a Yrinco lo mismo, y di a Láceris que le estamos esperando, ya que se ha ofrecido a venir con todo lo que Mangas Coloradas se llevó, y mejor si puede traer la cabeza de este último porque pagaremos todo lo que él quiera….

La afirmación de Padilla con relación al grupo de Esquiriba no era sincera. Ellos permanecieron confinados en Janos aunque los mexicanos les trataran bien. Padilla y Zuloaga vieron una excelente oportunidad para tentar a los apaches a volver a Janos, donde estarían bajo control mexicano. Para atraerlos, ellos jugaron sus cartas: la oferta de distribuir raciones regulares, algo que los estadounidenses nunca habían hecho, a pesar de haber hecho esas promesas en tres tratados durante los últimos cuatro años. Pero quizás, lo más notorio es la proposición de Padilla a Láceris de traer la cabeza o la cabellera de Mangas Coloradas. Los mexicanos ofrecieron pagar una gran suma a la persona que lo hiciera. Esa misma oferta se la hicieron a Manuelito siete años antes. Sin embargo, ningún apache tomó en serio la oferta de Padilla porque eso conllevaría su probable muerte y la de su familia. Mangas Coloradas tenía estrechos lazos con los bedonkohes y con los chokonen de Cochise, quienes con seguridad se vengarían de tal acto.

Pocas semanas después de que Boquerón regresara al río Mimbres con la carta de Padilla, se la enseñaron a Steck y al gobernador David Meriwether, quien había viajado al río Mimbres a suministrar los “regalos” anuales. El 19 de septiembre, Ceran St. Vrain, editor de la “Gaceta de Santa Fe” envió una carta a Steck proporcionando información sobre los apaches de las Mogollon Mountains, citando a Mangas Coloradas como “el jefe principal en tiempos de guerra”.

El 20 de septiembre, Steck y Meriwether proporcionaron raciones en el río Mimbres a Mangas Coloradas y a 50 de sus seguidores. Steck informó que Mangas Coloradas había expresado su descontento por las inadecuadas raciones que distribuía el agente, quejándose de que este favorecía  a los chihennes de Delgadito, Cuchillo Negro, e Itán a expensas de los suyos. En octubre, Steck cabalgó con el gobernador hasta el río Mimbres, llegando allí el 14 de octubre, viendo los campos cultivados. Meriwether esperaba continuar hasta Santa Lucía, donde Mangas Coloradas estaba plantando, pero no tenía tiempo porque tenía prevista una reunión con los mescaleros en Fort Thorn, permaneciendo en el río Mimbres durante dos días para reunirse con los principales jefes. Uno de ellos era Félix [Phalios] Palacio, cuya banda informó Meriwether ocupaba una zona en la cabecera del río Mimbres”, aunque probablemente se refería al Gila. El gobernador le describió como un hombre que hablaba español bastante bien, a causa de que, a la muerte de sus padres, fue adoptado, criado y educado por un sacerdote hasta su mayoría de edad, cuando volvió con su gente otra vez. El gobernador distribuyó mantas, cuchillos, camisas, hachas, cafeteras de latón, tazas de lata, tabaco, azadas, palas, y unas pocas reses. Los apaches mostraron a Steck y a Meriwether la carta de Padilla que claramente decía que este no quería liberar al grupo de Esquiriba hasta que Mangas Coloradas devolviera los caballos robados. Ambos animaron al jefe chiricahua a cumplir con la petición, pero para entonces habían repartido los caballos entre varias rancherías y muchos habían sido sacrificados como alimento.

Seguidamente, Steck y Meriwether volvieron a Fort Thorn, desde donde escribieron a Padilla, a petición de los apaches, pidiéndole que liberase al grupo de Esquiriba porque no tenían nada que ver con los que cometieron la incursión. Apenó al agente ver a los chihennes unidos a Mangas Coloradas y a los bedonkohes. A pesar de que sabía que los chihennes habían continuado incursionando por México, aseguró a Padilla que ellos habían manifestado su deseo de hacer la paz, tanto con los Estados Unidos como con México. Steck admitió ante Padilla que Mangas Coloradas y su gente, y Delgadito, habían cometido muchas depredaciones en México, principalmente en Sonora [la muerte de Negrito el pasado mayo era prueba de ello]. Señaló que el grupo de Esquiriba eran inocente, estando en desacuerdo con los seguidores bedonkohes y chihennes de Mangas Coloradas

El 24 de octubre, Padilla informó que Mónica, la intérprete chihenne, había llegado a Janos desde Fort Thorn con las cartas de Steck y Meriwether solicitando la liberación del grupo de Esquiriba. Padilla respondió categóricamente que los prisioneros apaches eran realmente culpables, existiendo abundantes pruebas de ello; todos estaban aliados con la ranchería de Mangas Coloradas. La historia de que los mimbreños [chihennes] eran pacíficos era simplemente mentira; realizando constantemente asaltos, tanto en Chihuahua como en Sonora. Enumeró las informaciones obtenidas de los apaches que había capturado durante los últimos ocho meses. Comenzó por nombrar a varios guerreros que habían participado en la incursión de septiembre al mando de Mangas Coloradas, incluyendo a unos pocos que pertenecían a la banda de Láceris. También informó a cerca de las informaciones suministradas por los cautivos mexicanos liberados que muchas de esas incursiones [citando las de Victorio, Costales, y Negrito] habían partido sin duda de los campamentos apaches del río Mimbres. Costales con 14 guerreros había  incursionado cerca de Corralitos [municipio de Nuevo Casas Grandes, Chihuahua], cuando Padilla capturó a Pajarito, quien reveló muchas cosas sobre la actualidad de los apaches [eso fue un año antes]. Monteras, con 15 guerreros, entre ellos Victorio, desde el área del río Mimbres, hizo otra incursión en la jurisdicción de Janos. El propio Padilla alcanzó a ese grupo en la Sierra Vado de Piedra [municipio de Ascensión, Chihuahua], donde recuperó los animales robados y mató a tres guerreros. El prisionero confirmó que los apaches mimbreños, aliados con rancherías afines a Mangas Coloradas, atacaban continuamente en Chihuahua y en Sonora.

Padilla dijo que los estadounidenses no habían tenido tiempo suficiente para comprender a los apaches, dejándose  engañar por ellos. Los mexicanos tenían décadas de experiencia y sabían mucho sobre ellos y que en su contacto con algunos apaches, estos habían reconocido a muchos guerreros que habían participado en las incursiones. Sin embargo, estaba encantado de que los estadounidenses estuviesen dispuestos a cooperar. En cuanto a los cautivos apaches, cualquier decisión tendría que venir de sus superiores en la comandancia general de la Villa de Chihuahua. Para terminar, agradeció a Steck sus esfuerzos por devolver los animales robados a sus legítimos propietarios.

En noviembre, Steck estaba ocupado con los apaches mescaleros, los cuales estaban divididos en dos facciones, una a favor de la paz, y otra partidaria de la guerra.  A pesar de que la mayoría parecía estar a favor de la paz, las acciones de un belicoso grupo afectaba al resto de la tribu. Desde principios de año, un pequeño grupo dirigido por Showano se había refugiado al oeste del Río Grande, en territorio chihenne. En abril y mayo, después de cometer varias depredaciones, Showano buscó refugio entre la gente de Cuchillo Negro, quien tenía buenas relaciones con los mescaleros porque sus territorios estaban juntos. A mediados de mayo, el capitán Eaton envió un destacamento desde Fort Thorn para atacar a los seguidores de Showano, quienes estaban en el campamento de Cuchillo Negro, a unos 11 km al oeste del Río Grande. Los apaches detectaron el destacamento y huyeron. Eaton sospechó de Costales, creyendo que pudo haber avisado a los mescaleros. Poco después, Cuchillo Negro llegó a Fort Thorn con Steck, siendo conminado por Eaton a que se fuera, amenazándole con detenerle a él y a los suyos si, en los próximos 45 minutos, seguía allí. Dijo a Cuchillo Negro que consideraba a su banda como enemigos desde que habían dado cobijo a los mescaleros. Ellos debían empujar al grupo de Showano hasta la orilla este del Río Grande.

Steck ya había decidido paralizar las raciones a los mescaleros. La mayoría de la tribu estaba en las montañas del sureste de New Mexico para no tener problemas con la gente de La Mesilla, con quienes parecían tener la misma relación de amor-odio que los chiricahuas tenían con la gente de Janos. A primeros de marzo de este año, una banda de mescaleros había visitado Fort Stanton [Lincoln County, New Mexico], en el río Bonito. Su comandante, el capitán Jefferson Van Horne les dio unas pocas raciones. Dos meses después, el gobernador Meriwether solicitó al comisionado de Asuntos Indios, George W. Manypenny a nombrar otro agente para los mescaleros, ya que un hombre no podía atender de manera adecuada a los apaches del Gila, a los chihennes y a los mescaleros. Recomendó que Manypenny autorizase el establecimiento de una agencia en Fort Stanton. Para finales de año, el ejército asumió la responsabilidad de alimentar a los mescaleros en Fort Stanton, con las provisiones y regalos proporcionados por Steck. Los regalos eran principalmente mantas, camisas, cuchillos, y tabaco. Los mescaleros estaban comiéndose los caballos que robaban para poder sobrevivir porque los suministros prometidos no llegaban. A principios de diciembre, dieron raciones a unos 300, incluyendo 106 guerreros. Después fueron persuadidos de que cultivasen en el La Luz Canyon [Otero County, New Mexico], al pie de las Sacramento Mountains. Los mescaleros mantuvieron la paz con los blancos, principalmente por los esfuerzos de Steck.

Steck había conseguido cambiar los hábitos de, al menos, dos jefes chihennes, Cuchillo Negro y Delgadito. La conversión de este último, de incursor en granjero, fue un gran logro, ya que pocos años antes, la belicosidad de Delgadito hacia los mexicanos era similar a la de Mangas Coloradas y los bedonkohes. Steck se había ganado su confianza, convenciéndole de que la supervivencia de su gente dependía de que se mantuviera en paz. Le había convencido también de que practicara la agricultura, por lo que los seguidores de Delgadito habían plantado una considerable cantidad de maíz en 1855 y 1856).

* En octubre de 1856, una partida de guerra de apaches coyoteros White Mountain sale de su territorio, en el este de Arizona, para dirigirse al norte a asaltar las granjas y los rebaños de los zuñis y navajos. (Alrededor del 10 de noviembre, un destacamento al mando del comandante Henry Lane Kendrick partió de Fort Defiance [Apache County, Arizona] con destino para Zuñi [McKinley County, New Mexico], con el propósito de trazar una carretera desde ese puesto hasta el Zuni Salt Lake [Catron County, New Mexico]. En Zuñi los apaches habían incursionado hacía un mes. Con el destacamento iba el capitán Henry Lafayette Dodge, Agente Indio para New Mexico, y unos pocos navajos como guías. En Zuñi, unos pocos días después, se unió al destacamento, Salvador, el jefe de guerra de los zuñis.

El 19 de noviembre, mientras el destacamento vivaqueaba a unos 48 km al sur de Zuñi, Dodge y Armijo, un jefe navajo, fueron a cazar antes de desayunar. A primeras horas, Dodge disparó a un ciervo, yendo a por más caza mientras Armijo se quedaba con el cuerpo del animal. Más tarde, Armijo llegó a donde estaba el destacamento, cerca de Zuni Salt Lake, con el ciervo sobre la grupa de su caballo. Dijo que Dodge había ido tras las huellas de otro animal y que volvería más tarde. Dodge no apareció, lo cual no preocupó demasiado a Kendrick, ya que el agente era un buen hombre de campo, y no habían visto señales de la presencia de apaches. Pero al anochecer, Kendrick salió en su busca, ordenando a 12 hombres subir a las cercanas colinas y disparar sus rifles. Dodge no respondió. 

Esos disparos fueron oídos por un grupo de bedonkohes que estaban recogiendo sal antes de comenzar una campaña. Habían llegado a Zuni Salt Lake ese día, pero al ver que los estadounidenses se acercaban, se dirigieron a las colinas a esperar la llegada de la obscuridad. Esa noche volvieron y, mientras ellos y sus caballos estaban bebiendo, fue cuando escucharon los disparos del grupo de búsqueda de Kendrick, disparando sus armas para llamar la atención de Dodge, pero los bedonkohes creyeron que los soldados les habían descubierto. Como resultado, el grupo de apaches, formado por cuatro o cinco guerreros, una mujer y tres cautivos, se dispersaron. Durante la confusión se escapó, Refugio Corrales, el muchacho mexicano de 15 años que había sido capturado 16 meses antes en Galeana [Chihuahua]. A la mañana siguiente llamó la atención de una de las patrullas de Kendrick.

Corrales no sabía nada de la captura de Dodge, aunque imaginó que el responsable era un grupo que había ido a pie de avanzadilla. Resultó que durante la noche, los apaches habían robado varios animales pertenecientes al destacamento. Esa mañana Kendrick, ahora preocupado por la seguridad de Dodge, envió a exploradores navajos y zuñis a buscarle, encontrando su rastro. Lo siguieron hasta el lugar donde los apaches habían capturado a Dodge, pero, aparentemente, no le habían matado, o así lo creían. Por las señales, Armijo y Salvador concluyeron que los captores de Dodge eran apaches del Gila y de las Mogollon Mountains [bedonkohes] en vez de coyoteros White Mountain. Estos últimos habían ido a atacar a los zuñis o a los navajos, con quienes habían estado en guerra los últimos años.

Una información, proveniente de dos distintas fuentes, decía que una expedición apache compuesta de coyoteros White Mountain y bedonkohes había salido de campaña al territorio navajo. Una semana antes, el comandante Enoch Steen estaba acampado con su compañía del 1º de Dragones en el desierto de Sonora, cerca de Fort Buchanan [Santa Cruz County, Arizona], cuando un muchacho mexicano, harapiento y medio muerto de hambre, salió de la obscuridad y se acercó a los fuegos del campamento. Gracias a un intérprete y al alimento, el mexicano explicó que había estado cautivo de los coyoteros White Mountain, pudiendo escapar de su ranchería gracias a que la mayoría de los hombres estaban fuera incursionando. Dijo que la partida de guerra era muy grande, hasta unos 200 guerreros, entre coyoteros y apaches de las Mogollon Mountains [bedonkohes], creyendo que se dirigían hacia el norte, hacia el territorio de los navajos. Steen informó del hecho a sus superiores, llegando la información a Michael Steck, agente en Fort Thorn [Doña Ana County, New Mexico].

Refugio Corrales pensó que los bedonkohes habían capturado a Dodge, pero que no le habían matado. Tres días después de la captura del agente, el destacamento de Kendrick volvió a Zuñi. Desde allí, envió un despacho con los detalles del asunto al capitán Van Horne, en Albuquerque [Bernalillo County, New Mexico], pidiéndole que lo reenviara al coronel John Garland y al gobernador David Meriwether, con la sugerencia de que Steck estuviera informado para que este contactara con Mangas Coloradas o con su hermano Phalios Palacio para que usaran su influencia entre los bedonkohes para conseguir el rescate De Dodge. Kendrick llegó a Fort Defiance el 26 de noviembre, estando optimista sobre el destino de Dodge, ya que Refugio Corrales le había dicho que Dodge y Mangas Coloradas se conocían, por lo que el jefe apache pediría su liberación en cuanto lo supiera.

Meriwether ordenó a Steck que dijera a Mangas Coloradas que enviara a su gente para contactar con los bedonkohes e intentar el rescate de Dodge. Steck acababa de salir para Fort Stanton con presentes para los mescaleros, no estando presente cuando llegó el mensaje de Meriwether, pero el comandante de Fort Thorn, el capitán Thomas Claiborne, tomó la iniciativa de enviar, el 4 de diciembre, a Ammon [o Ammin] Barnes con dos chihennes, Costales y Ratón, a la ranchería de Mangas Coloradas. Steck volvió del territorio mescalero el 5 de diciembre, comentando la situación con Delgadito, quien accedió a enviar a Tinaja, un importante apache con lazos entre los chokonen y los bedonkohes, a las Mogollon Mountains, donde creía que los bedonkohes habían situado sus campamentos de invierno.

Delgadito volvió el 17 de diciembre con la siguiente información. Mangas Coloradas le había indicado que dijera a Steck que los bedonkohes y los White Mountain, probablemente la banda oriental, habían enviado una partida de guerra al territorio de los navajos, donde habían robado caballos, mulas, y ovejas; y capturado dos carros con mercancías. Mangas Coloradas creía que las depredaciones habían ocurrido cerca de Ácoma Pueblo [Cibola County, New Mexico], sin embargo, la partida de guerra se había dividido en dos grupos. Uno incursionó cerca de Ácoma y Zuñi mientras el otro lo hizo cerca de Los Lunas [Valencia County, New Mexico] y el río Puerco. A causa de que Mangas Coloradas todavía no sabía nada del destino de Dodge, decidió enviar a su hermano José Mangas al territorio bedonkohe y chokonen para averiguar todo lo que pudiera.

Al día siguiente, 18 de diciembre, el capitán Claiborne proporcionó más información al cuartel general en Santa Fe. Hablaba de las actividades de Mangas Coloradas. Cuando Dodge fue capturado, Mangas Coloradas acababa de llegar a Lemitar [Socorro County, New Mexico] a comerciar. Claiborne escribió: Tengo el honor de enviarle un mensaje urgente, que acabo de conocer del Dr. Steck y Delgadito, jefe de los apaches mimbreños [chihennes]. Mangas Coloradas envía aquí un mensaje para la información de los blancos del valle, que los apaches de las Mogollon Mountains [bedonkohes] y los coyoteros se han unido para hacer la guerra contra los blancos… Han decidido no hacer la paz.

Mangas Coloradas envió a su hermano [José Mangas] a informarse del destino del capitán Dodge, el agente Indio, pudiendo en pocos días esperar noticias sobre su destino. Mangas Coloradas estaba en Lemitar en el momento de la captura de Dodge y no sabe nada del hecho, y no se aliará con los indios rebeldes. Su conducta en esta oportuna información parece ser totalmente justa; Delgadito y los indios mimbreños son muy amistosos y desean seguir siendo así. Él y Tenacher [Tinaja] vinieron con el Dr. Steck a verme e informarme.

El 2 de enero de 1857, José Mangas y Tinaja volvieron con la triste noticia de que los apaches habían matado a tiros a un estadounidense a quien habían capturado mientras cazaba, a un día de marcha de Los Lunas. Steck dedujo que, sin duda, ese estadounidense era el agente Dodge. Los apaches le habían matado para vengarse. Aproximadamente un mes antes, un grupo de apaches White Mountain atacaron un gran rebaño de ovejas en Zuñi, protegidos por unos pocos pastores, que rápidamente huyeron. Un gran número de zuñis les persiguieron, viéndose obligados a dejar atrás el rebaño. En la acción, los zuñis mataron a un apache. El hermano del muerto había ayudado a organizar la coalición de White Mountain y bedonkohes. Cuando capturaron a Dodge, este hombre, bajo la ley apache, ejerció su derecho a vengar la muerte de su hermano, matando a Dodge. Después, la partida de guerra se dividió en dos grupos, los White Mountain fueron hacia Zuñi y Ácoma; mientras los bedonkohes continuaron al este, hacia Los Lunas y el río Puerco, donde cometieron varias depredaciones. Tropas desde Los Lunas persiguieron a los bedonkohes hasta la cara occidental de las Black Mountains, enfrente de las Mogollon Mountains, alcanzándolos, matando al menos a un guerrero y recuperando parte de lo que habían robado.

José Mangas y Tinaja habían hablado con un pequeño grupo de bedonkohes o chokonen en las Peloncillo Mountains [Hidalgo County, New Mexico & Cochise County, Arizona], o en las Dos Cabezas Peaks [Cochise County, Arizona]. Estaban al mando de El Cautivo y Lsana, los líderes del campamento que Chandler había atacado la última primavera. No hay confirmación, pero Lsana pudiera ser Jolsanny o Ulzana, el hermano de Chihuahua. El Cautivo y Lsana contaron a José Mangas y a Tinaja los detalles de la muerte de Dodge.

A mediados de febrero, un grupo salió de Fort Defiance, regresando al lugar de la captura de Dodge, donde descubrieron sus restos. El teniente Carlisle informó: “Una parte de sus restos [sólo se encontró su calavera] fueron encontrados cerca de donde se separó de Armijo, la nieve estaba manchada de sangre, creemos que fue asaltado, asesinado, arrancado el cuero cabelludo y despojado de su ropa”. Parece ser que le quemaron vivo en una hoguera. Su cráneo fue llevado a Fort Defiance y enterrado con honores militares. El coronel Benjamin Louis Eulalie de Bonneville, temporalmente a cargo del Departamento de New Mexico mientras Garland estaba de permiso en el este, juró castigar a los bedonkohes).

* El 22 de diciembre de 1856, el jefe nednai Láceris envía a Bartolo a Janos (Chihuahua) para hablar con el capitán José Baltasar Padilla sobre la posibilidad de firmar un tratado. (Bartolo dijo que muchos apaches estaban acampados cerca de allí. Los mexicanos pensaron que en ese grupo, probablemente, había familiares de los cautivos apaches [el grupo de Esquiriba], sospechando que podían intentar recuperar a sus parientes por la fuerza. Padilla discutió las peticiones de los apaches con José María Zuloaga, comisionado de paz, quien creía que podía solucionar el asunto por medios diplomáticos. Estuvo de acuerdo en pasar por alto los caballos que Mangas Coloradas había robado el verano anterior porque sabía que los apaches habían matado a muchos de ellos para comérselos. Por ello, invitó a Láceris a entablar conversaciones. 

* El 29 de diciembre de 1856, dos mexicanos de El Paso (El Paso County, Texas), Manuel Mestas y Dolores Sánchez, roban 16 caballos de la ranchería del chihenne Delgadito. (Los apaches recuperaron 12 caballos al día siguiente. Steck envió a Costales y Ratón a seguir el rastro que iba hacia La Mesilla [Doña Ana County, New Mexico] pero decidieron volver al San Diego Crossing [sobre el Río Grande, a unos 16 km al sur de Fort Thorn, Doña Ana County, New Mexico] a pasar la noche. Esa fue una fatal decisión, ya que en algún momento de esa noche, otros dos mexicanos [uno de ellos llamado Martín Corrales], que trabajaban en la casa del transbordador, mataron a Costales y a Ratón mientras dormían. Luego les cortaron la cabeza con un hacha y les arrancaron la cabellera, arrojando los dos cuerpos al río. Al no regresar, el comandante de Fort Thorn envió al subteniente Alexander Early Steen a investigar. El 1 de enero de 1857, Steen descubrió el cuerpo de Costales, sacándolo del río. El cuerpo de Ratón nunca fue encontrado.

Los dos mexicanos que mataron a Costales y a Ratón, dijeron que lo habían hecho por el mismo motivo por el que los apaches habían matado al agente de los navajos, Henry Lafayette Dodge, por venganza. Increíblemente, Martín Corrales era hermano de Refugio Corrales, el muchacho mexicano de 15 años que huyó de los bedonkohes en noviembre, y que fue encontrado por una patrulla militar. De hecho, el día antes de que Martín Corrales y su compañero mataran a Costales y a Ratón, William Augustus Nichols, adjunto al comandante del Departamento de New Mexico, había ordenado a Gouverneur Morris, comandante de Fort Fillmore [Doña Ana County, New Mexico], que informara a Martín Corrales que su hermano había escapado de los apaches y estaba a salvo en Santa Fe. Pero antes de tener noticia de ello, aprovechó la oportunidad para vengarse, matando a los dos apaches. Los dos mexicanos huyeron a Chihuahua para librarse de la justicia. Delgadito aseguró a Steck que los chihennes no buscarían venganza).

* A finales de 1856, muere el jefe chokonen Miguel Narbona, quedando Cochise como líder principal de la tribu. (El joven cautivo y “dikohe” Merejildo Grijalva fue de gran utilidad para Cochise durante sus incursiones por Sonora al saber apache y español).

1857

* El 2 de enero de 1857, llegan a Janos (Chihuahua) los nednais Láceris, Poncito, Felipe, y Pascolo. (Llegaron con nueve guerreros y 14 mujeres a solicitar la paz, esperando conseguir la liberación del grupo de Esquiriba [probablemente un hermano de Láceris], estando allí tres días. Pasados los cuales, Láceris fue a Corralitos [Casas Grandes, Chihuahua] a concluir los acuerdos con el comisionado de paz, José María Zuloaga. Se desconoce si los demás apaches estuvieron en Janos durante ese tiempo, pero Láceris y Zuloaga partieron el 19 de enero hacia la Villa de Chihuahua a ratificar el tratado con el comandante general José Merino, llegando allí el 19 de enero.

Merino quedó impresionado por la sinceridad de Láceris, concluyendo un tratado, cuyos principales puntos eran que los apaches debían devolver a los cautivos que estuvieran en su poder y que los mexicanos les darían raciones. Cuando se convenció de sus buenas intenciones, Merino autorizó a Padilla a liberar al grupo de Esquiriba, asegurando Láceris que llevaría a su gente a Janos.

El 1 de febrero, Láceris y Poncito llevaron a sus seguidores a Janos, acampando en las cercanías de la localidad. Láceris lo hizo con 149 apaches, y Poncito, con 33. Las raciones comenzaron a ser distribuidas a los recién llegados el 10 de febrero, permitiendo las autoridades mexicanas que los apaches mantuvieran sus campamentos río abajo, a unos 10 km de distancia. En febrero, el número de apaches en Janos llegaría a 282. El 1 de abril llegaron a Janos, el chihenne Delgadito con 50 apaches; y el nednai Felipe, con 97.

A principios de abril, un grupo de 150 civiles mexicanos [de origen desconocido aunque no parece que fueran de Sonora] llegó a Casas Grandes para atacar a los apaches que estaban en paz en Janos y Corralitos. Aunque el destino de esa expedición era desconocido, las autoridades locales impidieron que atacasen a los apaches.

Por entonces, la banda chihenne, dominada por Mangas Coloradas durante el último cuarto de siglo, comenzó a dividirse en cuatro pequeñas facciones bajo el mando de cuatro líderes, Delgadito, Itán, Josecito y Cuchillo Negro.

Delgadito sería el más influyente, convirtiéndose en un líder moderado. Itán quizás fallecería a principios de marzo [nunca se supo más de él] mientras Cuchillo Negro estaba envejecido, empezando a emerger líderes más jóvenes como Victorio, Riñón y Loco. En cuanto a Mangas Coloradas, quien había liderado a los chihennes con el apoyo, principalmente, de Itán y Delgadito, empezó a alinearse más con su yerno Cochise, el líder más influyente de los chokonen).

* A mediados de enero de 1857, un pequeño grupo de apaches roba unos caballos y unas pocas reses en los alrededores de La Mesilla ([Doña Ana County, New Mexico]. Unos 40 mexicanos pertenecientes a la Guardia de La Mesilla siguieron el rastro hasta las Florida Mountains [Luna County, New Mexico], donde el 21 de enero les alcanzaron, matando a un importante apache llamado Flacón y a sus dos hijos. Los mexicanos consiguieron apoderarse de 10 caballos.

A primeros de marzo, unos apaches robaron los caballos del inspector adjunto de New Mexico, llamado Garretson. El 8 de marzo, el teniente Alfred Gibbs de los Mounted Rifles, siguió su rastro con 16 hombres y dos guías civiles [el mismo Garretson y otro hombre llamado Dickens], cruzando el Río Grande a unos 16 km al norte de Doña Ana. Al mediodía del día siguiente, descubrieron el lugar donde los apaches habían descansado, constatando que eran siete, cuatro montados y tres a pie. Siguieron las huellas, y a las 13:30 horas les alcanzaron. El jefe apache y Gibbs atacaron al frente de sus hombres. En palabras de Gibbs, esto fue lo que ocurrió: Ascendiendo una pequeña altura, vimos a un indio a unos 45 metros que venía a donde nosotros, y a la vez vimos las mulas al pie de un pequeño arroyo y a seis indios mirándonos y luego echando a correr. Los hombres desmontaron inmediatamente y disparamos los rifles. Nada más hacerlo, mis hombres cargaron y montaron, siguiendo al galope a los indios, quienes corrían como pavos salvajes. Era evidente que la caza aumentaba. Tres estaban malheridos, aunque aún corrían, con 1’6 km por delante para que pudieran alcanzar las montañas. Mis hombres estaban animados y firmes para usar sus revólveres hasta el final. Mientras avanzábamos, su jefe, que estaba gravemente herido, animaba a los suyos, y cada vez que lo hacía, se giraban y nos atacaban furiosamente. Cuando yo pasé cerca de él, se dirigió hacia uno de mis hombres que iba a pie, porque su caballo había sido disparado. Me detuve y le disparé con mi revólver. Se volvió hacia mí y como mi caballo se encabritó, dirigió su lanza hacia mí, aunque le paré con mi revolver. Uno de mis hombres le derribó. Cabalgando unos 400 metros más adelante, llegué con el resto de mi grupo cerca de los indios, disparando continuamente. Aquí, estando débil por la pérdida de sangre, desmonté para evitar caerme, dando mi caballo al cabo Collins, ya que el suyo había sido disparado, para que fuera con el resto del grupo a matar a todos los indios o hasta que la persecución fuese imposible y luego volver a donde cayó su caballo para poder encontrarme. Yo observé al jefe muerto con 10 balas dentro de él y los cinco hombres que quedaron atrás con los animales informaron que tenían un caballo, cinco mulas, arcos y flechas, cuchillos, mantas, etc. de los indios. Al cabo de media hora, llegó el cabo Collins con el grupo, informando de la muerte de seis indios y otro gravemente herido, y probablemente muerto).

Por entonces, los chihennes habían dejado de ir a la Agencia de Steck en Fort Thorn. Steck estaba preocupado por lo que, a primeros de marzo, envió a un hombre a las Mimbres Mountains [Sierra County, New Mexico] a averiguar el motivo. Cuando volvió dijo a Steck que había visto solo un campamento con cinco guerreros y un centenar de mujeres y niños. Parece probable que los guerreros que el destacamento de Gibss había matado, iban de vuelta a este campamento de las Mimbres Mountains. Si fuese así, los hombres de Gibbs pudieron haber matado a Itán, porque no hubo más referencias de él en el futuro, o a Monteras, un importante jefe de guerra. A ambos les gustaba hacer incursiones a lo largo del Río Grande.

En marzo, Steck oyó a dos ciudadanos de Janos decir que los apaches estaban comerciando con caballos y mulas, y habían vendido 600 ovejas. En febrero, el chokonen Yaqui [Yaque] había llegado a Janos desde las Chiricahua Mountains con varios cientos de ovejas robadas en el río Puerco [New Mexico]. Steck tenía claro que parte de los chihennes se habían ido a Janos [Chihuahua] o a las Chiricahua Mountains [Cochise County, Arizona] a donde Mangas Coloradas había ido a cosechar mescal. Otros residían en las Alamo Hueco Mountains [Hidalgo County, New Mexico]. Steck ordenó que regresaran todos a la Agencia en el plazo de un mes, porque si no, serían tratados como enemigos. Mientras tanto, el 14 de marzo, solo cinco días después del enfrentamiento del destacamento de Gibbs, unas pocas mujeres y niños llegaron del campamento de Cuchillo Negro, diciendo al coronel Dixon Stansbury Miles que Mangas Coloradas, Delgadito, y la mayoría de los chihennes habían dejado las Mimbres Mountains para ir a Janos y que no volverían hasta la siguiente luna. Una banda de chihennes tuvo una escaramuza con un destacamento estadounidense en las Mimbres Mountains, en el lugar donde habitualmente acampaba Delgadito. Los soldados mataron a un apache e hirieron a otro. Si Delgadito no había llegado todavía a Janos, probablemente salió para allí poco después de este enfrentamiento. Los rumores de que los estadounidenses estaban preparando una campaña contra los apaches del río Gila y de las Mogollon Mountains; y las noticias que llegaban de que Janos había aumentado las raciones que daban a los apaches, pudieron contribuir a que los chihennes abandonaran la Agencia. La mayoría de los nednais abrieron negociaciones en Janos con el capitán José Baltasar Padilla. Indudablemente, la liberación de sus familiares era su principal objetivo, pero el incremento de las tensiones y la ausencia de aceptables raciones al norte de la frontera, ayudó en su decisión.

Mientras, en New Mexico, el coronel Benjamin Louis Eulalie de Bonneville, comandante del Departamento de New Mexico, estaba preparando una campaña en la que esperaba castigar a los bedonkohes, y en menor grado, a la banda oriental de los White Mountain por sus recientes depredaciones, entre ellas la muerte del agente de los navajos, Henry Lafayette Dodge. La campaña de Bonneville alarmó a los chiricahuas por lo que unos 258 de ellos, pertenecientes a las rancherías de Riñón, Veinte Reales, El Sargento y Victorio, se dirigieron hacia el sur, hacia Janos. Mangas Coloradas, con sus chihennes y bedonkohes, se unió a su yerno Cochise, ahora el principal jefe de los chokonen, permaneciendo juntos hasta que la campaña de Bonneville terminó.

La columna del norte, al mando del coronel manco, William Wing Loring, de los Mounted Rifles, salió el 1 de mayo de Albuquerque [Bernalillo County, New Mexico] para el lugar de reunión. Su destacamento consistía en tres compañías de su propio regimiento y dos compañías del 3º de Infantería. En total 300 soldados, 100 exploradores navajos e indios Pueblo, y 30 guías mexicanos. Fueron al sur, a lo largo de la base occidental de las Mogollon Mountains, pero no vieron a ningún apache. Llegaron al río Gila el 18 de mayo.

La columna del sur, salió también el 1 de mayo, de Fort Thorn [Doña Ana County, New Mexico] bajo el mando del teniente coronel Dixon Stansbury Miles, con tres compañías del 1º de Dragones; dos de los “Mounted Rifles”; y un destacamento del 3º, y otro del 8º de Infantería. En total 300 soldados y 30 guías mexicanos. En esta columna iba el teniente John Van Deusen Du Bois, mandando la compañía “K”, quien escribió un diario relatando los eventos de la campaña.

Una tercera columna salió desde Fort Buchanan [Santa Cruz County, Arizona] al mando del capitán Richard Stoddert Ewell, con unos 120 soldados, yendo hacia el este, a las Chiricahua Mountains [Cochise County, Arizona] a donde llegó a mediados de mayo, estableciendo un campamento base, probablemente cerca de Apache Pass. De allí, Ewell salió con 65 hombres para realizar una patrulla, rodeando las Chiricahua Mountains, regresando al campamento base después de una semana de exploración. Tras descansar un día, Ewell decidió hacer otra exploración por otra ruta diferente. Un día después, recuperó 21 caballos, posiblemente cerca de Cave Creek, en la parte noreste de las Chiricahua Mountains. Poco después, los chiricahuas, probablemente bajo la dirección de Cochise, desplegaron una bandera blanca, enviando a un muchacho mexicano cautivo a hablar [seguramente Merejildo Grijalva, intérprete de Cochise, quien al final de su vida diría que se reunió con el capitán Ewell].

Ewell intentó convencer al muchacho para que abandonara a Cochise, pero el mexicano temía que los apaches le volviesen a capturar y le matasen, ya que eran muchos y valientes… y que ellos le trataban bien, especialmente las mujeres“. Cuando Ewell situó a sus hombres en posición de ataque, el mexicano volvió con los apaches. Si era Merejildo Grijalva, tendría entonces 16 o 17 años. Posiblemente, Cochise creía que El Chivero estaba totalmente asimilado, considerándolo un apache en todos los sentidos, pero, aparentemente, él no pensaba lo mismo. ¿Por qué no se quedó con los soldados? ¿Quizás dudó debido a su juventud? ¿No sabía el destino que habían corrido su madre y su hermano, y quería averiguarlo? No lo sabemos.

Esa noche los chiricahuas dispararon contra el campamento de Ewell, intentando espantar a los caballos, pero Ewell había ordenado atarlos bien. Sin embargo, los chiricahuas consiguieron recuperar los 21 caballos que los soldados habían capturado, más otros dos pertenecientes a los soldados. Estos hicieron varias descargas de fusilería, creyendo Ewell que habían tenido cierto éxito por los gritos y lamentos que oyó en las posiciones de los chiricahuas. La presencia de Ewell obligó a algunos chokonen a dirigirse al sur de la frontera mexicana y a considerar establecer relaciones con México.

El 2 de mayo, el coronel Bonneville salió de Fort Thorn con la reata de mulas, llegando al punto de reunión el 11 de mayo, acampando en la orilla oriental del río Gila, a pocos kilómetros al sureste de Clifton [Colfax County, New Mexico]. Allí hicieron planes para atacar a los bedonkohes, sacarles de sus refugios, obligarles a rendirse, o matarles, pero ellos habían dejado su territorio, yendo al sureste de Arizona y deslizándose al sur de la frontera. Sin embargo, después de encontrar un sendero indio, Bonneville envió a Loring a explorar los Pinos Altos [Grant County, New Mexico] y las Mimbres Mountains [Grant & Sierra Counties, New Mexico]. Loring encontró el rastro de 2.000 ovejas que iba al noreste a las Mimbres Mountains y luego más lejos al norte, a las Black Mountains. Allí, el 24 de mayo, atacó la ranchería del chihenne Cuchillo Negro en el Cañón de los Carneros Muertos [Catron County, New Mexico], donde exploradores indios Pueblo de Loring le mataron, junto a otros cinco hombres y a una mujer; hiriendo gravemente a otros dos; y capturando a nueve mujeres y niños, incluyendo a la esposa de Cuchillo Negro. También recuperaron varias reses y más de 1.000 ovejas.

Mientras, el 27 de junio, el destacamento del coronel Miles, acompañado por Bonneville, atacó a los White Mountain, a 56 km al noroeste del Mount Graham [Graham County, Arizona], matando a unos 38 hombres y cuatro mujeres, capturando a otros 45, en su mayoría mujeres y niños. Los apaches hirieron a dos oficiales y a siete soldados. El teniente Du Bois afirmó en su diario que los muertos apaches fueron 24 y los cautivos 26. Más tarde, el agente Steck consideró desafortunada la campaña. Temía que los coyoteros White Mountain buscaran venganza.

Antes, a finales de mayo y principios de junio, los chokonen habían enviado emisarios a Fronteras [Sonora] para entablar relaciones. Quizás Mangas Coloradas no estaba pensando en ello porque aún odiaba a los sonorenses, pero muchos chihennes, incluyendo su viejo amigo Delgadito, estaban contentos en Janos [Chihuahua] donde Padilla y Zuloaga les estaban dando raciones semanalmente.  

A primeros de junio, las autoridades militares en Bavispe [Sonora] recibieron noticias de donde estaba Mangas Coloradas. El 31 de mayo, un grupo de chokonen atacó el rancho de Miguel Samaniego, capturando a dos muchachos. Dos días después, otra banda apache robó 12 mulas y caballos a Agustín Acuña. El capitán Reyes Cruz fue tras ellos con un pequeño destacamento. El 4 de junio, sus soldados capturaron en Sierra Larga [Sonora] a una muchacha apache de unos 15 años, y mataron a un guerrero. Cruz se enteró por la mujer que los incursores pertenecían a los grupos de Carro y Parte; además había dejado la frontera para dirigirse al sur un gran grupo de chiricahuas que habían rechazado hacer la paz en Janos. Eran bedonkohes y chihennes pertenecientes a las bandas de Mangas Coloradas y Cascos, y chokonen de Cochise, Esquinaline, Carro y Parte.

Inmediatamente, Cruz escribió a José María Zuloaga que estaba en Janos, esperando que este pudiera descubrir el destino de los dos muchachos capturados en el rancho de Samaniego. El comisionado de paz contestó que haría todo lo necesario para recuperar los animales robados y los dos muchachos.  Zuloaga inequívocamente culpó de las hostilidades a Mangas Coloradas. Zuloaga dijo a Cruz: A pesar de que he hecho los máximos esfuerzos para que ciertos jefes y sus bandas aceptaran la paz, como Mangas Coloradas, Cascos, Esquinaline, Parte y otros de los broncos, no he tenido éxito y aún están reunidos en Alamo Hueco y en el área que lo rodea, tierra que está al otro lado de la frontera estadounidense. Zuloaga, que tenía un buen conocimiento de los chiricahuas, manifestó que Mangas Coloradas, a pesar de aproximarse a los 70 años de edad, aún ejercía una tremenda influencia entre los bedonkohes y chokonen: Ya que Mangas Coloradas ha estado siempre opuesto a la paz, no me sorprendería que, ya que él estaba en dicho consejo, intentara evitar que los indios aceptaran la paz e incluso que causara molestias a los que viven cerca de dichos lugares [Janos]. Iré allí el próximo domingo a ver si se puede descubrir que indios han cometido los robos, y detener a aquellos que hayan venido de sus campamentos.

Una semana más tarde, Mónica [la antigua intérprete de la banda de Delgadito] envió a su hijo a Janos a avisar a Padilla de que Cascos planeaba incursionar allí, pero por alguna desconocida razón, el ataque nunca tuvo lugar. En cambio, los bedonkohes, chokonen y chihennes, probablemente influenciados por la presencia del enorme destacamento de Bonneville en el corazón del territorio de Mangas Coloradas, decidieron hacer la paz con México. A primeros de julio, Pablo [un hijo de Matías, el viejo jefe chokonen de la década de 1830] fue a Fronteras a hablar con el capitán Gabriel García. Pablo representaba a toda la banda chokonen, unas 700 personas, bajo el liderazgo de Cochise, Chepillo, y Esquinaline. Con Cochise estaba también el jefe bedonkohe o chokonen El Cautivo. García le prometió raciones, aprobadas tanto por el gobierno del estado como por el federal. Pero a finales de mes, los chokonen se negaron a ir por desconfiar del gobierno de Sonora. En cambio, a finales de junio, Mangas Coloradas llegó a Janos con otros líderes chihennes, como Victorio, Sargento y Veinte Reales, uniéndose a sus parientes que estaban con Delgadito y Riñón [un yerno de Delgadito]. El grupo de Mangas Coloradas lo formaban 65 personas [20 hombres, 30 mujeres, y 15 niños]. Pocos meses después, llegaron otras 30 mujeres y niños, alcanzando un total de 95 individuos. Eventualmente, algunos chihennes y nednais eligieron acampar cerca de José María Zuloaga, en Corralitos [municipio de Casas Grandes, Chihuahua]. Mangas Coloradas no fue tan lejos, desconfiando de Zuloaga. A principios de ese verano, las autoridades de Chihuahua denunciaron que los recién llegados habían inflado la población nativa a más de un millar, aunque informes oficiales de Janos indicaban que eran alrededor de 600.

A finales de julio, aparte del grupo de Dos Reales que estaba en Corralitos; había en Janos 336 apaches de las rancherías de Láceris [nednai], Poncito, Felipe [nednai], Pascolo y Delgadito [chihenne]. Otras cinco rancherías de los chihennes Mangas Coloradas, Victorio, Sargento, Veinte Reales, y Riñón, con otras 258 personas llegadas en junio, sumaban la población apache en julio y agosto a 608 personas en 10 rancherías. Estaban en Janos para obtener la liberación de sus familiares y conseguir raciones y suministros. Por razones desconocidas, varias rancherías cambiaron su residencia a Corralitos durante los últimos tres meses del año. De octubre a diciembre, además de la ranchería de Dos Reales, estaban las de Poncito, Felipe, Victorio, Veinte Reales, Riñón y Cojinillín [nednai], aumentando la población apache allí en 350 personas, habiendo solo 198 en Janos).

* El 24 de julio de 1857, un destacamento formado por 14 soldados destinados en Fort Davis (Jeff Davis County, Texas) y en Fort Lancaster (Crockett County, Texas) son atacados por una banda de apaches mescaleros. (El destacamento llevaba varios carros que transportaban correo de los Estados Unidos y troncos de madera. Aproximadamente a 40 km al noroeste de Fort Lancaster [cerca de la actual ciudad de Iraan, Pecos County, Texas], el destacamento fue abordado por más de 40 apaches mescaleros bajo bandera blanca, mientras otro grupo estaba oculto en un barranco cercano. Al ponerse en guardia los soldados, los mescaleros que estaban protegidos por el barranco abrieron fuego hacia los carros, matando al sargento Ernest Schroeder. Superados en número por cuatro a uno, los soldados desengancharon los equipos y utilizaron los carros para cubrirse. Más tarde, se retiraron y abandonaron los vagones a los mescaleros, yendo a pie durante toda la noche hasta llegar a Fort Lancaster. 

Al día siguiente, el comandante de Fort Lancaster ideó un plan para localizar a los mescaleros que habían atacado a los soldados. Varios carros cubiertos fueron cargados con unos 80 soldados, y disimulados como una desarmada caravana de suministros. Se dirigió a Fort Davis por el mismo camino que había sido atacado el día anterior, esperando que los mescaleros vieran la caravana y la atacasen. Así fue. Después de viajar durante algún tiempo, los soldados vieron un gran grupo de guerreros mescaleros en el horizonte. El oficial al mando, el teniente Edward Hartz escribió: Un cuerpo considerable de 30 a 40 indios, bien montados y provistos de armas de fuego, cayeron de repente sobre los carros.

Los soldados salieron de los carros desplegándose para disparar sobre los primeros mescaleros. Sorprendidos por los soldados y ahora superados en número, los mescaleros detuvieron su avance intercambiando disparos durante varios minutos antes de retirarse fuera del alcance de los rifles de los soldados. El teniente Hartz escribió: Ellos [los mescaleros] luego prendieron fuego a la pradera con la evidente intención de quemar la caravana y aproximarse al amparo del humo.

Pero la rápida actuación de los soldados evitó el desastre. Los carros fueron conducidos rápidamente a varios cientos de metros de distancia a un claro libre de hierba y maleza. Después de esperar a que el fuego amainase, los soldados avanzaron, provocando que los mescaleros se replegaran más allá del alcance de los fusiles de los soldados para ver cómo podían apoderarse de los carros. Al final los mescaleros se retiraron llevándose los cuerpos, muertos o heridos, de dos o tres guerreros. El teniente Hartz dijo: La estratagema tuvo éxito… ninguno de mis hombres resultó herido).

* En agosto de 1857, Cochise y sus seguidores chokonen llegan a Janos (Chihuahua) a recibir raciones y whisky, y a comerciar con ganado robado. (Que Mangas Coloradas considerase incluso fiarse de José María Zuloaga, indicaba lo desesperada que era la situación en New Mexico, a donde temía volver a causa de la presencia las tropas de Bonneville. Zuloaga y Padilla les llamaban «broncos» [incorregibles]. Los dos mexicanos recordaban la incursión de Mangas Coloradas el septiembre anterior, incumpliendo la promesa de negociar y llevándose los caballos del presidio. Percibían la situación como una buena oportunidad de eliminar a tantos «broncos» como fuera posible, incluyendo al hombre a quien habían estado intentando matar durante la pasada década, Mangas Coloradas. Los detalles son escasos, pero parece que a finales de agosto o principios de septiembre, Zuloaga había envenenado las raciones de los apaches, probablemente mezclando arsénico o estricnina con el whisky proporcionado.

A primeros de septiembre, muchos chokonen caen enfermos con altas fiebres, partiendo de Janos para dirigirse a Fronteras [Sonora]. Otros muchos se habían ido porque en agosto, un preso apache se había escapado de la cárcel de Corralitos [municipio de Casas Grandes, Chihuahua] yendo a las rancherías cercanas, anunciando que los mexicanos planeaban enviar tropas para matarlos. Esa noticia, junto con el temor de que un apache recientemente desaparecido [Potrillo] había muerto a manos de los mexicanos, provocó que muchos se fueran.

El 22 de septiembre de 1857, el capitán Gabriel García, comandante de Fronteras, dio raciones a 680 chiricahuas, principalmente chokonen que estaban con algunos bedonkohes. Cochise estaba allí, pero Mangas Coloradas había permanecido en Janos, según los informes de ese presidio [se quedaría hasta el otoño, regresando a New Mexico o a las Chiricahua Mountains a recoger piñones, bellotas y otros frutos secos]. Victorio y otros chihennes permanecieron en Janos hasta el final de año. García pidió fondos para alimentar a los apaches, pero el nuevo gobernador de Sonora, Ignacio Pesqueira, estaba ocupado en el sur suprimiendo una rebelión yaqui y luchando contra las fuerzas de Manuel María Gándara [Guerra de la Reforma entre conservadores y liberales], por lo que su tesorería estaba agotada. García no pudo proporcionar mucha asistencia a los apaches. Lo mejor que hizo fue nombra como comisionado de paz a Rafael Ángel Corella, un oficial endurecido en mil batallas que prefería castigar al enemigo en vez de apaciguarles. No creía en las peticiones de los apaches, opinando que esos salvajes no tienen ninguna buena voluntad).

* En medio de una intensa ola de calor, el martes 1 de septiembre de 1857, tuvo lugar la batalla de Maricopa Wells, conocida  también como batalla de Pima Butte (Pinal County, Arizona), cerca del río Gila. (Fue denominada como la última gran batalla entre nativos americanos, participando una coalición de yumas, mojaves, yavapais y Tonto Apaches, por un lado; y maricopas y pimas por el otro.

El capitán Henry Stanton Burton, del 3º de Artillería, y comandante de Fort Yuma [Imperial County, California] escribió una carta al Superintendente de Asuntos Indios de California: La causa inmediata de estas dificultades parece ser la siguiente. A principios de mayo pasado, José María, un jefe yuma, con cuatro de sus hombres se unió a los Tonto Apaches en una incursión sobre los maricopas. En ella, cuatro de los maricopas murieron y varios resultaron heridos. Hacia finales de junio, los maricopas tomaron represalias contra los Tonto Apaches matando a 16 y capturando a tres prisioneros, una niña de 12 o 13 años y dos niños bastante pequeños.

Los maricopas vendieron los prisioneros a Ignacio Rovelo, que ahora está en Los Ángeles con los niños. Pasó por este lugar justo antes de que yo llegara aquí desde San Diego.

En el momento en que los yumas vieron a los prisioneros se emocionaron mucho y enviaron información a los apaches de inmediato.

Sin embargo, antes de esto, en los últimos días de julio, los apaches notificaron a sus amigos de un ataque que realizaría en agosto una gran fuerza contra los pimos y maricopas. Por esta época murió ‘Caballo en Pelo’, el jefe de guerra de todos los yumas, y sus últimas palabras fueron una orden para su pueblo de ‘nunca hacer las paces con los maricopas’.

Esto con la aparición de los prisioneros apaches precipitó los movimientos de las tribus del río, y el 2 o 3 de septiembre [en realidad fue el día 1] una fuerza aliada de yumas, mojaves, Chima-way-wahs [chemehuevis], Yumpis [yavapais] y Tonto Apaches, entre 600 y 700 guerreros atacaron a los maricopas”.          

Hubo un testigo de la batalla, Isaiah Churchill Woods. Estaba con R. W. Lane, y otros tres hombres. Woods había sido nombrado superintendente de la San Antonio – San Diego Mail Line, para unir Texas con California. Woods había elegido como estación de correo un lugar con agua llamado Maricopa Wells. Al norte, al otro lado del río Gila, había una cadena larga y baja de colinas, más tarde llamada South Mountains. Al este, a menos de una milla, había dos prominencias rocosas llamadas Pima Butte. Al sur, a lo largo de muchos kilómetros, la tierra era llana; y al oeste, a unos 4 km de distancia, estaba la cordillera llamada Sierra Estrella.

Woods estaba sentado descansando bajo un gran mezquite cuando vio la mayoría de las viviendas de los maricopas, en al menos uno de sus dos poblados ardiendo [llamados El Juez Tarado y Sacaton], y la gente corriendo y gritando. No oyó disparos de armas de fuego. Vio guerreros luchando con mazas, garrotes, arcos y flechas. Los atacantes iban a pie. Algunos maricopas pudieron montar sus caballos y huir hacia las aldeas pimas que estaban río arriba.

Con la victoria en sus manos, algunos mojaves, los yavapais y los Tonto Apaches, decidieron irse y volver al norte y al noroeste. Sin embargo, los yumas y una parte de los mojaves se quedaron a celebrar su victoria, desconociendo que un gran grupo de guerreros pimas, muchos a caballo, se habían unido a los maricopas que habían huido y regresaban a sus poblados. Los ocho poblados pimas estaban habitados por 4.000 personas, de los cuales unos 1.000 eran guerreros.

Ahora la situación había cambiado, ya que unos 1.200 pimas y maricopas atacaron a los yumas y mojaves que se habían quedado, los cuales eran poco más de 100, todos a pie. Todos los mojaves y casi todos los yumas fallecieron. Woods que lo vio todo, dijo que sobrevivieron 11 yumas que consiguieron llegar a la Sierra Estrella, donde los caballos no podían seguirlos.

A las 15:00 horas todo había terminado. Woods, Lane y otros dos hombres partieron hacia San Diego. El 5 de septiembre cruzaron el río Colorado en Fort Yuma y llegaron a San Diego tres días después.

Por suerte, Isaiah Woods llevaba un diario donde anotaba todo lo que ocurría. En marzo de 1858, envió un informe a Aaron Venable Brown, Director General de Correos de los Estados Unidos. Entre otras cosas, narró la batalla: 1 de septiembre [1857] … Acampamos para desayunar en Maricopa Wells, que desde entonces hemos seleccionado como el lugar para nuestra estación; permanecimos en los pozos [de agua] hasta las 15:00 horas esperando a que llegase nuestro agente al que ayer dejé en el camino. Finalmente, llegó y nos preparamos para salir. Mientras acampaba en los pozos fui testigo de la batalla india más grande de la época. Los indios yumas [quechan], ayudados por sus aliados, los mojaves y Tonto Apaches, atacaron a los maricopas justo antes del amanecer de esta mañana. Los maricopas y pimas están fuertemente aliados. Los primeros, que son comparativamente pocos en número, están más bien bajo la protección de los pimas, más numerosos. Los maricopas son los más occidentales de las dos tribus, y cuando los yumas se acercaron río abajo, sus poblados fueron en consecuencia los primeros en ser atacados. Algunos guerreros y sus familias murieron y sus chozas incendiadas antes de que se conociera la presencia de los yumas. Vimos chozas en llamas y pensamos que eran señales de fuego. Además de los guerreros a pie, todos los indios que podían conseguir un caballo participaban en la lucha, muchos de ellos recorrían media docena de kilómetros para llegar al campo de batalla. Un anciano jefe, cuya esposa falleció a manos de los yumas, cabalgó furiosamente hasta nuestro campamento, echando espuma por la boca, y nos suplicó en buen español que les ayudáramos contra los yumas; por supuesto que nos negamos. Cuando terminó la batalla, se negó a hablar o comprender una palabra de español.

La pelea principal tuvo lugar a lo largo de la orilla del Gila, a menos de un kilómetro de nuestro campamento. Ciento cuatro yumas dejaron sus aldeas en el cruce de Gila y Colorado, guiados por un jefe joven y ambicioso, cuya nueva dignidad requirió algún acto sorprendente para deslumbrar a su pueblo. Él y 93 de sus guerreros murieron en media hora, en la ladera de una colina a plena vista desde el sitio donde yo estaba recostado debajo de un árbol. Partimos de Maricopa Wells a las 15:00 horas viajando toda la noche… Hoy hicimos 111 km”).

* El 2 de septiembre de 1857, un jefe coyotero White Mountain llamado Chino Peña y tres compañeros visitan al Dr. Michael Steck en la Agencia India en Fort Stanton ([Lincoln County, New Mexico]. Los coyoteros acababan de celebrar un consejo, dijo Peña. Después de conferenciar durante tres días y tres noches, fue enviado a solicitar la paz. Dijo que era portavoz de todos los jefes entre las Pinal Mountains [Graham County, Arizona] y Mogollon Mountains [Grant & Catron Counties, New Mexico], y que ofrecían sus montañas, agua y alimentos a cambio de la paz. Steck envió a Peña de regreso a su pueblo, asegurándole que los estadounidenses no querían sus tierras, sino solo la paz. Steck advirtió que si las depredaciones continuaban, destacamentos militares serían enviados a su territorio. Los coyoteros tenían mucho que perder, incluyendo sus huertos y sus rebaños, como para participar en una guerra).

* El 9 de octubre de 1857, Cochise envía un emisario a Fronteras (Sonora) para solicitar la paz. (El hombre pudo haber sido Coyuntura [el hermano de Cochise], que fue con su mujer Yones y sus dos hijos. Cochise solía encomendar a su cuñada tareas de traducción porque sabía algo de español. El emisario proporcionó al capitán Gabriel García detalles de las recientes actividades de los chokonen, revelando que Cochise y El Cautivo habían acampado cerca del Guadalupe Canyon o Cañón de Guadalupe [situado en el vértice que une los estados de Arizona; New Mexico; y Sonora], donde mucha de su gente estaba enferma con fiebre, víctimas de la malaria o de la comida envenenada en Janos. El emisario dijo que cuando estaban en Janos, estaban siempre enfermos. Habían muerto varias mujeres y niños y, al menos, 10 hombres. García respondió: Si todos los apaches están tan enfermos, ¿quién está cometiendo las depredaciones en el interior?. A lo que contestó que no habían perdido los pases que les habían dado en Janos y que quienes cometen esas depredaciones deben ser de las bandas que están viviendo en Janos. Esta información se la dio Colchón, a quien había dejado unos pocos días antes.

También dijo que los miembros sanos habían ido a recoger bellotas y plantas silvestres; y que Nabecilla, un chokonen, había ido al norte a recoger algo de oro que tenía escondido en las Chiricahua Mountains, para comerciar después con el capitán Padilla en Janos. 

Antes, en septiembre, Steck había enviado un mensaje a los jefes chihennes que estaban en Janos, diciendo que quería verlos. El 15 de octubre habían llegado unos 150 chihennes a Fort Thorn [Doña Ana County, New Mexico], recibiendo raciones de Steck. Quizás estos chihennes era los seguidores del difunto Cuchillo Negro, cuya banda nunca abandonó New Mexico.   

En noviembre, la mujer del chokonen Colchón apareció en Fronteras representando a su marido, Cochise y Esquinaline. Esos tres grupos estaban viviendo en las Sierras Pitaicachi [municipio de Agua Prieta, Sonora]; y de Enmedio [municipio de Casas Grandes, Chihuahua]; y en las Animas Mountains [Hidalgo County, New Mexico]. Conversó con el prefecto, Rafael Ángel Corella, diciendo que varios apaches permanecían gravemente enfermos y que 10 hombres habían muerto, incluyendo Carro, Tinaja [quien había sido emisario de Steck durante la desaparición de Dodge, el agente de los navajos], y Chabila. También habían muerto varias mujeres y niños [probablemente unos 40 o 50 en total]. Comentó que si se alcanzaba la paz, Esquinaline planeaba asentarse en Cuchuverachi [municipio de Agua Prieta, Sonora]. La mujer también dijo que los estadounidenses habían enviado un mensaje a los chokonen [probablemente el mensaje que el Dr. Steck había enviado a los chihennes, pidiéndoles que volviesen a New Mexico], lo cual pudo haber hecho extensiva la invitación a los chokonen.

Pero la conferencia no tuvo éxito. Temiendo al contingente de 70 soldados de Corella, los chokonen permanecieron en las colinas, lo que agradó a Corella, ansioso por enfrentarse a ellos. Informó de que los apaches habían reanudado las incursiones, aunque no mencionó ninguna de ellas. Solicitó nuevas órdenes para perseguir a aquellos que se habían levantado en armas contra el Estado.

Pero no todos estaban de acuerdo. A mediados de noviembre, José María Elías González, aunque oficialmente retirado, pidió que Sonora diese raciones a los apaches antes de que fuesen al norte a firmar la paz con los estadounidenses. El mes siguiente, el comandante de Fronteras, el capitán Gabriel García, apoyó la propuesta, pero no llegó del gobierno ningún tipo de ayuda.  

Según una carta escrita por Sylvester Mowry [un empresario minero], Mangas Coloradas había ido a Fronteras [Sonora] pero estaba equivocado. Entonces estaba en Janos [Chihuahua], pudiendo haber considerado hacer la paz con Chihuahua, pero nunca con Sonora. Pero a principios de septiembre, sospechó de Zuloaga cuando su gente comenzó a enfermar después de consumir las raciones. Probablemente, se dirigió a las Chiricahua Mountains en otoño para recoger bellotas, nueces y bayas. Aparentemente, la idea de Zuloaga era envenenar selectivamente a los seguidores de Mangas Coloradas, a los bedonkohes, y a los chokonen; ya que otros grupos, incluyendo los de Victorio, Láceris, y otros chihennes, permanecieron en Janos hasta principios de 1858. Cuando Mangas Coloradas se dio cuenta de lo que Zuloaga estaba haciendo, decidió volver a New Mexico, llegando a primeros de noviembre, enviando rápidamente un mensaje a Steck.

Durante su ausencia, un hombre llamado Leonardo Siqueiros había comenzado operaciones mineras en Santa Rita del Cobre [Santa Rita, Grant County, New Mexico]. Cuando llegaron los chihennes, Siqueiros tuvo una violenta confrontación con un hermano de Mangas Coloradas. El 13 de noviembre, José Mangas llegó a las minas, completamente ebrio, después de haber estado varios días bebiendo tiswin. Empezó insultado gravemente a Siqueiros, diciéndole que él no tenía ningún negocio en las minas y que esa parte del territorio pertenecía a su tribu, y que les echaría de allí inmediatamente. Siqueiros dijo a José Mangas que se fuera y volviese cuando estuviese sobrio para hacer lo correcto con él. José Mangas se puso violento con Siqueiros. Desde La Mesilla, un hombre llamado E. Leonard describió lo que ocurrió: El indio José Mangas tenía su rifle en su silla, cogiéndolo inmediatamente, estando listo para disparar contra Siqueiros cuando uno de los hijos de este corrió a la casa a coger el rifle de su padre por orden de este. Él [el hijo] disparó, esperando derribar al indio que estaba en su caballo. El hijo de Siqueiros no apuntó al indio, ya que no quería matarlo. Sin embargo, el primer disparo erró su objetivo; el segundo disparo alcanzó al caballo, traspasando su cuerpo y matando a una anciana mujer india que estaba en línea con el caballo, lo cual enfureció a los indios, declarándonos inmediatamente la guerra en todo el territorio, y que ninguno de nosotros debía irse para contar lo ocurrido. Siqueiros dio a los jefes apaches mercancías por valor de 300 o 400 $, pareciendo estar satisfechos, no mencionando si Mangas Coloradas era uno de los jefes a los que había compensado por la muerte de la mujer. A pesar de que estaba cerca de Santa Rita del Cobre, probablemente iba camino de Fort Thorn para reunirse con Steck.

El 17 de noviembre, Mangas Coloradas y unos 350 chiricahuas llegaron a Fort Thorn para conferenciar con Steck que acababa de regresar del territorio de los mescaleros. Al día siguiente mantuvieron una larga conferencia, estando presentes otros jefes, pero no Delgadito, quien quizás pensó que Steck todavía estaba con los mescaleros, yendo a Fort Stanton [Lincoln County, New Mexico], donde su comandante le ordenó que regresara a Fort Thorn.

El 21 de noviembre, Steck escribió a James L. Collins, superintendente de Asuntos Indios en New Mexico: “Ellos son extremadamente pobres, casi desnudos, y actualmente pasando mucha hambre. Desde mayo pasado, cuando les dije que fueran al sur para evitar a las tropas enviadas contra los Mogollones [bedonkohes], han estado viviendo en Janos y ocasionalmente recibieron raciones del gobierno de México. Han sufrido mucho por las enfermedades y muchos de ellos han muerto. Ellos cuentan que la mortalidad ha sido muy grande. No hay una familia que haya regresado, que no tenga el pelo corto, señal de luto por algún pariente cercano. Ellos creen que han sido envenenados y tengo pocas dudas de que muchos de ellos, por los informes que han llegado aquí de ciudadanos de Janos, han sido envenenados y los síntomas, según describen los indios, se asemejan a los de envenenamiento por arsénico, probablemente administrado con el whisky que formaba parte de sus raciones”. Dijo que los apaches estaban tristes por haber salido de su propio territorio, pero que también habían sufrido mucho por una campaña de Estados Unidos, y por eso se habían ido a México, para escapar de las tropas estadounidenses. Mangas Coloradas dijo a Steck que varios bedonkohes habían contraído enfermedades y muchos de ellos habían muerto. Steck diría más tarde que habían muerto 60 chihennes por las raciones envenenadas, pérdidas similares a las sufridas por los chokonen de Cochise.

Mangas Coloradas dijo a Steck que estaba dispuesto a enterrar el hacha de guerra y hacer la paz, yendo a finales de otoño a Santa Lucía Springs, al norte de las Burro Mountains [Grant County, New Mexico] para practicar la agricultura. Incluso contempló la posibilidad de vivir en una casa si Steck le proporcionaba una. Admitió la llegada, en gran número, de granjeros y rancheros, asentados a lo largo del río Mimbres; trabajadores de la Overland Mail Company, la cual construyó estaciones de postas por todo el territorio; y soldados establecidos en una temporal instalación en las Burro Mountains, pensando que era consecuencia de los nuevos tiempos. En cambio, no le gustaban los mineros. Ya había rechazado su presencia en Santa Rita del Cobre y más tarde en Pinos Altos [los dos en el Grant County, New Mexico] cuando se descubrió oro allí. A pesar de ello, no hizo nada contra ellos. Los chiricahuas recordaban la ofensiva de Bonneville y la potencia de fuego que los estadounidenses podían demostrar.

Los chihennes continuaban disminuyendo en número, y con el envejecimiento de Delgadito, les faltaba un firme líder. En cuanto a Mangas Coloradas, siguió manteniendo su alianza con su yerno Cochise, quien se encontraba en el sureste de Arizona. Cuando surgían problemas, especialmente con Sonora, iba con Cochise).

1858

* En 1858, Samuel Woodworth Cozzens (juez del primer distrito judicial en Arizona, y viajero que escribiría el libro The Marvellous Country; or, Three Years in Arizona and New Mexico, the Apaches’ Home); el Dr. Michael Steck (Agente Indio en Fort Thorn [cerca de la actual Hatch, Doña Ana County, New Mexico]); y otro ciudadano llamado Laws, visitan las minas de cobre situadas junto al río Mimbres, en Santa Rita del Cobre ([Santa Rita, Grant County, New Mexico]. Con ellos iban un guía y tres sirvientes, y contando las mulas de carga, llevaban 13 animales. En el camino de regreso de las minas, los sirvientes se habían adelantado con las mulas de carga para buscar un lugar apropiado para levantar el campamento, mientras Cozzens, Steck y Laws, acompañados del guía, iban por detrás, ya que habían salido más tarde. Cozzens en su libro escribiría: Mientras cabalgábamos despreocupadamente, riendo y bromeando, la mula que montaba el Sr. Laws hizo inconfundibles gestos de que los apaches estaban cerca, pero al final decidimos que era una falsa alarma; y el Dr. Steck comentó, en plan jocoso, que por muy salvajes que fueran, preferirían atacar a otro antes que al ‘Gran Padre’, como le llamaban las tribus indias del territorio; y por lo tanto, no dimos más importancia al asunto.

Nada más entrar en un cañón que atravesaba las colinas que conducía a la pradera que había tras ellas… Sonó de pronto en nuestros oídos, el aterrador grito de guerra de los apaches, cuyo eco resonaba de lado a lado de las inmensas paredes… A pesar del susto, tuvimos el suficiente ánimo para espolear a nuestras mulas hacia la salida del cañón, a la que nos faltaba poco para llegar. Nada más alcanzarla y dejar atrás las obscuras paredes para salir a la hermosa y verde pradera, lanzamos un inconsciente grito de triunfo, pero ¡ay!, habíamos cantado victoria demasiado pronto. Una de las flechas que nos dispararon alcanzó al pobre Laws en la espalda, cayendo muerto en el acto mientras su mula, ya sin jinete, huía a todo galope por la llanura.

Nada más alcanzar la loma más cercana, lejos del alcance de las flechas de los apaches, decidimos defender nuestras vidas a cualquier precio. Estuvimos una hora, revólver en mano, esperando a los apaches, pero no aparecieron. Entonces fuimos, con mucha precaución, a coger el cadáver de nuestro compañero, que seguía en el lugar donde había caído; y colocándolo sobre una de las sillas de nuestras mulas, nos dirigimos tristes hacia el cerro más alto que había por las inmediaciones y allí montamos nuestro campamento. Cuando la noche cubrió la tierra con su obscuridad y a la tenue luz de la luna, cavamos una fosa con los pocos medios de que disponíamos, depositando allí el cuerpo de nuestro compañero….

En otro episodio del libro, Cozzens comenta el encuentro que tuvo con un apache cuando, estando con un grupo acampado en el río Tularosa [New Mexico], salió solo a cazar un antílope que había visto, perdiéndose y teniendo que pasar la noche a la intemperie: Debía llevar varias horas durmiendo cuando me despertaron los relinchos de mi mula. Pensando que algo iba mal, me levanté, y con el revólver en la mano, me acerqué al lugar donde estaba atada. La encontré con los ojos asustados, las fosas nasales dilatadas, y luchando con todas sus fuerzas para romper la cuerda, que al estar hecha de pelo, aguantó todos sus tirones. Al verla así me di cuenta de que había indios cerca… Luego vi, o creí ver, un pequeño arbusto… que se movía… apunté a la parte baja del arbusto y disparé mi revólver. Oí un grito y el arbusto desapareció… Mi mula pastaba tranquilamente lo que me tranquilizó… Así pasaron lentamente las horas hasta que aparecieron por el este las primeras luces, por lo que, inmediatamente ensillé mi mula y cogiéndola con una mano por el hocico y empuñando mi  revólver con la otra, me acerqué despacio hacia el arbusto… Encontré un rastro, largo y serpenteante, que indicaba claramente que quien se había ocultado tras el arbusto, se había  aproximado boca abajo, usando los codos para avanzar. Siguiendo el rastro unos 83 metros, encontré a un indio dentro de un pequeño arroyo que parecía dormido, de costado. Un lado de su cara estaba pintada de bermellón y el otro, manchada de fango… Bajé al arroyo, cogí su arco y sus flechas, le corté su cabellera y me dirigí a la zona más alta de los alrededores donde, después de pocos minutos, vi a lo lejos, por mi izquierda, el ‘humo del hombre blanco’ [su campamento] a donde me dirigí….

Cuesta creer que todas las aventuras que Cozzens comenta en su libro ocurrieran de verdad, dando la impresión de que son historias contadas de oídas. El libro se publicó en 1873, narrando hechos ocurridos en los años 1858, 59, y 60; años de una baja actividad bélica de los apaches chiricahuas en el sudoeste de los Estados Unidos [no así en el norte de México].

Cozzens comete muchos errores, tanto de fechas como de clasificación de las tribus apaches [confunde a los Pinal y Tonto Apaches {Western Apaches} con chiricahuas, al afirmar que Cochise era un jefe Pinal cuando era un chokonen, y Mangas Coloradas un jefe Tonto Apache, cuando era líder de los bedonkohes y chihennes.

Comenta que Mangas Coloradas era jefe de todas las tribus apaches [jamás tuvo influencia sobre las diferentes tribus de Western Apaches ni sobre los mescaleros, lipanes o jicarillas].

No menciona en ningún momento la palabra wickiup, refiriéndose siempre a los hogares apaches como chozas; ni sus n’deh b’ken o botas altas, siempre comentando que llevaban mocasines. A todos los apaches los describe desnudos, salvo con taparrabos, cuando en esa época muchos ya usaban ropas occidentales. Menciona que Mangas Coloradas solo llevaba una lanza y Cochise, arco y flechas, cuando muchos usaban fusiles de avancarga, sobre todo los jefes.

Describe a los apaches como feos, sucios, con uñas como garras, y cuenta la extrañeza de las mujeres y los niños apaches de verle lavarse en el arroyo con una pastilla de jabón. Antes de esa fecha, los apaches, Cochise y Mangas Coloradas, en particular, habían tenido mucho contacto con los mexicanos en los presidios y establecimientos de paz donde los apaches acudían a recibir raciones, conociendo perfectamente la forma de vida de los mexicanos, pastilla de jabón incluido. En la ranchería de Cochise podía no haber jabón, pero que lo conocían, seguro. En cuanto a lo sucios que eran, es bien sabido que el apache, siempre que había agua cerca, se aseaba convenientemente y solo aparecía desaliñado cuando se veía obligado a esconderse en lugares alejados de fuentes de agua.  

Cuesta mucho creer que la danza de las cabelleras [que se describe más adelante] fuese tal como dice. Originalmente, los atabascanos no tenían la costumbre de escalpar; desarrollándola al tomar contacto con otras tribus que sí la llevaban a cabo [y posteriormente con los españoles] y lo hicieron de forma parcial. El etnólogo Grenville Goodwin señaló que las cabelleras enemigas nunca eran llevadas a casa por los apaches, eran arrancadas en territorio enemigo, danzaban en ese mismo lugar y ahí mismo eran tiradas. Los apaches chiricahuas escalpaban en pequeña proporción, pues las cabelleras eran temidas al ser consideradas porciones de los muertos. 

Gerónimo narró un episodio en los que tuvo lugar esa práctica en Sonora, cuando estábamos casi en Arizpe, acampamos y ocho hombres vinieron a parlamentar con nosotros. Los capturamos, matamos y escalpamos. Al día siguiente se enfrentaron con soldados a los que derrotaron, vengándose por las muertes de Kaskiyeh. Gerónimo, en su calidad de jefe de guerra, ordenó escalpar a los enemigos muertos. Su testimonio concuerda con la tradición oral de los atabascanos al indicar que la toma de cabelleras solo tenía lugar en territorio enemigo, y que tenía como finalidad mostrar el grado de odio que tenían por él.  

En posteriores enfrentamientos con mexicanos narrados por Gerónimo, no se hace mención de escalpados, por lo cual se puede pensar que esta práctica era ejecutada por apaches cuando la venganza era el motivo principal del ataque. En otras circunstancias, Gerónimo relataba la muerte de varios sonorenses, pero señala que no los escalpamos porque no eran guerreros, probablemente se refería a que no eran miembros de la Guardia Nacional que se enfrentaba a los apaches, sino civiles.

Cozzens utiliza un lenguaje despectivo y lleno de odio contra los apaches, coincidiendo con la opinión de la mayoría de sus contemporáneos. ¿Conoció verdaderamente a Cochise y a Mangas Coloradas o solo les describió, a ellos y a los demás apaches, con el cliché típico de la época? De todas formas, los relatos sobre apaches que cuenta están aquí incluidos. Que los lectores juzguen su veracidad).

* En enero de 1858, de los 397 apaches registrados en establecimiento de paz de Janos (Chihuahua) solo el nednai Láceris con 47 personas, y el chihenne Veinte Reales, con 72, quedaban en el presidio. (Las rancherías de Cigarrito [nednai] con 51 personas; Dos Reales con 14; Felipe [nednai] con 54; Poncito con 28; Riñón con 68; y Victorio [chihenne] con 63, vivían en Corralitos [municipio de Casas Grandes, Chihuahua]. Mangas Coloradas [bedonkohe-chihenne], Delgadito [chihenne] y Cojinillín [nednai] ya se habían ido de la zona, y el resto, pronto les seguirían. Aunque no hay más censos disponibles, todas las rancherías desaparecieron del distrito durante el mes siguiente. A mediados de marzo, los asaltos aumentaron en las inmediaciones. El último documento en los archivos del presidio de Janos citaba una redada en el Valle de San Buenaventura [municipio de Buenaventura, Chihuahua] el 1 de julio. Ese año se cerró el presidio de Janos como establecimiento de paz para los apaches. Había durado tres cuartos de siglo.

A primeros de año, Michael Steck volvió a proporcionar raciones al grupo de Mangas Coloradas y a la banda chihenne. Durante los primeros cuatro meses, dio maíz a 450 chihennes, y a 75 o 100 seguidores de Mangas Coloradas. Pero los apaches no podían subsistir con esas escasas raciones, las cuales ascendían a una cantidad mensual de 4’98 kilos de maíz para los adultos y la mitad para los niños. Steck hacía el reparto en Santa Rita del Cobre, y cuando los militares o los funcionarios civiles no estaban cerca, los chiricahuas intimidaban a los mineros, quienes eran principalmente trabajadores de Chihuahua. Esa mezcla de mexicanos y mineros, iba a hacer que, inevitablemente, surgiera algún enfrentamiento con los apaches.

Aparentemente, no hubo problemas durante varios meses. Steck había reanudado su programa agrícola con Delgadito y otros jefes en las Mimbres Mountains, y con el antiguo grupo chihenne de Cuchillo Negro, ahora dirigido por Riñón, Chaboncito, y probablemente Loco, los cuales eran los más pobres de todos, teniendo con poco ganado, y residiendo en el Palomas y en el Animas Creek, ambos a unos 60 km de la Agencia).

* El 17 de abril de 1858, mexicanos de la Guardia de La Mesilla (Doña Ana County, New Mexico), atacan a un grupo de apaches mescaleros en Fort Thorn. (Una banda de unos 30 mescaleros había acampado cerca de la Agencia de Michael Steck, a 1’6 km de Fort Thorn. Al amanecer del 17 de abril, 36 hombres pertenecientes a los Guardias de La Mesilla, dirigidos por Juan Ortega, asaltaron el dormido campamento mescalero. Antes de que los soldados de Fort Thorn pudieran responder, mataron a siete apaches [entre hombres, mujeres y niños], e hirieron a otros tres. El teniente William Henry Wood, rápidamente llegó con la infantería, capturando a todos los mexicanos que empezaban a retirarse con unos pocos niños que habían capturado. Wood informaría: Esta mañana, sobre el amanecer, un grupo de mexicanos armados de La Mesilla cargó contra el campamento indio.

Nada más saber lo que estaba pasando, ordené a la guarnición coger las armas, y mientras los rifles se estaban ensillando, fui con la infantería y conseguí capturar a todo el grupo, a unos 800 metros del puesto, cuando se retiraban con unos pocos niños que habían capturado… Después de retener a los prisioneros [los cuales fueron desarmados y puestos bajo guardia], envié un grupo a recoger los cuerpos de los fallecidos. Pronto trajeron a siete, tres hombres, tres mujeres, y un muchacho, que fueron enterrados detrás de nuestro cementerio. Tres de los heridos… han sido llevados al Hospital… Este asunto no es sino una repetición de la horrible masacre recientemente perpetrada por el mismo grupo en Doña Ana… Estos indios… Sinceramente, creo que no han dado motivos para este cobarde ultraje. Steck estaba ausente, pero varios blancos que vivían cerca de la Agencia [entre ellos Pinckney R. Tully] dieron refugio a los mescaleros que huían.

El coronel John Garland, comandante militar de New Mexico, ordenó a Wood llevar a los mexicanos a Socorro [Socorro County, New Mexico]. Estos pagaron una fianza y más tarde, un jurado les exoneraría de sus cargos. Ninguno de sus miembros iba a encontrarles culpables por matar apaches. Este era el segundo ataque de los Guardias de La Mesilla a los apaches en tres años.  Poco más de un año después, Abraham Rencher, gobernador de New Mexico, alabó el resultado diciendo que era digno de ser imitado aunque, refiriéndose a este acto sin mediar provocación, en una ocasión pudieron haber llevado su represalia demasiado lejos).

Alrededor de un mes después, el teniente Wood envió a un sargento con 21 hombres a Santa Rita del Cobre para dar protección a los mineros mexicanos que trabajaban allí. Los mescaleros estaban lejos para vengarse y a los chihennes no pareció que el reciente ataque fuera con ellos. Además, Mangas Coloradas tenía otras preocupaciones. Durante los primeros cuatro meses del año, soldados mexicanos de Cucurpe [Sonora] habían alcanzado a una banda de chiricahuas que estaba incursionando, matando a dos hijos de Mangas Coloradas [probablemente uno de ellos era Cascos]. El jefe apache planeaba vengarse.

El 28 de abril, dos guerreros y dos mujeres aparecieron en Fronteras solicitando la paz para la ranchería de Lucas, quien con Colchón, había sucedido a Posito Moraga como líder del grupo local. Lucas estaba acampado cerca de Batepito [municipio de Bavispe, Sonora] con unos 40 guerreros. Dos días después, a las 08:00 horas, llegó Chepillo con la misma intención, diciendo que tenía 50 guerreros en las Chiricahua Mountains. No mencionó el paradero de Cochise, quien probablemente estaba en los alrededores de Apache Pass [Cochise County, Arizona] y el Stein’s Peak [Hidalgo County, New Mexico], a donde fue, a primeros de mayo, Mangas Coloradas para unirse a Cochise, cuya esposa Dos-teh-seh había perdido dos hermanos. Después se dirigieron a Sonora, donde más de 500 apaches saquearon los distritos de Sahuaripa y Moctezuma, según informes oficiales. En su regreso al norte, incursionaron en el rancho del comisionado de paz Rafael Corella, antes de llevarse casi toda la manada de caballos de Fronteras.

En la primera semana de junio, Mangas Coloradas estaba en el área del Stein’s Peak donde se reunió con un grupo de estadounidenses. Eran 12 miembros de la Compañía Minera de Santa Rita de Charles Poston, de camino al sur de Arizona. Iban bien armados con rifles Sharps y revólveres. Uno de ellos, Phocion Way, escribió sus impresiones en un diario. Mientras estaban acampados en Soldier’s Farewell, a 19 km al oeste del Cooke’s Canyon [Luna County, New Mexico], tres hombres llegaron al campamento para informar que en el Stein’s Peak había 70 apaches, a donde el grupo de estadounidenses pensaba llegar al día siguiente. No estaban preocupados porque confiaban en la potencia de fuego de sus armas. Pero no hizo falta demostrarlo, ya que Mangas Coloradas estaba en paz con los estadounidenses.

Poco después del amanecer del 9 de junio, los estadounidenses vieron a numerosos apaches bajar de las montañas, la mayoría a caballo. Eran entre 60 y 100, entre hombres, mujeres, y niños. Inmediatamente, el jefe de los estadounidenses dio la orden de salir lo más pronto posible. Way dio una excelente descripción de como era el grupo de apaches: Era verdaderamente una raza de aspecto salvaje y feroz. Los hombres estaban casi totalmente desnudos y las mujeres no mucho mejor. Parecían muy decepcionados cuando vieron que no nos parábamos. Nos sonrieron, nos hablaron en español cuando pasamos [casi todos hablan español] … Muchos de ellos estuvieron de pie a lo largo del camino, mirándonos cuando pasábamos. El viejo jefe vino después a nuestro carro sobre su caballo con una larga lanza en su mano. Dio las manos a alguno de nuestro grupo y pareció ser muy amistoso. Nos dijo donde podíamos conseguir agua y cabalgó un rato junto a nuestro carro. Solo pidió un poco de azúcar para su niño enfermo. Le dimos un poco de azúcar, nos dijo adiós y se dio la vuelta. Era muy viejo e iba vestido algo mejor que su gente. Parecía muy importante, diciéndonos que él era un coronel….

La descripción del viejo jefe, la localización en donde el encuentro tuvo lugar, el tamaño del grupo, y el hecho de que era sabido que Mangas Coloradas estaba en las inmediaciones, sugiere que el jefe apache a quien Way describió en su diario era, sin duda, Mangas Coloradas.

Estando en Arizona, Mangas Coloradas comprobó que los chokonen de Cochise estaban sufriendo los mismos cambios en su territorio que los que él sufría en el sur de New Mexico. A finales de 1856, tropas estadounidenses habían llegado a Arizona para reemplazar en Tucson [Pima County, New Mexico] a las tropas mexicanas que habían vuelto a Sonora. El 9 de octubre, el comandante Enoch Steen había salido de Fort Thorn para ir al oeste con cuatro compañías del 1º de Dragones, casi 300 hombres y oficiales, así como herreros, carpinteros, otros civiles, y suministros para seis meses. En lugar de instalarse en Tucson, donde estaba el puesto mexicano, se dirigió 95 km más al sur, a Calabasas [Santa Cruz County, Arizona], a 12’5 km por encima de la frontera, estableciéndose en la cabecera del Sonoita Valley, fundando Fort Buchanan).

* De julio a septiembre de 1858, la “San Antonio-San Diego Mail Line”, completa unos 47 viajes transportando el correo desde San Antonio (Bexar County, Texas) a San Diego (San Diego County, California), a través del territorio chiricahua sin ninguna incidencia.

* A primeros de julio de 1858, una mujer chokonen llamada Soledad, acude a Fronteras (Sonora) a pedir la paz para su banda, acordando regresar pronto con más gente. (El 11 de julio, Soledad volvió con cinco guerreros [entre ellos Colchón, Chepillo, y Esquinaline] y cinco mujeres, diciendo que había hablado con Cochise y que este quería poner fin a las hostilidades. El grupo partió de Fronteras al día siguiente, prometiendo volver a los cuatro días para firmar el acuerdo. El periódico La Voz de Sonora declaró que los motivos de los apaches eran simples: Saben que dentro de pocos días va a haber una campaña contra ellos y por esta razón piden la paz… El gobernador conoce muy bien la traicionera conducta de esta tribu y no será engañado.

Regresaron el 14 de julio, produciéndose un enfrentamiento, en el que las versiones difieren de lo ocurrido. Según el capitán García, no tuvieron más remedio que defenderse cuando los chiricahuas, borrachos y agresivos, llegaron buscando problemas. Dijo que todo empezó cuando un chokonen borracho hirió a un soldado, el cual dio la orden de llevar a todos los apaches borrachos al calabozo hasta que se les pasara la borrachera. Los apaches se negaron a ir, entablándose una pelea en las calles de Fronteras. Colchón atacó y mató a un soldado, e hirió a otro antes de ser reducido por la guarnición. Al ver que los soldados controlaban la situación, los chiricahuas huyeron. Rápidamente, García fue a su ranchería, guiado por uno de los prisioneros apaches. De camino alcanzó a algunos de los apaches, todavía borrachos, y sorprendió su ranchería situada cerca de Cuchuta, al sur de Fronteras. Según García, mataron a 26 hombres y a 10 mujeres, y capturaron 10 carabinas, 20 lanzas, siete caballos, tres mulas y dos burros.

En cambio, la versión de los chiricahuas es totalmente distinta. Según ellos, la encerrona estaba premeditada, dando los mexicanos mescal a los apaches para después matar a 23 hombres [incluyendo a tres líderes, Colchón, Lucas y Carlos] y nueve mujeres. Un hombre escapó a caballo, dirigiéndose a su ranchería. Un destacamento salió tras él, matando a tres hombres y a una mujer más, cerca de la ranchería. Esta fue una importante pérdida para este grupo chokonen, antiguamente liderado por Posito Moraga y Trigueño Tito.

Un chiricahua pudo referirse a este suceso cuando contó al antropólogo Morris Edward Opler: Los chiricahuas hicieron la paz con los mexicanos. Luego los mexicanos les dieron licor, emborrachándoles, llevándoles a sus casas y cortándoles la cabeza. Luego la guerra comenzó otra vez. Dos meses más tarde, los chiricahuas dijeron a los estadounidenses [Sylvester Mowry] en el Stein’s Peak que ellos habían sido intoxicados y luego los mataron, admitiendo 25 muertes.

Cochise, que había instalado su campamento cerca de Fronteras para esperar noticias del tratado de paz, rápidamente se fue a Arizona, enviando mensajeros a Mangas Coloradas para pedirle ayuda en su próxima venganza contra Sonora. Mangas Coloradas, tras su anterior incursión por Sonora, se había separado de los chokonen de Cochise, dirigiéndose con la mayoría de los bedonkohes al río Mimbres, donde muchos chihennes habían plantado cultivos ayudados por Steck quien, el 6 de agosto sugirió en su informe anual, la posibilidad de unir a bedonkohes y chihennes en una única reserva, ya sea en Santa Lucía o a lo largo de la orilla norte del río Gila para formar una sola banda. Sin embargo, Mangas Coloradas no permanecería mucho tiempo en su territorio, ya que contestó afirmativamente a la petición de Cochise.

Una seis semanas después de los acontecimientos de Fronteras, a primeros de septiembre, Mangas Coloradas estaba con 300 chiricahuas [de ellos 70 guerreros] cerca de las Burro Mountains [Grant County, New Mexico]. Este grupo estaba formado principalmente por bedonkohes, entre los que estaban dos hermanos de Mangas Coloradas, José Mangas y Phalios Palacio. Según un informe, una banda de chihennes también estaba con ellos.

El 10 de septiembre, se dirigieron al oeste, hacia el Stein’s Peak [Hidalgo County, New Mexico], donde se reunieron con los chokonen de Cochise, juntándose de 150 a 200 guerreros, con la venganza en sus mentes. El minero y político Sylvester Mowry pasó por el Stein’s Peak donde se reunió con José Mangas [un hermano de Mangas Coloradas], quien dijo que los guerreros iban a Fronteras para acabar con la población. Dejaron el Stein’s Peak el 12 de septiembre, después de realizar una danza de guerra durante al menos cuatro noches. Mientras danzaban, los guerreros se preparaban para el combate, rezando para tener buena suerte. Las danzas sociales seguían a las danzas de guerra, retirándose a dormir al amanecer. Los mismos rituales se repitieron durante los tres días siguientes, partiendo al quinto o sexto día, siendo despedidos por toda la gente del campamento, y recibiendo el ánimo de las mujeres.

Mangas Coloradas y Cochise enviaron guerreros de avanzadilla, a los flancos y a la retaguardia. Durante la marcha, los guerreros de cada grupo local iban detrás de sus líderes.

Los chiricahuas llegaron a las montañas situadas al este de Fronteras, la tarde del 15 de septiembre, preparando el ataque que realizarían al día siguiente. De los 70 soldados destinados en Fronteras, 30 dragones estaban fuera con el capitán Eraclio Escalante explorando la Sierra Magallanes [municipio de Fronteras, Sonora], a 48 km al noroeste del presidio. Otros 20 soldados de infantería habían ido a Bacoachi a por suministros. De los 20 soldados restantes, varios realizaban labores de protección para los ciudadanos que cultivaban sus campos. Una vez que salieron de la protección del presidio y empezaron a trabajar en sus labores agrícolas, los chiricahuas bajaron de las montañas, atacando a los mexicanos. Era las 09:00 horas del 16 de septiembre. El comandante de Fronteras estimó que eran, exageradamente, unos 300 guerreros. El ataque fue muy mal organizado. Todos los hombres llegaron al presidio, excepto uno, el sargento Simón, un hombre mayor que fue alcanzado y muerto por los apaches. Los guerreros llegaron hasta el mismo presidio, atacándolo por todos los lados. Los ciudadanos y los soldados les hicieron frente con sus rifles y con los disparos de un cañón, que les hizo dispersarse.

Mangas Coloradas y Cochise se retiraron a las colinas a esperar otra oportunidad. Se desconoce cuántas bajas sufrieron y el motivo de un ataque tan desorganizado. Los chiricahuas temían al cañón encaramado en lo alto del muro [Cochise recordaba su captura 10 años antes en la que un cañón hirió a Miguel Narbona] por lo que se fueron al sur a incursionar. Mientras Cochise se quedaba a saquear por el interior de Sonora, Mangas Coloradas regresaba pocas semanas después al Stein’s Peak con un humor de perros al frente de un grupo de 70 guerreros. 

La Butterfield Overland Mail Company había comenzado el servicio de diligencias y correo, el 15 de septiembre, construyendo nueve estaciones entre La Mesilla [Mesilla, Doña Ana County, New Mexico] y Tucson [Pima County, Arizona]. Las estaciones para el cambio de los caballos y el descanso de los viajeros se establecieron, aproximadamente, cada 30 km de media y dos de las más importantes fueron emplazadas en Dragoon Springs y Apache Pass [esta, a unos 500 metros al oeste de Apache Spring, un manantial de agua]; ambos en el centro del territorio de la banda de Cochise.

A primeros de octubre, los pasajeros de la estación de postas de Soldier’s Farewell, a 19 km al oeste del Cooke’s Canyon [Luna County, New Mexico], vieron una gran banda de 400 apaches. Era sin duda la banda de Mangas Coloradas dirigiéndose a Santa Lucía para reunirse con el agente Michael Steck y con James Collins, superintendente de Asuntos Indios del Departamento de New Mexico. El jefe apache no había hecho todavía planes para pasar el invierno.

Mangas Coloradas fue a la estación de postas y pidió a un empleado algo de maíz. El hombre dijo que no tenía, lo que pareció satisfacer al jefe. Pero un apache, al mirar un carro, vio varios sacos de maíz y se lo dijo a su jefe. Mangas Coloradas, enfadado por la mentira, fue hacia él, agarrándole por los hombros diciendo: ¡Quiero 12 sacas de maíz, maldito, rápido!. A pesar de que su inglés era malo, el empleado entendió perfectamente la petición de Mangas Coloradas, accediendo a sus deseos.

Mangas Coloradas se reunió con Steck y Collins en las fuentes del río Gila, al norte de Santa Lucía Springs [luego San Vicente de la Ciénega; y finalmente Silver City, Grant County, New Mexico] para recoger las raciones y suministros anuales que Steck daba a los bedonkohes, entre los que se encontraba Gerónimo. Steck estimó que dio raciones a 125 hombres, y 500 mujeres y niños, entre los bedonkohes; y a 70 hombres, y 450 mujeres y niños, entre los chihennes. Steck y Collins discutieron con Mangas Coloradas y otros jefes sobre la posibilidad de asentarse en una reserva en Santa Lucía.

Antes de irse, Steck dijo a Mangas Coloradas que volvería en la primavera para ayudarle a plantar. Luego, una semana después, Mangas Coloradas se dirigió al oeste, al territorio de Cochise, cerca de Apache Pass, para pasar el invierno, y desde donde pretendían lanzar incursiones a Sonora. A Mangas Coloradas le acompañaba Gerónimo, quien, según diría él mismo, por esas fechas empezaba a emerger como un importante guerrero entre los bedonkohes. Había ido a Sonora muchas veces para incursionar a las órdenes de Mangas Coloradas.

A mediados de noviembre, Mangas Coloradas estaba todavía en Apache Pass cuando Sylvester Mowry llegó a la estación de postas como pasajero de una diligencia, dirigiéndose a Washington al haber sido elegido recientemente delegado al Congreso por Arizona. Mowry, quien odiaba a los apaches comparándolos con las serpientes de cascabel, tuvo una charla con Mangas Coloradas alrededor del 17 de noviembre, contando más tarde: El nombre de su principal jefe es Mangas Coloradas. Es un hombre de gran y poderosa corpulencia, y una propensión para la malicia. Teme a los estadounidenses y desprecia a los mexicanos. Sobre los primeros, dice, siempre le muestran sus armas cargadas mientras los mexicanos tienen las suyas colgadas de su espalda y a menudo descargadas. Como consecuencia de la opinión del jefe, sus seguidores atacarán a los estadounidenses solo cuando puedan llevarles a una emboscada y sin peligro de tener pérdidas. A los mexicanos, por el contrario, les atacan con temeridad y les persiguen con furia.

Mientras Mangas Coloradas estaba preparando una incursión contra Sonora, Steck había decidido hacer una visita a los chokonen de Cochise. Sería su primera visita a los apaches que vivían en Arizona. Collins le había encargado hacer un tratado con esas esquivas bandas, principalmente para proteger las diligencias de la “Overland Mail Company”. Probablemente, los empleados de la estación de postas de Apache Pass enviaron un mensaje a Steck de la presencia de Cochise. El último verano, Steck había escrito a Collins sobre una banda que vivía en las Chiricahua y en las Peloncillo Mountains, las cuales sumaban unos 150 guerreros y 600 mujeres y niños. Antes de ir, escribió a James Henry Tevis, encargado de la estación de la “Overland Mail Company” en Apache Pass, pidiéndole que dijese a los chokonen que llegaría pronto con regalos. Cuando llegó, a mediados de octubre de 1858, conoció a Merejildo Grijalva, el cautivo ópata e itérprete de Cochise. Al percatarse de que hablaba apache y español, comprendió que le sería muy útil como traductor en su Agencia de New Mexico, por lo que le ofreció trabajo. No sabemos el momento en el que Grijalva había decidido dejar a Cochise. Hay dos hechos que pudieron animarle a hacerlo. El primero, cuando se enteró de que los apaches habían matado a cinco de sus hermanos en una incursión. El segundo, cuando unos guerreros mataron a una muchacha apache de la que se había enamorado. ¿Mataron los apaches a cinco hermanos suyos? Así vino reflejado en un artículo del periódico de Tucson, “Arizona Weekly Star”, el 30 de septiembre de 1880. ¿Mataron unos guerreros a su prometida? Eso es lo que contó James M. Barney, en su trabajo “Merijildo [sic] Grijalva, Noted Scout of the Apache Wars”, publicado en “The Sheriff”, en diciembre de 1951.

Si uno de esos hechos, o los dos, tuvieron lugar, es posible que Grijalva sintiera la necesidad de dejar a Cochise, por venganza, o simplemente, por hartazgo; y que trabajar con Steck era una buena opción, ya que estaría bajo la protección de un funcionario del gobierno estadounidense. Pero de momento, tenía que esperar su oportunidad.

No sabemos a ciencia cierta cuando huyó, pero pudo ser el 21 de julio de 1859, cuando unos jóvenes chokonen robaron 11 animales de la empresa minera de Arizona “Sonora Exploring and Mining Company”. Cochise envió los animales a Fort Buchanan, para ponerlos en manos del capitán Richard Stoddert Ewell, como prueba de buena voluntad, llevados por dos guerreros, uno de ellos, Grijalva. Aprovechando la ocasión, partió para La Mesilla, donde allí se reunió con Steck, quien le dio trabajo en la Agencia India de Fort Thorn. Los militares habían abandonado la instalación en marzo, pero la Agencia seguía allí. Se sabe que el 15 de agosto de 1859, Grijalva ya estaba trabajando con Steck, recibiendo un salario de 500 $ anuales por realizar trabajos generales en la Agencia y por hacer de intérprete de apache y español cuando la ocasión lo requería. Pronto aprendió a hablar inglés con fluidez. En el futuro, trabajaría para el ejército estadounidense como guía e intérprete. Conocía tan bien a la banda de Cochise que una vez los identificó por el calzado y los utensilios encontrados en un campamento abandonado. Sabía rastrear como un apache y comprendía su forma de guerrear y la preparación de emboscadas. Su trabajo era extremadamente peligroso, pues sabía que si alguna vez era capturado, le reservarían la más espantosa de las muertes. Cuando coincidía con ellos notaba las miradas de odio en sus ojos. Siempre reservaba una bala para dispararse a sí mismo antes que ser apresado.

El 1 de diciembre, Mangas Coloradas y Cochise, con unos 100 guerreros bedonkohes, chihennes y chokonen, dejaron Apache Pass para incursionar por Sonora, dividiéndose en dos grupos. Mangas Coloradas y Gerónimo cruzaron por las Huachuca Mountains [Cochise County, Arizona], mientras Cochise lo hizo por los alrededores de la actual Douglas [Cochise County, Arizona], dirigiéndose a la Sierra Madre.

Los chiricahuas encontraron una inesperada y fuerte resistencia, ya que el gobernador Ignacio Pesqueira había reforzado la frontera del norte de Sonora. Durante el otoño, el teniente coronel José Juan Elías había dejado Ures con más tropas y una pieza de artillería con destino a Fronteras. De camino se detuvo en poblaciones y ranchos para adquirir suministros y reclutar voluntarios, pero, en cambio, pudo comprobar el deplorable estado en el que se encontraba la frontera norte. Pasó por Chinapa [municipio de Arizpe, Sonora], ahora desierta, y Bacoachi, casi una población fantasma. Prometió que el gobierno proporcionaría seguridad y protección a cualquier ciudadano que se atreva a instalarse en Chinapa; además, el prefecto de Arizpe prometió darles semillas, herramientas, y ganado. Cuando Elías finalmente alcanzó Fronteras alrededor del 10 de noviembre, inmediatamente nombró al capitán Cayetano Escalante, comandante de la Guardia Nacional de ese lugar. Este mantuvo continuas patrullas por la zona.

El 13 de diciembre, un destacamento de Escalante sorprendió una ranchería apache en la Sierra del Otate [municipio de Santa Ana, Sonora], donde mataron a dos hombres, y a 16 mujeres y niños, y capturaron a cuatro más. Los prisioneros dijeron a Escalante que acababan de llegar a Sonora para una campaña incursora, probablemente desde New Mexico. Ya que los apaches habían hablado a Steck sobre una incursión y que habían llegado a Bavispe rumores de que los chiricahuas de Santa Rita del Cobre estaban planeando atacar Fronteras, estos apaches pudieron ser chihennes, quizás incluso del campamento de Delgadito, al haber establecido en el pasado ocasionalmente sus cuarteles de invierno en Sonora. Probablemente, Escalante había atacado un campamento base, ya que los guerreros estaban fuera incursionando.

Los detalles de las actividades de Cochise y Mangas Coloradas en Sonora no son del todo claras. Sabemos que la incursión de Cochise fue breve, ya que a finales de diciembre estaba en Apache Pass, donde el 30 de diciembre se reunió por primera vez con Steck. El agente dio a los chiricahuas unas pocas reses, 20 fanegas de maíz, 211 mantas, 200 ollas de bronce y telas. Había bastantes mujeres y niños de la banda de Mangas Coloradas que estaban esperando el regreso de sus hombres de Sonora. Mientras Steck y Cochise  estaban reunidos, pasó por allí un grupo incursor White Mountain camino de México. Steck les convenció de que regresaran a sus rancherías para que se reunieran con él el próximo 22 de enero en un manantial llamado Santo Domingo Spring, 120 km al norte de Fort Buchanan [Santa Cruz County, Arizona], prometiéndoles que les daría raciones. 

Mientras, el grupo de Mangas Coloradas [en el que se encontraba Gerónimo] había saqueado ranchos y atacado viajeros cerca de Cocóspera [municipio de Imuris, Sonora], y Bacanuchi [municipio de Arizpe, Sonora], ocultando el ganado robado en una ranchería en las montañas. A primeros de febrero, después de dos meses de ausencia, la pequeña banda de incursores comenzó a dirigirse hacia Arizona. Soldados de Sonora siguieron a un grupo hasta las Dragoon Mountains [Cochise County, Arizona] pero no pudieron alcanzarlos. Otra patrulla sorprendió a unos apaches cerca de Cuchuverachi [municipio de Agua Prieta, Sonora], matando a uno, y capturando a un niño, 31 mulas, 14 caballos, y 26 reses. Aparentemente, este no era el grupo de Mangas Coloradas porque cuando él llegó a Apache Pass el 18 de febrero de 1859, traía muchas mulas, caballos y otros bienes robados.

Antes, a finales de año, Steck informó al Comisionado de Asuntos Indios, Charles E. Mix que los coyoteros White Mountain habían ido varias veces durante este año, desde su territorio a visitar su Agencia en Fort Thorn [cerca de la actual Hatch, Doña Ana County, New Mexico], y que habían mantenido su promesa de paz con los estadounidenses. Aunque su Agencia no tenía contacto regular con los coyoteros, opinaba que se podría llegar a un mejor entendimiento con ellos si se pudiera celebrar un consejo en su territorio. También dijo que había que proporcionarles herramientas agrícolas, lo que podría detener las depredaciones que supuestamente llevaban a cabo tan al sur como Tucson [Pima County, Arizona].

Preocupado por las depredaciones apaches, la Oficina de Asuntos Indios envió al agente especial George Bailey para investigar. Después de detenerse en Fort Yuma [Imperial County, California] y Maricopa Wells [Pinal County, Arizona], y estudiar los informes de reconocimientos militares, Bailey declaró que la mayoría de las incursiones apaches provenían de la zona al norte del río Gila. Al regresar con su botín de México y la zona al este de Tucson, los asaltantes tenían que ir necesariamente por los pocos cursos de agua del este de Arizona. Pensó que erigir puestos militares en los cruces de caminos bloquearía las incursiones, algo más barato que pagar las reclamaciones de las depredaciones.

El informe de Bailey convenció al Departamento de Interior de la necesidad de una política decidida con respecto a los apaches. En diciembre, el presidente estadounidense James Buchanan sugirió al Congreso que, tras la Gadsden Purchase o Venta de La Mesilla era necesario construir fuertes ubicados al norte de Sonora que complementasen a Fort Buchanan [Santa Cruz County, Arizona], construido en el sur de Arizona en 1856).

* Anteriormente, en agosto de 1858, dos vecinos de Arivechi (Sonora) habían informado a Trinidad Soto Mayor, juez local de esa localidad, de la presencia de apaches por las inmediaciones. (Los apaches habían matado a Carmen Robles y a otros tres miembros de su familia, yendo un muchacho herido a dar el aviso. Soto organizó un grupo de vecinos para ir tras ellos).

1859

* El 22 de enero de 1859, el Dr. Michael Steck, escoltado por un destacamento de Dragones al mando del capitán Richard Ewell, se reúne en Santo Domingo Spring, 120 km al norte de Fort Buchanan (Santa Cruz County, Arizona), con una banda de coyoteros White Mountain. (Los apaches estaban acampados allí esperando a Steck, con quien habían quedado durante el encuentro que tuvieron en diciembre. Estaban todos los jefes White Mountain al frente de 170 guerreros y alrededor de 100 mujeres y niños. Steck les advirtió de que detuvieran sus incursiones en México, y de que permanecieran al norte del río Gila, cultivando y viviendo en paz. Los jefes aceptaron y a cambio Steck prometió enviarles azadas para ayudarles en la siembra. Poco después de la reunión, Steck escribió a James L. Collins, Superintendente de Asuntos Indios en New Mexico, refiriéndose presuntamente a Eskeltecela [Esh-kel-dah-silah]: El principal jefe continuó con una larga arenga en la que se quejó de que habían sufrido extraordinariamente en la última campaña, pero terminó diciendo que el pasado debería ser olvidado y de ahora en adelante deberíamos ser amigos y que él y su gente no serían los primeros en perturbar el escollo de la paz”. Steck dijo que los coyoteros eran los apaches más fiables que había conocido.

Steck quedó altamente satisfecho de la reunión mientras Ewell notó que los apaches habían pasado hambre el pasado verano porque los soldados habían destruido los campos y el año pasado no plantaron frijoles por miedo de que otra campaña militar destruyese sus cultivos.

En febrero de 1859, Steck se reunió con 300 Pinal y Aravaipa Apaches en el Cañón del Oro, cerca de Tucson [Pima County, Arizona]).

* El 8 de febrero de 1859, el subteniente Henry Martyn Lazelle, sale de Fort Bliss (El Paso County, Texas) tras una banda apache que había robado, tres días antes, varios caballos y mulas en San Elizario ([El Paso County, Texas]. El destacamento, formado por 32 hombres [la prensa indicaba 22], entre soldados y voluntarios de San Elizario, hizo 265 km en siete días sin encontrar agua en su camino. Al sexto día no les quedaba ni una gota de agua, tampoco para los caballos. Al mediodía del séptimo día, el rastro les llevó al Dog Canyon, en las Guadalupe Mountains [Culberson & Hudspeth Counties, Texas].

Los soldados cabalgaron sin oposición durante unos 3’2 km por el interior del cañón. Entonces se encontraron con un grupo de 30 guerreros, probablemente apaches mescaleros, pintados y armados pero portando una bandera blanca. Los mescaleros preguntaron qué intención tenían los soldados cuando Lazelle les acusó del robo, afirmando que ellos no habían sido. Dijeron que los autores habían sido algunos hombres malos, a los que habían perseguido para recuperar el ganado.

Al no creerles, Lazelle ignoró la bandera blanca y ordenó atacar. Inmediatamente, se encontraron atrapados en un fuego cruzado desde la parte superior del cañón. Asediado por ambos lados y por el frente, no tuvo más opción que retirarse, dejando tres muertos [un sargento y dos soldados] y cabalgando con seis de sus hombres heridos hasta salir del cañón. El propio Lazelle resultó herido en un pulmón, creyendo que los apaches perdieron de 12 a 15 guerreros).

* El 18 de febrero de 1859, Mangas Coloradas y Gerónimo llegan a Apache Pass (Cochise County, Arizona) de incursionar por Sonora con muchos caballos, mulas y otros bienes. (No permaneció mucho tiempo con los chokonen, ya que a los pocos días reunió a su gente y volvió a la zona de Santa Lucía Springs [luego San Vicente de la Ciénega; y finalmente Silver City, Grant County, New Mexico] para cumplir la promesa que hizo a Steck de plantar cultivos. Steck llegó a Santa Lucía en marzo. Mangas Coloradas, de unos 70 años de edad, parecía contento y preparado para pasar el resto de sus días aprendiendo a cultivar y viviendo en paz.

El 1 de abril, Steck se reunió de nuevo con los chokonen en Apache Pass. Ayudado por James Henry Tevis, encargado de la estación de la “Butterflied Overland Mail Company” en Apache Pass, Steck repartió raciones a los grupos locales de Cochise, Esconolea [probablemente Esquinaline] y Old Jack [probablemente Yaque o Yaqui], sumando en total unos 100 guerreros. Tevis decribió la escena: Los indios estaban formados en un círculo en frente de la estación… Primero, Cochise, Old Jack [Yaque], Esconolea [Esquinaline] y el hombre medicina; en la siguiente fila, los guerreros; en la siguiente fila, los jóvenes bajo los guerreros mayores; en la cuarta fila, las familias de los jefes; y atrás, las familias de los guerreros.

Después de recibir las raciones, Cochise hizo planes para realizar otra incursión hacia Sonora, llamando a un consejo el 6 de abril. Muchos guerreros acudieron bebiendo tiswin, decidiendo atacar Fronteras. Un grupo de 10 guerreros acababa de llegar de explorar la zona, informando a favor de realizar el ataque. Cochise había invitado a Gochaahá, más conocido como Francisco, un poderoso jefe coyotero White Mountain del Este, que podía aportar 100 guerreros a la expedición. Francisco era un antiguo cautivo mexicano que llegó a jefe de su banda. La salida se retrasó hasta la llegada de Francisco, lo que hizo que agotaran todo el tiswin elaborado con el maíz  que habían recibido de Steck. Cuando Francisco llegó, partieron el 24 de abril, permaneciendo en Apache Pass solo dos guerreros y los no combatientes).

* En abril de 1859, vecinos de San Andrés, Chuvíscar y Nombre de Dios (Chihuahua) persiguen a un grupo de apaches por las sierras de Encinillas, Mezquite y los Arados hasta los Arcabuces, matando y capturando a varios de ellos.

* El 24 de abril de 1859, Cochise y Francisco salen de Apache Pass para incursionar por Sonora. (A las 10:00 de la mañana del 27 de abril, Cochise y José María Elías asaltaron los alrededores de Fronteras con más de 60 guerreros, sorprendiendo a los vecinos que estaban trabajando sus campos. Al primer hombre que encontraron le dispararon y le mataron clavándole una lanza. El resto de trabajadores corrieron hacia el presidio, pero unos pocos no pudieron llegar.

José Jesús Escalante, juez local de la localidad, diría: A Santiago García, prefecto de Arizpe, los indios bárbaros en número de más de 60 […] tuvieron la audacia y osadía de internarse hasta las primeras casas de esta corta población, siendo capturado el vecino José Nicolas Sillas que estaba en sus regadíos, dos niños más, uno del armero de este fuerte, y el otro del soldado Rafael Villa, del mismo [fuerte]; inmediatamente que fueron sentidos los apaches me preparé con la poca fuerza que pude reunir de vecinos, poniéndome en comunicación con el Sr. capitán, quien dispuso saliera la corta fuerza militar para ver si se lograba castigar su osadía, lo que no se pudo verificar, a causa de haberse aprovechado de la sierra que está inmediata al lado del oriente en donde encaramaron a los prisioneros y en la cima de la altura enarbolaron una bandera blanca, señal para ellos de solicitud de cambio, vista por mí y el señor comandante. Los gritos y alaridos que daba el prisionero Sillas acudimos pronto a la protección de los cautivos, marchando la fuerza preparada y estando luego en tratos con los capitancillos Chis [Cochise] y Elías, […] ofrecieron entregarlos, pidiendo manta, aguardiente, pinole, tabaco y amasijo [masa de harina], lo que a ellos les pareció, y habiéndoles presentado cuanto ellos solicitaban […] tirando cuanto se les presentaba para el cambio. Más como el terreno que ocupaba la indiada les era favorable y a nosotros ofensivo no se pudo maniobrar, tanto por lo expuesto cuanto porque la fuerza de ellos era superior a la nuestra y lo mal desprovisto de armas, resultó que dieron muerte al citado Sillas, dejando muerto a otro vecino en su huerta inmediata a este y el haberse arreado dos yuntas de bueyes, dos vacas y dos caballos haciendo su retirada el enemigo…. Cuando los dos muchachos llegaron Apache Pass, Tevis pagó 10 sacos de maíz para obtener su liberación.

El grupo incursor siguió por un antiguo rastro apache hasta Moctezuma, planeando sorprender la población. De camino mataron a tres hombres que iban a Arizpe. Cuando llegaron allí, los mexicanos hirieron mortalmente al «guerrero favorito» de Cochise, quien no ha sido identificado por seguramente sería un pariente cercano. Creyendo que había caído en una trampa, Cochise llevó al guerrero herido a las montañas. Después de conferenciar con Francisco [Gochaahá], decidió regresar a Apache Pass, mientras el jefe White Mountain siguió incursionando. El guerrero herido murió durante el viaje de regreso, declarando Cochise que mataría a 20 mexicanos como venganza).

* En junio de 1859, Samuel Woodworth Cozzens, que escribiría el libro “The Marvellous Country; or, Three Years in Arizona and New Mexico, the Apaches’ Home”, conoce al jefe apache chokonen Cochise en Apache Pass, una estrecha garganta en las Chiricahua Mountains ([Cochise County, Arizona]. En su libro diría: “La primera vez que lo vi, estaba desnudo como vino al mundo, excepto con un taparrabos y los mocasines. Era alto, de aspecto digno, de unos 40 años, con la cara pintada de color bermellón y ocre. De su nariz colgaba un aro de unos 12 cm de circunferencia, hecho de un pesado alambre de latón, mientras que otros tres colgaban de los lóbulos de sus orejas. Su cuerpo estaba completamente untado con una grasa de olor muy fuerte. Tenía una abundante cabellera negra peinada hacia atrás, recogida en una especie de nudo en la parte superior de su cabeza, mientras que el resto caía sobre su espalda. Tenía dos plumas de águila colocadas verticalmente en su cabeza, que se movían con el viento. Cuando se acercó, dejó su arco y flechas sobre la hierba, y dándome su mano, sucia y con las uñas largas, dijo bastante bien en español: ‘Yo Cochise, amigo del hombre blanco, dame tabaco’.

Al volverme hacia Jimmy, mi criado irlandés, vi su expresión de asombro, tardando unos tres minutos en recuperarse y preguntar: ‘¿Pero qué es esto, si se puede saber?’ Y cuando le contesté: ‘Un apache’, dio un grito y corrió hacia el corral de la ‘Overland Mail Company’ y no hubo forma de hacerle volver hasta que Cochise se fue. Di a Cochise un poco de tabaco y whisky, desapareciendo casi tan repentinamente como había llegado.

Habíamos dejado nuestros carros a cierta distancia del corral, junto a un pequeño manantial que brotaba de entre las rocas, donde íbamos a pasar la noche. No pusimos turnos de guardia porque al estar tan cerca del local de la ‘Overland Mail Company’ no pensamos que habría algún riesgo. Sin embargo, durante la noche desaparecieron dos de nuestras mulas y encima con tanta habilidad que no había ningún rastro. Por supuesto, sospeché de Cochise, aunque cuando le pregunté después lo negó indignado diciendo que él era un bravo que no se dedicaba a robar…

… Tres días después, al anochecer, vinieron tres apaches con  cuatro de las mulas más enfermizas que yo haya visto en mucho tiempo, ofreciéndolas por 25,40 kg de maíz cada una. Hicimos el cambio y algún tiempo después nos enteramos de que las habían robado, cinco meses antes, de una estación de la ‘Overland Mail Company’, situada a unos 160 km al oeste de Tucson [Pima County, Arizona]

… Después de la experiencia de la primera noche, el comandante De Rythe, superintendente auxiliar de la ‘Butterfield Overland Mail Company’, nos dejó guardar nuestros animales en el corral de la compañía. Estando allí llegó la familia Frazier, compuesta por el padre, la madre y cuatro hijos, de viaje a San Diego [San Diego County, California] en dos carretas tiradas por dos caballos cada una. Los hijos mayores eran un joven de unos 18 años y una muchacha de unos 16, la cual conducía una de las carretas, mientras que la madre llevaba la otra. Esperaban llegar a Tucson la semana siguiente, donde pensaban permanecer hasta conseguir compañía, antes de salir para San Diego. Dos días después, el conductor de la diligencia de Tucson informó que, nada más pasar la entrada del cañón, encontró los restos de dos carretas, con los cuerpos mutilados de Frazier y de su hijo atados a las ruedas y parcialmente quemados. Todo lo que había de valor se lo habían llevado incluso hasta las piezas de hierro de las carretas. De la madre y de los otros hijos nada se supo. El comandante De Rythe ordenó que fueran, a la mañana siguiente, a recoger los restos de los dos desafortunados, pero nada se hizo para castigar a los autores o rescatar a los cautivos… [A continuación, Cozzens comenta la masacre de la familia Oatman afirmando que fue cometida por apaches, quizá porque eso dijo Olive Oatman, la única superviviente, cuando fue liberada. Todos los historiadores coinciden en que los autores de las muertes fueron yavapais, quienes vendieron después a los mojaves a las dos hermanas que sobrevivieron al ataque, y estando con estos, falleció una de ellas. Refiriéndose a la masacre de la familia Oatman dice: ‘Desde entonces se ha asegurado que el grupo que cometió la masacre de los Oatman eran Tonto Apaches, cuyo líder era Mangas Coloradas, quien se hacía llamar amigo del hombre blanco‘. Como se sabe, no lo hicieron los Tonto Apaches sino yavapais, y Mangas Coloradas no era líder de los Tonto Apaches, sino de los bedonkohes, y de los chihennes o mimbreños].

… Durante mi estancia en Fort Apache comencé a tener el deseo de aprender más sobre los apaches. Un día comenté el tema a Cochise que, aunque le invité a  whisky, se negó a hablar del asunto. Mis amigos intentaron convencerme de que me olvidara, pero tras convencer a Cochise con un trozo de tabaco; un barril de 19 litros de whisky; y un par de mantas de color rojo, decidí ponerme en marcha yo solo a su ranchería, situada a unos 193 km al noroeste de las Chiricahua Mountains, cerca del río Gila.

Me aseguró que no correría ningún peligro y, tras dejar a su hermano [Coyuntura?] bajo custodia del comandante De Rythe para garantizar mi regreso, salimos hacia su ranchería montando, Cochise y yo, cada uno una mula, llevando tres más cargadas, una de ellas llevando dos grandes recipientes de cuero con casi 23 litros de agua cada uno… A la mañana siguiente, antes del mediodía, llegamos a un pequeño arroyo donde Cochise, escarbando y apartando la tierra con las manos, abrió un pequeño hueco que se llenó rápidamente de agua, donde nuestras mulas  bebieron con ansiedad… Otro día… Cochise cazó un antílope con su arco y flechas, proporcionándonos jugosos filetes, mucho mejores que la dura y seca carne que llevábamos…

… Me gustaría… poder plasmar en un lienzo algunas de las características del notable territorio que visité durante mis dos semanas de viaje con Cochise ‘¡Mira, hogar apache!’, dijo. Miré y lo que vieron mis ojos me produjo una impresión imborrable. Un hermoso valle, con una rica y verde vegetación, que se extendía a lo largo de 4’8 km y casi 1’6 km de ancho, por donde discurría una corriente de agua, clara como el cristal sobre un lecho de guijarros, con sus orillas bordeadas por una especie de pequeños sauces, cuyo follaje de color verde amarillento contrastaba con el tono obscuro de la hierba, y todo rodeado por unos riscos de unos 30 metros de altura… Esparcidas por el valle se encontraban las chozas apaches, pareciendo  enormes melones cortados por la mitad, forrados con paja amarilla. Delante de cada entrada ardía una pequeña hoguera, cuyo humo ascendía lentamente hasta que perdiendo densidad se desvanecía en el aire. Más allá, hacia el extremo superior de valle, se veía pastar tranquilamente una gran manada de ganado vacuno, ponis y mulas, mientras que en la parte inferior había huertos de maíz…

Cochise dijo unas palabras a la gente en su lengua, que no entendí, y luego me hizo señas para que desmontara. Lo hice y, al instante, las manos de una docena de guerreros se extendieron para agarrar la mía, cada uno murmurando su bienvenida en un sonido bajo y gutural mientras cogían mi mano.  Me llevaron a una choza donde me iba a alojar mientras estuviese allí, según me dijo Cochise en español, mientras los guerreros comenzaron a desensillar y descargar los animales que fueron llevados después a pastar sobre la exuberante hierba que rodeaba el campamento por todas partes. Tuve un momento para examinar la choza donde me iba a alojar, viendo que su armazón constaba de palos clavados en el suelo, inclinados hasta llegar al centro donde se ataban juntos.

Después de participar de una copiosa cena de pemmican [comida concentrada, compuesta de una masa de carne seca pulverizada, bayas secas y grasas; inventada por los nativos de Norteamérica, siendo muy utilizada por los europeos durante la época del comercio de pieles y posteriormente por los exploradores árticos y antárticos como una comida hipercalórica. Mezclando todos estos ingredientes se obtiene una especie de pan o pasta, que tiene la propiedad de no enmohecerse y puede almacenarse durante largos periodos de tiempo], extendí mi manta, contento de tener la oportunidad de descansar… Sin embargo, Cochise me informó que algunos guerreros querían hacer una danza en mi honor, y esperaban que yo asistiera y les diera un poco de tabaco. Di por sentado que estaba obligado a ir, cosa que no me hizo ninguna gracia. Al salir, había una docena de guerreros alrededor de una pequeña hoguera, dándome cada uno la mano en señal de bienvenida. Nos sentamos, empezando dos apaches,  a golpear un tambor, hecho con una piel de cuero sin curtir, extendida sobre el extremo de un tronco hueco de unos 90 cm de diámetro. Los guerreros seguían el ritmo del tambor con una especie de cascabeles hechos con trozos de madera, de los que colgaban ocho o diez tiras de cuero sin curtir, a las que habían sujetado garras de oso, garras de águila, pezuñas de ciervo, trozos de hueso, y piedras pequeñas. Agitaban con fuerza los cascabeles mientras balanceaban sus cuerpos al ritmo del tambor, y acompañando el movimiento gritando en alto lo siguiente: ‘Hi yah, hi yah, hoo, hoo’

… Me levanté de mi humilde lecho, yendo, toalla en mano, al pequeño arroyo que serpenteaba silenciosamente por el valle para asearme. Esto, por supuesto, atrajo la atención de una multitud de mujeres y niños, para quienes una pastilla de jabón era algo tan curioso como lo sería la vista de un apache en Broadway. No entendían cómo la hermosa espuma blanca, que trataban de atrapar en sus manos mientras flotaba en el agua, desaparecía cuando la tocaban… Mientras hacía una rápida comida a base de carne y atole [bebida elaborada con maíz cocido, molido, diluido en agua o leche y hervido hasta darle cierta consistencia; es típica de México y de otras zonas de América Central] me di cuenta de que algo raro estaba pasando. Incluso Cochise parecía inquieto cuando me dijo que los exploradores habían detectado la cercanía de un gran grupo de indios, pero que no sabían si eran amigos o no, ya que se encontraban lejos del poblado. Probablemente, eran apaches, aunque podían ser mohaves con los que estaban en guerra. Era una situación que no había previsto. Morir en un poblado apache como si fuera un apache… Con tanta indiferencia como pude aparentar, pregunté a Cochise su opinión sobre el grupo que llegaba. ‘¿Quién sabe?’, dijo en español, respuesta que no me tranquilizó… Una docena o más de guerreros se habían lanzado sobre sus caballos, cabalgando a través de la llanura tan lejos como sus animales podían llevarlos.  Todo era confusión y nerviosismo. Unos guerreros examinaban sus lanzas, otros sus arcos y flechas.

Cochise pronto anunció, para mi alivio, que era un grupo de su propia banda, que venía de realizar una incursión en Sonora, al mando de Mangas Coloradas, que habían estado fuera alrededor de ‘una luna’, y a juzgar por el número de ganado y mulas que traían, la incursión debía haber tenido éxito. Tan pronto como se supo que Mangas Coloradas regresaba, el nerviosismo acabó. Los guerreros quitaron las cuerdas de los hocicos de sus caballos, permitiéndoles campar a sus anchas sobre el césped mientras ellos se tumbaban perezosamente al sol, y las mujeres iban a recoger leña y a hacer trabajos que normalmente suelen hacer los hombres.

Sintiendo dudas de cómo me recibiría Mangas Coloradas, no pude abstenerme de preguntar a Cochise, de la manera más indiferente que pude, lo que diría al ver a un hombre blanco viviendo tan tranquilo en su poblado. ‘¡Oh!’, dijo Cochise, ‘le envié un mensaje en cuanto supe que el que venía era él, y tú sabes también que él, es amigo del hombre blanco‘. 

Los ladridos de los perros, los gritos de los guerreros, y las voces estridentes de las mujeres, anunciaba la llegada, en lo alto de la loma, de unos 30 guerreros. Dadas las circunstancias, pensé que lo mejor era no estar a la vista hasta que Mangas Coloradas decidiese conocerme, cosa que hizo poco después visitando mi choza, y extendiendo su mano, dijo en español: ‘¡Buen día! ¡Dame tabaco!’. Después de estrecharle la mano, le di tabaco de mascar, y también un pequeño fardo de tabaco para fumar, con lo que me gané su simpatía y su amistad. Observé a este jefe con gran curiosidad. Era uno de los mejores especímenes indios que yo haya  visto en mi vida. Tenía más de 1’82 metros de altura; recto como una flecha; de físico espléndido; su largo cabello negro estaba suelto sobre sus hombros, estando profusamente adornado con plumas de águila; su cara estaba pintada con color ocre y bermellón, mientras que sus costados lo estaban de rayas verdes. Llevaba un par de excelentes mocasines. Una pesada manta de color rojo colgaba de sus hombros, atada a la cintura con un fajín de seda que, evidentemente, había pertenecido a algún oficial del ejército mexicano. Llevaba solo una lanza con la punta de obsidiana atada con tendones de ciervo a una vara de casi dos metros y medio [las solían hacer con el tallo seco del cactus llamado sotol]… 

La lanza de uno de los guerreros llevaba sujeta lo que parecía una bandera de tregua, pero, después de fijarme mejor, vi que era un vestido de una niña pequeña, finamente bordado, y hecho de buen material. Me lo enseñaba, manchado de sangre, diciéndome mediante gestos que había matado a la pequeña con la misma arma que tenía en su mano, y su alma enviada al ‘Gran Espíritu’. Al ver ese trofeo decidí, que tan pronto como las circunstancias lo permitiesen, dejaría a los apaches y su poblado.

Cochise me informó que el botín de la expedición ascendía a 30 cabezas de ganado, 50 mulas, 16 ponis y seis cabelleras que, poniendo especial interés en decirme, eran mexicanas. También me dijo que iban a hacer un gran banquete y una danza de las cabelleras para celebrar el éxito de la incursión, y que sería apropiado, que estuviera presente, que iba a estar seguro, que nadie me haría daño porque los de su tribu no eran ladrones sino apaches. Aunque no estaba seguro de sus palabras, me animé lo mejor que pude y acepté su invitación con expresiones de agrado que estaba lejos de experimentar.

Pasé la mayor parte del día paseando por la ranchería, visitando las chozas, y conversando con aquellos que sabían español. Gracias a ellos conseguí alguna información relativa al territorio de los alrededores. Supe que el poblado tenía poco menos de 700 personas, y que el lugar donde vivía Mangas Coloradas estaba situado a casi 4’8 km al oeste, con un centenar de guerreros y sus familias, y que ningún hombre blanco había visitado su ranchería. También me enteré de que el territorio tenía mucha caza, y que había gran cantidad de oro en los cañones y quebradas, a unos 24 km al norte.

Al ver que una multitud se había reunido en la parte inferior del poblado, caminé hacia allí, viendo a varios guerreros, queriendo tirar al suelo a una mula que estaba sujeta con un lazo. Preguntando me enteré de que iban a matarla para el banquete [a los apaches les gustaba mucho la carne equina]. Después de derribarla y atarle las pezuñas, dos de ellos cortaron con cuchillos grandes trozos de los muslos y de las partes más carnosas del animal, entre los gemidos más espantosos que se pueda imaginar. Después de cortar la carne hasta el hueso, le cortaron la yugular, poniendo fin a su sufrimiento, mientras las mujeres recogían la sangre en grandes calabazas.

Después me enteré de que lo hacían así porque creían que cortando la carne de un animal vivo estaba más tierna. Dieron de beber la sangre a los niños para hacerlos valientes, utilizándola también para condimentar sus guisos. Después de contemplar esa escena, huelga decir que no tenía ganas de preguntar más por lo que me retiré a mi choza… Mis pensamientos se vieron interrumpidos con la entrada de Cochise en mi choza para decirme que Mangas Coloradas quería estar conmigo en la fiesta… Pronto llegamos a un lugar en la parte baja del valle, donde encontramos a Mangas Coloradas exhibiendo sus plumas de águila, y sus pinturas. Estaba sentado sobre una manta extendida en el suelo. Me indicó que me sentara a su lado, extendiendo una enorme mano con unas uñas como garras de águila, diciendo, en un tono de voz que pretendía ser suave y cautivador, ‘¡Dame tabaco!’, a lo que respondí poniendo en su mano mi último trozo de tabaco de mascar que él, inmediatamente, se metió en su boca con un expresivo gruñido de satisfacción.

Asumiendo el lugar donde estaba, me preparé para presenciar una escena que presentía, me iba a llenar de aversión y repugnancia. Seis guerreros avanzaron y, con evidentes muestras de orgullo, clavaron una lanza cerca de la hoguera, que ardía ante nosotros, y sobre la que colgaba una enorme caldera con agua hirviendo… De la lanza colgaban… los trofeos de la incursión. Dos de las cabelleras se veían que eran de mujer por la longitud de la melena. Era una visión horrible y deseaba no tener que verla… Aparecieron una veintena de mujeres con vestidos típicos apaches, con su tupido pelo negro, colgando desaliñado. Formando un círculo alrededor del fuego y la lanza, comenzaron a balancear sus cuerpos al ritmo de dos tambores que tocaban algunos de los hombres, mientras otros efectuaban un canto bajo y monótono, manteniendo el compás con una especie de cascabel hecho con calabazas que contenían pequeñas piedras, trozos de hueso, etc. A medida que tocaban los tambores  más rápido, el ruido de los cascabeles se hacía más frenético, lo que, junto a las agudas voces de las mujeres, creaban el ruido más infernal que se pueda imaginar. De repente, una de las mujeres sacó de la caldera un trozo de carne de la mula que habían sacrificado y alzándola humeante con sus manos hacia las cabelleras, con expresión de desprecio, la mordió con los dientes para unirse de nuevo a la danza, manteniendo el compás la música…

… Continuaron danzando durante más de una hora, hasta cansarse. Los guerreros que habían conseguido las cabelleras se sentaron en círculo alrededor del fuego, iniciaron su participación en el acto. La más anciana de las mujeres daba a cada guerrero la lanza de la que colgaban las cabelleras, quienes uno a uno expresaban el desprecio que sentían por los enemigos muertos, escupiendo y emitiendo un aullido de satisfacción. A cada uno les dieron abundante cantidad de la carne que hervía en la caldera. Durante todo el tiempo no paró la música ni una sola vez, provocando un auténtico jaleo. Molesto y cansado, comuniqué a Cochise mi deseo de ir a descansar, acompañándome a mi choza, donde me metí entre mi manta, encontrando pronto reposo a las emocionantes escenas vividas durante ese día…“.

Cuando Cozzens comunicó a Cochise su idea de volver a Apache Pass, este le preguntó cuándo quería partir: Por la mañana, desde luego“, contestó Cozzens. Su ‘está bien’ me sonó a música celestial, pidiéndole que me trajera los animales para examinarlos antes de partir. Después caminé hasta un lugar cercano, donde varias mujeres estaban empezando a curtir unas pieles de ciervo. Los apaches tienen fama de ser los mejores en el curtido de pieles entre todos los indios, por lo que observé cómo lo hacían. Primero separaban cuidadosamente la carne de la piel con un hueso afilado, y quitaban el pelo afeitado con un cuchillo afilado. Después las colgaban para secarlas durante unas horas para después lavarlas cuidadosamente con agua mezclada con ceniza para eliminar los restos de grasa. Luego se metían en recipientes con agua conteniendo varios cerebros de venado. Después se hervían y se estiraban atadas a unas varas para secarlas, y ser humedecidas de nuevo, raspadas, y finalmente secadas lentamente junto al fuego. Este proceso se repite tres veces y, si la piel aún está dura, la atan a una cuerda pequeña, de la que la mujer tira, tensándola y suavizándola muy bien. Luego se ahúma durante un par de horas en una hoguera hecha con madera podrida, encendida en un agujero excavado en el suelo. Entonces está lista para usar. No es raro que la piel que han conseguido a la mañana se haya convertido en unos mocasines antes de la noche, y muy buenos además.

Cochise trajo mis animales, alegrándome de encontrarles bien. Al menos para ellos, el viaje había sido beneficioso. Habiéndole dicho que comunicase a Mangas Coloradas que iba a partir a la mañana, rápidamente envió a un apache para que se lo dijese, viniendo poco después Mangas Coloradas a visitarme vestido, como de costumbre, pintado de ocre, bermellón y con sus plumas de águila. Después del apretón de manos y la habitual petición de tabaco, se sentó en una manta y comenzó a contarme lo pobre que era, de un modo tan conmovedor, que pronto me di cuenta de que tenía que hacerle un regalo. Enseguida me dijo que le gustaba mi mula como muestra de la gran estima que sentía por mí. Decliné ese gran honor asegurándole que no podría montar otra, y que no podría volver a casa sin ella. Reconociendo la fuerza de mi argumento, propuso aceptar otro de mis animales. Le contesté diciéndole que los necesitaba todos, pero que le enviaría, por medio de Cochise, cuando él regresase, mantas rojas, alambre de latón y tabaco; promesa con la que parecía muy satisfecho, por lo que empecé a pensar que yo tenía una manera de persuadir tal que mis servicios serían inestimables para el gobierno como negociador con los indios, cosa que hasta ahora no parece valorar.

Después de varios apretones de manos, Mangas Coloradas me aseguró que Cochise me llevaría sano y salvo a Apache Pass, escoltado por cinco guerreros. Recordándome que no olvidase los ‘grandes regalos’ prometidos, Mangas Coloradas se despidió, para mi deleite y satisfacción, felicitándole por su éxito como diplomático. Cochise se fue con Mangas Coloradas, regresando dos horas después, diciendo que debería tener los animales preparados por la mañana temprano, y aconsejándome retirarme muy pronto, para ‘dormir mucho’, cosa que hice. Tranquilizado al pensar en un rápido regreso a Apache  Pass, pronto me dormí en un sueño tan profundo como no había disfrutado desde mi llegada al territorio apache.  

Fui despertado temprano por Cochise, diciéndome que una de mis mulas había desaparecido misteriosamente, y que no había manera de buscarla por ninguna parte. Sabiendo que sería inútil tratar de recuperarla, me prometí a mí mismo que, si salía sano y salvo de allí, Mangas Coloradas nunca recibiría los regalos que le prometí, decidiendo salir inmediatamente con mis cuatro animales restantes. Declinando firmemente todas las ofertas para comerciar, hice un rápido desayuno, y una hora antes del amanecer estábamos recorriendo uno de los escarpados caminos de una de las lomas que había en los alrededores de la ranchería apache…

Durante el viaje de regreso, en un momento determinado, Cochise dijo a Cozzens: ‘¡Indios!‘. Cochise fue a hacer un reconocimiento de la zona para llegar poco después, diciendo que había un grupo acampado formado por cuatro indios y dos hombres blancos. Eran el Dr. Parker y Jimmy, amigo y criado respectivamente de Cozzens, acompañados por cuatro apaches pacíficos que habían salido a buscarle.

Llegamos a Apache Pass al atardecer del quinto día. Después de una buena cena, y de una noche de descanso, Cochise y sus guerreros se fueron cargados de regalos, aunque ninguno para Mangas Coloradas. Cochise se quedó con los mejores, y se fue declarando su estima y  consideración… Aunque soy consciente del fracaso de mi entrevista con Mangas Coloradas en lo que concierne a las mulas, me consuela pensar que se debió más a la actitud de los apaches, tozudos como mulas, que a mi falta de tacto; y si fue Cochise quien me robó la mula, me consuela pensar que lo hizo obedeciendo órdenes de Mangas Coloradas y que la idea no partió de mi guía.

En la actualidad, estoy satisfecho con el resultado de mi viaje, cuando reflexiono que, sin duda, soy el único hombre blanco que alguna vez ha visitado la ranchería de los Pinal y Tonto Apaches [esto es un error de Cozzens, Cochise y Mangas Coloradas eran chokonen y chihenne respectivamente], cerca de las aguas principales del Gila, y que pudo volver para contarlo). 

* El 13 de julio de 1859, Mangas Coloradas está plantando cultivos en Santa Lucía Springs (luego San Vicente de la Cienega; y finalmente Silver City, Grant County, New Mexico) donde se reúne con Steck y con unos 50 militares de los Estados Unidos que inspeccionan los campos de cultivos. (Durante los meses de julio y agosto, Mangas Coloradas visitó el campamento del teniente George Washington Howland, que estaba cerca de las Burro Mountains [Grant County, New Mexico]. Los bedonkohes visitaban el campamento diariamente, pareciendo estar satisfechos de que el gobierno se preocupara de su bienestar, pero el coronel Bonneville ordenó abandonar ese puesto y que los soldados volvieran a Fort Fillmore, lo que conllevaría el aumento de los problemas entre los mineros y los chiricahuas).

* El 14 de julio de 1859, James Henry Tevis, empleado de la estación de Apache Pass (Cochise County, Arizona) y corresponsal  del periódico de Tubac  (Santa Cruz County, Arizona), The Weekly Arizonian, envía un artículo contra Cochise: Sr. Editor: Alrededor de 20 de nuestros guerreros llegaron de Sonora ayer trayendo 35 cabezas de ganado, algunos caballos y mulas. Cogieron el ganado de Oposura [municipio de Moctezuma, Sonora], o alrededores. Van y vienen en pequeños grupos todo el tiempo.

Ca-Chees [Cochise] ha ido a Fort Buchanan [Santa Cruz County, Arizona] con toda su banda que no está robando en Sonora, o al menos me dijo que iba. Teme que el capitán Ewell le acuse de haber robado el ganado de la mina Patagonia [Santa Cruz County, Arizona], lo que sabía antes que yo. Cochise es un indio muy falso. A primera vista, un hombre pensaría que está inclinado a ser pacífico con los estadounidenses, pero está lejos de eso. Durante ocho meses le he visto y he llegado a la conclusión de que es el mayor mentiroso del territorio y mataría a un estadounidense por alguna nimiedad, siempre que pensara que no se descubriría. Teme a los soldados, y si no fuera culpable no tendría motivos. Creo que el jefe Es-co-nella es el único que es realmente amistoso con los estadounidenses; su banda no ha estado últimamente en ninguna expedición de saqueo.

La última vez que el jefe coyotero Francisco estuvo aquí, me preguntó si los estadounidenses iban a comprar o a tomar Sonora. Le dije que pensaba que lo harían. Luego quiso saber si los estadounidenses dejarían que los indios robaran en Sonora, y le respondí que prefería no pensar en ello. Luego, dijo que mientras viviera y tuviera un guerrero que le siguiera, lucharía contra Sonora, y no le importaba si los estadounidenses intentaban detenerlo, que lucharía hasta que lo mataran. Creo que decía la verdad. James Henry Tevis.

* El 18 de julio de 1859, Samuel Woodworth Cozzens, que escribiría el libro “The Marvellous Country; or, Three Years in Arizona and New Mexico, the Apaches’ Home”, viaja con unos amigos por el Río Grande, cerca de Valverde ([Socorro County, New Mexico]. En su libro diría: “Allí estaba acampada una familia de colonos que venía de Missouri, llamada Pennington, que se dirigía a Calabasas [Santa Cruz County, Arizona] para establecerse porque allí vivía un hijo suyo. ‘Que me aspen si no lo consigo’, dijo dando unos golpes a su rifle. Tenía otras siete hijas de entre 13 y 30 años.

Meses más tarde, estando en Tucson [Pima County, Arizona], llevaron a una mujer que había sido rescatada por una patrulla de soldados al mando del capitán Richard Stoddert Ewell. La llevaron a una fonda teniendo un aspecto tan lamentable que espero no volver a ver nunca más… La vi de nuevo horas después y, ante mi sorpresa, me reconoció hablándome de nuestro encuentro cerca de Valverde. Entonces caí en la cuenta de que era una de las hijas del viejo Pennington. Me dijo que se había casado con un hombre llamado Paige, viviendo cerca de Tubac [Santa Cruz County, Arizona].

La señora Paige estaba en casa con su padre cuando fueron atacados por los apaches que la capturaron junto a dos de sus hermanas. Por el camino, los apaches se toparon con el señor Paige y otros tres colonos, a los  que mataron. La señora Paige, que estaba enferma cuando la capturaron, no pudo seguir el ritmo de los apaches, recibiendo de estos un golpe en la cabeza con una maza y, dándola por muerta, la tiraron a un barranco. Cuando recuperó el conocimiento… estuvo 16 días alimentándose de raíces y bayas, viendo a lo lejos su casa. ‘Era terrible estar muriéndome de hambre y de sed, pero demasiado débil para pedir ayuda o para ir hasta allí’, dijo.

Aún sigue viviendo en Arizona o, al menos, allí vivía cuando la volví a ver dos años después. Jamás se volvió a saber de sus hermanas“.

En otro episodio, Cozzens cuenta la visita que hizo junto a unos amigos a Fort Buchanan (Santa Cruz County, Arizona), donde conocieron al capitán Richard Stoddert Ewell. Querían ver las minas de plata de las inmediaciones, por lo que le pidieron que les acompañara. Salieron con Ewell y 10 soldados en dirección a la mina Patagonia [Santa Cruz County, Arizona], propiedad de Sylvester Mowrey. Cozzens relata: … Cuando llegamos, la compañía estaba poniendo una máquina de vapor que había sido transportada por mulas desde Lavaca [Calhoun County, Texas], a una distancia de 2.253 km. También habían traído una caldera que pesaba, casi, 2722 kg de la misma manera, para gran terror de los apaches, que no se atrevían a acercarse a ella, creyendo que era un enorme cañón llevado allí para destruirles de una sola descarga… Poco después de mi visita, una banda de apaches se llevó todo  el ganado de la compañía, matando al superintendente y a varios mineros. Desde entonces la mina ha dejado de funcionar, la valiosa maquinaria está inservible, muchos de los edificios destruidos y la desolación y decadencia se ven por todas partes…

… A la mañana siguiente me levanté temprano, por lo que salí a dar un paseo de unos 5 km para visitar un paso o cañón en las montañas, cuya belleza había oído hablar al capitán Ewell en varias ocasiones. Estaba a unos 3 km del campamento, admirando la grandeza del paisaje montañoso, cuyos picos brillaban bajo los primeros rayos del sol, cuando oí el ruido de cascos de caballos sin herrar resonando en el suelo duro y pedregoso, como el galope lejano de un escuadrón de caballería. Al no detectar el ruido que hacen las herraduras de nuestros caballos, pensé de inmediato que se trataba de un grupo de indios. Escondiéndome rápido detrás de un grueso matorral, esperé conteniendo la respiración. No tuve que esperar mucho tiempo porque pronto vi acercarse a un grupo de ocho apaches, cada uno de ellos adornado con plumas de águila y adornos de latón.

Pasaron muy cerca de mí, tan cerca, que pude ver el rostro y los diferentes adornos que llevaba cada uno del grupo. No se oía otro sonido que los cascos de sus caballos, ni hablaron entre sí mientras permanecieron ante mi vista. Cada uno iba desnudo, salvo el taparrabos, llevando en la mano su conocida lanza, tan temida entre los colonos de Arizona. Cuatro de ellos llevaban en sus sillas colgando sendos rifles Mississippi, antiguos, de llave de chispa, pero muy efectivos en manos de los apaches. Sus caras y cuerpos estaban pintados de color bermellón, ocre y negro, y a medida que pasaban sentados, rectos y firmes como una roca sobre la parte trasera de su caballo, miraban constantemente a derecha y a izquierda, examinando cada arbusto y roca por si pudiera ocultar a un enemigo. Admiré su porte digno, aunque bien sabía que si me descubrían solo podía esperar una muerte segura y rápida. Tengo que confesar que durante el tiempo que estuvieron ante mi vista no estuve más callado en toda mi vida.

Tan pronto como les perdí de vista, corrí hacia el campamento… el capitán Ewell salió inmediatamente con ocho de sus hombres, con la esperanza de alcanzarlos. Nos quedamos allí todo el día hasta que el capitán y su grupo no llegó hasta bien entrada la noche, sin haber podido alcanzar a los apaches que lograron esconderse tan pronto como llegaron a las montañas.

Los apaches, cuando están en una incursión o en el sendero de la guerra, solo hacen una comida al día, y descansan solo tres horas diarias. Su disciplina cuando incursionan es impresionante, comparable a la de cualquier ejército civilizado, mientras que su capacidad para soportar las dificultades e incomodidades de una campaña es muy superior a la de los hombres blancos. Los indios que vi en mi paseo matutino eran, sin duda, apaches coyoteros, parte de la banda de Deligado [¿otro error de Cozzens? ¿Quién es Deligado? Igual se refiere a Delgadito, pero este, no es un apache coyotero {White Mountain} sino chihenne o mimbreño].

En otro episodio, Cozzens cuenta: … Cuando nos preparábamos para salir al día siguiente de la ciudad [Tucson], apareció un oficial del capitán Ewell… diciendo que el capitán había partido hacia el este, hasta las Dragoon Springs, una estación de la “Butterfield Overland Mail Company”, situada en la ruta que íbamos a seguir y, que si quería, nos escoltaría. Con gran alegría aceptamos la proposición y a las 05:00 horas estábamos en camino. A nosotros, se habían sumado 32 dragones y con los nuestros, eran seis carros, lo que daba al convoy una apariencia bastante imponente y respetable… el color púrpura del aire de Arizona, aliviado solo por el claro humo azul de las hogueras de los indios, que ascendía perezosamente por las montañas que nos rodeaban. Era una imagen hermosa y agradable de contemplar, y fue entonces cuando oímos decir al capitán Ewell, no sin preocupación, por parte de uno de los exploradores, que había avistado un grupo de apaches a cierta distancia de donde nos encontrábamos.  Todos deseábamos tener un  encuentro con ellos para poder ver a los ‘valientes muchachos de azul’, que estaban con nosotros, cómo los sorprendían con sus nuevas carabinas Spencer.

El capitán Ewell dio, inmediatamente, orden de comenzar la persecución, y pronto 25 soldados estaban galopando sobre el duro y áspero terreno, con tanta intensidad que anunciaba una rápida victoria sobre los apaches, si lograban alcanzarles. Pronto llegamos a una leve elevación, donde pudimos ver claramente a los apaches a lo lejos, conduciendo un pequeño rebaño de ganado que, sin duda, habían robado a algún pobre ranchero, mientras que, aún muy atrás, los soldados estaban reduciendo rápidamente la distancia con ellos. La persecución fue muy emocionante, especialmente después de que vimos a los apaches abandonar sus reses y dirigirse a las montañas tan rápido como sus pequeños ponis les podían llevar. Pronto los perdimos de vista, aunque el capitán Ewell y sus muchachos continuaron la persecución, sin detenerse incluso a recoger el ganado que ahora estaba tranquilamente en la llanura.

Continuamos lentamente hacia el lugar donde habíamos previsto acampar, a donde llegamos a las 17:00 horas, contentos de ver el refugio que nos proporcionaban los muros de piedra y el techo de paja del corral de la ‘Butterfield Overland Mail Company’,  que nos había ofrecido amablemente su operario. No fue hasta las 10:00 horas de la mañana cuando oímos la corneta que anunciaba el regreso del capitán y su destacamento. Habían seguido a los apaches hasta las montañas, pero habían perdido su pista; y aunque habían examinado a fondo el cañón, no encontraron ninguna huella. Trajeron el ganado, 13 mulas y nueve bueyes. Las reses estaban medio cojas y con heridas en sus pezuñas, demostrando que probablemente venían de muy lejos, quizá de Sonora o Chihuahua, y se dirigían a territorio apache. Ewell estaba enfadado por su fracaso diciendo: ‘Me da igual los apaches, pero voy a averiguar donde han ido esos malditos jodidos, asegurándonos que permanecería allí otro día para explorar el cañón, en el que habían desaparecido tan misteriosamente.

Cozzens, su amigo, el Dr. Parker, y el criado Jimmy, se ofrecieron a acompañarles. Aunque nos retiramos esa noche con la perspectiva de la siguiente aventura, no nos despertamos hasta que sonó la corneta por la mañana. Salimos temprano, 24 hombres, incluidos el Dr. Parker y yo. Recorrimos unos 9’5 km sobre una hermosa pradera ondulada, que se elevaba gradualmente hacia las montañas. El suelo estaba cubierto con hierba verde y hermosas flores, entremezclado ocasionalmente con pequeños cedros, cuyo verde oscuro contrastaba espléndidamente con el follaje más ligero de los robles que salpicaban el paisaje que nos rodeaba. De vez en cuando se veía una enorme roca, de color marrón obscuro, que contrastaba con el entorno…. Pronto llegamos a la entrada del cañón en el que los apaches habían desaparecido misteriosamente el día anterior. Se notaba la quietud de la muerte; no se oía un ruido, excepto las pisadas de nuestros caballos, o el ocasional ruido metálico del sable en su funda… El aspecto inseguro y sospechoso del desfiladero por donde teníamos que pasar, hizo que el capitán Ewell ordenase el alto antes de entrar en él. Envió a dos exploradores para examinar el terreno por si había señales de los apaches y ordenó a sus hombres que procediesen con la mayor cautela, manteniéndose alerta ante la posible presencia de los apaches. 

Al poco tiempo regresaron los exploradores indicando que no había señales de ellos, dando Ewell orden de avanzar con prudencia. Los exploradores iban ahora por delante, seguidos del capitán Ewell a la cabeza de sus hombres. Me había quedado atrás con el Dr. Parker y Jimmy… cuando de repente el aire se llenó de terribles gritos, acompañados por disparos, aunque se oía la voz alta y clara del capitán Ewell gritando a sus hombres. Saltando sobre nuestros caballos, nos pusimos en marcha hacia la entrada del desfiladero, pero antes de llegar, nos topamos con dos o tres soldados con la expresión tan asustada en los rostros que mostraban claramente que estaban tratando de huir tan rápido como la naturaleza del terreno lo permitiera. Les preguntamos precipitadamente qué había pasado, y de sus incoherentes respuestas dedujimos lo siguiente. Estaban atravesando cautelosamente el paso… cuando, de repente, oyeron por encima de ellos, el grito de guerra apache. Mirando hacia arriba, vieron una docena o más de grandes rocas que caían desde lo alto, con el evidentemente propósito de aplastarlos. Precipitadamente, giraron sus caballos, espoleándolos para llegar lo más rápido posible a la boca del cañón. Dejando nuestras monturas a cargo de estos hombres, fuimos al cañón a pie. Al entrar en él, la situación era caótica. De vez en cuando caía una roca desde la parte superior, impactando contra la pared de enfrente, rebotando una y otra vez hasta caer finalmente al suelo con un tremendo impacto, haciendo que los soldados se pegaran a la pared sin pensar en sus caballos nada más que para protegerse tras ellos. El capitán Ewell, con unos 12 de sus hombres, estaba separado del resto por una gran roca lanzada desde arriba, que bloqueaba completamente el paso. Parecía que quería reagrupar a sus hombres en un intento de escalar las paredes casi perpendiculares, en cuya cima estaban los apaches, cuyos gritos resonaban a través del estrecho desfiladero, haciendo más confusa la situación. Varios hombres se esforzaban por liberar a dos de sus compañeros, quienes, con sus caballos, estaban atrapados bajo las rocas lanzadas desde arriba. 

Todavía no habíamos visto a ningún apache cuando el Dr. Parker atisbó una cabeza asomando por el borde de una roca muy por encima de nosotros, y levantando su rifle, disparó casi sin apuntar. Vimos caer el cuerpo desnudo de un apache, con su arco aún firmemente agarrado en su mano. Mientras caía, rebotaba una y otra vez contra las empinadas paredes, cayendo al suelo, muy cerca de donde estábamos nosotros… Durante unos segundos estuvimos de pie viendo al capitán y a sus hombres subir por la empinada cuesta, por lo que nos acercamos a ayudar a sacar los cuerpos difuntos de los soldados. Después de trabajar durante un par de horas, conseguimos recuperar los cuerpos que estaban bajo las rocas. Luego los colocamos con cuidado sobre unas parihuelas que sus compañeros habían hecho con sus rifles, llevándolos hasta la entrada del cañón, donde los pusimos sobre la hierba para esperar la llegada del resto del destacamento que, con su capitán al frente, estaba recorriendo las rocas en un vano intento de alcanzar a los apaches. Después de muchos y repetidos intentos, los hombres consiguieron apartar parte de las rocas que impedían el paso, pudiendo sacar a sus caballos. Unas horas más tarde, el capitán Ewell y sus hombres regresaron agotados de su infructuosa búsqueda. Al llegar a la cima donde estaban los apaches, habían encontrado toneladas de rocas apiladas, listas para ser tiradas y, junto a ellas, a un apache herido, que uno de los hombres remató inmediatamente con su sable. El resto de la banda había desaparecido como si se los hubiera tragado la tierra.

Después de un breve descanso emprendimos la marcha hacia el campamento situado en las Dragoon Springs [Cochise County, Arizona], llevando los soldados, los cadáveres de sus dos compañeros, llegando bien entrada la noche. El capitán ordenó inmediatamente a cuatro hombres que cavasen una fosa en un pequeño promontorio que estaba en las cercanías, y los cuerpos de Wilbur Carver y Charles Tucker fueron envueltos en sus mantas y depositados en sus estrechas paredes… Esa noche nos retiramos contentos con poder descansar después de la fatiga y las emociones de ese día, y satisfechos con la ilusión de haber perseguido a los  apaches hasta su fortaleza natal con la caballería regular. Estábamos envueltos en nuestras mantas y disfrutando de un estimulante sueño cuando fuimos despertados por los chillidos de, por lo menos, 10.000 demonios. En un instante nos dimos cuenta de que los apaches estaban provocando una estampida, pues sus gritos iban acompañados por el campanilleo de viejos cencerros, del relincho de caballos, del rebuzno de mulas y del mugido de aterrorizadas reses, todo mezclado con la descarga de armas de fuego y el grito de los hombres, para formar una escena tan confusa como sea posible imaginar. Por supuesto que no podíamos hacer nada más que esperar y eso es lo que hicimos, hasta que desapareció todo el jaleo.

Al poco, la voz del capitán Ewell se oyó en la puerta del corral, diciéndonos que los apaches habían espantado el ganado, y que iba a coger algunas monturas para perseguirles.  Cogió cinco y volvió al campamento, mientras que nosotros volvimos a acostarnos esperando la luz del día antes de aventurarnos a cruzar la puerta que nos había brindado tan perfecta protección… Tan pronto como hubo suficiente luz, fuimos al campamento para ver cómo estaba la situación. Los apaches habían logrado soltar a todos los animales del capitán Ewell, excepto a diez, junto al ganado recuperado el día anterior, haciendo un total de casi 50 cabezas. Ewell había salido tras ellos con 15 hombres. Por supuesto, había varias versiones sobre cuántos apaches eran, diciendo unos que eran 50, y otros que  no eran más que 10… Los apaches son sin duda los ladrones más hábiles, consiguiendo llevarse  los caballos y el ganado antes los mismos ojos de sus propietarios de la forma más inexplicable, y sin que les vean. Para ello, a veces se ven obligados a avanzar arrastrándose durante un kilómetro o más a través de la hierba alta. Después de llegar al animal, silenciosamente lo desatan de su estaca y sigilosamente se ponen de costado, se aferran a su cuello con sus brazos, tapando su cuerpo, de modo que el animal forma un escudo entre ellos y el dueño. Avanzan así hasta estar lejos del alcance del rifle, y luego galopando, pronto se les pierde de vista, dejando al dueño preguntándose dónde habrá ido el animal tan repentinamente.

Cuando quieren provocar una estampida, primero capturan al líder de la manada, y luego con gritos y ruidos aterrorizan y confunden a los otros animales que todos, no dudan en seguir al líder, que lleva sobre él al más atrevido y experto ladrón del grupo… Eran casi las 22:00 horas cuando el capitán Ewell regresó de su infructuosa persecución. Tuvieron que esperar varias horas a que el agua de la fuerte tormenta que había caído bajase por un cauce seco, retrasándoles y permitiendo a los apaches eludir con éxito a sus perseguidores, aunque tuvieron que dejar el ganado atrás…  y pocas semanas después, tuvo la oportunidad de dar a los apaches un fuerte correctivo, en la Puerta del Curcuco, cerca del rancho Buseni, en las Santa Rita Mountains [Pima y Santa Cruz County, Arizona], donde no menos de 16 de aquellos pícaros ladrones acabaron muertos.

Cozzens, el Dr. Parker y Jimmy, se dirigieron a la estación de la “Butterfield Overland Mail Company” en Apache Pass donde estaba Cochise. “Nos enteramos de que Cochise y sus cinco guerreros habían regresado esa mañana después de una ausencia de tres días. Por ello y por su peculiar expresión cuando le preguntamos por los apaches que habían provocado la estampida, nos llevó a creer que él y su grupo estaban con los apaches que habían ‘visitado’ el campamento en las Dragoon Springs. Por supuesto, solo podíamos hacer conjeturas, ya que no teníamos más pruebas que las insatisfactorias respuestas a nuestras preguntas sobre su paradero durante su ausencia. Pero ¿alguien ha recibido una respuesta satisfactoria por parte de un apache a cualquier pregunta? Pasamos la noche en Apache Pass, con la intención de llegar al día siguiente a la estación de correo de San Simón [Cochise County, Arizona], donde esperábamos acampar… Mientras estábamos allí nos enteramos de que solo dos días antes, un pequeño grupo de apaches había asaltado las cuadras de la estación, y robado, dos de las mulas, para disgusto del encargado de la estación y de sus ayudantes, no pudiendo alcanzarlos. Se habían dirigido hacia el Stein’s Peak, lugar por donde teníamos que pasar. Habían visto señales de su presencia por los alrededores durante el día, por lo que tuvimos que permanecer, a regañadientes, durante un tiempo en la estación, para nuestra propia seguridad y para dar a nuestros animales una generosa ración de grama [planta forrajera muy olorosa de la familia de las gramíneas] que les gustaba mucho… El encargado de la estación, sin embargo, pronto descubrió un grupo de cinco apaches, galopando tan rápido como podían sus ponis en dirección a dos vaqueros llevando ganado camino de la estación, y que estaban a punto de alcanzarla. Cuando las reses quedaron a buen recaudo, todos entramos en el edificio esperando a ver qué pasaba.

Pronto nos dimos cuenta de que los apaches no tenían ninguna intención de atacarnos, sino que su objetivo era simplemente llevarse alguna res, ya que se detuvieron a casi 800 metros de la estación, aparentemente para deliberar sentados en sus ponis. Teniendo a mano una de las carabinas Sharp, la cargué y elevando el alza, apunté a uno de los cinco apaches, que estaban muy juntos, y disparé. No tenía la más mínima esperanza de dar a uno de ellos, pero, para mi sorpresa, vi a uno caer de su silla, mientras los hombres que estaban a mi alrededor daban un grito de júbilo por el éxito de mi disparo, que a oídos de los apaches debió sonar como un grito de desafío. El ruidoso trueno de Arizona retumbando a través de aquel cielo, hermoso y despejado, no habría dejado a los apaches más asombrados que el resultado de mi disparo. Evidentemente, pensaron que estaban lejos del alcance de los rifles Evidentemente, que se encontraban lejos del alcance de los rifles, y tan seguros como si hubieran estado a kilómetros de distancia. Un instante después de que su compañero mordiera el polvo, se dispersaron en todas direcciones, pero en cuanto no oyeron más disparos, pronto se juntaron y dos de ellos cabalgaron apresuradamente al lugar donde estaba el apache muerto. Inclinándose desde sus sillas, cogieron su cuerpo y poniéndolo sobre uno de sus ponis, se alejaron al galope… 

… Hasta que llegó la diligencia por el Este diciendo que habían sido atacados por un grupo de apaches en el Doubtful Canyon [Cochise County, Arizona, e Hidalgo County, New Mexico], y que el responsable, que iba sentado con el conductor, había resultado malherido. Evidentemente, el plan era matarlos a los dos, pero habían fallado debido a la oscuridad. Mashon, el responsable, tenía una grave herida de flecha en un costado, que vendamos tan bien como pudimos con los pocos medios que teníamos a mano y, tras ensillar nuestras mulas, nos pusimos en marcha cuanto antes, sabiendo que los apaches,  temiendo ser perseguidos, abandonarían las cercanías del cañón durante un día o dos, dirigiéndose a otro lugarregresamos a la estación del Stein’s Peak [Hidalgo County, New Mexico]. Allí nos enteramos de que no estábamos fuera de peligro, pues solo una semana antes los apaches habían atacado la ‘Barney Station’ [Hidalgo County, New Mexico], a pocos kilómetros al sur, matando a uno de los  vaqueros y robando varias mulas de la compañía.

De allí, Cozzens, el Dr. Parker y Jimmy se dirigieron a Mesilla [Doña Ana County, New Mexico]. Poco después de nuestra llegada, me estaba esperando un tal Sr. White, de Philadelphia, quien me informó que recientemente había sido nombrado proveedor de suministros en Fort Buchanan [Santa Cruz County, Arizona], y habiéndose enterado de que yo acababa de estar allí, quería saber el estado de los caminos,  como era el  territorio, si era probable encontrarse con indios, etc. Dijo que iba acompañado de su esposa y su bebé… Era casi el mediodía del día siguiente cuando partieron, acompañándolos el Dr. Parker y yo durante unos cuantos kilómetros, dejándolos que siguieran su tedioso viaje alrededor de las 15:00 horas  mientras que nosotros regresábamos… A la mañana temprano nos despertó el sonido del gran tambor que golpeaban en la plaza. Como eso solo ocurría para que los habitantes cogieran sus armas, me levanté y me vestí a toda prisa, dirigiéndome a la plaza donde estaban reunidos una docena de mexicanos, escuchando la historia de un par de rancheros que acababan de llegar de las Mimbres Mountains [Grant & Sierra Counties, New Mexico]. Dijeron que alrededor de la medianoche, mientras venían de su rancho, habían encontrado los cadáveres de dos hombres, uno estadounidense, el otro mexicano, tendidos junto al camino, sin cabelleras, y a poca distancia de ellos, los restos de una carreta y una hoguera todavía ardiendo. Al borde del camino estaba esparcido el contenido de varios baúles rotos, y las señales de la  masacre eran visibles por todas partes. Los rancheros habían traído algunas cosas que pudieron coger, que yo reconocí de inmediato como pertenecientes al señor White. Los hombres no encontraron ningún cuerpo más, lo que indicaba que los apaches se habían llevado a la señora White, a su bebé, y a su criada.

Pedí al alcalde, que acababa de llegar, que siguieran tocando el tambor durante un rato, mientras yo fui a caballo hasta el cercano Fort Fillmore para informar de lo ocurrido. Antes de llegar me encontré con el teniente Howland, del 1º de Dragones, al que informé de los hechos, diciéndome que tan pronto como fuera posible, enviaría un destacamento de Dragones para perseguirlos. Volví a Mesilla encontrando a unos 50 mexicanos reunidos en la plaza con sus caballos y rifles, listos para salir de inmediato en busca de los apaches, y sabiendo que los soldados tardarían cierto tiempo en partir, tanto el Dr. Parker como yo, así como media docena de estadounidenses allí presentes, nos ofrecimos voluntarios para ir con el grupo, e insistimos tan intensamente en la necesidad de salir de inmediato, que el capitán Pardilla, comandante de la fuerza mexicana, dio las órdenes necesarias, partiendo, acompañados por Jesús Armijo y Manuel Chaves, dos de los más famosos exploradores mexicanos del territorio. Tras dos horas y media de viaje, llegamos al lugar de la masacre. Los cuerpos del señor White y su sirviente, el primero medio devorado por los lobos, yacían junto al camino, acribillados por gran cantidad de flechas y terriblemente mutilados, mientras que por todas partes había visibles rastros de que los dos hombres habían hecho desesperados esfuerzos para rechazar el ataque.

Pasamos en el lugar solo el tiempo suficiente para enterrar decentemente los cuerpos, determinando los guías, que habían estado reconociendo a fondo el terreno en las inmediaciones del lugar de la masacre, que el grupo estaba formado por 15 apaches; que la señora White, su bebé y la criada, estaban con ellos; y que todo el grupo se había ido hacia el sur, a la parte mexicana de las Florida Mountains, en Chihuahua… El rastro pronto nos llevó a un cañón en las montañas, el cual seguimos, y justo con la primera luz del día llegamos a un lugar donde, por el gran número de huellas que se veían, era evidente que los apaches se habían detenido unas pocas horas antes.

Mientras dejábamos beber a nuestros caballos en un pequeño manantial que burbujeaba bajo una enorme roca cercana, uno de los mexicanos vino corriendo con el cadáver del bebé de la señora White que había encontrado tras un pequeño arbusto cerca del manantial, alanceado una docena de veces con lanzas por los apaches. Era una visión escalofriante. El cuerpo desnudo del niño, con sus abiertas y feas heridas, silenciosa, pero elocuentemente apelaba a cada destello de hombría que tuviéramos para que le vengáramos… Tras dos horas de duro cabalgar… nuestros guías señalaron una delgada columna de humo, ascendiendo a lo lejos, entre una serie de bajos picachos, que parecían formar parte de la sierra de la Florida… partieron los exploradores… para reconocer el campamento de los apaches… Allí pasamos las horas que transcurrieron lentamente hasta que llegó uno de los exploradores cuando la tarde estaba muy avanzada diciendo que los apaches habían encendido un nuevo fuego en el mismo lugar donde lo habíamos visto por la mañana, lo que parecía indicar que tenían intención de acampar allí esa noche.

Casi oscurecía cuando regresaron los dos exploradores, informando que había 12 apaches en el campamento, a unos 6’5 km de distancia. Los habían visto bien y también a la señora White y a su criada que, agotadas por el terrible viaje, aparentemente estaban dormidas. No esperaban ningún problema en rescatarlas, pero pensaron que era más seguro no intentarlo hasta más tarde, bien entrada la noche, cuando sería más probable encontrar a los apaches dormidos… Nuestro grupo debía dividirse para poder rodear a los apaches, y así impedir su huida. Debíamos tomar posiciones a los lados de las colinas que rodeaban su campamento y a una señal dada, el canto de un chotacabras repetido dos veces, cada hombre debía seleccionar un apache y disparar, deseando que al esperar hasta las últimas horas de la noche, la luna iluminaría directamente su campamento, permitiéndonos ver mejor.

No habiendo llegado los soldados, montamos nuestros caballos a eso de las 21:00 horas, y a 1’5 km más o menos de su campamento desmontamos, dejando nuestros caballos con seis hombres, para hacerse cargo de ellos. El grupo se separó en dos, uno a cargo de Manuel Chaves, dando un gran rodeo para llegar al lado opuesto del campamento, mientras que el resto íbamos con Jesús Armijo, con la indicación de esperar la señal de Chaves. Rápidamente y en silencio, nos dirigimos a los picachos tras los cuales estaban acampados los apaches. Nadie hablaba, no se oía ni siquiera el ruido de nuestras pisadas. De vez en cuando, cuando oíamos a Armijo soltar un rápido y agudo ‘Chisss’ nos parábamos para oír lo que decía en susurros, que anduviéramos con cuidado o que tomáramos una determinada dirección… y finalmente, el campamento con sus ocupantes estaba ante nosotros… Gracias a la clara luz de la luna pudimos contar hasta nueve cuerpos acostados. Otros dos estaban agachados sobre las brasas del fuego, envueltos en sus mantas alrededor de sus hombros, para protegerse del frío de la noche, pero no pudimos ver a las cautivas.

¿Dónde podían estar? Armijo, anticipándose a nuestra pregunta, señaló silenciosamente a un frondoso grupo de pinos, a poca distancia del fuego, y antes de bajar su mano, como si él mismo respondiera a la pregunta, un apache desnudo surgió a la brillante luz de la luna de ese grupo de pinos, e inclinando la cabeza en actitud de escucha, dirigió su mirada alrededor del campamento. Instintivamente, nos llevamos nuestro rifle al hombro, pero Armijo, con un gesto, nos impidió disparar contra el espléndido blanco que estaba ante nosotros, y el apache desapareció entre las sombras de los pinos otra vez… … Por fin, desde la colina que estaba al otro lado del campamento, oímos el canto de un chotacabras, tan natural y veraz que nos pareció de verdad. Pero un instante después, oímos el chasquido agudo del rifle de Armijo y nos preguntamos si sería la señal de Chaves. ¿La repetirá? Con la emoción del momento casi olvidamos respirar. Cada sentido estaba alerta. Se oyó otra vez…  Y ahora la respuesta vino de los labios de Armijo, para volver a oírse en las rocas de enfrente, y entonces, la rápida descarga de 20 rifles perturbó la quietud de la noche. 

En un instante los lados de la colina parecían revivir al llenarse de hombres. Con el sonido de las rocas cayendo, el ruido de los hombres que tropezaban, y los gritos de excitación de los mexicanos, los apaches, aún medio dormidos, emitieron un débil grito de desafío, viendo tres o cuatro formas obscuras que se levantaban del suelo yendo rápidamente hacia el bosque. Corrimos en tropel hacia el campamento, empujándonos a toda prisa camino de la espesura de pinos, en la que esperábamos encontrar a las cautivas… Podíamos distinguir sus siluetas incluso a través de la profunda obscuridad de los pinos… En el suelo yacían los cuerpos de la señora White y su criada mexicana, con una docena de heridas, de las que salía la vital sangre que disminuía rápidamente. Ambas estaban muertas, aunque los cuerpos aún calientes evidenciaban el triste hecho de que los disparos de nuestros rifles habían dictado su sentencia de muerte.

Encontramos muertos a siete apaches en el campamento. El resto había huido sin saber a dónde, dejando todo detrás de ellos. Parte de nuestro grupo se apoderó de los animales, 19 en total, cargándolos con todo el botín del campamento, incluyendo todo lo robado a la señora White. Hicimos un par de parihuelas con unas mantas y unas pértigas donde pusimos los cuerpos para emprender el regreso. Bajo las sombras de las frías y grises rocas de las montañas de la Florida… enterramos los cuerpos de la señora White y su criada… Casi un año después, un amigo de Tucson [Pima County, Arizona] me envió una parte de un pequeño reloj que tenía un apache recientemente capturado que llevaba el nombre de E. J. White).

* El 21 de julio de 1859, unos jóvenes chokonen roban 11 cabezas de ganado de la empresa minera de Arizona Sonora Exploring and Mining Company pero Cochise envía los animales al capitán Richard Stoddert Ewell en Fort Buchanan (Santa Cruz County, Arizona) como prueba de buena voluntad de mantener relaciones amistosas con los americanos. (Merejildo Grijalva, el ópata cautivo de los apaches, es uno de los que devuelven el ganado.

Charles Debrille Poston, llamado el padre de Arizona, y que era gerente de esa empresa minera, declaró: Los apaches no nos habían dado, hasta ahora, ningún problema; al contrario, veían pasar nuestras manadas, pasando durante cientos de kilómetros hacia México, donde hacían sus incursiones,  en vez de romper su amistad… con los estadounidenses).

* En agosto de 1859, el Agente Indio, Dr. Michael Steck realiza su informe anual en el que indica la reducción del número de chiricahuas. (Las enfermedades habían hecho que los chihennes y bedonkohes pasasen de 400 a 150 familias. Mencionó que la campaña de Bonneville había obligado a los apaches a ir a México, donde sufrieron el envenenamiento de sus raciones, por lo que recomendaba establecer una reserva en Santa Lucía Springs [luego San Vicente de la Ciénega; y finalmente Silver City, Grant County, New Mexico]). 

* El 15 de agosto de 1859, Samuel Woodworth Cozzens, juez del primer distrito judicial en Arizona, visita Apache Pass (Cochise County, Arizona) para investigar las acciones de James Henry Tevis, el encargado de la estación de la Butterfield Overland Mail Company”. (En una carta, Cozzens escribió que Cochise no estaba presente, pero Esquinaline y los suyos sí. Merejildo Grijalva abandonó a los apaches y partió para La Mesilla, donde se reunió allí con el agente Dr. Michael Steck, trabajando los dos en la Agencia India de Fort Thorn [cerca de la actual Hatch, Doña Ana County, New Mexico]. Fort Thorn fue evacuado por los militares en marzo, pero la oficina de Steck permaneció allí).

* En octubre de 1859, Cochise y su gente están en, lo que hoy es, Cochise Canyon, en las Chiricahua Mountains ([Cochise County, Arizona]. El 29 de octubre, el agente Dr. Michael Steck repartió raciones a 800 bedonkohes y chihennes en las Burro Mountains [Grant County, New Mexico]. Steck los encontró contentos. Después se fue al oeste, a Apache Pass [Cochise County, Arizona], donde el 6 de noviembre dio raciones a unos 400 apaches. Luego fue al San Simon Valley [Cochise County, Arizona] donde dio raciones y comida a los chokonen de Cochise, quien se mostró amistoso y agradecido. Steck se mostró convencido de que podía instalarles con Mangas Coloradas en Santa Lucía.

El 13 de noviembre, Steck dio raciones a 2.500 apaches White Mountain en Pueblo Viejo, o Solomonville [Graham County, Arizona]. El estado de su agricultura le impresionó, e inmediatamente informó a James L. Collins, Superintendente de Asuntos Indios en New Mexico, de que los White Mountain podían hacerse totalmente autosuficientes si se les daba herramientas, ubicados en una reserva, y obligados a permanecer allí. Pero la presencia de 200 apaches Pinal en la reunión le llenó de dudas. Steck consideró que las tropas militares en New Mexico eran insuficientes para conseguir que los White Mountain se establecieran. Por lo tanto, recomendó el establecimiento de un puesto en el San Simon Valley, cerca del río Gila. También aconsejó evitar cualquier expedición militar, argumentando que causaría represalias contra los asentamientos de los colonos.

* En el otoño de 1859, el capitán Isaac V. D. Reeve ataca un poblado de los apaches Pinal (Pinal County, al norte del río Gila, Arizona) matando a algunos hombres y capturando a 43 mujeres y niños.

1860

*  A mediados de la década de 1860 (no sabemos la fecha exacta), un grupo de apaches bedonkohes está comerciando cerca de lo que hoy es la localidad de Esqueda ([municipio de Fronteras, Sonora]. Después de matar a los varones, los mexicanos llevaron a las mujeres supervivientes al suroeste del Golfo de California. Muchas de las mujeres apaches murieron en el camino, y el resto fueron vendidas como esclavas y puestas a trabajar en los campos de una hacienda local. Una de las mujeres apaches, llamada Dilcthe, tramó un plan para escapar y regresar con su gente. Reunieron a escondidas algunos alimentos y, recordando la ruta que habían seguido, huyeron hacia el este, hacia el golfo. Una vez que se descubrió su desaparición, varios vaqueros salieron para localizarlas, pero el grupo de mujeres logró huir. Cuando llegaron al golfo, viajaron al norte a lo largo de la orilla. Después de que la comida que traían se acabó, subsistieron comiendo plantas e insectos.

El grupo de mujeres apaches viajó unos 480 km por la costa, hasta llegar a la desembocadura del río Colorado. Ninguna de las mujeres sabía nadar, por lo que no tenían forma de cruzar el gran río hasta que Dilcthe hizo amistad con una vieja mujer mexicana que vivía cerca. La mujer dijo al grupo que había un lugar poco profundo en el río más al norte, en la confluencia de los ríos Colorado y Gila, cerca de la actual Yuma [Yuma County, Arizona]. Dilcthe llevó al grupo hasta allí y se metió en el río Colorado hasta descubrir que era seguro cruzar; hizo un gesto a las demás para que la siguieran y continuaron al este. Estaban a mitad de camino de su territorio.

Siguieron por el río Gila hacia territorio apache. A pesar del calor abrasador, Dilcthe decidió no ir por la zona más fresca y alta del territorio a causa de las tribus enemigas. Después de tres días de seguir por el Gila, las mujeres fueron emboscadas por un grupo de nativos yumas, enemigos de los apaches. Dilcthe y otra mujer escaparon escondiéndose entre unos matorrales, pero los yumas capturaron a otra mujer, y mataron al resto. Dilcthe y su compañera continuaron su camino, más allá de lo que hoy es Phoenix [Maricopa County, Arizona] y Tucson [Pima County, Arizona].

No podían continuar más. Sufrían agotamiento, hambre y sed, llegando a los límites de su resistencia; los últimos 160 km solo habían sido capaces de ir a paso lento. Una mañana, cerca de lo que hoy es la ciudad de Safford [Graham County, Arizona], Dilcthe pudo ver en la distancia una montaña en forma de corazón. Los apaches conocían las montañas del desierto del suroeste muy bien, y ella la reconoció. Hicieron una hoguera y se acostaron en la tierra, demasiado cansadas para moverse.

Dos apaches estaban cazando cuando vieron el humo. Se acercaron cautelosamente, viendo a las dos mujeres, casi muertas de hambre. De repente, uno de ellos, corrió hacia adelante. Había reconocido a Dilcthe, la madre de su esposa, capturada por los mexicanos y dada por perdida hace tiempo. La abrazó con alegría, dándole agua y alimentos. Su compañero se puso rígido porque para un apache había que evitar el contacto físico con su suegra como signo de respeto. Sin embargo, luego se relajó y sonrió. Su yerno la había salvado. No solo había mostrado respeto, sino también amor. Después de caminar durante más de 1.600 km a través de un terreno desértico, sin mapa ni armas y casi sin comida, estas dos mujeres regresaron de una vida de esclavitud a su tribu. Dilcthe fue recibida como una heroína).

En 1860, Samuel Woodworth Cozzens, que escribiría el libro “The Marvellous Country; or, Three Years in Arizona and New Mexico, the Apaches’ Home”, viaja al territorio de los hopis con su amigo, el Dr. Parker, con su criado Jimmy y con Rafael Orrantia como guía. (Estando con los hopis, dos de ellos trajeron a un estadounidense que habían encontrado. Era alto, robusto, de aspecto ojeroso, de unos 60 años de edad, con una larga barba blanca que caía sobre su pecho hasta casi la cintura. No llevaba chaqueta ni chaleco, mientras que, con un pañuelo alrededor de su cabeza, y su camisa cubierta de sangre, parecía un loco o un salvaje. Nada más verlos dio un salto hacia adelante, y agarrando sus manos, exclamó, con lágrimas corriendo por sus mejillas, dijo: ¡Gracias a Dios, amigos, por fin!“. Presentaba un aspecto cansado y famélico y tenía una fea herida de flecha en el hombro derecho. Después de que el Dr. Parker le curase como mejor pudo, contó su historia: Se llamaba Parley Stewart y era de Missouri. Había salido de su casa dos meses antes, con el propósito de ir a Los Ángeles [California], por la ruta del paralelo 35. Cerca de Los Ángeles vivía un hijo suyo, cuya esposa e hijo iban con él, al igual que su propia esposa y otros seis hijos, el menor una niña de 13 años de edad; formando el grupo un  total de 10 personas: cuatro hombres adultos, y seis mujeres y niños. Llevaban sus enseres en cuatro carretas, tirada por dos mulas cada una… Acamparon en el río Little Colorado [Arizona] … Durante el día, dos de los hijos fueron a cazar, volviendo con su presa antes del anochecer sin ver ningún rastro hostil… Aquella noche, el señor Stewart… se retiró a descansar de nuevo. No sabía cuánto tiempo había estado durmiendo, pero el terrible grito de guerra de los apaches le despertó de su letargo.

Poniéndose en pie de un salto, cogieron sus rifles, inconscientes de por dónde les venía el peligro que les amenazaba, a pesar de que habían recibido una lluvia de flechas que, en su fatal y bien dirigido objetivo, habían matado a la señora Stewart y dos de sus hijos, y a la nuera con su hijo… otra lluvia de flechas… cayó matando a otra hija. Stewart y su segundo hijo, que hasta ahora habían salido indemnes, estaban utilizando sus rifles y revólveres, aunque disparando totalmente al azar porque hasta entonces no habían visto a ningún apache. Viendo que el fuego de la hoguera del campamento impedía distinguir cualquier objeto más allá de las inmediaciones, mientras que al mismo tiempo permitía a los apaches ver claramente cada movimiento que se producía en el interior, Stewart ordenó a su hijo que lo apagase si podía. Eso hizo apartando las ramas que estaban ardiendo, pero entonces se oyó el disparo de un rifle, y el hijo, gritando, dijo: ¡Padre, me han matado!, cayendo muerto sobre las brasas de la hoguera, de donde le sacó una de sus hermanas arrastrándole. Stewart declaró que en el momento en que escuchó el disparo y vio caer a su hijo, renunció a toda esperanza, diciendo a sus hijas que se escondiesen en el agua, en la orilla del río que estaba a pocos metros de distancia, y que en seguida iría con ellas. Disparó toda la munición del revólver de su hijo sobre los apaches y abandonó el campamento, sin embargo, antes recibió un flechazo en uno de sus hombros. Tan pronto como pudo se refugió en el río, donde esperaba encontrarse con sus hijas.

Al llegar al río no las encontró, escondiéndose apresuradamente lo mejor que pudo en el agua, y estando allí, vio y oyó a los apaches que lo buscaban por todas partes. Sin embargo, pudo eludirlos y tras esperar una o dos horas, se aventuró a reanudar la búsqueda de sus hijas, haciéndolo con la mayor prudencia, sin atreverse a llamarlas, por miedo a que los apaches que había visto saqueando y destruyendo su campamento le oyeran. Contó, al menos 20 de esos demonios en su misión de destrucción, pero no pudo ver ni oír a sus hijas. Siguió con calma y cautela la búsqueda, esperando hasta que los apaches hubieran destruido todo y desaparecer rumbo al sur. Entonces se acercó cuidadosamente al lugar donde estaba con su familia al atardecer… ¡Qué vista encontró su horrorizada mirada! Sobre un gran fuego yacían los cuerpos desnudos de su mujer y de seis niños, sin cabelleras, convirtiéndose en cenizas por efecto de las llamas alimentadas por las tablas de las carretas que los apaches habían echado a la hoguera, aparentemente con el propósito de aumentar la intensidad y potencia de las llamas. La visión lo dejó destrozado… Sin hijos, sin esposa, sin hogar, y con el corazón roto, el viejo volvió a buscar a sus dos hijas restantes, pero no halló rastro de ellas… Siguiendo un camino que supuso le llevaría al territorio hopi, abandonó el valle para siempre. Después lo encontraron los hopi.

Cozzens, el Dr. Parker, Jimmy, Rafael Orrantia, y ahora Pasley Stewart, se dirigieron a La Mesilla [Doña Ana County, New Mexico]. En el camino encontraron a Sam Bean, explorador del coronel Benjamin Louis Eulalie de Bonneville, comandante del Departamento de New Mexico, que estaba siguiendo el rastro de una banda de apaches White Mountain. Se unió al grupo y siguieron camino hasta que llegó la hora de acampar. De repente, Stewart, que estaba mirando a la obscuridad, disparó diciendo: Un demonio menos.

¿Qué quiere decir, viejo tonto, disparando así? Si su cabellera no le importa puede haber hombres que sí, dijo el explorador.

Lo he matado, dijo Stewart con brusquedad.

¿A qué se refiere?, preguntó el explorador.

Al indio que está allí.

Allí no hay ningún indio y, si lo hubiera habido, lo lógico es que no lo hubiera visto porque está muy obscuro.

Pero le vi y le disparé., dijo Stewart. Venga conmigo y véalo. Y los dos desaparecieron en la obscuridad. 

Regresaron en unos instantes, Stewart con la cabellera ensangrentada de un apache que, tras enseñarla, la ató en su cinturón. Poco después cayó una lluvia de flechas alrededor de ellos sin darles, disparando sus armas hacia la obscuridad. Esto se repitió varias veces entre los rebuznos de las mulas y los relinchos de los caballos hasta que llegó el amanecer, apareciendo Stewart con cinco cabelleras apaches. También dos de sus animales estaban heridos levemente por impactos de flechas y, entre los matorrales cercanos al campamento, encontraron siete cadáveres y tres caballos. Después de desayunar, San Bean partió y el resto tomó el camino de Fort Craig [Socorro County, New Mexico] donde Stewart falleció).

* En enero y febrero de 1860, el agente Indio, Dr. Michael Steck reparte raciones a dos bandas apaches en Santa Rita del Cobre (Grant County, New Mexico).

* Al final del invierno de 1860, Cochise lidera una partida de unos 100 guerreros en Sonora. (Durante ese tiempo, incursionaron por el sureste de Ures, en Soyopa, Tonichi, Sahuaripa y Alamos, matando a unas 50 personas).

* El 10 de marzo de 1860, el agente Indio, Dr. Michael Steck escribe a James L. Collins, Superintendente de Asuntos Indios en New Mexico, sobre las condiciones en que se encuentran los apaches que están a su cargo. (Los que vivían cerca de Santa Rita del Cobre estaban comportándose bien como de costumbre pero les preocupaba el insaciable apetito de los estadounidenses por su tierra, la cual contiene oro, plata y cobre. Los blancos se estaban apropiando del mejor terreno a lo largo del río Mimbres, ahuyentando la caza.

Collins estaba preocupado porque Steck iba a dejar temporalmente la Agencia para viajar por asuntos personales al este. Steck dejó al cargo de la Agencia a Esteban Ochoa, un ciudadano de La Mesilla. El 20 de marzo, Steck informó que Ochoa es un hombre muy familiarizado con los indios, teniendo confianza en lo que hace, como si yo estuviera presente.

Steck también informó que una banda apache había matado a un hombre [en realidad fueron tres estadounidenses] y robado gran cantidad de ganado cerca de La Mesilla. Un grupo de 30 hombres de la Guardia de La Mesilla les había perseguido hasta el oeste de las Florida Mountains [Luna County, New Mexico] y luego hasta el sur, hasta la Laguna Guzmán [municipio de Ahumada, Chihuahua] donde encontraron un gran campamento nednai de unos 380 apaches. Pertenecían a los grupos locales de Janos y El Carrizal, probablemente dirigidos por Juh, que habían permanecido en el norte de Chihuahua desde principios de 1857, cuando Láceris hizo la paz en Janos. Ante la superioridad numérica de los nednais, los cuales estaban bien armados, la Guardia de La Mesilla volvió a por refuerzos. Sin embargo, no regresaron.

Dos días después, Steck cogió una diligencia para dirigirse al este. Una semana más tarde, Ochoa ayudó a Mangas Coloradas y a algunos otros apaches a plantar en Santa Lucía. El 11 de mayo, Steck se reunió en Washingtom con Alfred Burton Greenwood, Comisionado de Asuntos Indios del gobierno federal, acordando establecer una reserva en Santa Lucía para tres de las cuatro bandas chiricahuas [los nednais estaban en México]. Steck estimó que las tres bandas chiricahuas [bedonkohes, chihennes y chokonen] sumaban unos 300 hombres y 1.800 mujeres y niños. La reserva tendría un cuadrado de 24 km a cada lado, situado en la esquina sureste de Santa Lucía Springs, con un rico y fértil valle regado por el río Gila, siendo suficiente para alojarles. El Comisionado pidió a la Oficina General de Tierras de los Estados Unidos que instruyera al inspector general de New Mexico a que fijara los nuevos límites. Steck feliz, partió para New Mexico.

Pero un acontecimiento alteró todos los planes. El 18 de mayo, unos prospectores encontraron oro en las montañas al noroeste de Santa Rita del Cobre, en un lugar conocido como Pinos Altos [Grant County, New Mexico]. Una riada de estadounidenses y mexicanos llegaron a la zona del río Mimbres. En julio, el Superintendente de Asuntos Indios de New Mexico, James L. Collins, temía que empezara un conflicto con los mineros recién llegados, y para evitarlo estaba el nuevo puesto militar que se estableció al pie de las Burro Mountains [Grant County, New Mexico]. Enseguida surgió un gran número de cabañas bautizadas como Fort Floyd, siendo más tarde nombrado Fort McLane. Las preocupaciones de Collins rápidamente aumentaron cuando un grupo de estadounidenses se estableció en el río Gila con intención de fundar una ciudad y cultivar el terreno para vender alimentos a los mineros. Comprometido con la reserva, el gobierno estadounidense se negó ordenando a Collins que echara a los intrusos. Para el mes de agosto había 700 buscadores por los arroyos de la nueva población de Pinos Altos. Mangas Coloradas dijo a su gente que evitara a los mineros en la medida de lo posible. Gerónimo a menudo subía los más de 2.000 metros de altura de las crestas y cumbres boscosas de Pinos Altos, que estaban al oeste de su lugar de nacimiento, pero que no tenían el terreno tan abrupto como las Mogollon Mountains [Grant & Catron Counties, New Mexico] más al norte y con refugios más seguros para ellos.

El relato del descubrimiento del oro fue así. A finales de febrero o principios de marzo, Mangas Coloradas estaba acampado cerca de Ojo de Vaca, una estación de postas de la “Butterfield Overland Mail Company” [hoy en día Cow Springs Ranch, Luna County, New Mexico]. Allí conoció a Henry [Hank] Smith, quien estaba llevando una manada de reses por el sur de New Mexico hacia el Río Grande. Había salido de Fort Buchanan [Santa Cruz County, Arizona] con un estadounidense llamado Jack Pennington y 11 mexicanos para llevar 1.200 reses a Fort Bliss [El Paso County, Texas].

Para conseguir que el ganado llegara a su destino, decidió contratar a varios apaches, dándoles unas pocas reses. Mangas Coloradas estuvo de acuerdo en ir con unos cuantos apaches para ayudarles a llevar la manada hasta el siguiente manantial, situado en Warm Springs, a unos 19 km al sureste de la actual Hurley [Grant County, New Mexico]. Esa noche Mangas Coloradas durmió cerca de Smith, quien dio una manta a la mujer del jefe. Smith pagó un dólar a cada uno de los 10 apaches que cuidaron la manada durante la noche. Al día siguiente, los vaqueros y los apaches partieron hacia Warm Springs, donde al haber agua y buena hierba, se quedaron unos días, comiendo, descansando y haciendo carreras a pie. Los chiricahuas disfrutaron del tiempo libre en el campamento. La competición y los juegos de azar despertaron en ellos mucho entusiasmo. Habitualmente la carrera era de 100 yardas [91’44 metros] pero algunas veces hacían carreras más largas a campo a través. Smith ganó varias pieles corriendo contra los apaches. Solo surgió un problema cuando uno de los apaches ganó a un joven llamado Kajo, enfadándose cuando una mujer apache se burló de él por perder con un hombre más viejo. Tanto Smith como Mangas Coloradas evitaron que el asunto fuese a mayores. Kajo puede ser el mismo bedonkohe llamado Coha, quien el día de Navidad de 1875, fallecería en un enfrentamiento a manos de unos apaches White Mountain en la Reserva Chiricahua.

Según Smith, después de entregar la manada, se unió a un grupo de 11 estadounidenses y tres mexicanos que iban a hacer una prospección en las montañas de Pinos Altos. El 18 de mayo, tres de ellos [Jacob Snively, James W. Hicks, y Henry Burch] descubrieron el oro. Al principio llamaron al lugar Burchville, pero pronto lo cambiaron por el nombre de Pinos Altos debido a los pinos ponderosa, que había en el lugar. En pocos días la noticia del descubrimiento se extendió como la pólvora, haciendo que muchos empleados de la “Butterfield Overland Mail Company” dejaran sus empleos y se dirigieran a buscar oro.

Mientras esto ocurría, Mangas Coloradas y muchos de sus seguidores estaban en Santa Lucía, donde Ochoa les había ayudado a plantar sus cultivos. No está claro si los chihennes, cuyo territorio estaba siendo ocupado por la llegada masiva de estadounidenses, se unieron a sus parientes bedonkohes para plantar. En cualquier caso, los chihennes, frustrados, hambrientos y con su paciencia agotada, decidieron tomar represalias contra los asentamientos a lo largo del río Mimbres. En cuanto a Mangas Coloradas, no parece que él tuviera un papel directo en los acontecimientos que siguieron a continuación.

El 20 de mayo, una banda apache atacó una reata de 24 mulas de unos mexicanos cerca de Santa Rita del Cobre, matando a cinco mexicanos y llevándose todas las mulas. Se desconoce con certeza quienes lo hicieron, pero es difícil concebir que una partida de guerra chiricahua actuando en territorio chihenne no contase con la participación de Mangas Coloradas, o con los bedonkohes y sus aliados chokonen. Quizás fueron los chihennes con algunos nednais llegados  de México. Menos de una semana después volvieron al río Mimbres, robando nueve mulas.

En la mañana del 29 de mayo, cerca de Santa Rita del Cobre, poco después de que 30 rancheros mexicanos y estadounidenses se levantaran para atender sus cultivos, un gran número de apaches, bien armados con rifles y revólveres, algunos montados y otros a pie, atacaron a los rancheros. Antes de que los rancheros pudieran repeler el ataque, los apaches habían matado a seis estadounidenses y a cinco mexicanos, y heridos a otros ocho, algunos de gravedad. Se cree que las pérdidas de los apaches fueron de 20 a 30 guerreros. Uno de los hombres salió a pedir ayuda y, a pesar de resultar herido por dos flechas, consiguió llegar a la estación de postas del Cooke’s Canyon [Luna County, New Mexico]. De allí, otro hombre cabalgó hacia La Mesilla para dar la noticia.

Ante estos sucesos, los chihennes desaparecieron de la zona del río Mimbres. Algunos, bajo el, una vez poderoso jefe Delgadito, fueron al sur para unirse a sus parientes chokonen y nednais que habían solicitado la paz en Janos y Corralitos [Chihuahua]. El 12 de junio, algunos chokonen, habían dejado Apache Pass [Cochise County, Arizona] para pedir la paz en Janos. José María Zuloaga intentó arreglar la paz con el permiso del gobernador de Chihuahua. Predijo que el armisticio podía atraer a 1.500 chiricahuas.

A finales del verano, el jefe chokonen Esquinaline envió a una mujer a Fronteras [Sonora] para abrir negociaciones. Ella enseguida admitió que representaba a varios líderes que vivían cerca de Janos, incluyendo al chokonen Parte y al chihenne Delgadito. Dijo que habían dejado los Estados Unidos porque no querían vivir más tiempo entre los estadounidenses. A principios de octubre, 46 apaches se establecieron cerca de Fronteras. El mismo Cochise, estaba desilusionado con el trato recibido por parte de los estadounidenses, aunque se quedó en Apache Pass. Victorio buscó refugio a lo largo de la frontera con Chihuahua, en áreas de las Tres Hermanas Mountains [Luna County, New Mexico], y las Alamo Hueco Mountains [Hidalgo County, New Mexico], y otras sierras en las que sentía que podía estar a salvo de los estadounidenses. En cambio, Mangas Coloradas parece que permaneció en Santa Lucía esperando la llegada de Michael Steck.

Steck nada más llegar de Washington, empezó a diseñar su propuesta de reserva en Santa Lucía Springs. Cuando vio la gran cantidad de mineros y nuevos asentamientos, pensó en cumplir la orden del gobierno de echar a los recién llegados, pero en la práctica, eso era imposible. Sintió que la reserva de Santa Lucía nunca vería la luz. El 4 de noviembre, proporcionó raciones a los bedonkohes y chihennes en Santa Lucía, prometiendo hacer lo mismo a primeros de diciembre en el río Mimbres. Luego se dirigió al territorio de los chokonen, donde el 10 de noviembre les dio raciones [probablemente en San Simón o en Apache Pass]. Desde hacía ocho meses, los chokonen no habían recibido ningún reparto por parte del gobierno. Mientras estaba ausente, fue elegido delegado al Congreso, por lo que cuando regresó a La Mesilla informó a Collins, Superintendente de Asuntos Indios de New Mexico, de que se iba a ir tan pronto como fuera posible para Washington).

* El 16 de marzo de 1860, cinco apaches secuestran a Larcena Ann Pennington Page y a Mercedes Sais Quiroz en un campamento maderero situado en el Madera Canyon ([Santa Cruz County, Arizona]. La familia formada por el viudo Elias Pennington y sus 12 hijos fue la primera con ciudadanía estadounidense en establecerse en Arizona. La hija mayor, Larcena, y el leñador John Hemstead Page fue el primer matrimonio estadounidense en casarse en Tucson [Pima County, Arizona].  

John Page trabajaba en el Rancho Canoa, propiedad de William Kirkland, situado en el Santa Cruz River [Pima County, Arizona] donde John vivía con su esposa Larcena Ann Pennington Page. Larcena daba clases a una niña de 10 años llamada Mercedes Sais Quiroz, hija de una viuda mexicana que vivía en Tucson, siendo Kirkland tutor de la niña.

En los humedales del Santa Cruz River y el Sonoita Creek había gran cantidad de mosquitos que producían fiebres palúdicas. Larcena cayó enferma. Para curarla, Kirkland propuso que Lorena fuese a una zona alta alejada de los mosquitos, y que fuese también Mercedes. Su marido aceptó y fueron a un campamento maderero situado a unos 19 km del rancho. El 15 de marzo, Page, Larcena, Mercedes y un trabajador llamado William Randall fueron en un carro de suministros tirado por bueyes hacia el campamento maderero, llegando el mismo día. Cinco Tonto Apaches observaban el carro.

El 16 de marzo, después de desayunar, John Page y los demás leñadores subieron por la ladera de la montaña mientras Randall fue a cazar un venado para la cena. Mientras Mercedes jugaba, Larcena se acomodó en la mecedora dentro de su tienda. Su perrito yacía acurrucado a su lado. Cuando el perro comenzó a gruñir, Larcena lo hizo callar. Entonces oyó gritar a Mercedes. Cuando se puso de pie, la tienda se abrió y apareció un apache. Cogió el revólver Colt, pero el guerrero la agarró del brazo y la empujó fuera de la tienda. Mercedes corrió hacia Larcena, pero fue agarrada por otro apache. Larcena vio a cinco apaches, vestidos con taparrabos y mocasines altos, armados con lanzas, arcos y flechas. Eran jóvenes, excepto su líder más mayor, Toodlekiay, que chapurreaba español [es posible que uno de los apaches fuese el joven aravaipa Eskiminzin]. Ella comenzó a gritar de nuevo pidiendo ayuda, pero una lanza presionando su pecho la hizo callar. Los apaches saquearon el campamento buscando algo de valor. Como iban a pie, no podían llevar nada pesado. Se divirtieron rompiendo bolsas de harina y el colchón de plumas de Larcena. Las plumas mezcladas con harina llenaban el aire. Los apaches cogieron lo que pudieron y luego empujaron a Larcena y a Mercedes por la empinada cuesta hacia el norte, donde estaba su territorio.

Randall regresó al mediodía descubriendo el campamento saqueado. Corrió a avisar a Page y a los otros madereros. Page montó el caballo de Randall y galopó al Rancho Canoa. El caballo, agotado, falleció nada más llegar al rancho de Kirkland, quien envió un mensajero a Fort Buchanan [Santa Cruz County, Arizona]. Luego Page recorrió los 65 km que le separaban de Tucson en busca de ayuda. Page y otro ranchero montaron caballos frescos y regresaron a las montañas en busca del rastro de los apaches. Larcena rompía ramitas y arrancaba pedazos de su delantal dejándolos caer. Le susurró a Mercedes que hiciera lo mismo, pero un apache la oyó y las separó. El apache que había cogido su revólver apuntó a la cabeza de Larcena, insultándola en un mal español. Mercedes, entendiendo que pronto mataría a Larcena, gritó y comenzó a sollozar. El más grande de los apaches, ya que todos eran pequeños y enjutos, alzó a la pequeña niña sobre sus hombros y la llevó por la cresta.

La subida a la montaña fue difícil, y Larcena, debilitada por su enfermedad y estorbada por su largo vestido, retardaba a los apaches. Cuando se acercaba la puesta del sol, se detuvieron en lo alto de una cresta. La vista, con una caída pronunciada hacia un lado, era impresionante. Un guerrero que iba en la retaguardia subió a una roca para avisar que los hombres blancos les perseguían. El apache más mayor hizo un gesto a Larcena para que se quitara el vestido. Mientras se lo quitaba, otro guerrero cogió sus zapatos. Luego le ordenó que siguiera adelante. Larcena apenas había dado un paso cuando una lanza le hirió en la espalda, cayendo ladera abajo mientras oía a Mercedes gritar y a los apaches aullar. Acabó sobre un pequeño pino, casi ajena a varias heridas de lanza que dos apaches le habían hecho mientras bajaban junto a ella. Uno de los guerreros cogió una piedra y la estrelló contra su cabeza, haciéndola perder el sentido. En la cima, los otros apaches cogieron a Mercedes, dirigiéndose hacia el noreste. Un guerrero recogió el vestido de Larcena, mientras que otro se puso sus zapatos. Larcena contaría más tarde: Me quedé tan atrás que mis salvajes captores se impacientaron y decidieron matarme. Me despojaron de mi ropa, incluidos mis zapatos, y me dejaron una sola prenda. Luego me hincaron sus lanzas, haciéndome 11 heridas en mi cuerpo; me empujaron sobre una repisa de rocas o precipicio de unos 16 o 18 pies de altura y arrojaron grandes piedras sobre mí… y luego me dejaron, suponiendo que iba a morir… Había caído en un banco de nieve, casi en un estado de desnudez, estando sin sentido”. 

En la obscuridad, Larcena recobró la conciencia. Podía escuchar a su perrito, ladrar en la cresta, encima de ella, y luego la voz de su marido. La llamada del perro había hecho que los hombres se detuvieran justo encima de Larcena, pero no podían verla al estar todo obscuro. Page había descubierto las huellas de sus zapatos más allá de la cresta, y él y los demás se apresuraron a seguirlas.

Larcena reconoció la voz de su marido diciendo: “Aquí está, muchachos”, refiriéndose al rastro. Larcena trató de gritar, pero estaba demasiado débil para emitir un sonido. Cuando las voces se desvanecieron, ella volvió a caer en la inconsciencia.

El capitán Richard Ewell había salido con la compañía “G” del 1º de Dragones, tan pronto como el aviso de Kirkland llegó a Fort Buchanan. Antonio Gándara, hijo del ex gobernador de Sonora, dirigió un grupo de 28 mexicanos de Tubac, mientras que los pápagos proporcionaron 17 rastreadores.

El 17 de marzo, antes del amanecer, Ewell se reunió con Kirkland y un grupo de civiles de Tucson en Cienega Creek, a unos 55 km al sureste de Tucson. Pudieron ver que los apaches se habían dividido en dos grupos y se dirigían al norte de la ruta de la Overland Mail. Las huellas que seguían eran los trozos de ropa que Mercedes había dejado caer a lo largo del sendero, así como las pocas pisadas que había dejado en la arena del suelo. El otro grupo de apaches también estaba siendo rastreado, pero ninguna señal mostraba que Larcena iba con ellos. Todos asumieron que los apaches eran miembros de la banda aravaipa de Eskiminzin, que vivían a lo largo del Aravaipa Canyon, junto al río San Pedro. En Fort Buchanan había 20 apaches Pinal capturados en una escaramuza con los dragones de Ewell el último diciembre. El capitán obligó a varios de ellos a que hicieran de rastreadores para su columna. El rastro iba directamente al territorio aravaipa. Ewell envió a uno de los prisioneros apaches a la ranchería de Eskiminzin para hacer un trato. Kirkland dio dos buenas mantas mexicanas para que los apaches se animaran a negociar. Ewell dijo al mensajero apache que esperaría ocho días en el Cañón del Oro para obtener una respuesta, pero le advirtió que cualquier vacilación en la entrega de las cautivas daría lugar a graves consecuencias para los prisioneros Pinal que tenía en su poder. Pocos días después, el apache regresó con un mensaje de Eskiminzin, diciendo que ellos no las habían capturado, pero podían rescatar a la niña de los Tonto Apaches que estaba en su poder. La mujer estaba muerta. A cambio de la niña, Eskiminzin quería a los cautivos Pinal y dos carros llenos de mercancías.

Page, el afligido marido de Larcena, llevó la orden de Ewell a Tucson, pidiendo a Kirkland que cogiera a los prisioneros Pinal y los llevara al campamento donde estaban los dragones de Ewell.  En Tucson, el sentimiento general era que los apaches estaban mintiendo. “Tenemos q